16 de octubre
Ciclo de conferencias
PATRIMONIO HIDRÁULICO EN NAVARRA
Tipos y usos hidráulicos en Navarra durante la Edad Media
David Alegría
Doctor en Historia
Navarra es, y por los datos con los que contamos era, rica en agua durante la Edad Media. Salvo puntualmente en algunas comarcas, contaba con una pluviosidad notable. A la abundancia de ríos, arroyos y barrancos, se unía la de acuíferos y nacederos, así como algunas lagunas endorreicas que nos constan también fueron explotadas durante el medievo. Esta generosa presencia hídrica contribuyó sin duda alguna a la diversificación y desarrollo de los aprovechamientos hidráulicos que se dieron cita en el viejo reino medieval.
Durante los siglos XII-XIV conocemos varios tipos y usos hidráulicos en Navarra. Se trata de la época de la eclosión urbana en el reino de Navarra. De la mano del Camino de Santiago se experimentó un gran desarrollo urbano, social, económico e institucional. Fueron años de despegue, de ventura, de una expansión que facilitó la instalación de recursos hidráulicos en las poblaciones navarras. Es el momento también del inicio de la colonización de ríos y de la humanización de los espacios fluviales. No obstante, este periodo de bonanza se quiebra a mediados del Trescientos con la irrupción de la crisis demográfica y económica de la Peste Negra. La epidemia y ciertos episodios bélicos del momento diezmaron la población y los recursos. Muchas dotaciones hidráulicas se abandonaron o se reconvirtieron. Desde inicios del siglo XIV ya se evidenciaban rasgos que anunciaban la citada crisis. Uno de ellos, el aumento de la llamada ‘climatología adversa’ con una sucesión de episodios de fuertes lluvias, inundaciones, heladas y sequías que dificultaron cualquier recuperación.
Este es el contexto en el que florecen y evolucionan los distintos usos y tipos hidráulicos registrados. En las centurias medievales confluyen, además, dos hechos significativos: por un lado, las formas hidráulicas detectadas son herederas de un legado tardorromano, especialmente rico en cuanto a instalaciones relacionadas con el abasto de agua de boca, evacuación de aguas, regadío y cultura de baños; y, por otra parte, a este bagaje se une un crisol de formas, técnicas y corrientes de la mano de maestros de obras de origen musulmán, judío y franco.
Atendiendo al empleo y finalidad del líquido elemento se plantea una división de los recursos hidráulicos medievales navarros en tres grandes grupos a modo de ‘sectores económicos’:
1. Abastecimiento y evacuación de aguas. En este grupo se encuadran todos aquellos elementos que permiten el suministro de ‘agua de boca’ tanto para personas como para ganado. También el ‘agua de riego’. Es un agua para las necesidades básicas; para consumo y para usos agrícola y ganadero. Cumplen con ello todo un elenco de instalaciones, desde presas y azudes hasta aljibes-cisternas, canales, caños, desagües, fuentes y pozos, pasando por norias, acequias, bocales, compuertas y tajaderas. Las neveras y pozos de hielo documentados en Navarra corresponden estrictamente a época moderna. Cabe destacar el modelo de fuente extramuros con tejado a dos aguas, protegida por muros gruesos que preservarían la calidad y frescura de las aguas. No son pocas las que se localizan en el Camino de Santiago para atender a peregrinos, erigidas en los siglos XII-XIII. También resulta reseñable la proliferación de pozos en la ciudad de Pamplona, en detrimento de otros posibles sistemas de abasto, básicamente por la superficialidad de su capa freática. Un bello ejemplo de ingeniería hidráulica lo encontramos en la solución adoptada en la iglesia de San Saturnino de Artajona por medio de una columna de piedra que conducía las aguas pluviales desde la cubierta del templo en forma de lomo de dragón hasta un aljibe.
Fuente medieval en Tajonar. Foto: David Alegría.
2. Agua motriz. Se trataría del agua empleada para mover maquinaria. Los casos señalados en Navarra son molinos harineros, traperos y ferrerías. La aplicación de la energía hidráulica en las centurias medievales constituiría un avance técnico sustancial con respecto a las técnicas empleadas en siglos anteriores, más dependientes de la fuerza humana y animal. La energía del agua contribuyó a mecanizar la molienda. Los fuelles hidráulicos (barquines) aumentaron notablemente la producción y rendimiento de las ferrerías. El aumento poblacional dio sin duda la bienvenida a estas innovaciones. Llama la atención que no se registren serrerías hidráulicas, especialmente ante la abundancia de madera en las montañas navarras y su tradicional explotación desde antaño. Las llamadas ‘almadías pirenaicas’ ya se documentan a caballo entre los siglos XIII-XIV. Las presas sangüesinas cuentan con un elemento singular llamado ‘arcal’ a modo de sangradera o portillo para facilitar el tránsito de la referida madera. Constan molinos tanto de rueda vertical como horizontal. Los molinos del puente del Ebro de Tudela disfrutan de una amplia titularidad y una explotación mancomunada paradigmáticas. El modelo de molino de cubo se registra en comarcas septentrionales, donde se aprovechaba al máximo el estiaje de aguas y la menor producción cerealística. Contamos también con algunos datos precisos del nivel de producción. Un ejemplar modesto de molino harinero molturaba unos 30 kilos diarios. El empleo del torno para elevar las muelas harineras en lugar del pescante denota cierto arcaísmo en cuanto a maquinaria interior. Por su parte, los batanes se documentan de manera temprana, a comienzos del siglo XIII.
Ferrería de Ibero en Leitza (siglos XIV-XIX). Foto: David Alegría.
3. Agua de servicios. En este caso, el líquido elemento actúa para la transformación de materias primas o en relación con diversas utilidades. Aquí encuadraríamos toda la actividad textil generada en tintorerías y curtidurías (tenerías), necesitadas de un constante aporte acuífero al igual que de un desalojo lo más ordenado posible de las aguas residuales. También se registra un empleo eficaz del agua en trujales, pozas de lino y cáñamo, saleras y pesquerías. Estas pueden tener variantes del tipo ‘sarayas’ o pesqueras (piscifactorías) y nasas (redes). Capítulo aparte merecerían las casas de baños públicos, bañeras particulares, lavatorios y lavaderos, así como el empleo de surgimientos termales. El agua está presente de alguna manera en los puentes medievales y muretes fluviales con la dificultad que entraña su datación segura a la vista de las continuas reparaciones e incluso imitaciones de estilos que padecían. Por último, se conocen barcas, pontones e infraestructuras hidráulicas como puertos fluviales (almezcares) de interés.
Muros de defensa en el término de Ezpeleta en Huarte (siglo XIV). Foto: David Alegría.
La variedad de usos y tipos hidráulicos documentados en Navarra durante la Edad Media es reseñable. Las instalaciones hídricas y sus repercusiones socio-económicas y culturales descollan en la Edad Media, fundamentalmente con la ampliación de los espacios de regadío y la proliferación de ingenios “tecnificados” gracias al agua. De alguna manera aparecen como la antesala de la pre-revolución industrial. Este amplio abanico de aprovechamientos hidráulicos e implicaciones permitiría al agua jugar un papel fundamental en la configuración del patrimonio cultural. El agua generó unos “paisajes fluviales” y “estampas hidráulicas” como parte integrante del patrimonio. Puentes o fuentes, por ejemplo, se convertirían en hitos. Son iconos, la imagen preferida y carta de presentación de una localidad; en definitiva, una seña de identidad patrimonial.