28 de agosto
De batallas, milagros y obispos: arte y patrimonio en Villatuerta
José Javier Azanza López
Parroquia de la Asunción, Villatuerta
La parroquia de la Asunción de Villatuerta tuvo su origen en una fábrica románica de hacia 1200, destruida en el incendio de 1378 cuando las tropas castellanas, durante la expedición del infante Juan de Castilla en suelo navarro que culminó con el asedio de Pamplona, arrasaron numerosos lugares, entre ellos Villatuerta. De la fábrica románica resta la torre y también es románica una portada abierta en el tramo inmediato al coro, procedente de la vecina ermita de San Román.
Su reconstrucción dio lugar a un templo gótico de finales del siglo XIV que presenta una nave única de tres tramos con bóvedas de crucería y claves decoradas, cabecera pentagonal y coro alto a los pies sobre un arco rebajado, además de cuatro capillas hornacinas entre los contrafuertes. Completan la fábrica arquitectónica la sacristía y un pórtico al exterior, ambos de la segunda mitad del siglo XVIII.
Retablos de santa Catalina y san Miguel (h. 1596). Pedro de Troas (escultor); Miguel de Salazar (policromador).
Foto: J. J. Azanza.
Centramos nuestro interés en esta ocasión en el ajuar parroquial, principalmente en sus retablos. Los dos colaterales, romanistas de finales del siglo XVI, están dedicados a santa Catalina y san Miguel respectivamente, y fueron ejecutados por el escultor estellés Pedro de Troas con policromía a cargo de Miguel de Salazar. Digna de mención en el retablo de santa Catalina es la talla de su titular, de canon muy esbelto, con la rueda dentada y la cabeza del emperador a sus pies (probablemente llevaba también una espada que ha perdido), a la que se suman, en los relieves laterales del cuerpo superior, santa Bárbara y santa Apolonia, ambas con sus respectivos atributos, la torre y las tenazas. En el retablo de san Miguel, la imagen titular queda flanqueada por las escenas del milagro en el monte Gárgano y san Miguel venciendo a los demonios.
Debemos recordar que estos dos retablos ocultaban sendas pinturas del siglo XVI que han sido recuperadas tras sacarse la piedra en 1986, aplicando chorro de arena y mortero de cemento. Al retirar ambos retablos se localizaron estas dos pinturas con santos emparejados: en una de ellas, santa Catalina y otra santa, y en la otra, san Miguel y san Fermín, de forma que los retablos mantienen, en sus calles centrales, los titulares de las pinturas que ocultaron.
Retablo mayor (1643-1645). Pedro Izquierdo (ensamblador); Juan Imberto III (escultor); Miguel Ibiricu y Juan Ibáñez (policromadores). Foto: J. J. Azanza.
A la cabecera del templo se adosa el retablo mayor construido a mediados del siglo XVII para sustituir a otro anterior que, pocos años antes, en 1627, se estaba reparando porque amenazaba ruina. En la visita pastoral efectuada en 1640, el obispo Juan Queipo de Llano ordenó la construcción del nuevo retablo cuya ejecución corrió a cargo del ensamblador Pedro Izquierdo y del escultor estellés Juan Imberto, en tanto que los maestros pintores y doradores vecinos de Pamplona Miguel de Ibiricu y Juan Ibáñez se encargaron de su policromía en torno a 1650. Según el contrato, debía tomar como modelo el retablo desaparecido del convento de franciscanos de Estella.
El retablo muestra traza en forma de artesa, con dos cuerpos de tres calles organizados por columnas de capitel compuesto, rematado en un ático con frontón curvo partido. En su programa visual sobresalen, por su singularidad iconográfica, los relieves laterales del primer cuerpo. Uno de ellos representa un acontecimiento prodigioso de la batalla de las Navas de Tolosa, recogida en De rebus Hispaniae, obra del arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada y que tuvo eco en escritos posteriores, caso de Las Navas de Tolosa (1594), poema heroico de Cristóbal de Mesa. Protagonizan la escena tres personajes a caballo encabezados por Domingo Pascual, canónigo de la catedral de Toledo, que porta la cruz triunfal y que, según el relato, atravesó milagrosamente las huestes musulmanas sin sufrir daño alguno. Detrás queda el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, que con su mano derecha señala hacia el frente, mientras se gira para hablar con el rey Alfonso VIII, con corona y en actitud de oración. Asistimos muy probablemente al final de la conversación entre ambos, que concluye con el conocido: “Arzobispo, yo e vos aquí muramos” del rey al arzobispo, a lo que contestó este último: “No quiera Dios que vos aquí murieses, mas el día de hoy venceréis a nuestros enemigos”.
Para la ejecución del relieve, Juan Imberto se inspira directamente en el aguafuerte La batalla de las Navas de Tolosa, realizado en Roma en 1589 por el grabador Francisco Villamena (1564-1624) según dibujo del pintor florentino Antonio Tempesta (1555-1630) y dedicado a Felipe III. Este grabado tuvo repercusión en el arte español, por cuanto sirvió a los hermanos burgaleses Jerónimo y Pedro Ruiz de Camargo para realizar en 1594 la pintura mural con la batalla de las Navas localizada en el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas (Burgos). Asimismo, Las Navas de Tolosa (s. XVII, Museo de Guadalajara), lienzo procedente del Monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), de escuela madrileña y atribuido a Juan de la Corte, sigue el mismo esquema compositivo. Y un tercer ejemplo lo encontramos en el retablo de Villatuerta, que pone de manifiesto que Juan Imberto (de formación vallisoletana) conocía la estampa italiana.
El segundo relieve del retablo mayor plasma el milagro de la paloma de san Veremundo, abad del monasterio de Irache en la segunda mitad del siglo XI, bajo el reinado del gran protector del monasterio benedictino, el rey Sancho el de Peñalén. A partir del Leccionario de Irache (1547), el prodigio se divulgó ampliamente en sermones, textos litúrgicos y hagiográficos de san Veremundo, caso de la Crónica General de la Orden de San Benito (1609) del padre Antonio de Yepes y la Vida de el Glorioso S. Veremundo (1764) de Miguel de Soto. Todos ellos hablan de una cruel hambre en Navarra que congregó a más de tres mil hombres a la puerta del monasterio pidiendo sustento. No teniendo con qué alimentarlos, san Veremundo se llegó al altar para decir misa, momento en el cual una paloma blanca descendió del cielo y voló sobre las cabezas de los asistentes, quienes se sintieron saciados como si hubiesen comido los más suculentos manjares.
El relieve, que sigue con fidelidad las fuentes textuales, muestra al santo celebrando misa de espaldas, ante un altar sobre dosel y cortinajes, en el momento de alzar la Sagrada Forma; varios monjes tonsurados asisten al prodigio de la paloma que entre unas nubes se hace presente en la parte superior derecha de la composición. Destaca la bella policromía del conjunto, en especial las franjas laterales de la casulla del santo con delicados rameados.
También en esta ocasión Juan Imberto contó con fuentes gráficas, además de textuales, para la ejecución del relieve. En concreto, la arqueta de san Veremundo (1584) de la parroquia de San Emeterio y San Celedonio de Dicastillo, en cuya ejecución intervinieron Francisco de Iciz, Martín de Morgota y Pedro de Gabiria. Los relieves de uno de sus frentes principales están dedicado al milagro de la paloma y la celebración de la misa, escena que muestra un evidente paralelismo con el relieve de Villatuerta.
Arqueta-relicario de san Veremundo (1640). Agustín de Herrera. Foto: F. Echeverría (De escoplo, pincel y buril, p. 51)
Abundando en el culto a san Veremundo, la parroquia de Villatuerta conserva una excepcional pieza de orfebrería como es la arqueta-relicario de plata (1640) encargada al platero Agustín de Herrera. Consta de una peana rectangular con ornamentación de gallones y los ángulos marcados por ces y remates piramidales exentos, sobre la que monta la arqueta propiamente dicha con patas cilíndricas y cubierta bulbosa, rematada por la estatuilla del santo.
Finalizamos este recorrido con la mención a dos esculturas de san Veremundo. Una de ellas es una talla en madera que conserva una inscripción en la peana: “E. Lombardi. Ancha nº 3.- Barcelona”. La imagen, actualmente sobre una peana, se colocó en 1872 en el altar de san Veremundo levantado en el presbiterio en el lado del Evangelio. La segunda es el monumento conmemorativo a san Veremundo (2010), realizada en los talleres vitorianos de José Ángel Veremundo San Martín, escultor natural de Villatuerta. Muestra al santo en actitud de bendecir, acompañado de su báculo y de la mitra abacial a sus pies. Sustituye a una anterior realizada en piedra en 1999 por el escultor Juan Chivite.
Para saber más:
FERNÁNDEZ GRACIA, R., De escoplo, pincel y buril. La imagen de san Veremundo desde Irache, Estella, Ayuntamientos de Arellano, Ayegui, Dicastillo, Estella y Villatuerta, 2020.
GARCÍA GAINZA, M.ª C. (dir.), Catálogo Monumental de Navarra. II**. Merindad de Estella, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1983.
IBÁÑEZ, E., Esbozo histórico de la Villa y Parroquia de Villatuerta, Villatuerta, Ayuntamiento, 1930.
MAÑERU, L., Villatuerta, nuestro pueblo, Villatuerta, Ayuntamiento, 2012.