22 de septiembre
Conferencias
EL BARROCO EN LARRAGA
Arquitectura y municipio: el caso de Larraga
Dña. Pilar Andueza Unanua
Universidad de La Rioja
El urbanismo
Las primeras noticias documentales de Larraga, correspondientes a los siglos XI y XII, tienen su reflejo en el urbanismo de la villa: sobre el río Arga, el caserío se extiende sobre la falda de una colina en cuya cima hubo un castillo altomedieval, hoy desaparecido. Esta construcción, que tenía un marcado carácter defensivo, actuaba como vigía, dominando visualmente una extensísima zona de Navarra. Este origen medieval explica el trazado urbanístico irregular, sin plan previo, fruto de un crecimiento espontáneo, con calles largas, quebradas, que se cruzan desordenadamente para adaptarse al terreno.
Sin embargo, la llegada de la Edad Moderna, modificó este urbanismo. La conquista castellana de Navarra abrió un periodo de paz y de desarrollo económico y demográfico, lo que desembocó, como en el resto del urbanismo hispano, en una progresiva expansión de la villa hacia la llanura, una tendencia a la regularización de las calles y a la construcción de nuevas casas. Este crecimiento vino acompañado, además, de la apertura de una plaza mayor y la construcción de una casa consistorial que en el caso ragués presentan una impronta ya barroca.
La iglesia parroquial de San Miguel
Ubicada en lo alto de la localidad, bajo el castillo, la parroquia de San Miguel domina el caserío de la villa. Aunque levantada a finales del siglo XII y principios del siglo XIII siguiendo la estética del estilo románico final, visible en la portada de los pies, a partir de 1571 se acometió una gran ampliación del templo, seguramente coincidiendo con el crecimiento de la villa, que afectó especialmente a la cabecera y al crucero. Sus trazas fueron elaboradas por el guipuzcoano Juan de Villarreal, veedor de obras del obispado, a la sazón el mejor arquitecto que había por entonces en el reino, quien optó por un lenguaje renacentista de raíz romana de gran belleza.
Foto 1. La torre barroca imprime un carácter señorial a la parroquia de San Miguel
A exterior, sin embargo, destaca sobremanera la torre campanario barroca, erigida a partir de 1748 probablemente por Antonio Barinaga. Siguió para ello el modelo riojano-alavés que estaba triunfando por entonces en la Rioja Alta, la Rioja Alavesa y por buena parte de la merindad de Estella: un fuste prismático de cuerpos decrecientes rematado por un cuerpo de campanas, octogonal, con arcos de medio punto y óculos alternativamente abiertos y cerrados, y cúpula con decoración escultórica. No cabe duda de que esta torre imprime un carácter monumental a la iglesia y dota a la localidad de una incomparable estampa merced a su majestuosidad. Dada su ubicación en el lado de la Epístola, no sólo actúa como extraordinario telón de fondo del caserío, sino también contribuye, merced al desnivel existente delante, a crear un espacio urbano eminentemente barroco dotado de gran escenografía para procesiones y fiestas.
La plaza de los Fueros
Ubicada en la zona de expansión urbanística de Larraga, y por tanto en la llanura, la plaza de los Fueros en sentido estricto es una plaza mayor, tipología propia del urbanismo hispano.
Ya en las civilizaciones de la Antigüedad existían espacios abiertos dedicados a la sociabilidad y al comercio. En nuestro ámbito cultural las plazas adquirieron un especial desarrollo desde la Baja Edad Media, en el siglo XV, cuando los monarcas comenzaron a legislar y a dar privilegios a determinados núcleos urbanos para la celebración de ferias y mercados. Este uso comercial situó su origen en espacios ubicados a las afueras de la ciudad, que posteriormente con la expansión urbanística quedarían incorporados al entramado urbano. En el caso de Larraga los reyes Juan de Labrit y Catalina en 1508 le concedieron el título de buena villa, asiento en las Cortes, así como ferias.
Progresivamente estas zonas comerciales comenzaron a servir para otros usos, fundamentalmente diversiones y regocijos públicos como torneos, justas, desfiles y todo tipo de manifestaciones lúdicas. Pero sobre todo fue la fiesta de los toros la que alcanzó en este espacio un desarrollo extraordinario que hoy pervive en Larraga. espacio
Estos espacios centralizados y ordenados se convirtieron así en el corazón de los núcleos de población, en lugares de sociabilidad y convivencia cívica, en referente de la comunidad, en espacio festivo capaz de albergar multitudes con motivo de grandes fastos públicos y acontecimientos colectivos, en suma, en punto de atracción e irradiación.
Aunque las plazas en ocasiones nacieron de manera espontánea, de donde deriva su irregularidad, las más relevantes responden a un plan previo, programado, como ocurre en Larraga. El origen de esta tipología lo encontramos bajo el reinado de Felipe II, cuando se reconstruyó en 1561 la plaza de Valladolid, de manos de Francisco de Salamanca. Nació así la plaza mayor regular, modelo que, con sus soportales, fachadas regulares y balcones, se repitió hasta el siglo XIX: Madrid (1617-1619), la Corredera de Córdoba (1687), Salamanca (1729-1788) u Ocaña (1777) son ejemplos barrocos de los siglos XVII y XVIII, mientras Vitoria, San Sebastián, Bilbao o Barcelona nos muestran ya desde finales del siglo XVIII y a lo largo de la centuria siguiente los postulados neoclasicistas.
En Navarra existen numerosísimas plazas irregulares, entre las que destacan Pamplona, Corella, Estella o Puente la Reina. Sin embargo, sólo hay tres plazas que responden a un plan urbanístico previo: Tudela, erigida entre 1687 y 1691 como una plaza cerrada como coso taurino, Larraga y Tafalla, proyectada sobre el antiguo palacio real con una planta en U por el arquitecto vitoriano Marín de Saracíbar en 1856.
Foto 2. La Plaza de los Fueros de Larraga, junto a la plaza de los Fueros de Tudela y de Tafalla, son las únicas plazas regulares en Navarra que responden a un plan previo.
A lo largo de la Edad Moderna el poder municipal fue cobrando relevancia, lo que generó la construcción de numerosas casas consistoriales, que además de unos usos prácticos, ofrecía unos valores simbólicos referidos a la autoridad local. Las casas concejiles eran el lugar donde se tomaban las decisiones de la villa o ciudad en su salón de plenos y donde se ubicaban distintos servicios municipales como cárceles y calabozos, vínculos, alhóndigas, pesos almacenes, espacios de venta, posadas, tabernas, escuela de niños e incluso viviendas. Solían presentar al exterior balcones, como palco de autoridades, el escudo de armas de la villa en lugar bien visible y soportales. En Navarra se erigieron diversas casas consistoriales significativas como las de Puente la Reina, Elizondo, Lesaka o Bera, si bien sobresalen por su arquitectura y tamaño las de Viana y Pamplona, todas ellas barrocas.
En no pocas ocasiones la construcción de la casa consistorial estuvo asociada con una actuación urbanística paralela. Y este es el caso de Larraga donde el edificio concejil, que tenía que incorporar granero, mesón y toril, se erigió al mismo tiempo y formando parte de la plaza mayor.
El conjunto larragués fue diseñado en 1732 por uno de los arquitectos más significativos de la Navarra del siglo XVIII: Juan de Larrea, si bien las obras las llevó a cabo el maestro de obras Francisco de Aguirre a lo largo de aquella centuria. El escudo de armas fue realizado por Miguel de Zufía y asentado en 1742. El resultado de esta plaza mayor es una planta en L con fachada unitaria. Consta de plata baja compuesta por soportales con arcos de medio punto que apean sobre sillares pétreos, una planta noble de ladrillo, abierta a través de balcones individuales con rejería cincelada y un ático, también de ladrillo, con pequeñas ventanas. Cabe destacar la parte correspondiente a la Casa Consistorial donde dos de los balcones quedan unidos por un único saledizo y un mismo antepecho de piedra. Es allí donde se sitúa el escudo de la villa de acuerdo con la concesión que hicieron los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix en 1507: en “campo de oro un pie de raga con tre braças de sínople con sus frutos de gules”.
Foto 3. El escudo de armas de la villa de Larraga fue concedido por los reyes Juan de Albret y Catalina en 1507
La arquitectura doméstica
Larraga cuenta con un interesante grupo de casas señoriales y un numeroso conjunto de escudos de armas que podemos fechar entre los siglos XVII y XVIII y, por tanto, clasificar como barrocos y rococós. Los edificios señoriales se presentan como grandes bloques que sobresalen por su mayor tamaño frente al resto del caserío. Como es propio de la amplia Zona Media de Navarra, ofrecen fachadas en las que se combinan la piedra en el zócalo con el ladrillo para las diferentes alturas, si bien no faltan algunas fachadas erigidas íntegramente en piedra. En general son fachadas de bastante sencillez, aunque en ocasiones encontramos cornisas en la separación de pisos o pilastras en las esquinas, como ocurre en la casa de piedra situada frente a la iglesia.
En estas fachadas las portadas, apenas resaltadas, resultan de gran simplicidad. Sin embargo son los balcones los que adquieren un gran protagonismo, adornados por ricas rejerías de forja cincelada, mostrando el gusto por la escenografía y la teatralidad. En Larraga son también varias las construcciones que se rematan en el ático con una galería de arquillos de medio punto, influencia llegada del valle del Ebro. Lógicamente no faltan en estos frontispicios las labras heráldicas que proclamaban la nobleza de sus moradores.
Uno de los edificios más significativos se encuentra en la confluencia entre las calles Santiago y San Andrés, prototipo de vivienda señorial barroca de la Navarra Media, con las características mencionadas. Luce dos escudos de armas rococós de gran aparato, correspondientes a los Esparza, linaje procedente de Iturgoyen, en el valle de Guesálaz, concretamente del solar ligado al obispo Gabriel Esparza Pérez de Izurdiaga (1606-1686), obispo de Badajoz, Salamanca y Calahorra. Las labras heráldicas, de alabastro, podemos fecharlas hacia 1777, momento en el que un numeroso grupo de personas con dicho apellido obtuvieron la ejecutoria de hidalguía de los tribunales reales. Por aquellas fechas debieron de tallarse otros escudos similares que se distribuyen por otras tantas casas de la villa como las dos situadas en la calle Cofradía, de piedra una y de ladrillo la otra. Es un escudo cuartelado con dos lobos andantes en los cuartos de arriba, en medio del escudo una cinta ancha y en los otros dos cuarteles en uno el sol y en el otro un lobo.
Foto 4. Casa de los Esparza
Foto 5. Escudo de armas de Gabriel Esparza en su solar de Iturgoyen (izda.) y labra heráldica de los Esparza de Larraga (derecha)
La casa Zabalza, muy modificada en su fachada, destaca por el hueco de la escalera que emerge sobre el tejado. Ofrece un escudo rococó con las armas de los Suescun quienes obtuvieron sentencia de hidalguía en 1778 alegando descender del palacio de Santesteban de Landabat en la Baja Navarra.
Uno de los ejemplares más destacados de la villa se corresponde con la llamada Casa del mayorazgo, una obra de la primera mitad del siglo XVII, ligada a la estirpe de los Rodríguez. El apellido procedía de la localidad de Arellano, de donde pasaron a Caparroso y de allí a Larraga. El capitán Blas Rodríguez y Solórzano con motivo de su matrimonio en 1643 con Magdalena Igal, recibió un mayorazgo fundado entonces por sus padres, a cuya cabeza se situaría esta casa de ladrillo, con una portada descentrada de arco carpanel, amplios balcones y galería de arquillos de remate. Su hijo Diego José sería el encargado de colocar las dos labras heráldicas en la fachada cuando corría el año de 1660.
Foto 6. Casa principal del mayorazgo Rodríguez