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18 de mayo

San Nicolás de Pamplona: parroquia, castillo y guerra

Carlos J. Martínez Álava
Doctor en Historia del Arte

San Nicolás de Pamplona es un icono muy popular y querido de la ciudad. Se sitúa en una de las zonas más transitadas de su Casco Viejo y concita múltiples perspectivas patrimoniales, de lo espiritual a lo histórico o artístico. En nuestra visita abordamos el origen, evolución y circunstancias históricas del edificio que hoy conservamos. Se trata, junto al palacio arzobispal y al antiguo palacio real (hoy Archivo General de Navarra), del edificio más antiguo conservado en la ciudad. No obstante, su análisis es muy complejo, pues el templo es el resultado de múltiples destrucciones, reformas, embellecimientos y restauraciones.


Vista general del exterior. Foto: Jokin Elizalde.

Desde la parte oriental de la plaza de San Nicolás, antiguo cementerio medieval, se advierte buena parte del contenido de nuestra visita. Ante nosotros se alza un enorme torreón, cuya altura en el siglo XIV debió, al menos, doblar la actual. Si lo observamos detenidamente, nos damos cuenta de que se construyó antes que la propia fachada occidental. Su origen debe de estar en relación con las fases más antiguas de la construcción general. Junto al torreón, y ya sobre la nave lateral, advertimos una poderosa línea de troneras y matacanes que terminan por definir su carácter fortificado. Casi todo lo demás es fruto de las reformas historicistas realizadas a partir del último cuarto del siglo XIX. Se erigieron entonces la galería porticada perimetral, la fachada que da al paseo de Sarasate, los remates almenados de la propia torre principal y la torrecilla cilíndrica. El pórtico decimonónico oculta y guarece las dos portadas medievales del templo. La tercera, la que da al paseo de Sarasate, es también obra de las reformas historicistas. Desde la plazuela constatamos claramente que nos encontramos ante una iglesia y ante un castillo.

Para entender la doble dimensión espiritual y militar de la parroquia, debemos resumir brevemente la evolución urbana de la ciudad; una evolución urbana, por otro lado, muy bien conocida por el vecindario. Nos tenemos que remontar casi mil años. A fines del siglo XI se detectan los primeros intentos del obispo por repoblar la ciudad de la Navarrería. Unos años después, poco antes de 1100, se comienza a poblar lo que será el Burgo de San Saturnino. Su fuero (desde 1129) establece que los nuevos moradores fueran solo de origen franco, quedando excluidos tanto navarros como clérigos. A partir de entonces se comenzará a configurar al sur del Burgo, “la población de San Nicolás”, fijada también con la concesión del mismo fuero, ahora por Sancho VI, el Sabio, y sin limitaciones de origen en cuanto a sus futuros vecinos. Para entonces, al sur del recinto catedralicio se había asentado la aljama o barrio judío, también llamado después barrio de San Miguel. Básicamente, estas cuatro unidades urbanas, perfectamente diferenciadas, protagonizarán la vida de la ciudad hasta su unificación en 1423.

La vida y la muerte, ya que, como veremos, la convivencia entre ellas no va a ser fácil. De hecho, se documentan al menos tres enfrentamientos armados generalizados durante el siglo XIII (1213, 1222 y 1276); de ahí la necesidad de los vecinos de “la población” de contar con un baluarte defensivo que fortaleciera su principal acceso sobre la muralla meridional, en el centro del lienzo que en la actualidad iría desde la calle Ciudadela hasta la plaza del Castillo. Se trata de una idea generalizada en la configuración urbana de nuestras ciudades y poblaciones desde la Alta Edad Media.


Vista general del interior. Foto: Jokin Elizalde.

Es el momento de acceder al interior. Veamos qué podemos reconocer hoy de aquel templo erigido entre el último tercio del siglo XII y el primero del XIII. Tras la restauración realizada a partir de los años 80 del siglo pasado, el interior muestra un recio y austero carácter medieval, dominado por la textura pétrea y la luz que llega desde la capilla mayor de lenguaje gótico radiante. Pero ¿no se trataba de un edificio construido en torno a 1200?

En las excavaciones realizadas durante la restauración de los 80, se descubrió la cimentación del primitivo presbiterio semicircular, de dimensiones prácticamente similares al actual y carácter inconfundiblemente románico. La capilla mayor gótica es el resultado de una profunda reforma que vive el edificio durante el siglo XIV. En origen se trataba de un templo parroquial de tres naves, amplias dimensiones (unos 40 metros de longitud total), con cabecera quizá adaptada a la muralla, con tres capillas, la central semicircular y las laterales probablemente cuadradas. Esta configuración tan rara, solo relacionable quizá con San Pedro de Olite (también fortificada junto a la muralla), debía de estar determinada por torres y fortificaciones que remataban sus niveles superiores. De esta primera fase de las obras, el interior conserva todo el sistema de soportes, que a su vez se resolvió al menos en tres momentos sucesivos y de planteamientos diferentes. Destacan los grandes pilares centrales, cruciformes y con un gran plinto cilíndrico, en la línea del románico jaqués. También se conservan, seguramente de forma parcial, los abovedamientos de cañón apuntado de la nave sur. La norte da la impresión de haberse diseñado para cubrirse con bóvedas de arcos cruzados. No sabemos si estas bóvedas fueron realizadas y desaparecieron o fueron descartadas y sustituidas por los tramos de cañón que hoy vemos. La simplicidad del interior es manifiesta, tanto en lo estructural como en lo decorativo.

Y esta simplicidad es sorprendente. Ninguna de las parroquiales urbanas navarras que ahora se están construyendo muestra capiteles tan esquemáticos. Y son muchas. También sorprende que los sillares están trabajados de una forma tan basta. Y no hay marcas de cantería. Da la impresión de que parroquia y muralla se iban construyendo a la vez, con una cantería que primaba más la velocidad y los metros lineales de tendeles, que el rigor de los equipos de canteros que dominaron la eclosión del tardorrománico en Navarra. De hecho, los capiteles de San Nicolás encuentran su imagen reflejada en los de la nave mayor de la iglesia cisterciense de Iranzu, edificada bajo el abadiado de Nicolás, hermano del obispo Pedro de Artajona (1167-1193). ¿Tiene la presencia del obispo Pedro algún papel en la definición artística del edificio? Hay que tener en cuenta que la primera referencia documental a la parroquia data de 1177. Entonces, el obispo Pedro dona el señorío del barrio y de la iglesia a los canónigos de la catedral. Estas vinculaciones nos permiten reforzar la hipótesis de que los pilares centrales de San Nicolás estuvieran terminados a fines del siglo XII. Es posible que las obras siguieran por las bóvedas de la nave norte, o por el perímetro defensivo, o por su integración en la muralla. Sea como fuere, en 1212 se constatan documentalmente los primeros enfrentamientos armados entre los vecindarios de San Saturnino y San Nicolás. Va a llegar la guerra.

Según recoge el Príncipe de Viana en su Crónica, “un día [de 1222] los del Burgo de Sant Cernin quemaron la dicha Población, e por quanto los habitantes de la dicha población se retrayeron a la eglesia de San Nicolás. Los del dicho Burgo [...] quemaron la dicha iglesia e mataron mucha gente que en la dicha iglesia estaba”. Gracias a la restauración de los 80 que picó los revestimientos históricos del interior, hoy podemos ver los sillares tal y como quedaron tras el incendio. La sensación es verdaderamente sobrecogedora. Especialmente en los tramos más orientales de las naves laterales y sus arcos intermedios abundan los sillares oxidados, agrietados y, en ocasiones, reventados. Una acción del fuego tan intensa solo es explicable por la presencia de enormes cantidades de combustible. Podemos suponer que para 1222 las tres naves y el crucero estaban parcial o totalmente cubiertas por cerramientos eventuales de madera. La iglesia estaba en uso, a la espera, al menos, de las bóvedas pétreas de crucero y nave mayor. El incendio provocó su desplome y posterior carbonización en torno a los pilares y los arcos de las naves. Podemos imaginarnos la tragedia y visualizar el desescombro y el rescate de los cadáveres de las vecinas y vecinos que allí se habían refugiado. Y lo hacemos con más empatía hoy si cabe, a la vista de los bombardeos a civiles de Siria o Ucrania. Tras la consiguiente reconstrucción, la iglesia fue rápidamente consagrada por Mauricio, obispo de Burgos, el 22 de noviembre de 1231.


Pasadizo muro occidental. Foto: Jokin Elizalde.

Como resultado práctico o psicológico de la guerra, la parroquia reforzó todavía más su carácter defensivo. Asociada a la puerta de la muralla, el templo contó con al menos 5 torres unidas por un pasaje de ronda perimetral. El interior del templo quedaba comunicado con él tanto por escaleras rectas embutidas en el muro de los pies, como por escaleras de caracol insertas en los ángulos del crucero. Todavía hoy impresionan las dimensiones del torreón principal, de planta cuadrangular y aproximadamente 12 metros de lado, más cuando tras la conquista de Navarra se redujo su altura a menos de la mitad. Durante el siglo XV, el recinto fortificado contó con una guarnición de una docena de soldados. La visita nos lleva a recorrer parte de aquellas galerías, escaleras, espacios de guarnición y pasajes de ronda. Lógicamente hay que echarle imaginación y conocimiento, ya que todos estos lugares han sido integrados en nuevos espacios y usos. No obstante, al terminar la visita a San Nicolás salimos con la sensación de haber visitado una iglesia y un castillo, unidos ambos por una guerra muy lejana en el tiempo, pero muy cercana en sus padecimientos y consecuencias.