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28 de junio

El primitivo enterramiento de san Fermín mártir y obispo, apóstol de la Picardía, en Abladène (Amiens)

José Luis Molins Mugueta
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Primeras actividades de Fermín

En Navarra, la vida de su Patrono san Fermín resulta popularmente conocida en líneas generales y se entiende vinculada a la cristianización de Pompaelo, en la segunda mitad del siglo III. La evangelización, primero por san Honesto de Nimes y después por san Saturnino, obispo de Toulouse, determina la conversión y bautismo de Firmo y su familia, entre ellos Fermín, como preludio de adhesiones multitudinarias a la fe cristiana. Seguirá luego la colaboración del joven con Honesto, en la predicación en las aldeas de la Cuenca de Pamplona. Más tarde, la ordenación de Fermín como sacerdote y posteriormente su consagración episcopal, de manos del nuevo obispo san Honorato, suponen dos viajes a la capital de Occitania. Menos conocidos entre nosotros son algunos aspectos de la vida de san Fermín y su culto posterior, ocurridos en las Galias, aunque nos consta que murió mártir en Amiens, de cuya sede episcopal se le considera primer obispo; y que desde allí, en diferentes momentos, se han recibido reliquias suyas, las más objeto de culto en la Seo de Pamplona y en la Capilla de su nombre –en la parroquial de san Lorenzo–. El viejo aforismo jurídico “la cosa clama por su dueño” incluye, en la versión latina original, la condición adverbial “ubicumque sit”, o sea, “dondequiera que esté”. Y, en consecuencia, entendiendo que todas las acciones pertenecen a su actor o autor, aunque los escenarios sean diversos, resulta razonable el intento de complementar su hagiografía “internacional”.

Obispo

En la liturgia pública de ordenación episcopal, Honorato había impuesto una condición que Fermín cumpliría escrupulosamente. Se trataba de ejercer las funciones propias de obispo, singularmente el apostolado, “a lo largo y ancho de las naciones”. No debe entenderse aquí el concepto de ‘nación’ como equivalente al de estado soberano, sino como referido a un grupo humano de origen común, con cultura y costumbres compartidas, asentado en un determinado territorio, en el agitado momento bajo-imperial romano. En realidad, a Fermín se le confirió un episcopado misionero más que una sede residencial, aunque encabece los episcopologios de las diócesis de Pamplona y Amiens, lugares de su doble nacimiento, al mundo y a la eternidad. De regreso a Pompaelo, Fermín se despidió de su familia, de Honesto y de la comunidad cristiana, para de inmediato cruzar el Pirineo e iniciar su andadura por las Galias. A una estancia de duración incierta en Aquitania, concretamente en Agen, le sigue un mayor tiempo en Clemont-Ferrand, capital de Auvernia, donde alcanzó fama por su persuasión y brillante dialéctica. Dedicó casi dos años a la predicación en la región de Anjou, colaborando en Angers con su obispo, Auxilio. Enterado de las dificultades que padecen los cristianos en la tierra de los belóvacos, se dirige a Beauvais, donde el gobernador Valerio personaliza la persecución. Predica, convierte paganos y robustece la fe de los perseguidos, concitando así la atención del represor, que ordena su detención y repetidas flagelaciones. Parece inminente el martirio, pero un motín militar termina con la vida de Valerio y una enfermedad, con la de su sucesor, Sergio. Los cristianos liberan de la cárcel a Fermín, que puede reanudar la predicación a los belóvacos. Al poco tiempo se dirige a Amiens.

Según la tradición, la entrada de san Fermín en Amiens (Samarobriva Ambianorum) aconteció un día 10 de octubre, sin que conste el año. Corrobora esta fecha el Breviarium Ambiense, de 1407, al señalar dicha data anual como conmemoración de la llegada del santo obispo a la ciudad tiempo atrás. Conviene hacer un inciso para señalar que esta fue una de las tres festividades litúrgicas dedicadas al mártir, coincidentes en Amiens y en Pamplona. ¿Por qué rememorar en Pamplona la arribada a Amiens? La explicación es sencilla y tiene que ver con el origen y formación del Burgo de San Saturnino. Cuando en 1129 Alfonso I el Batallador concede el Fuero de Jaca a los francos que pueblen la nueva circunscripción, dispone, y traduzco, que “no habite entre vosotros ningún hombre navarro, ni clérigo, ni militar, ni infanzón”. Garantiza así privilegios de índole económica y social diversa para los nuevos pobladores de origen francés, incluidos su lengua, usos, tradiciones, religiosidad... Los beneficiarios se apresuraron en construir el importante templo parroquial gótico bajo la advocación de san Saturnino, evangelizador de la Occitania; y tiempo después, también en el mismo Burgo de San Cernin, en la iglesia de San Lorenzo, gemela en estilo, una capilla medieval dedicada a san Fermín, apóstol de la Picardía. En 1186, el obispo Pedro de Paris o de Artajona, obtuvo de su hermano de Amiens, Teobaldo de Heilly, la primera reliquia del Patrono de que se tiene noticia aquí, un fragmento de cráneo que conserva la Catedral. Don Pedro estableció la celebración de san Fermín como solemnidad doble, equiparable a la de los Santos Apóstoles. En Pamplona, la conmemoración litúrgica de la entrada del santo prelado en Amiens se celebró en 10 de octubre hasta 1590 inclusive; pero ese año, estando ya en la imprenta para su edición las resoluciones del reciente Sínodo diocesano, los regidores de Pamplona rogaron al obispo –que lo era don Bernardo de Sandoval y Rojas– el cambio de la fiesta al mes de julio, aduciendo la perspectiva de mejor tiempo, la coincidencia con la feria franca de origen medieval y ser la mejor estación para las corridas de toros. Accedió el obispo, suprimió la celebración de octubre y la trasladó al día 7 del séptimo mes del año.

Y mártir

Pero volvamos a Amiens para acompañar a san Fermín en la última etapa de su vida terrenal. La ciudad cuenta con un abundante repertorio figurativo que permite la contemplación visual de los episodios que compendian su hagiografía, siguiendo un relato cronológicamente secuenciado, recogido en narraciones escritas, de tradición culta o popular, entreveradas con ingenuas leyendas. Concretamente me refiero a su Catedral (1220-1288), en cuyo trascoro, cerrado por muro a la nave sur, en sendos intercolumnios y sobre los arcosolios que cobijan las figuras yacentes del obispo Ferry de Beauvoir († 1472) y de su sobrino, el deán Adrien Hénencourt († 1530), se encuentran ocho escenas: respectivamente, cuatro referentes a la vida del mártir; y otras cuatro, de asuntos post mortem... Los episodios se limitan por enmarques cuadrangulares de columnillas, rematados por arcos conopiales, festoneados de caireles lobulados. El resultado del conjunto resulta unitario: los primeros estaban realizados para 1490; y la escultura de los segundos –a excepción de la figura del yacente y labores de pintura–, contratada en 1527, estaba ultimada para 1530. Unos y otros fueron encargo del deán Hénencourt. La escultura, magníficamente policromada y dorada, oscila entre el alto relieve y el bulto redondo. Los fondos, pictóricos, representan paisajes exteriores o ámbitos interiores, según el caso. El anacronismo de tipos e indumentos aproxima emocionalmente unos acontecimientos de época romana a la percepción cristiana de entorno al 1500.


Escenas de la vida y del hallazgo del cuerpo de san Fermín. Trascoro catedral de Amiens.

Escena primera. Un 10 de octubre, el obispo itinerante Fermín, cuya fama le precede, entra en el recinto amurallado de Amiens por la puerta de Beauvais. Allí lo recibe, acompañado de familiares y gente curiosa, el significado Faustiniano, senador en la ciudad y propietario de una villa cercana en el campo, donde vivía con su familia y servidores y desde la que dirigía su explotación agraria. El lugar era conocido como Abladène, topónimo que, en francés antiguo (Á bleu donné), aludiría a la especificidad de una producción cerealista, concretamente de trigo. Cabe destacar la similitud de personalidades y método de penetración del cristianismo entre el Faustiniano de Amiens y el Firmo de Pompaelo, que se produce a través de la familia.

Escena segunda. San Fermín se dedica con intensidad a la predicación del Evangelio y realiza algunos milagros que avalan sus palabras.

Escena tercera. A la proclamación del nuevo credo siguen innumerables conversiones de ambianos y la solicitud continua de bautismos, que san Fermín administra en persona. Y así sucede con Faustiniano, su hija Attilia (en imagen) y su hijo, que adopta por respeto el nombre del ministro del sacramento. Con el tiempo llegará a ser san Fermín el Confesor, tercer obispo de Amiens durante cuatro décadas.

Escena cuarta. La alarma que ocasiona la actividad de san Fermín en el mundo oficial provoca la rápida venida desde Tréveris del gobernador Sebastián, acompañado de Lóngulo. La denuncia de los sacerdotes del culto pagano, singularmente de un tal Auxilius, ocasiona su arresto y juicio. La gallarda exposición que el detenido pronuncia en su pública defensa frente a las amenazas lleva a Sebastián a dejarlo en libertad, por temor a la reacción de los cristianos. Pero en secreto ordena la detención, ejecución nocturna y descuartizamiento del cuerpo del obispo, con dispersión de sus restos. Fuera del encuadre y adosado al pilar que interrumpe la secuencia, en el trascoro catedralicio de Amiens, se representa en bulto redondo el martirio por decapitación, ocurrido en la noche del 25 de septiembre, quizá del año 303. Hoy es la fiesta litúrgica más importante de su culto, la conmemoración del dies natalis de san Fermín a la Gloria.

Cuerpo y reliquias

El cruel mandato de Sebastián se cumple en parte: el senador Faustiniano, para entonces bautizado por Fermín, se hace con su cuerpo exangüe –mediante generoso soborno a los ejecutores–, lo conduce con todo respeto a su propiedad de Abladène y lo entierra secretamente en la tumba familiar pagana. Algo después reciben allí sepultura los cadáveres de dos santos mártires de notable fama en Amiens: Ache y Acheul. Ya en tiempo de paz para el cristianismo, les acompañará en su descanso el tercer prelado ambiense, san Fermín el Confesor, hijo de Faustiniano. Pero previamente ha dispuesto la construcción de una confessio, modalidad arquitectónica paleocristiana, de planta central y reducidas proporciones, que acoge el sarcófago o reliquias de santo reconocido, en este caso de su predecesor homónimo mártir: no es lugar de misas, sino de visita y aniversarios. El efecto llamada, a modo de faro espiritual, hace que los cristianos quieran, cuando llega el momento, sepultarse cerca de sus prototipos de vida: así se conforman los enterramientos ad sanctos, “junto a los santos”. Tal es el caso acontecido con san Fermín de Pompaelo, a quien antiguos textos denominan el Apóstol de la Picardía. Y junto a la confessio o englobándola se construye una iglesia denominada Nôtre-Dame-des-Martyrs (Nuestra Señora de los Mártires), más tarde Nôtre-Dame-de-Saint-Acheul. A lo largo de los siglos el lugar ha sido siempre un referente piadoso, con diversas construcciones y usos religiosos, de los que se hará somera descripción. El paso del tiempo hizo perder la localización exacta del enterramiento, que no de la devoción. Según el relato legendario, el obispo de Amiens san Salvio quiso localizar el cuerpo de su antecesor mártir Fermín, para conducirlo al interior amurallado de Amiens. En consecuencia, predicó a sus diocesanos la conveniencia de practicar tres días de ayuno y oración intensa, en orden a conseguir de la divinidad algún indicio que evitara trabajos baldíos de búsqueda (Escena quinta en el trascoro de la catedral). Efectivamente, tras la misa de esa última jornada, un haz o rayo de luz se posa en el lugar donde conviene cavar con provecho (Escena sexta), portento que también está representado, desde el siglo XIII, en el tímpano de la puerta de san Fermín, de la misma seo. El día 13 de enero del año 615 se produce el hallazgo del cuerpo o Invención de las Reliquias, en presencia del obispo Salvio, de cuatro prelados de otras tantas diócesis limítrofes y de innumerable gentío devoto. Un grato perfume, el olor de la santidad, se propaga en amplísimo territorio, a modo de aviso milagroso (Escena séptima). A continuación se organiza el cortejo que procesionalmente conduce el venerado cadáver, llevado por seis presbíteros, intra muros de Amiens, en circunstancias milagrosas. En pleno invierno sube la temperatura hasta grados propios de primavera o verano, verdean y florecen los campos, los árboles ven combadas sus ramas por el peso de los frutos, y al paso del arca-ataúd, algunos enfermos –leprosos o posesos– recobran la salud corporal o espiritual (Escena octava). En la celebración litúrgica del frío enero, establecida para conmemorar este suceso, el cabildo de la catedral amiense durante tiempo vestía los hábitos corales propios de verano. Conste que los restos de los santos Acheul, Ache y Fermín el Confesor permanecieron en Abladène, a la espera de su traslado, que fue posterior.


Sarcófagos y relieves sobre la Invención de las Reliquias. Amiens. Cripta de la iglesia de St. Acheul.

El lugar considerado primer enterramiento de san Fermín Mártir, por tanto con valor de reliquia, ha contado con el recuerdo piadoso de los devotos y ha padecido los consecuencias de su situación geográfica, en zona de paso obligado en caso de guerras, invasiones o similares, y de su emplazamiento, en la inmediación de Amiens, una plaza fortificada de primer orden. Ha sido sucesivamente solar de la casa monacal de Saint-Acheul (1085), promovido como abadía (1145), integrada en la Congregación francesa de Santa Genoveva (1637). En 1750 resultó gravemente afectada por un huracán, obligando a una severa reconstrucción, que duró un decenio. La Revolución francesa supuso en 1790 la supresión de la abadía, la nacionalización de los inmuebles, el expolio y la venta de sus bienes. En 1814, la Compañía de Jesús la recuperó parcialmente como noviciado y casa de formación, que desde la segunda mitad del siglo XX acoge un centro escolar. Le afectaron los bombardeos en la II Guerra Mundial. Una pintura parietal, conservada en la primera escena del trascoro aludida, representa la abadía de Saint-Acheul, hacia 1490, vista desde el paseo de ronda de la muralla de Amiens, a unos tres kilómetros de distancia, en dirección Sur-Este.


La Abadía de St. Acheul vista desde las murallas de Amiens. Pintura c. 1490. Catedral de Amiens.

En la actualidad, el templo es la iglesia parroquial de Saint-Acheul, integrada en el término municipal de Amiens. En agosto de 1696 se colocaba la primera piedra de la Capilla de san Fermín en Pamplona. Curiosamente, meses después por esas fechas se recuperaban en Amiens los sarcófagos vacíos que habían cobijado los cuerpos de los santos Fermín (el Mártir y el Confesor), Acheul y Ache; y, probablemente, los de Faustiniano y su esposa Agripina, además de algún otro. El acontecimiento sucedió de manera fortuita y del siguiente modo: el 7 de enero de 1697, durante la construcción de los cimientos de un nuevo altar mayor en la iglesia abacial de Saint-Acheul, se produjo un hundimiento del suelo y apareció a la vista una antigua cripta desconocida, que alojaba media docena de sarcófagos monolíticos de piedra, algunos con cubiertas, del mismo material, a doble vertiente. El entonces obispo de Amiens, Henry Feydeau de Brou, que consagró el nuevo altar el 9 de abril, dispuso la colocación de una lápida conmemorativa del hallazgo de lo que se consideró la confessio de san Fermín, a quien –en elegante latín– define como primer Obispo de los Ambienses, Apóstol, Mártir y Patrono a fines del siglo III; afirmando además que lugar había sido también de reposo para san Fermín el Confesor. Actualmente una losa móvil permite el acceso al habitáculo subterráneo, en el que, además de los sarcófagos vacíos, se conservan, adosadas al muro, cuatro escenas de la Invención de las Reliquias, similares en temática, estilo, técnica y fecha a las existentes en el trascoro de la catedral, sobre la tumba del deán Hènencourt. Lastimosamente no puede decirse lo mismo acerca de la conservación de estas piezas, que, a la vista de la descripción de fines del siglo XVII, se han deteriorado notablemente en el tiempo transcurrido, a causa de condiciones adversas.


Testimonio del hallazgo de la Confessio (1697). Amiens. Iglesia de St. Acheul.