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12 de agosto

Ciclo de conferencias
CASCANTE

Símbolos y atributos en la construcción de las imágenes: ejemplos en Cascante

Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

Las posibilidades de aprendizaje junto al patrimonio cultural son numerosas: la recreación de la vida cotidiana en un monasterio, en un casco urbano, en un palacio o junto a objetos de la vida diaria, o bien mostrando el patrocinio de las élites privilegiadas en una catedral, la llegada de influencias formales a través de rutas, caminos o intervenciones personales… etc. Como denominador común es deseable insistir siempre en la visión global del patrimonio cultural por su carácter condensador, ya que, en su día, cuando se gestó, convivían de modo armónico e integrador literatura, música, liturgia, protocolo, arquitectura y artes figurativas y suntuarias.

Mirar, ver y leer a través del patrimonio cultural puede ser un ejercicio provechoso a la hora de realizar lecturas en clave cultural de numerosos conjuntos del pasado. Conocemos textos de Lope de Vega o fray Hortensio Paravicino y de otros escritores en donde se señala la diferencia entre el acto de “mirar” y de “ver”, atribuyéndose a la masa de la población la incapacidad para pasar de un estadio a otro, al entender la percepción de las obras como un verdadero acto intelectual que exigía capacidad de juicio y discernimiento, que estaba vedado a la mayor parte del público. Respecto a “leer”, Lope de Vega, al tratar de un episodio bíblico, afirmaba: “En una imagen leo esta historia”, y el padre Sigüenza, al referirse a un cuadro de El Bosco, aseveraba: “Yo confieso que leo más en esta tabla…, que en otros libros en muchos días”. El reto para el estudioso y el ciudadano de hoy consiste en realizar análisis y lecturas verosímiles de imágenes producidas en un contexto tan distinto al actual y con unos códigos tan alejados de nuestro tiempo.


Lienzo de los santos médicos Cosme y Damián

Lienzo de los santos médicos Cosme y Damián, c. 1630.


Todo lo referente a la construcción de las imágenes y su caracterización iconográfica mediante atributos colectivos o personales resulta de enorme interés. Un ejercicio en tal sentido y a través de las imágenes de los siglos pasados conservadas en los diferentes templos de la ciudad de Cascante, proporciona la oportunidad de reflexionar acerca del carácter condensador del patrimonio al que antes hemos aludido. El análisis de la talla gótica de San Pedro o de los lienzos barrocos legados por Andrés Urzainqui en 1671, las pinturas de varias Inmaculadas, o las fotografías de los relieves romanistas del retablo desaparecido mayor de la Asunción, brindan la oportunidad de analizar un sinnúmero de cuestiones sobre las que se pasa de puntillas en muchas ocasiones, dejando sus mensajes más o menos ocultos por falta de tiempo y por haber perdido aquellos códigos de lectura que ya no son los de nuestra época, pero que resultan indispensables para su correcta interpretación.

El papel de las fuentes textuales y gráficas se puede glosar también como partes sustanciales a la hora de la creatividad. En otras obras conservadas en la iglesia de la Victoria, como el retablo de San Juan Bautista, realizado en los albores del siglo XVII por el prolífico Juan de Lumbier, desde su taller establecido en la ciudad de Tudela, pudimos analizar los textos y los grabados que inspiraron sus pinturas.

De la mano de un texto inédito redactado en 1785 por el historiador y archivero tudelano Juan Antonio Fernández con interesantísimas reflexiones, pudimos adentrarnos en aspectos iconográficos y estéticos del desaparecido retablo mayor de la parroquia de la Asunción.


Santísima Trinidad en el retablo mayor de la iglesia de la Victoria

Santísima Trinidad en el retablo mayor de la iglesia de la Victoria, primera mitad del siglo XVII.


Los textos explicativos del pintor Diego Díaz del Valle para su opus magnum en su ciudad, la decoración de la capilla del Cristo de la Columna, fue motivo para que el artista desarrollase su faceta más intelectual, e incluso mostrase su formación académica, propia de un maestro de fines del Siglo de las Luces que se autoproclamaba como “profesor de pintura”. De todo ello nos da cuenta en la explicación que dejó escrita sobre aquel conjunto, en donde plasmó todo su saber y entender destinado a la decoración de la citada capilla (1799), en lo que podríamos denominar como ‘el artista explica su obra’. Allí afirma: “No es posible que todos los que llegan a ver las preciosidades que inventó el arte en los primores de la pintura, puedan penetrar las ideas de un profesor en la decoración de sus obras. Aquellas deben apropiarse al asunto u objeto de estas, y estas ejecutarse en sitio proporcionado para la expresión acomodada de aquellas, como previenen Vitruvio, el docto Leon Bautista Alberti y el famoso Vicencio Carducho. Pero, ¿qué sucede en este género de obras? Ejecutadas por un profesor con el mayor esmero, a costa de desvelos y estudio, y con atención escrupulosa a las reglas de su facultad, los más idiotas se creen autorizados para juzgar de su proporción, de su propiedad en las ideas, del gusto en los adornos, y no pocos las critican a su antojo: pero raros entienden lo mismo que ven, y casi todos censuran a su arbitrio. En la digna ponderación de los que en esto pasa, desde luego recuso por jueces a los que, sin más regla que sus caprichos, su gusto sin elección y su ninguna aptitud para graduar las delicadezas de un pincel, solo merecen el desprecio en sus censuras; y quiero solo atender a una idea sencilla de las que he tenido en la disposición de los adornos de la capilla del Santísimo Cristo de la Columna, y de cada una de sus partes, para inteligencia de aquellos que, con intención sana y devota, desean saber cual sea el significado de las varias figuras que la hermosean. Sin esa explicación clara la registrarían sin luz: y sin esta luz, no solo no podrían elevar su imaginación a lo figurado, pero aún muchos concebirían unas ideas muy materiales (por decirlo así) y ajenas de la razón y de la fe”.


Lienzo de la Oración del Huerto legado por el pintor Andrés Urzainqui en 1671

Lienzo de la Oración del Huerto legado por el pintor Andrés Urzainqui en 1671 para Cascante.


En el mencionado conjunto arquitectónico, Díaz del Valle pintó un conjunto de alegorías importantísimo, por ser el más numeroso en aquel tipo de representaciones simbólicas en Navarra. El manejo de la Iconología de Cesare Ripa debió de ser fundamental a la hora de planificar el conjunto y sus partes. En las pechinas se figuraron la obediencia, la inocencia, la humildad y el dolor; en los costados, la constancia, la contemplación, la gratitud y la devoción; mientras que en el centro figuraba la alegorización de la ciudad de Cascante “en forma de heroína gloriándose de la capilla”, junto a la liberalidad. En el cascarón de la media naranja se daban cita la columna de nube y fuego que guiaba a israelitas, el pelícano amoroso, las uvas de Caleb que trajeron enviados de Moisés, el vellocino de Gedeón, el pan subcinericeo, la escala de Jacob, el cordero del Apocalipsis y el arca de la Alianza.

Desgraciadamente todas aquellas pinturas fueron encaladas y no se pueden contemplar en la actualidad. Los dos grandes cuadros de los lados de la capilla sí se han conservado y se pueden comparar con las descripciones de su autor, el mencionado Diego Díaz del Valle. A uno lo describe así: “En el costado de la izquierda, en otro lienzo, se figura al Señor después de azotado en la Columna, coronado de espinas, vestido de una ropa vieja de púrpura, con una caña en la mano por cetro como Rey de burlas; y presentado tal, tan humillado y atormentado como Pilatos lo expuso al pueblo, cuando para excitar su compasión, llamó las atenciones con estas dos misteriosas palabras: Ecce Homo. Quiera el Señor que las mismas, puestas en este lienzo, exciten ahora en los corazones de los fieles, el sentimiento fructuoso de lo que el amoroso Jesús padeció por nuestra causa, según se recuerda en estos dos lienzos, y nos dicen los cuatro Evangelistas”. Al segundo le dedica estas líneas: “En el costado de la derecha, se representa el Señor en un lienzo grande pintado al óleo, orando en el Huerto a su Eterno Padre, sudando sangre con viva aprehensión de su Pasión amarga, y confortado por un ángel en sus angustias; a un lado se miran los tres discípulos dormidos, y por otra parte al infiel Judas, que llegándose al Señor con el ósculo fingido de la paz, dio con eso el aviso a los ministros y soldados para que lo prendiesen, los cuales, de hecho, se arrojaron de tropel sobre el mansísimo Cordero, luego que lo conocieron por la salutación del infame discípulo, que se nota en aquella tarjeta con sus mismas palabras: Ave Rabbi”.


Lienzo de la Madre de pecadores

Lienzo de la Madre de pecadores, según un grabado de A. Sellent, de la citada advocación mariana de los Misioneros de la Congregación de Barbastro.


Por último, hicimos un breve análisis de los exvotos de época barroca conservados en la basílica del Romero, que nos proporcionaron un buen motivo para considerar algunos aspectos de la vida cotidiana, las enfermedades, las vestimentas, así como las creencias y valores de la sociedad del Antiguo Régimen.