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6 de octubre

Ciclo de conferencias
SANTUARIOS EN TIERRA ESTELLA

Santuarios, romerías y devociones en la merindad de Estella

D. Gregorio Silanes Susaeta
Doctor en Historia y bachiller-graduado en Ciencias Religiosas

 

Comenzaremos intentando definir qué es un santuario. Pues bien un santuario es un lugar considerado sagrado por la manifestación de lo divino, por la presencia de enterramientos, reliquias y/o imágenes de personajes santos o por tener conexión con hechos considerados sobrenaturales. Habría que advertir que los santuarios en general no revisten todos la misma importancia: los hay de más “prestigio”, porque tienen más transcendencia que la puramente local o albergan reliquias importantes, y otros, la mayoría de ellos, son más locales como las pequeñas ermitas de los pueblos. Según esto me he permitido trazar una clasificación de los santuarios de Tierra Estella según su importancia, que como todas las clasificaciones es subjetiva, pero puede servir para nuestro propósito:

  • Los grandes monasterios (sobre todo Azuelo e Irache).

  • Los santuarios de transcendencia regional o supra-regional.

  • Centros de peregrinación locales de carácter comarcal

  • Santuarios locales de cada pueblo (normalmente pequeñas ermitas)

 

Los grandes monasterios

Los grandes monasterios (sobre todo Azuelo e Irache) poseían prestigio por la conservación de importantes y abundantes reliquias. Eran centros de peregrinación. El monasterio de Irache albergaba los restos de san Veremundo, abad, muy venerado en Villatuerta y Arellano pues ambas localidades se disputan ser la cuna del santo. En el siglo XVII san Veremundo también es venerado por otros pueblos de la merindad y muy especialmente por el valle de “San Esteban” (Javier Ibarra dice que el documento se refiere al valle de Yerri), que peregrinaban cada 8 de marzo –fiesta de san Veremundo- a la basílica de la Santa Cruz de Monjardín y celebraban la misa propia del santo con la conmemoración de la santa Cruz. Estas noticias se recogen en un informe sobre el culto a san Veremundo que el obispo de Pamplona, Prudencio de Sandoval, mandó realizar en 1614. Al santo se recurría también en caso de tormentas peligrosas que amenazaban los frutos de los campos, según se recoge en el informe citado. Y ya en 1763 el padre Hiebra, monje de Irache, escribía lo siguiente: “en los doce años que yo he habitado en este monasterio, nunca he visto que la piedra que haya empezado a caer muchas veces, haya hecho especial daño en los cercados de la casa, como se haya acudido con tiempo a sacar al claustro las reliquias”.

Otro santuario importante de la merindad de Estella era el monasterio de san Jorge de Azuelo. Fray Juan de Salazar, benedictino en Santa María la Real de Nájera, contemporáneo de Fr. Prudencio de Sandoval (finales del siglo XVI y primer tercio del XVII), dice de él en su manuscrito titulado Náxara ilustrada: “El monasterio de san Jorge de Azuelo, antiguamente abadía de las más principales del reino de Navarra y al presente de los prioratos más calificados de Santa María la Real de Nájera [es] uno de los santuarios más célebres y frecuentados así en aquel reino como en los colindantes”.

Uno de los atractivos de este cenobio era sin duda la posesión de abundantes reliquias en una magnitud comparable con la del propio monasterio de Leire. Entre ellas destacan la de la Santa Espina, de san Jorge, de san Martín de Tours (obispo), de san Millán de la Cogolla (abad), de san Pantaleón (mártir), de santa Engracia, santa Águeda, santa Eugenia y santa Eulalia (vírgenes y mártires) y las de otros santos mártires de los primeros siglos. Por supuesto el monasterio de Azuelo guardaba una gran reliquia de san Gregorio Ostiense. También de san Eulogio (mártir), de san Felices, de san Fortunato, san Aquileo… Pero los restos a los que se tributaba una mayor veneración correspondían sobre todo a un santo local y agrícola: san Simeón de Cabredo, cuyas reliquias fueron trasladadas a una preciosa arca, donde se veneran, en 1603. En el día de su traslación acudieron las cruces parroquiales, cabildos y lugares siguientes: Aguilar de Codés, Cabredo, Torralba, Espronceda, Desojo, Armañanzas, Torres, El Busto, Melgar y Sansol. La nueva arqueta-relicario había sido sufragada por siete de estas villas y siete tallas la adornan con sus advocaciones parroquiales: santa María por Armañanzas, san Jorge por Azuelo, Santiago por Cabredo, de nuevo santa María por Desojo, san Andrés por El Busto, san Zoilo por Sansol y de nuevo san Andrés por Torres del Río.

San Simeón de Cabredo era el patrono de los labradores del valle de Aguilar y la romería anual se celebraba en el siglo XVII cada año el día 1 de julio. A ella concurrían en procesión las gentes de los pueblos citados. Existía cofradía del santo fundada por el abad de Nájera y ordinario de la parroquia y ermitas de Azuelo, fray Diego de Venegas, el 26 de septiembre de 1626.

Si bien se encontraba fuera de Navarra, al hablar de devociones y romerías de la merindad de Estella, no se puede dejar de tratar sobre san Fausto labrador, cuyo cuerpo incorrupto se conserva en la iglesia parroquial de Bujanda (pueblo alavés de la Cuadrilla de Campezo). Se trata de un santo importante, protector de los campos y cultivos, que incluso es titular de una de las parroquias de Tierra Estella, la de Ancín. A Bujanda acudían en romería en el mes de mayo los de Zúñiga, Cabredo y Marañón a venerar sus reliquias y se sabe que había una ermita dedicada a su nombre en Eraul, de la que ha quedado el topónimo en las Peñas de San Fausto.

Todos los años muchos pueblos de alrededor y más lejanos concurrían con sus letanías a venerar a san Fausto para pedirle protección en las enfermedades y singularmente en las obsesiones demoníacas, logrando por su intercesión verse libres de ellas. También le pedían los labradores agua y buen tempero. San Fausto era tenido como protector de montes y cultivos. El año 1614 el visitador del obispado de Calahorra y La Calzada concede permiso para que se abra el arca donde está enterrado el bendito cuerpo en las tempestades de nublados que suelen suceder. Menos conocido es el hecho de que este santo es también especial intercesor por los matrimonios estériles. Su fiesta se celebra el 14 de octubre.

Como se puede apreciar de lo tratado hasta ahora se constata la existencia de multitud de advocaciones locales de carácter agrícola en la merindad de Estella (y en el reino de Navarra en general) anteriores al culto generalizado a san Isidro labrador que acabará imponiéndose posteriormente como patrono de los labradores (a partir del siglo XVII y, sobre todo, en el XVIII). En el reino de Navarra, entre los santos patronos de los labradores anteriores a san Isidro, tendríamos por ejemplo a san Lamberto (en Pamplona), san Simeón de Cabredo en el valle de Aguilar, san Gregorio Ostiense en la Berrueza y otros muchos lugares y a san Fausto labrador.

 

Los santuarios de transcendencia regional o supra-regional.

Son fundamentalmente dos: la basílica de San Gregorio Ostiense de Sorlada y la ermita de Ntra. Sra. de Codés. El primero de ellos tenía incluso una transcendencia nacional, que comenzó a cobrar auge a partir del siglo XVI. Antes del final de esa centuria, el biógrafo de san Gregorio, Andrés de Salazar, nos informa de 56 localidades de Navarra, La Rioja y Aragón que tenían hecho voto al santo y pagaban una cantidad a la “casa e iglesia de san Gregorio” por el agua bendecida para los campos. Con el tiempo la devoción a Gregorio Ostiense se acrecienta. Es bien conocido el viaje del relicario de la cabeza del santo en 1756-57 prácticamente por toda España. De ello trata pormenorizadamente Juan José Barragán Landa en su artículo Las plagas del campo español y la devoción a san Gregorio Ostiense, publicado en 1978 en “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, que se encuentra también disponible on-line.

Llama especialmente la atención el voto que tenía hecho la ciudad de Tortosa, desde donde se venía expresamente a Sorlada en busca del agua bendecida. Muestra de la devoción de es ciudad es el siguiente canto tortosino: “Resplandecen sus piedades / en compeler a la fuga / a la langosta y la oruga / y en dar lluvia en sequedades / y para las tempestades / sois el iris celestial: / Defendednos san Gregorio, / de langosta y todo mal”. 

La importancia del santo en Cataluña era muy destacada, no sólo como protector del campo sino como advocación contra picaduras de insectos y males oculares de cualquier tipo.

Otro santuario de transcendencia supra-local sería el de Ntra. Sra. de Codés, del que también se ha tratado pormenorizadamente en este ciclo de conferencias. La Virgen de Codés era venerada sobre todo en Navarra, en Álava y en La Rioja. Dice Gerardo López de Guereñu que esta advocación es de gran devoción en Álava. Al santuario de Codés acudían muchos peregrinos de los pueblos de La Rioja Alavesa y muchos habitantes de la Montaña y de la Llanada se acordaban de ella en la hora de su muerte y dejaban ordenado en sus testamentos que se dijesen misas en sufragio de su alma. La Virgen de Codés se muestra eficaz en la curación de enfermedades, llagas, golpes e infecciones por medio de paños bendecidos por el capellán del santuario que se colocaban en forma de cruz en la parte enferma. En 1568 en el libro de cuentas del Concejo de Bernedo aparece el cargo de un real “que se dio a un hombre que fue a Ntra. Sra. de Codés a traer unos paños vendizidos para ponérselos a una gitana que estaba herida en esta Villa en el hospital”.

También en Logroño era muy venerada la Virgen de Codés. Sirva como ejemplo de esta afirmación que unos vecinos de esa ciudad, don Diego Jacinto Barrón y su mujer doña Jacinta Ponce de León, costearon de sus propios bienes la ampliación de la sacristía del santuario en 1643 (que en el siglo XVIII sería derribada para hacer la que actualmente existe). Los ermitaños sucesivos de Codés recorrían las casas de las tierras de Navarra, Álava y La Rioja recogiendo limosnas en especie para las obras y el culto del santuario en las tres demarcaciones.

En 1677 un hijo de Sansol, don Sebastián de Mongelos, eclesiástico de carrera, que llegó a ser ministro titular de la Inquisición y que ostentaba por entonces la dignidad de canónigo arcediano de Valpuesta, de la Santa Iglesia Catedral de Burgos, ofreció para el santuario de Codés un tercio de todos sus bienes. 

Pero no sólo se le tenía devoción a la Virgen de Codés en las provincias cercanas sino también en los virreinatos de ultramar, con bastante seguridad emigrantes de estas tierras que pasaron a América. Por ejemplo en 1675 llega desde Méjico una lámpara de plata ofrecida por don Jerónimo de Calatayud.

 

Centros de peregrinación locales de carácter comarcal

En algunos pueblos de la merindad existían santuarios que ejercían una particular atracción hacia los pueblos con-comarcanos o pertenecientes al  mismo valle. Este es el caso de la ermita de san Bartolomé de Oco/Abáigar, donde se reunían las gentes de Valdega (excepto de Learza) y que albergaba una cofradía que llegó a contar con varios miles de asociados. Esta cofradía ofrecía a los cofrades la posibilidad de tomar parte en 212 misas a lo largo del año y se encargaba de llevar doce hachas al funeral de cada hermano en su pueblo de origen.

Una ermita local adonde hacían romería cada 29 de junio gentes de toda la comarca era la de san Pedro de Sansol. En el siglo XVIII esta romería debía ser muy concurrida. Tenía cofradía documentada desde el siglo XIII (época a la que pertenece la monumental imagen de san Pedro que se conserva en el coro alto de la iglesia parroquial de Sansol). Pertenecían a ella hermanos de numerosos pueblos cercanos y más lejanos (Sansol, Desojo, El Busto, Los Arcos, Lazagurría, Mendavia…) 

Otras ermitas de carácter comarcal eran la de San Antonio de Padua (en Guembe), del siglo XVII, a la que acudía gente de todo el valle de Guesálaz, la de Ntra. Sra. de Legarda en Mendavia, adonde se tiene noticia de que acudían en romería los de Torralba del Río en 1586, la de la Virgen de Gracia en Cárcar (que celebraban su fiesta el segundo día de Pascua de Pentecostés y acudían también de San Adrián y Lerín), la basílica de la Santa Cruz de Monjardín (como se ha apuntado antes)…
 

Santuarios locales de cada pueblo

Por último habría que hablar de los santuarios o ermitas de carácter más local, los cuales existían prácticamente en todos los pueblos. Aunque en siete de los lugares más pequeños, si tenemos en cuenta la obra de Tomás López Sellés, no se localiza ninguna ermita. Estos son: Larrión, Gollano, Orendáin, Soracoiz, Zabalza, Arandigoyen y Muru de Yerri. Como contrapunto tenemos el caso de Viana donde se contabilizaban 40 ermitas (27 en Viana, 7 en Aras y 6 en Bargota). Por cierto que en la ermita de san Miguel de Viana existía la tradición de que san Pablo Apóstol había evangelizado allí (al menos en el siglo XVI cuando se descubrió una inscripción –que actualmente no se conserva- que decía que un tal Paulo había predicado en aquel lugar). El Diccionario Geográfico e Histórico de España de la Real Academia de la Historia de 1802 ya advertía de la falsedad del ese hecho.

Me he permitido clasificar un poco estos santuarios estableciendo unas líneas generales:

- Ermitas dedicadas a la Santa Cruz y calvarios. En ocasiones pertenecían a las cofradías de la  Vera Cruz, como en Marañón o Lodosa. Se solía ir en procesión los días 3 de mayo (Invención de la Santa Cruz) y 14 de septiembre (Exaltación de la Santa Cruz), como ocurría en Baquedano, Munárriz, Andosilla, Aras (al santo Cristo del humilladero), Mendaza (a la ermita del Calvario), Abáigar, Artazu… Algunas veces también se hacían rogativas el día de san Marcos (con las letanías mayores) y los tres días anteriores a la Ascensión (con las letanías menores), como en Marañón, o en Genevilla (donde sólo iban el día de la Ascensión). 

- Ermitas dedicadas a las patronas de los pueblos, como la de la Virgen de la Cerca en Andosilla, la de Legarda en Mendavia, la de la Virgen de Gracia en Cárcar, la de Ntra Sra. de Nieva en Dicastillo, la de la Virgen de las Angustias en Lodosa (que también  tenía su cofradía), la de la Virgen de Mendía o Ntra. Sra. de los Remedios en Arróniz, la de la Virgen de Leorin en Morentin de la Solana, la de la Virgen de Mendigaña en Azcona…

A estas ermitas marianas de la patrona también solían acudir en procesión los distintos pueblos haciendo rogativas. Así lo hacían en Dicastillo a la Virgen de Nieva el día de san Marcos (25 de abril) adonde se acudía en procesión cantando las letanías mayores hasta el monte denominado El Castellar, en que estaba situada la ermita. Los de Arróniz hacían rogativas a la Virgen de Mendía el 12 de marzo (san Gregorio Magno) y el 9 de mayo (san Gregorio Ostiense) cuando se bendecían los campos con el agua de san Gregorio. 

- Ermitas dedicadas a distintos santos:

1) San Roque. Era junto con San Sebastián abogado contra la peste. La historia, más o menos legendaria, dice que había nacido en Montpellier a finales del siglo XIII o en el siglo XIV y, siendo peregrino hacia Roma, recorría Italia dedicándose a curar a todos los enfermos de peste. Él mismo llegó a caer enfermo y, viéndose postrado, sobrevivió gracias al perro que le acompañaba en su peregrinar que todos los días le llevaba la comida. Su culto fue muy popular en el XVI. Al ser abogado contra el mal de peste fue muy invocado y tenía ermitas dedicadas en Aras o Lezáun. Pero sobre todo será venerado en los retablos de las iglesias parroquiales. 

2) San Sebastián mártir. Es el otro gran abogado contra la peste. Mártir de la época de Diocleciano, era un soldado romano que se negó a renegar de su fe por lo que fue asaeteado por sus compañeros militares. A pesar de ello sobrevivió, sin embargo no pudo sobrevivir a la peste que asolaba el campamento militar en aquellos momentos. San Sebastián es invocado por primera vez como abogado contra la peste en la gran peste romana del año 680. Su culto en Navarra como intercesor contra las pestes parece que comienza en el siglo XV y se popularizará sobre todo en el siglo XVI. Había ermitas de San Sebastián en Allo, Asarta, Gastiáin, Los Arcos (donde tenía su cofradía y celebraban fiesta solemne el 20 de enero), Muniáin de la Solana y Abárzuza.

3) Santa Bárbara, mártir en el siglo III. La leyenda de esta santa dice que el padre de Bárbara era pagano y había planeado su matrimonio con otro pagano. Pero ella había decidido entregar su virginidad a Dios. Su padre intentó persuadirla para que abandonara el cristianismo. Como aquello resultó imposible, como castigo, la encerró en una torre. Bárbara oraba al Señor de tal manera que cayó un rayo del cielo y mató a su padre y luego se escuchó un gran trueno. Es por esto por lo que santa Bárbara es protectora contra las tormentas. Sus ermitas suelen estar en promontorios o lugares elevados como sucede en Lezáun, Mañeru o Abárzuza. Encontramos además ermitas de santa Bárbara en Galdeano, Metauten, Cárcar, Estella, Munárriz, Muzqui, Lerín, Oteiza de la Solana y Murillo de Yerri. Son en total 12 ermitas al menos las dedicadas a santa Bárbara en Tierra Estella.

4) San Blas, obispo y mártir. Era el abogado contra los males de garganta. Cuenta la leyenda que, cuando lo llevaban al martirio salvó a un niño en brazos de su madre que se estaba ahogando con una espina de pescado. Había ermita de este santo en Ollogoyen, Ubago, Cárcar, Dicastillo, Artavia, Lodosa, Los Arcos (románica, saliendo hacia Sansol), Riezu.

5) San Miguel. Era muy popular. En Tierra Estella había por lo menos ermitas en 33 pueblos con esta advocación (lo que venía a suponer aproximadamente un tercio de todas las dedicadas a este arcángel en Navarra, que pasaban del centenar). Especialmente llama la atención el caso del valle de Guesálaz donde existían ermitas de san Miguel en la mayoría de sus pueblos.

6) Santa Quiteria. Era la abogada contra el mal de rabia y había ermitas por lo menos en Viloria (valle de Lana) y en Goñi

7) Santa María Magdalena. Alguna de estas ermitas es muy antigua como la de Mues, de ábside románico. El culto de esta santa se debió popularizar en el siglo XII, traído a este lado de los Pirineos por caballeros borgoñones que ayudaban en la reconquista a Alfonso el Batallador. Según la Leyenda Dorada los restos de esta santa están depositados en el templo de Vezelay en Borgoña. Con la reconquista de Tudela o Tarazona se erigirían en esas dos ciudades templos dedicados a ella seguramente por influencia de los caballeros. Se encuentran ermitas de esta advocación en 9 pueblos: además de Mues, Azanza, Gastiáin, Lodosa, Echarren, San Adrián, Labeaga (cuya ermita se denominaba santa Gema o Magdanena), Villamayor de Monjardín y Grocin. En Navarra hay en  total 24 ermitas dedicadas a la Magdalena.

8) San Bartolomé, apóstol. Se cuentan como mínimo 13 ermitas en la merindad de Estella. Concretamente en Desojo, en Torres del Río, en Mendavia, en Andosilla, en Aguilar de Codés (románica)…

9) San Cristóbal. Era otro santo bastante popular a juzgar por el número de ermitas a él dedicadas. Se contabilizan por lo menos 23 en Tierra Estella (casi la mitad de las existentes en Navarra, que rondan el medio centenar). Es de destacar la de Cirauqui, sita en el monte Eskintza, que incluso tenía casa para el ermitaño. También hay que reseñar que en el valle de Yerri unos cuantos pueblos poseían ermita de san Cristóbal, a saber, Lezáun, Ibiricu, Murugarren, Villanueva o Zábal.

10) Ermitas de san Gregorio Ostiense. Había una en Morentin de la Solana a la que acudían lógicamente el 9 de mayo e iban en procesión cantando las letanías menores, por la Ascensión. En Lodosa debió existir ermita propia adonde se hacía romería, cerca de la de los santos mártires Emeterio y Celedonio, donde se venera actualmente a san Gregorio. En Irurre iban también en romería a su ermita el 9 de mayo y en Iturgoyen hacían romería ese día a su ermita de Ntra. Sra. del Camino.

Es muy interesante la ermita de san Jerónimo en Salinas de Oro. El «Diccionario geográfico histórico» de la Real Academia de la Historia de 1802 nos dice, de este pueblo, que

«hay una basílica de San Jerónimo, en la que se venera una piedra engastada en plata, que dicen ser la misma con que el Santo hería su pecho en el fervor de su penitencia. El Duque de Granada tiene puesta por cabeza de Mayorazgo esta reliquia y nombra el abad rural de la basílica, que es lugar de mucha devoción y concurrido, en especial por los que padecen flujo de sangre».

 

En alguna ocasión se han documentado fricciones entre el patrono de la ermita que era el señor del Palacio de Salinas de Oro y el ermitaño de es ermita en lo tocante a aumentar la devoción en la misma. En 1664 era ermitaño aquí Fr. José de Lefevbre y Borbón, personaje de la línea bastarda del tronco real que descendía de Antonio de Borbón.

 

LOS SANTUARIOS DE LA CIUDAD DE ESTELLA

Vamos a concluir esta conferencia haciendo una mínima referencia a los santuarios de la capital de la Merindad, Estella.

Los santuarios que recoge don José Goñi en su Historia eclesiástica de Estella son los siguientes: santuarios marianos, Nuestra Señora del Puy y Nuestra Señora de Rocamador; y ermitas: San Felipe y Santiago, San Millán en Montejurra (de Ayegui), San Emeterio (sólo aparece mencionada en 1193), San Tirso de Oteiza que en los siglos modernos era propiedad de la parroquia de San Pedro de la Rúa, San Cibrián, San Esteban, San Millán de Estella, San Lorenzo, Nuestra Señora de la Gallarda (se trataba de una imagen venerada encima del portal de la Gallarda, abogada contra las fiebres tercianas), Santa Ana y Santa Bárbara.

Para terminar me gustaría incluir la cita de Richard Ford, un viajero inglés, hispanista y dibujante que visitó Navarra, ya entrado el siglo XIX, y que en 1845 escribía lo siguiente:

que las gentes de estas tierras son muy dadas “a peregrinaciones a las cimas de los montes” donde las bebidas “se usan con ejemplar devoción. Y ¡cuán escogidos son esos lugares altos!, ¡cómo llena de alegría el aire fresco, cómo deleitan las vistas, cómo, a medida que ascendemos, se va dejando abajo la tierra, mientras subimos como al cielo! Y entonces, con qué apetito descienden todos, y qué dulce es el sueño cuando la conciencia descansa tranquila y el cuerpo está fatigado por esta combinación de devoción y ejercicio!”.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

BARRAGÁN LANDA, J.J.: Las plagas del campo español y la devoción a san Gregorio Ostiense en “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, 29, 1978, pp. 273-298 [ https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/144622.pdf ]
GOÑI GAZTAMBIDE, J.: Historia eclesiástica de Estella, Pamplona: Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura, 1990 (2 vols.)
IBARRA, J.: Historia del Monasterio y de la Universidad literaria de Irache, Pamplona: La Acción Social, 1939