25 de mayo de 2016
El arte gótico en Navarra
La pintura mural gótica: Juan Oliver y la Escuela de Pamplona
Dr. Carlos Martínez Álava
I.E.S. Mendillorri
La pintura mural, a pesar de su decisivo papel a la hora de establecer la realidad espacial gótica, no ha conservado ni en Navarra, ni en la mayor parte del occidente gótico, demasiados testimonios. De hecho, el volumen de obra desaparecido supera claramente a lo conservado. Tenemos la fortuna de que algunos de los conjuntos más monumentales (conservados en el Museo de Navarra) nutrieran el estudio monográfico de la profesora Carmen Lacarra, punto de partida para cualquier análisis del periodo; y de que en los últimos años se haya incrementado notablemente el catálogo de obras conocidas gracias a la intervención de vecinos, párrocos e instituciones.
No es mucho lo que conocemos de las pinturas góticas más antiguas. Sus características en torno a 1200 se pueden observar en las Biblias de Pamplona, encargadas por Sancho el Fuerte y conservadas en Ausburgo y Amiens. Sus estilizadas figuras, de trazos firmes y repetitivos, concuerdan con los cortejos de laicos y eclesiásticos que oraban ante el Agnus Dei del cilindro absidal de San Martín de Artaiz (Museo de Navarra). Se fechan en la primera mitad del siglo XIII. Sobre la ventana central, bellas y complejas composiciones vegetales recuerdan otro de los rasgos fundamentales de la pintura del momento: el bizantinismo. Llega a Navarra probablemente a partir del influjo de la sala capitular del Monasterio de Sigena. Y va a ser en las parroquias de Olite (dependientes de Montearagón) donde se observe mejor esa influencia. Destacan las primeras pinturas de la capilla de la Virgen del Campanal de San Pedro de Olite (Museo de Navarra), con un Pantocrátor, una Coronación de la Virgen, y una Epifanía, entre otras escenas. Respecto a ellas, las de Santa María, conservadas in situ al modo de un retablo pictórico mural, muestran rasgos más locales. Ambas se pueden situar avanzado el segundo tercio. Por último, las pinturas murales del paño central de la capilla mayor de San Saturnino de Artajona (Museo de Navarra), con la Gloria de Cristo entre ángeles y San Pedro y San Pablo, muestran mayor variedad de tipos y actitudes, una gran riqueza cromática, verdadero lujo en las orlas y los fondos, y una indudable monumentalidad. Su cronología parece algo más avanzada, ya dentro de la segunda mitad del XIII.
Olite. Parroquia de San Pedro
Capilla de la Virgen del Campanal. Vista general
Museo de Navarra
Artajona. Iglesia de San Saturnino. Pintura del paño central del ábside
El siglo XIV, especialmente en su primera mitad, acoge el periodo de mayor brillantez artística de la pintura mural en el reino de Navarra. Para esta eclosión plástica es determinante la obra del claustro y dependencias de la catedral de Pamplona. ¿Cuáles son las principales características de la pintura lineal gótica que se hará entonces? Las posturas son elegantes, las figuras estilizadas, los plegados muy trabajados, y los colores variados y contrastados; además, las historias, en ocasiones muy complejas, se ordenan mediante arquerías radiantes. La figura fundamental del periodo es Juan Oliver. Será el punto de partida y artista mejor conocido de la Escuela de Pamplona. Antes que él, no contamos con cronologías seguras para otros conjuntos. Quizá podamos situar en el primer tercio del XIV las magníficas pinturas de San Salvador de Sangüesa (pendientes de restauración) o la cripta de la parroquial de Sos del Rey Católico.
Juan Oliver va a aparecer en la documentación del reino en 1332 como "pintor de Pamplona", por lo que podemos suponer que se había afincado en la ciudad con anterioridad. Tres años después se fecha el mural del Refectorio de la catedral de Pamplona (Museo de Navarra). Después tenemos que esperar hasta 1366; entonces un Johan Oliver vive en la Rúa Mayor del Burgo de San Cernin. Su presencia en la documentación se repetirá en 1379, 1387 y 1390. Evidentemente nos encontramos ante una saga de pintores, al menos tres generaciones con taller en Pamplona. El que nos interesa es el iniciador de la saga. Se formó en Avignon, donde aparece trabajando entre 1316 y 1321 a las órdenes de Pierre du Puy. Su papel en la historia del arte medieval de Navarra va a ser fundamental, ya que incorporará las formas, iconografías y técnicas que se realizaban en uno de los centros artísticos europeos más activos durante el siglo XIV. En la actualidad, consideramos obras suyas el mural del Refectorio de la catedral de Pamplona (identificado por inscripción), la cabeza de Cristo de la escalera del lector del mismo edificio, la decoración de la capilla mayor de San Julián de Ororbia, el ciclo de Santa Ágata en Olloki y el ábside del Crucifijo de Puente la Reina. Se trata de obras extraordinarias, en especial los conjuntos del refectorio y de Ororbia, que caracterizan el trabajo de un artista de talla internacional que dejará una huella profunda y duradera. Menos testimonios pictóricos podemos asignar al maestro Roque: las pinturas laterales de San Saturnino de Artajona (identificado por inscripción) y con ciertas dudas el arcosolio funerario de Santa María de Ribas o las pinturas de Azanza. Su proximidad a Oliver es tan grande, que, con los conocimientos actuales, lo podemos suponer discípulo suyo. Otros conjuntos interesantes los podemos encontrar en Ujué, obra de Martinet de Sagües (o Sangüesa), en Ekai, en Ardanaz, en Eristáin, en Aizpún, en Belascoáin … o, en el mismo claustro catedralicio, con el bello, rico y erudito Árbol de Jessé.
Pamplona. Catedral.
Retablo de la Pasión de Cristo. Juan Oliver.
(Museo de Navarra)
Ororbia. Parroquia de San Julián
Juan Oliver
Resurección. Detalle
Mediado el siglo se comienzan a percibir ciertos rasgos inequívocos de italianismo que caracterizarán los últimos capítulos brillantes de la pintura mural gótica del reino de Navarra. De este momento son las segundas pinturas de la capilla de la Virgen del Campanal de San Pedro de Olite; también la decoración del sepulcro del obispo Sánchez de Asiáin en el claustro de la catedral de Pamplona. Las figuras se estilizan y se resuelven con un mayor naturalismo, y, sobre todo, se trabajan más los fondos que incorporan complejas arquitecturas, árboles, montañas…y cenefas perimetrales en imitación de mosaicos. En una línea parecida, pero resuelta de forma más popular, conservamos las primeras pinturas de Gallipienzo y escasos fragmentos en San Nicolás de Pamplona. Será el epílogo de uno de los capítulos más brillantes e interesantes del arte gótico del reino. Y un capítulo cuyo análisis está lejos de concluirse, ya que es previsible que en los próximos años nuevos hallazgos completen y enriquezcan un panorama, ya de por sí, extraordinario.
Olite. Parroquia de San Pedro
Capilla de la Virgen dle Campanal. Segundo maestro