24 de septiembre
Ciclo de conferencias
VIANA EN SU VIII CENTENARIO: CULTURA Y PATRIMONIO
Música y músicos: la capilla de música de Santa María de Viana, siglos XVI-XIX
Juan Cruz Labeaga Mendiola
Doctor en Historia del Arte
La iglesia de Santa María de Viana contó a lo largo de su historia con una capilla de música, compuesta por cantores y músicos profesionales al servicio del culto, sufragada con los fondos parroquiales. Esta capilla está documentada a partir del siglo XVI. Después de momentos de esplendor durante los siglos XVII y XVIII, quedó reducida a la mínima expresión en el siglo XIX.
Durante el siglo XVI se inició en Viana un periodo de prosperidad material y espiritual. A partir de mediados de aquella centuria comenzó a ocupar un lugar importante, coincidiendo con las disposiciones del Concilio de Trento que promovió la música, incluyendo algunos decretos sobre el canto y la confección de libros corales según las nuevas normas litúrgicas. Así, el obispo Juan Bernal de Luco ordenó, en su visita pastoral a Viana de 1549, hacer misales y salterios, y que la misa mayor fuese cantada con acompañamiento del órgano. Pocos años después, en 1569, otro obispo, Juan de Quiñones, favoreció claramente la creación de una capilla de música, pues mandó proveerse de un cantor y un organista. Con frecuencia hubo dificultades en encontrar organistas, que generalmente procedían de Zaragoza, Toledo y Burgos. Este instrumento requería un trato muy especial y acompañaba en solitario al canto de beneficiados y capilla en las funciones litúrgicas, pues todavía no se habían introducido otros instrumentos. Por entonces estaba basado en registros de flautas y diferencias o mixturas y se distinguía por la suavidad y nitidez de sus sonidos.
Una de las principales obligaciones de los clérigos del cabildo era cantar el Oficio Divino en las celebraciones litúrgicas. Debido a ello, según las Constituciones del Cabildo, el aspirante a beneficiado se sometía a un examen de canto. Durante la segunda mitad del siglo XVI, la capilla musical funcionó modestamente, pues las obras arquitectónicas consumían gran parte del presupuesto, y no será hasta 1556 cuando aparece por primera vez un cantor fijo al servicio de la iglesia. Por esta causa, para las grandes fiestas se contrataban, además de danzantes y representantes de autos, cantores y músicos venidos de fuera.
Con el cambio de centuria se vivió un momento de esplendor, siguiendo la tradición del siglo anterior: a los aspirantes a beneficiados se les sometía a un examen de canto, incluyendo las Constituciones del Cabildo de 1640, que se basaban en otras anteriores, las obligaciones de cada beneficiado respecto al canto. También la capilla musical, formada por músicos y cantores, alcanzó en este siglo un gran auge. Sus componentes procedían, en general, de la misma provincia o de provincias limítrofes, y rara vez eran de la propia localidad. A comienzos del siglo XVII, estaba reducida a la mínima expresión: organista, contralto, contrabajo, tenor y tiple. Hacia mediados del siglo la plantilla tuvo un considerable aumento de músicos y cantores, que se mantuvo hasta el final de la centuria. Aunque varía de unos años a otros, la capilla suele constar de los siguientes elementos: un maestro de capilla, un organista, dos tenores, dos contraltos, tres tiples, dos cornetas, un bajón, un sacabuche y, a veces, un arpista. Por regla general, los músicos cambiaban de destino con mucha frecuencia por aspirar a plazas más importantes y con mejores sueldos, y rara vez fueron clérigos. Gracias a las obras que se citan en un inventario de libros y cuadernos de música del año 1645, conocemos en parte el repertorio musical que interpretaba aquel conjunto. Este listado recoge parcialmente las obras que se cantaban durante la segunda mitad del siglo XVI, motetes, misas, magníficats y salves de los mejores polifonistas de las escuelas andaluzas, castellana y aragonesa, así como de la escuela romana. Además de este repertorio clásico, la Capilla cantaba villancicos compuestos expresamente para las fiestas con letras ad hoc. También se documentan diversos compositores y copistas de libros con obras musicales polifónicas, entre ellos algunos músicos de la Capilla, organista y maestros de coro. Hay noticias de que los maestros de capilla componían obras para algunos días solemnes, y también hay constancia de la labor de copistas, a quienes les pagan por copiar partituras.
Sin embargo, debido a que su mantenimiento requería grandes desembolsos económicos, fue disuelta casi completamente a finales del seiscientos en aras de la financiación de las enormes obras de la girola, sacristía y otras dependencias. Se decidió conservar los músicos y cantores imprescindibles, pero rebajándoles el sueldo considerablemente. Así, en 1700 la institución musical estaba reducida a un organista y al chantre.
No fue hasta mediados del siglo XVIII cuanto se restauró el conjunto como en su época más gloriosa del siglo anterior, en parte promovido por el procurador parroquial secundado por el cabildo de la iglesia, y en parte por la insistencia de los obispos, que en sus visitas pastorales constataban el incumplimiento de las disposiciones de Trento en cuanto a la música en las celebraciones litúrgicas, tanto en lo referente a la capilla de música como a las obligaciones de los beneficiados. Con objeto de que en adelante quedaran bien precisas las obligaciones de los músicos, se escrituraron las condiciones referidas a los días y funciones en las que debían actuar, siendo estos numerosos a lo largo del año. Pero esta restauración fue bastante efímera debido a los altos costes que su mantenimiento requería, e incluso dentro del Cabildo había partidarios de moderar los gastos, pidiendo que se atendiese solo a lo que los obispos mandaban en sus visitas pastorales respecto al canto.
El repertorio a lo largo del siglo XVIII reflejó la influencia italianizante que se vivía en el panorama musical español. Así mismo, en Viana ya no figuran, como en siglos anteriores, los autores polifónicos clásicos y sí, en cambio, otros autores del momento. El condicionado de los contratos con los organistas expresaba su obligación de componer determinadas composiciones en algunos días solemnes. Aunque en la parroquia no se ha conservado partitura alguna, los títulos de las composiciones mencionadas en algunos listados de obras indican que se empleaban mucho los violines, flautas y trompas, y que además de misas, salmos, lamentaciones y otras obras en latín, se cantaban arias y villancicos en el nuevo estilo. Entre la música que se tocaba en Viana, acorde con lo que sucedía en el resto de España, se encontraban también música profana, con letrillas en lengua vulgar, introduciendo en los estribillos el estilo de seguidillas, bolero y tiranas, lo que motivó sucesivas quejas a los obispados.
A pesar de la difícil situación económica y política que se vivió en España a lo largo del siglo XIX, todavía a principios del novecientos vemos cómo las funciones religiosas en la ciudad se acompañan de la capilla de música y cómo se encargan en Madrid diferentes instrumentos musicales o se repara el órgano parroquial. Sin embargo, la desamortización de los bienes de la iglesia y la supresión del cabildo afectarían a la situación de la capilla de música, que a finales de la centuria quedó reducida a la mínima expresión del organista, con un modesto sueldo y que ejercía las funciones de maestro, y los niños tiples de la localidad, a los que él mismo enseñaba y dirigía.