11 de septiembre
Ciclo de conferencias
"DE LAS MUSAS A ARÍNZANO. BODEGAS EN TIERRA ESTELLA"
El vino en Tierra Estella en el contexto navarro
Carmen Jusué Simonena
UNED Pamplona
Una visión histórica del vino, el viñedo, su extensión e incluso sus problemas tiene en buena parte de la Península Ibérica, y por supuesto de Navarra, un lugar de referencia imprescindible, se trata de la magnífica obra Vignobles et vins du Nord-Ouest de l’Espagne de A. Huetz de Lemps (1967), insertada dentro de la mejor tradición del análisis geográfico regional que abrió las pautas para diversos estudios realizados con posterioridad. En esta jornada se trató de ofrecer unas notas que nos aproximen a este cultivo milenario en la región, dado que existen diversas e importantes obras que tratan esta historia detenidamente como las de J. Sauleda Parés, Viñas, Bodegas y Vinos de Navarra (1988), Vinos de Navarra (1991) y la más completa Historia del vino en Navarra (2000).
Entre el Pirineo y el Ebro. En Hispania
Han pasado más de 2000 años desde las primeras noticias sobre la vid en esta región, más de 20 siglos desde las antiguas parras asilvestradas hasta la domesticación de las cepas para que den más y mejor fruto, porque una de las grandes riquezas del vino es su solera, así como el clima, el suelo o la mano del hombre que son los elementos que lo hacen posible.
Como en otras zonas del valle del Ebro, la presencia de vides en época anterior a la romanización es un hecho constatado arqueológicamente. Es el caso del poblado del Alto de la Cruz en Cortes de Navarra o en las campañas de excavación en la necrópolis de El Castillo (Castejón, Navarra), en la que aparecen los elementos de un banquete funerario reflejados en la parrilla de hierro, el cazo, trébede, caldero y asador, lo que indica la complejidad del ritual funerario, quizás con la presencia de vino.
En cualquier caso, además de estas escuetas noticias, Navarra fue una tierra de viña y vino desde que la ocupación romana del territorio puso en marcha sus conocidos mecanismos de explotación y aprovechamiento. Los restos arqueológicos, los testimonios epigráficos o literarios más o menos cuantiosos muestran extensas comarcas del ager vasconum donde la explotación vitivinícola resultaba cotidiana y relevante. De hecho, el geógrafo y viajero Estrabón, del siglo I, al describir las costumbres de los diferentes pueblos del norte peninsular, menciona “Beben zythos, y el vino, que escasea, cuando lo obtienen se consume enseguida en los grandes festines familiares”.
En este sentido, resulta imprescindible mencionar algunos yacimientos, villas, en los que las instalaciones vinícolas tienen una presencia importante. Es el caso de la villa de Arellano o la villa de Liédena o las de San Esteban y Los Villares de Falces o en la villa de Funes.
Bodega de la villa romana de Arellano.
El arte romano, fiel representación del pueblo que lo elaboró, transmite un sentido y temperamento práctico y utilitario, con una personalidad destacada, basada en la importancia de la técnica, y reflejada en las obras arquitectónicas, aunque con gran importancia también de las restantes manifestaciones, como la escultura, la pintura o la musivaria.
La presencia en este arte de uvas, parras, pámpanos, elementos alegóricos al vino… es constante. Los mosaicos, las estelas funerarias decoradas, las aras votivas, alguna figurilla en bronce, así como diversos relieves, además de las múltiples instalaciones vinícolas, transmiten elocuentemente la importancia de la vid en esta tierra.
Uvas y parras en la decoración de la portada de Santa María de Olite.
Edad Media
En consecuencia, a la vista de estos hallazgos anteriores, cualquier análisis general que de esta cuestión pretenda realizarse para el periodo medieval debe tener en cuenta esta imagen retrospectiva, con independencia de que la casi total ausencia de información dificulte el enlace deseable entre el periodo tardoantiguo y los primeros siglos del medievo en que las noticias adquieren ya un peso específico.
Un escaso número de documentos de finales del siglo X, y más de un centenar de la siguiente centuria, evidencian un panorama en el reino de Pamplona, previo a la ocupación total de la Ribera, con una densa explotación vitívinicola en las Cuencas prepirenaicas de Pamplona y Lumbier – Aoiz y en la zona occidental de la actual Merindad de Estella, zonas en las que se documenta un alto número de poblaciones con explotaciones conocidas, así como una considerable densidad en alguna de ellas, que permiten observar explotaciones que alcanzan a muchos campesinos de las respectivas aldeas.
Una enumeración de las menciones localizadas, incluso somera, resultaría sin duda excesiva, dado que el elenco de poblaciones o aldeas con menciones expresas se aproxima a los dos centenares. Sin embargo, conviene tener en cuenta que las fuentes fundamentales son las documentales de los monasterios más importantes del reino en dicho momento: San Salvador de Leire, Santa María de Irache, Monasterio de La Oliva y en menor medida las de la catedral de Pamplona.
Monasterio de Irache. Su documentación es muy explícita sobre diversos aspectos de viñas, heredades y cultivos.
En cuanto al rendimiento de las viñas, precios, tareas, comercialización o tipos de vino, los datos documentales no aportan gran información en este terreno de innegable interés, y curiosamente los documentos más antiguos de los siglos XI y XII muestran mayores posibilidades, dado que proyectan un paisaje de pequeñas parcelas, similar al de otras regiones europeas, inferiores a media hectárea y por debajo de una hectárea, en las que se intercalan una o dos fincas medianas o de grandes dimensiones que corresponden a la reserva señorial.
Diversas miniaturas o manifestaciones artísticas de esta época son muy expresivas sobre las diferentes tareas agrícolas que se realizaban en las viñas.
La filoxera y el cooperativismo. Hacia la actualidad
Los comienzos del siglo XIX, a lo largo del cual se produjeron importantes cambios en el sector vitivinícola, aparecen unidos, como en siglos anteriores, a una comunidad básicamente rural incluso en los ámbitos más urbanizados, y unida, en consecuencia, a costumbres tradicionales; en definitiva, esquemas de conducta social que venían de muy atrás, aunque generalizados en buena parte de la Península.
Fue además una centuria convulsiva, testigo de grandes conmociones como guerras, pestes, desamortizaciones o transformaciones sociales. Sin embargo, el cultivo de la vid había experimentado un importante aumento, conociendo su máximo apogeo hacia 1880 en coincidencia con el desarrollo de la filoxera en Francia y la apertura de las fronteras para los vinos españoles.
De hecho, su cultivo en Navarra debió de alcanzar las 50.000 hectáreas, situación que apenas una centuria después cambió radicalmente debido a la recuperación de las vides en Francia, la paralización de las exportaciones y la llegada de la filoxera a nuestras viñas. Debió de cebarse con especial crueldad en un paisaje modelado durante tantos siglos por el viñedo, al cual se dedicaba más de un 30% de las tierras de cultivo.
Sin embargo, se produjo una conjunción de diversos factores a lo largo del siglo XX tales como:
1. La creación de la Asociación de Viticultores Navarros (1912).
2. La celebración del Congreso Nacional de Viticultura en Villava (1912).
3. La fuerte expansión de Bodegas Cooperativas y particulares tras el paréntesis de la Guerra Civil.
4. La regulación del sector y creación de la Denominación de Origen “Navarra” y del Consejo Regulador (1958).
5. El aumento de hectáreas de cultivo de vid, unas 42.000.
6. La marcha hacia una nueva etapa en los años 80 del siglo XX con la creación de EVENA (1981).
7. El incremento de embotellado y aparición de nuevas bodegas.
8. El nacimiento de la Asociación de Exportadores de Vinos de Navarra (1982).
9. Los cambios en el marco varietal.
10. La aparición de cofradías y hermandades entre las que destaca la Cofradía del Vino de Navarra.
Sede del Consejo Regulador del vino de Navarra.
Estos factores, además de otros muchos, permiten una mirada entusiasta hacia el futuro, hacia un futuro que el poso de 2000 años de viticultura en Navarra hace fuerte, robusto y lleno de esperanza.