24 de mayo de 2016
El arte gótico en Navarra
La introducción y difusión de la arquitectura del gótico clásico
Dr. Carlos Martínez Álava
I.E.S. Mendillorri
Desde principios del último tercio del siglo XII se constata en el reino de Navarra un fuerte aliento constructivo, motivado tanto por el incesante desarrollo urbano, como por el nuevo impulso que viven las órdenes monásticas a partir de la llegada del Císter. Tudela, Estella, Sangüesa, y, en menor medida, Olite, Pamplona, Puente la Reina, los Arcos… van a iniciar ahora la edificación de importantes iglesias de tres naves. En el medio monástico se principian también La Oliva, Fitero, Tulebras, la mayor parte de la abacial de Irache e Iranzu. En torno a 1200, la mayoría de estos edificios siguen en construcción.
Monasterio de Irache. Interior de la nave central
Planeados según tipos y modelos tardorrománicos incorporan a partir de los últimos años del XII bóvedas de arcos cruzados en lugar de los cañones apuntados iniciales. Esta innovación necesita cierto acomodo en los soportes, que en su mayoría añaden a la cruz nuclear columnillas en los codillos como apeo de los cruzados de las bóvedas. El muro va a reducir progresivamente su indispensable función portante, permitiendo la abertura de ventanas más grandes. La nave central de la Santa María de Tudela ilustra perfectamente este proceso de estilización, aligeramiento y luminosidad. Se planeó en su basamento perimetral como románica, pero el resultado es gótico. No obstante, no es un gótico clásico. No lo es todavía. A pesar de que se concluye ya dentro del último tercio del siglo XIII, a un edificio planeado cien años antes no era posible incorporar las novedades que llegaban desde el norte de forma íntegra: los enormes soportes centrales parecen sobredimensionados, las bóvedas no cuentan con arcos formareles, los cruzados son muy robustos, las ventanas incorporan el apuntamiento y las tracerías de forma progresiva… Si observamos las capillas de la cabecera, el templo es tardorrománico; si nos volvemos hacia el rosetón de los pies, gótico. Sin embargo, sus propuestas no son aún clásicas; podemos etiquetar esta fase inicial como gótico preclásico. Responden a una evolución parecida las abaciales de La Oliva, Fitero, Iranzu e Irache, así como las parroquiales de San Pedro de Olite o Santa María de Sangüesa.
Olite. Parroquia de Santa María. Interior
En los primeros años del siglo XIII algo extraordinario va a suceder en el panorama de la arquitectura de Navarra: Sancho el Fuerte patrocina la construcción de un templo singular en un lugar singular: la colegial de Santa María de Roncesvalles. En pleno Camino de Santiago, junto al hospital los ecos de Roldan y Carlomagno, un alarde de modernidad regia lleva al rey a contratar los servicios de maestros francos, quizá de Chartres que acababa de iniciar la construcción de su nueva catedral. Con la plausible intención de convertirla en su enterramiento, entre 1205 y 1215 financiará la edificación de un contenido templo de tres naves con cripta y gran capilla mayor, cuyos muros superiores se transformarán en velos de luz bajo la sensación de ligereza de las bóvedas. Todo está tomado del gótico clásico de Île de France y su entorno más próximo: soportes, ventanas, capiteles, secciones, bóvedas… Supone la incorporación completa y coherente del gótico clásico a la historia de la arquitectura de Navarra, y con ella, al panorama artístico del occidente meridional.
Aunque un edificio así era difícilmente inimitable, y su rápida construcción impedirá la formación de gremios en las nuevas fórmulas, su huella va a ser patente en el panorama arquitectónico del segundo tercio del XIII; de la pequeña iglesita de San Adrián de Aguilar de Codés a las grandes parroquiales de Santiago en Sangüesa o San Pedro de la Rúa en Estella. Los nuevos repertorios decorativos y estilísticos se van a consolidar a partir también del papel dinamizador de la Casa de Champaña (reinante a partir de 1234).
Iglesia de Roncesvalles
La gran capilla mayor poligonal de Roncesvalles, el equilibrio estructural de las nuevas bóvedas de crucería, la tipología atemporal de edificios con nave única, y cierta necesidad de pragmatismo constructivo, especialmente en las ciudades, van a impulsar en el reino un nuevo tipo arquitectónico de enorme éxito a ambos lados de los Pirineos. A partir del segundo tercio del siglo XIII, las iglesias de nave única van a monopolizar gran parte de las innovaciones arquitectónicas. Santa María de Olite y San Saturnino de Artajona serán las primeras; después llegarán la Asunción de Miranda de Arga y Santiago de Sangüesa. Nos encontramos ante templos amplios (algo más de 300 m²), capaces de acoger a toda la comunidad de fieles, sin obstáculos visuales hacia los altares (el central y los laterales sobre el hastial oriental de la nave) y monumentales (superan los 11 metros de anchura). Incorporan ya de forma progresiva el léxico clásico. Su éxito, extensible también a la arquitectura de las órdenes mendicantes, va a monopolizar las dotaciones parroquiales de las villas navarras, siguiendo una fórmula tan popular como bien conocida en las tradiciones constructivas locales de los últimos años del siglo XII. Y esta forma de hacer seguirá perfectamente vigente durante los siglos XIV y XV, sirviendo además de punto de partida para la simplificación máxima del medio rural.
Como podemos constatar, la evolución de la arquitectura gótica, desde los últimos años del siglo XII hasta bien entrado el último tercio del XIII, es rica y compleja. Las innovaciones e inercias se solapan. En torno a 1265, los canónigos de Tudela están concluyendo los tramos más occidentales de Santa María, cuadrillas de canteros siguen el modelo de Roncesvalles en las naves de Santiago de Sangüesa o San Pedro de la Rúa de Estella, las grandes naves únicas de Artajona o Miranda de Arga avanzan a buen ritmo, los cistercienses de Iranzu impulsan las obras de su gran refectorio y los franciscanos de Sangüesa o los dominicos de Estella sorprenden a los vecinos con las enormes dimensiones de sus nuevos oratorios. Así avanzarán las cosas hasta que la destrucción del claustro de la catedral de Pamplona en 1276 obligue a obispo y canónigos a construir uno nuevo. Para ello no se contentarán con maestros e inercias locales. Como Sancho el Fuerte en su momento, mirarán de nuevo al norte para introducir en el reino un leguaje arquitectónico más estilizado y elegante; también más complejo y brillante. Será el momento del gótico radiante.