27 de agosto
El patrimonio histórico-artístico, condensador de valores e identidades
Ricardo Fernández Gracia
Casa de Cultura Fray Diego de Estella, Estella
Las posibilidades de aprendizaje y enseñanza junto al patrimonio cultural son inmensas: la recreación de la vida habitual en un monasterio, en un casco urbano, en un palacio o ligada a objetos del devenir cotidiano, o bien mostrando el patrocinio de las élites privilegiadas en una catedral, la llegada de influencias formales a través de rutas, caminos o intervenciones personales… etc. Como denominador común, es deseable insistir siempre en la visión global del patrimonio cultural por su carácter condensador, ya que, en su día, cuando se gestó, convivían de modo armónico e integrador literatura, música, liturgia, protocolo, arquitectura y artes figurativas y suntuarias.
El patrimonio debe considerarse desde tres grandes puntos de vista. Se ha de contemplar, en primer lugar, como soporte de la conciencia colectiva (herramienta imprescindible para el conocimiento histórico); en segundo, como recurso socioeconómico fundamental e imprescindible para el desarrollo sostenible de las sociedades contemporáneas. En tercer lugar, se ha de examinar como fuente de inspiración y de creatividad para las generaciones presentes y futuras.
Una sociedad avanzada, culta y con altos niveles de bienestar no debería permitir que su patrimonio cultural estuviese ausente de su acontecer usual. El progreso también debería medirse por el nivel cultural alcanzado por ella. Esta visión es la que ha generado que en países muy desarrollados exista una gran demanda social en torno al uso y disfrute de los bienes culturales. Este hecho se ha convertido en una exigencia ante las instituciones, lo que se ha traducido en el derecho de los ciudadanos a la cultura, como reconocen distintos textos constitucionales. Entre los numerosos textos emanados de altas instituciones, destacaremos uno de la Convención para la salvaguardia del Patrimonio arquitectónico de Europa de 1985, en el que se apela a “sensibilizar a la opinión pública sobre el valor del patrimonio arquitectónico no solo como elemento de identidad cultural, sino también como fuente de inspiración y de creatividad para las generaciones presentes y futuras”.
El subtítulo de la intervención de este día en Estella es el siguiente: Contemplar, pensar, razonar y hacer historia con los bienes culturales en Estella. Mirar, ver y leer a través del patrimonio cultural puede ser un ejercicio provechoso a la hora de realizar lecturas en clave cultural de numerosos conjuntos del pasado. Conocemos textos de Lope de Vega o fray Hortensio Paravicino y de otros escritores en donde se señala la diferencia entre el acto de “mirar” y de “ver”, atribuyéndose a la masa de la población la incapacidad para pasar de un estadio a otro al entender la percepción de las obras como un verdadero acto intelectual que exigía capacidad de juicio y discernimiento, que estaba vedado a la mayor parte del público. Respecto a “leer”, Lope de Vega, al tratar de un episodio bíblico, afirmaba: “En una imagen leo esta historia”, y el padre Sigüenza, al referirse a un cuadro de El Bosco, aseveraba: “Yo confieso que leo más en esta tabla… que en otros libros en muchos días”. El reto para el estudioso y el ciudadano de hoy consiste en realizar análisis y lecturas verosímiles de imágenes producidas en un contexto tan distinto al actual y con unos códigos tan alejados de nuestro tiempo.
Cinco puntos de vista
Si razonamos con el objeto o el monumento que tenemos delante desde cinco parámetros, podemos llegar a su comprensión y contextualización. En primer lugar, se deben analizar como historia: con sus coordenadas espacio-tiempo, sus comitentes y sus artífices (sus porqués). En segundo, examinarlos en cuanto a su técnica y material (¿con qué y de qué manera?). En un tercer momento, profundizar en su estética: análisis creativo y formal (¿cómo?). En cuarto lugar, considerarlos como portadores de significados a partir de lo que representan en su contexto histórico y cultural (qué). Por último, indagar sobre el uso y función para el que fueron concebidos (para qué).
Al considerarlos como historia se contemplarán como fiel expresión de ella. Un tiempo y un espacio, unos promotores y unos ejecutores. Artistas y/o artífices sirvieron a los reyes, las instituciones civiles y religiosas, nobles y burgueses en la ciudad de Estella, realizando todo tipo de obras y con distintos fines. Para ejemplificar este apartado, se hicieron comentarios a obras señeras. Como donativo real se glosó la imagen de marfil de la Virgen con el Niño (1310-1330) que donó, un siglo después de su realización, la reina doña Blanca a las Clarisas y se enajenó en 1901. Actualmente se exhibe en el British Museum. Con sendos retablos de pintura de comienzos del siglo XV, se inauguró el gótico internacional en Navarra. Su promotor fue Martín Pérez de Eulate (más conocido como Martín Périz de Estella) para su capilla familiar en la iglesia de San Miguel de Estella. Uno –el dedicado a santa Elena– permanece in situ, mientras que el otro, bajo la advocación de san Nicasio y san Sebastián, se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional.
Virgen con el niño, c. 1310-1330, procedente de las Clarisas de Estella. Fotografía de 1901, en el momento de la enajenación
La familia de los Eguía y sus proyectos sirvieron para mostrar la relación de la estética del humanismo con el nuevo estilo renacentista, en algunos casos conviviendo con el tardogótico. El mecenazgo de un obispo se ilustró con el ejemplo de don Prudencio de Sandoval, benedictino, historiador y prelado de Pamplona entre 1612 y 1620, que reconstruyó a sus expensas el monasterio e iglesia de las Benedictinas.
Ático del retablo mayor de las Benedictinas, hoy en Leire, obra de Juan III Imberto, 1649. De su policromía se encargó Miguel de Brevilla entre 1680 y 1681, pese al intento de adjudicación que hizo el pintor Francisco de Arteta
Las parroquias también destacaron, obviamente, como generadoras de patrimonio de todo tipo, no solo en sus edificios, sino en el amueblamiento. Como ejemplo utilizamos el conjunto de la capilla del patrono san Andrés en la parroquia de San Pedro de la Rúa, en donde no se escatimó en nada, a fines del siglo XVII, para crear un espacio en donde la plástica, el color y las imágenes cobraron el protagonismo.
El Ayuntamiento, como institución, también ejerció sus patronatos y sobre todo fue encargando retratos reales de primera calidad, generalmente a la corte madrileña, que es donde mejor arte se consumía. Autores como Miguel Jacinto Meléndez, Antonio Martínez de Espinosa o Pedro Antonio de Rada figuran entre los autores de los óleos.
Carlos IV del Ayto. de Estella por Antonio Martínez de Espinosa, 1789.
Sigue modelos de Francisco Folh de Cardona, pintor de Cámara de Carlos IV, y Ginés Andrés de Aguirre, director de Pintura de San Fernando e incluso del primer Goya
No podían faltar algunos adinerados particulares, tanto nobles como burgueses e indianos. La fundadora de las Concepcionistas, doña Paula Aguirre, o don Miguel Francisco Gambarte, residente en México, se mostraron dadivosos con las Clarisas, donde este tenía una hermana.
Comunidades religiosas y cofradías completaron la explicación de la promoción de las artes, con ejemplos tan destacados como los ternos aragoneses de Benedictinas y Clarisas o las cofradías de los médicos o los zapateros.
El segundo punto de vista de análisis de los bienes histórico-artísticos se centra en considerar algunas técnicas como el bordado o el dorado, el repujado de la plata o el trabajo en marfil o en las litografías de los talleres de la ciudad y las fotografías parlantes de algunas personas y edificios.
El proceso creativo se analiza en sus diferentes fases, haciendo hincapié en las fuentes textuales que inspiraron por ejemplo los retablos medievales, que necesitan la Leyenda Dorada para la correcta comprensión de los temas tratados. Las fuentes gráficas también tienen su lugar a la hora de mostrar cómo algunas composiciones copian literalmente el modelo grabado, como el enorme lienzo de la Conversión de San Pablo del crucero de las Concepcionistas que copia una composición rubeniana, muy divulgada a través del grabado de Schelte a Bolswert, que fue también copiado por Camilo, Murillo, Berdusán y Escalante en la segunda mitad del siglo XVII.
Todo lo referente a la construcción de las imágenes y su caracterización iconográfica mediante atributos colectivos o personales resulta de enorme interés y constituye el cuarto tema tratado. Un ejercicio en tal sentido y a través de las imágenes de los siglos pasados, conservadas en los diferentes templos de la ciudad, proporciona la oportunidad de reflexionar acerca del carácter condensador del patrimonio al que antes hemos aludido. Atributos, símbolos, emblemas, así como las representaciones de las advocaciones de la Virgen, desde las propias de las órdenes religiosas, hasta la multiplicidad de retratos pintados, grabados, litografiados y en fotografía de la Virgen del Puy.
Por último, en la quinta parte se glosa el uso y función de numerosos objetos. Se realiza un breve análisis de los exvotos de época barroca conservados que proporcionan un buen motivo para considerar algunos aspectos de la vida cotidiana, las enfermedades, las vestimentas, así como las creencias y valores de la sociedad del Antiguo Régimen. La ubicación de dependencias arquitectónicas en función de la orientación, las cartas de profesión y, sobre todo, distintas piezas enajenadas o robadas, dan oportunidad para tratar de la importancia de una de las razones de su ejecución, que no era otra que la de servir para distintos fines: trabajo, catequización, adoctrinamiento, aprendizaje, exhibición de poder, creación de imagen de un linaje o una corporación, etc.