Navarra en la prensa ilustrada del siglo XIX: La Ilustración Española y Americana (1869 - 1899)
EDUARDO MORALES SOLCHAGA
La Ilustración Española y Americana fue el fruto de la ambición personal de Abelardo de Carlos (1822-1844), que se desvivió por un proyecto ganador, que acabó por doblegar a sus mayores competidores en el ámbito editorial. Es por ello que, como bien indica Miguel B. Márquez, quien ha desmenuzado su historia en una reciente publicación, la trayectoria editorial de la primera y la vital de su fundador y director durante buena parte de su existencia, resultan indisolubles.
Nacido en Cádiz, poco se conoce sobre los primeros estadios de este brillante emprendedor, si bien resulta evidente que se trató de una persona lúcida y cultivada. Hay incluso quienes apuestan por su presencia en América, aspecto que no ha sido constatado documentalmente. Su idilio con el mundo editorial comenzó ya en su juventud, cuando desde su ciudad natal dirigió dos publicaciones: la Revista Médica y La Moda Elegante e Ilustrada (1849). Con todo, en aquellos momentos la revista ilustrada de referencia era El Museo Universal, periódico de ciencias, literatura, artes, industria y conocimientos útiles fundado en 1857, que incorporaba litografías de muy buena calidad.
De Carlos se trasladó a Madrid en 1869 y contactó con los propietarios de El Museo Universal, Fernando Roig y José Gaspar Maritany, a quienes propuso la compra de la publicación, que había comenzado a declinar. Tras la adquisición, creó una redacción bisoña a la par que ilusionada, comenzando una continuación de la revista bajo el título de La Ilustración Española y Americana, no solo por su contenido sino también por su destinatario, ya que además de en España, contó con numerosos suscriptores en América. En el subtítulo de la publicación se podía leer Museo Universal, lo que acreditaba la vocación de continuidad por parte del nuevo propietario.
La dirección literaria quedó bajo la supervisión de Román Goicoerrotea y la artística a cargo del grabador Bernardo Rico. Para cubrir la información incorporó corresponsales gráficos y literarios de carrera, si bien en muchas ocasiones se valía de colaboradores habituales, muchos de ellos suscriptores de la publicación, como por ejemplo Beauchy, Laurent, Ramiro Franco, Coyne, Ricardo Huerta, Montenegro, Rocafull, Compañy o Almagro.
El primer número se editó el día de Navidad de 1869 y tenía inicialmente una periodicidad quincenal, que pasó a decenal en 1870 y a semanal en 1872. Con un formato de 41.5 x 29 cm, la publicación se articulaba en dos volúmenes anuales encuadernados lujosamente que se paginaban de modo independiente. La ilustración que hacía de portada fue realizada por Eduardo Rosales y se mantuvo hasta la segunda época de la revista (1915).
En cuanto a su estructura, aunque varió en nomenclatura y orden en algunas ocasiones, contó con apartados que explicaban la imagen de portada, los grabados interiores y las novedades científicas. También había espacio para la crónica nacional y extranjera, la crítica literaria e incluso se incorporaban relatos de autores de reconocido prestigio. En las últimas páginas se reunían pasatiempos y, cómo no, publicidad.
Abelardo de Carlos no descuidó nunca la calidad de las ilustraciones de la publicación, que eran intercambiadas con las de las más importantes revistas europeas, ni la pléyade de colaboradores, artísticos y literarios, que participaban en la misma. Entre los ilustradores se encontraban pintores y dibujantes de la talla del mencionado Rico, Ferrant, Comba, Pellicer, Ortego, Carretero y Capuz, entre otros muchos, cuyas biografías se abordan en el apartado “Los autores”. De entre los literatos que contribuyeron con sus creaciones destacaron Zorrilla, Campoamor, Clarín, Valle Inclán y Unamuno.
A pesar de contar con tan insignes colaboradores, La Ilustración no dejó de lado a las nuevas promesas del panorama literario y artístico español, valiéndose desde sus inicios de certámenes, únicamente superados en prestigio y cuantía económica por las exposiciones nacionales, de iniciativa pública. Salvo que coincidieran con alguna efemérides, hecho que raramente aconteció, los concursos, a los que se incorporó la disciplina fotográfica en el cambio de siglo, no se articularon en torno a un tema en particular; primaba la libertad creativa.
El fundador aprovechó las trágicas circunstancias que acompañaron a la ruina de la primigenia sede, en 1872, para construir una nueva imprenta que despertó la admiración de todas las publicaciones españolas y de buena parte de las europeas. De Carlos no escatimó en gastos para su reconstrucción, incorporando la tecnología más puntera de la época, que repercutió muy positivamente en la calidad y aceptación de la revista.
De Carlos abandonó la dirección en 1881, recayendo el cargo en su hijo Abelardo José hasta 1898, cuando dimitió para dedicarse a otras actividades profesionales. Su política continuista propició que en esencia no se realizaran cambios, salvo la incorporación de las primeras fotografías (1895) y cromolitografías.
Le sucedió su cuñado, Alejandro Moreno y Gil de Borja, último administrador de la revista en su primera época. Bajo su dirección, la ilustración gráfica fue sustituida paulatinamente por la fotográfica, quedando limitada la primera a informaciones residuales y secundarias dentro del discurso de la publicación.
Tras la venta de La Ilustración, en 1914, descendió la calidad de la misma, lo que propició, a pesar de los esfuerzos de los nuevos propietarios, que los lectores optaran por otras publicaciones periódicas que se encontraban en plena efervescencia como Blanco y Negro, fundada por Torcuato Luca de Tena en 1891, o la revista ilustrada La Esfera, que vio la luz ese mismo año y que se ganó el aplauso general de la crítica tanto por sus colaboraciones como por la lujosa edición de las mismas. Sin poder hacer frente a la competencia, La Ilustración languideció hasta su práctica desaparición en diciembre de 1921. En sus casi 2.500 números se preserva medio siglo de la Historia de España.
En el intervalo elegido para la exposición, desde la fundación de la revista ilustrada en diciembre de 1879 hasta la llegada del siglo XX, no en pocas ocasiones aparecen litografías referidas a Navarra, su historia y sus prohombres. En más de 1.400 números analizados se han encontrado un total de 120 grabados, aunque distribuidos de un modo bastante irregular, con algunos años baldíos y otros repletos de ilustraciones.
En comparación con otros territorios españoles, se puede afirmar con rotundidad que las ilustraciones plenamente navarras se muestran residuales, teniendo en cuenta que cada una de las revistas contiene más de una decena de litografías. Quizás la práctica ausencia de corresponsales, la distancia con respecto a la capital o su por entonces poca trascendencia en la economía nacional mellaron sus apariciones, que se ciñen a artículos monográficos, sucesos extraordinarios, y personajes de relevancia a nivel nacional.
En cuanto a los artistas –excluyendo a los redactores– de origen navarro, apenas se detecta un puñado de ellos, destacando algunos pintores (Asarta o Zubiri), dibujantes (los hermanos Aniceto y Nemesio Lagarde), y fotógrafos asentados en la capital (Pliego, Roldán, Mena o Dublán). En el apartado de la exposición virtual “Los autores” se ofrece una semblanza tanto de los artistas navarros, como de los artífices procedentes del ámbito nacional e internacional.
En lo que respecta a su distribución durante el periodo estudiado, nada se menciona sobre Navarra durante los tres primeros años de existencia de la revista, hasta que con el inicio de la III Guerra Carlista (1872-1876), el tema navarro, bajo forma de batallas, mapas, personajes y efemérides, cobra particular interés a nivel nacional, lo que se traduce en la proliferación de litografías en la publicación. Con ello, los españoles interesados pudieron seguir, de una forma ilustrada, fidedigna y actualizada, la evolución del conflicto civil. Es en este periodo cuando se estampan 82 de los 119 grabados a los que anteriormente se ha hecho referencia. Gran parte de este conjunto ha sido estudiado e incorporado a diferentes monografías en los últimos años –principalmente por Francisco Javier Caspistegui e Ignacio Urricelqui–, y quizás merecería un estudio detallado a modo de publicación monográfica.
Es por ello que la exposición virtual que aquí se presenta se ciñe exclusivamente a las 38 litografías restantes, que en el apartado “Grabados” quedan articuladas en varios subgrupos: “Vistas”, en el que se estudian fundamentalmente espacios y paisajes urbanos; “Retratos”, en el que se describen aquellos navarros ilustres que suscitaron el interés de la publicación; “Reproducciones”, en el que se incorporan grabados y fotografías que reproducen con fidelidad obras de arte navarras o relacionadas con el Viejo Reino y su historia; y “Asuntos Reales”, en el que se aborda la relación entre la monarquía española y Navarra.
Esta distribución es la que mejor se ciñe al contenido, si bien es cierto que alguna de las litografías podría incorporarse a dos de las categorías establecidas. Lo acontecido desde el cambio de siglo hasta que desapareció La Ilustración (1921) queda pendiente para una investigación posterior, aunque la calidad artística de la revista decayó, al incorporarse de pleno la técnica fotográfica, que eclipsó y termino por aniquilar al resto de disciplinas que sí que se dan la mano durante el intervalo estudiado.
Afortunadamente, tanto las firmas como los textos que acompañan a las ilustraciones que se exhiben en esta exposición han dejado constancia de su autoría. En ocasiones son simples testigos de los acontecimientos –normalmente militares–, que remitían sus croquis o fotografías a la redacción de La Ilustración. Una vez recibidos, se adaptaban por un dibujante colaborador, para más tarde ser grabados por el litógrafo de cabecera de la publicación. Por ello, a veces se cuenta con hasta tres autores para una misma composición. También se puede dar el caso contrario, que esta corresponda simplemente a un autor que se encargaba de todo el proceso.
Por tanto, en la ejecución de las litografías de La Ilustración se dan la mano diferentes disciplinas: por un lado, grabadores y pintores; por el otro, fotógrafos y fotograbadores. En este sentido es necesario precisar que la técnica del fotograbado se aplicó solamente en las dos últimas décadas del siglo XIX, y fue desplazando paulatinamente a la pintura y la litografía, hecho que se constata ya en el cambio de siglo. Por todo ello, se ha subdividido esta sección en dos conjuntos: por un lado, grabadores y pintores; por el otro, fotógrafos y fotograbadores, aportando una semblanza básica de cada uno de ellos.
GRABADORES Y PINTORES
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Félix Badillo y Rodrigo (1848-c. 1895)
Fue un dibujante, litógrafo y pintor seguntino. Tras cursar sus estudios, se desplazó a Madrid, donde entró en la Escuela Especial de Pintura y trabajó como copista en el Museo del Prado. Durante la III Guerra Carlista publicó gran número de trabajos litográficos que le hicieron obtener una buena reputación en la capital, labor que compaginó en años posteriores con su trabajo como retratista y docente. En cualquier caso, dedicó la mayor parte de su tiempo a dibujar para publicaciones periódicas, iniciándose como ilustrador en el semanario La Ilustración Española y Americana, en el que trabajó hasta, al menos, 1897.
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Ricardo Balaca y Orejas-Canseco (1844-1880)
Hijo del pintor José Balaca, exiliado en Portugal, se trasladó a Madrid donde estudió en la Academia de Bellas Artes San Fernando, cultivando géneros afines al movimiento romántico como el costumbrismo, el paisaje y el retrato. Destacó sobremanera en las escenas bélicas de índole nacional, habilidad que posibilitó que acompañase –como reportero gráfico y cronista– al rey Alfonso XII durante la Tercera Guerra Carlista en su campaña del Norte (1876). Su prematura muerte dejó un vacío insalvable en el panorama pictórico nacional.
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Tomás Carlos Capuz (1834-1899)
Xilógrafo valenciano formado en la Real Academia de San Fernando, es considerado uno de los grandes grabadores de la época del siglo XIX. Su valía quedó contrastada con varios galardones en las exposiciones nacionales de Bellas Artes. Al margen de los grabados para novelas y novelas por entregas, también ilustró publicaciones periódicas como El Museo Universal, el Semanario Pintoresco Español o La Ilustración Española y Americana; y obras de interés como el Diccionario de Madoz. Según un obituario publicado en La Correspondencia de España, murió viudo, ciego, anciano y olvidado en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de Madrid.
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Arturo Carretero y Sánchez (1847-1903)
Nacido en Santiago, se desempeñó como xilógrafo, siendo uno de los más importantes en la España de su época en esta disciplina. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, realizó un elevado número de grabados en diversas publicaciones periódicas, destacando sobre ellas La Ilustración Española y Americana. Sin embargo, su labor se vio afectada por la aparición del fotograbado, trabajando en Madrid como dibujante hasta su muerte. En su taller madrileño se formó el afamado grabador, paisano suyo, Enrique Mayer.
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Juan Comba García (1852-1924)
Tras iniciarse en la carrera militar, entró en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, como discípulo de Eduardo Rosales, quien le puso en contacto con Abelardo de Carlos, director de La Ilustración Española, donde Comba publicó sus ilustraciones desde marzo de 1872 hasta 1907. En 1880 obtuvo una pensión para viajar a Italia, Francia, Bélgica y Alemania, lo que le permitió conocer las corrientes artísticas de la época. Tuvo el honor de acompañar al rey Alfonso XII en todos sus viajes por España, así como a la gira por Centroeuropa, por lo que la Casa Real lo distinguió con honores y cargos oficiales, como se aprecia en varias litografías de esta exposición.
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José Cusachs y Cusachs (1851-1908)
Fue militar y pintor español. Nacido en Montpellier de forma accidental, toda su vida transcurrió entre Barcelona y Mataró. Abandonó la milicia para dedicarse al arte, aunque se especializó en temas militares, sobre todo de caballería. Estudió con Simón Gómez y en París con Édouard Detaille, experto en temática militar. A partir de 1880 su participación en exhibiciones y certámenes –nacionales e internacionales– elevó su consideración, siendo requerido por la realeza y el gobierno en no pocas ocasiones. Se mostró también como hábil retratista y practicó, de modo residual, la pintura religiosa. En cambio, su poca experiencia con el paisaje provocó que a menudo confiase a otros pintores, como Joaquim Vancells, la parte paisajística de sus obras.
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Inocencio García Asarta (1862-1921)
Aunque de origen navarro, su vida y su producción pictórica están ligadas a la ciudad de Bilbao. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria y completó su formación en Roma, Barcelona, París y Madrid, para establecerse definitivamente en Bilbao, donde fijó su residencia y su estudio. Sus viajes por varias ciudades europeas le permitieron conocer el arte y la cultura de su tiempo, aunque como pintor se mantuvo dentro de un estilo tradicional, destacando siempre sus dotes como dibujante. En su actividad como pintor cultivó el retrato, convirtiéndose en uno de los retratistas más demandados de la burguesía bilbaína, aunque también se dedicó a otros géneros como el costumbrismo, el bodegón, el paisaje, y, en menor medida, el grabado.
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Nemesio Lagarde y Carriquiri (1845-1902)
Integrante de una familia de artistas, y dejando de lado su faceta militar, destacó su pericia como ilustrador de revistas, como la Ilustración Militar o La Ilustración Española y Americana, que lo encumbró a sucesor de Balaca: “Hay solo un dibujante en España que tiene el secreto de aquella gracia y naturalidad sorprendente de Balaca. Este dibujante es Lagarde; pero vive en España, es militar, y en nuestra tierra hay la piadosa costumbre de no conceder a los militares ni aún el derecho de pensar. En otro país, Lagarde sería conocidísimo, y su nombre sería popular y estimado; aquí es solo un soldadote más”. Otra referencia a su labor se encuentra en la Real Orden por la que se le concedió, en virtud de su labor docente y gráfica, la cruz de primera clase al mérito militar, en 1893: “El capitán Lagarde es sin duda alguna uno de los mejores dibujantes conocidos en España. Tiene portentosa facilidad para manejar el lápiz y concibe sus asuntos con una precisión tal, que rara vez tiene que retocar o modificar algo de lo que con inimitable soltura bosqueja de primera intención”.
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José San Bartolomé “Llaneces” (1864-1919)
Pintor y escultor madrileño cuya inclinación artística surgió a través de su trabajo en el taller del fotógrafo Herbert y de su formación en la Escuela de Artes y Oficios. También acudió a la Real Academia de San Fernando y se ejercitó como copista en el Museo del Prado. En 1886 se instaló en París, donde siguiendo la estela artística de Fortuny, se centró en la pintura de género y de casacones, recibiendo por ello importante reconocimiento institucional, tanto en Francia como en España. A principios del siglo XX, al amparo de la realeza, volvió a Madrid, donde se ejercitó sobre todo en el retrato. Allí se mantuvo hasta su trágico final, en forma de suicidio, en 1919.
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José Moreno Carbonero (1860-1942)
Fue un pintor malagueño especializado en retratos y temas históricos. Tras formarse en la Escuela de Bellas Artes de Málaga, donde fue discípulo de Ferrándiz, trabajó en París en el estudio de Jean-Leon Gérôme, pintor que le transmitió el gusto por los temas históricos. Fue el primero de varios viajes que incluyeron Roma y Marruecos, este último en compañía de su maestro y de Mariano Fortuny. Compaginó su labor docente (contó con Dalí y Picasso entre sus alumnos más aventajados), con la de académico de San Fernando y la de hábil retratista, si bien su fama se conformó con sus pinturas de historia, muy alabadas desde la década de los 80 del siglo XIX.
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Manuel Nao (1843-1884)
Fue un dibujante, bordador de oro, ilustrador y tallista madrileño, formado con Luis Ferrant y José M. Vallejo. Al margen de su participación en diversas exposiciones de entidad nacional, trabajó como auxiliar artístico en el Depósito Hidrográfico, labor que compaginó con la ilustración de libros y su colaboración en diversas publicaciones periódicas, como La Ilustración Católica y La Ilustración Española y Americana. Falleció prematuramente en su ciudad natal y fue enterrado en el cementerio de San Isidro.
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Tomas Padró y Pedret (1840-1877)
Fue un pintor, ilustrador y caricaturista barcelonés oriundo de una familia de artistas. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y más tarde en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Tras viajar a París y dedicarse a la docencia, comenzó el cénit de su carrera, coincidiendo con la Revolución del 68. Con la llegada de la monarquía de Amadeo I, marchó a Cartagena, donde trabajó como corresponsal artístico de La Ilustración Española y Americana. También colaboró en otras publicaciones periódicas parecidas, como El Museo Universal o El Mundo Militar, y en semanarios satíricos como La Flaca y la Campana de Gràcia. Cultivó gran variedad de géneros, desde la caricatura política a la pintura de historia y el retrato. Sus ilustraciones también aparecieron en revistas extranjeras como L’Illustration, Illustrirte Zeitung y Le Monde Illustré.
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Carlos Penoso (c. 1877)
Pocos datos se conocen, salvo que fue profesor de xilografía de la Escuela de Artes y Oficios de Montevideo y colaborador de la revista La Ilustración Uruguaya (1883). Se especializó en la reproducción fidedigna de grandes lienzos, tomando preferencia por la pintura de historia y la ilustración literaria. La aparición del fotograbado hizo mella en su producción, detectada en La Ilustración Española y Americana hasta 1887.
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Bernardo Rico y Ortega (1830-1894)
Era hermano del pintor Martín Rico. Nació en El Escorial y se formó en Madrid con Vicente Castelló y Calixto Ortega. Sus primeras obras aparecieron en los últimos tomos del Semanario Pintoresco Español y de La Ilustración, iniciadores en España del género de publicaciones ilustradas, cosechando varios distintivos en las exposiciones nacionales de Bellas Artes. Ilustró multitud de novelas y colaboró a partir de la década de los 70 en el Museo Universal y, sobre todo, en La Ilustración Española y Americana, ocupando la plaza de director artístico y participando activamente hasta su muerte. En uno de sus obituarios se describió claramente su valía: “Pocas estampas se habían publicado en España desde el año 1850, para ilustrar novelas, para adornar obras, para reproducir monumentos, que no lleven la firma de Bernardo Rico como grabador”.
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Eduardo Rosales Gallinas (1836-1873)
Pintor madrileño de orígenes humildes, ingresó en 1851 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde fue alumno de Federico Madrazo. Completó su formación en Roma, donde se decantó por el realismo, y participó con rotundo éxito en la Exposición Universal de París de 1867. Tras enfermar de tuberculosis, regresó primero a Madrid, y más tarde, buscando un mejor clima, a Murcia. A pesar de sus esfuerzos su salud no mejoró y, de vuelta en Madrid, falleció prematuramente.
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Enrique Zubiri y Gortari (1868-1943)
Nacido en Valcarlos (Navarra), estudió en San Juan Pie del Puerto y en París. Tras ello, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona, bajo la tutela del pintor valenciano Eduardo Carceller, y completó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Llevó a cabo una polifacética labor dentro del ámbito navarro: colaborador de la prensa local como dibujante y crítico de arte; retratista oficial de la ciudad durante cerca de cuarenta años; miembro de jurados municipales y provinciales; y, sobre todo, profesor de dibujo de la Escuela de Bellas Artes y Oficios de Pamplona durante casi cincuenta años, formando a la práctica totalidad de los artistas navarros del siglo XX.
FOTOGRAFOS Y FOTOGRABADORES
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Alphonse Isidore Chalot (m. 1893)
Fotógrafo parisino, miembro de la Sociedad Francesa de Fotografía, que, asociado a su hermano Arturo (MM. Chalot et Cie.), compró en 1880 el estudio fotográfico de Franck y Gobinet de Villecholles (París, 18 rue Vivienne). Se mantuvo activo hasta 1890, cuando lo traspasó a su vez al fotógrafo Camus. Obtuvo la medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1899.
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Domingo Dublán Elicechi
Fotógrafo. Junto a Leandro Desages, abrió un gabinete en 1876 en la cuesta de Santo Domingo de Pamplona. Se dedicaron principalmente al retrato de estudio, aunque también salían del gabinete para realizar tomas de motivos que despertaran un cierto interés dentro de la ciudad. Rompieron relación en 1888, cuando Dublán montó un nuevo negocio con otro fotógrafo poco conocido hasta la fecha, Valentín María Aizpurbe.
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Emilio Pliego (c. 1934)
Madrileño y miembro de la Sociedad Francesa de Fotografía. Se instaló en Pamplona en 1876, en sociedad con el francés Leopoldo Ducloux, si bien para 1879 ya estaba asentado en un estudio independiente (San Nicolás, 2). El establecimiento, uno de los más prestigiosos de la capital, se mantuvo en aquel lugar hasta 1887, cuando se trasladó al edificio del Crédito Navarro (Plaza del Castillo, 22), manteniéndose el negocio hasta 1922.
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José Roldán Bidaburu / Félix Mena Martín (1860-1934/ 1861-1935)
Fotógrafo guipuzcoano que se estableció en las proximidades de la calle Chapitela de Pamplona. Al construirse después la casa Iruña, se mudó junto con su socio, el burgalés Félix Mena Martín. Algunas de sus tarjetas mencionan una pluralidad de galerías (números 44, 35, 47 y 48 de la Plaza del Castillo), lo que hace suponer diversos cambios de local. Se dedicaba no solo a retratos, sino también a tomar vistas de la ciudad. A principios del siglo XX, la asociación Roldán-Mena se disolvió y, después de 1910, se puede localizar la denominación “Roldán e hijo” en el número 40 de la plaza.
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Sociedad Histórico-Fotográfica de Madrid (1880-1898)
Sociedad fundada por los empresarios y fotógrafos aficionados Piñal y Liñan hacia 1880. Es el origen de la celebérrima casa Hausaer y Menet. Sus propietarios, con objeto de profesionalizar el estudio, solicitaron en 1890 los servicios de un experto, el fotógrafo suizo Adolfo Menet Kursteiner. Este gestionó la contratación de su compatriota Oscar Hauser Muller. Poco después, Hauser y Menet se independizaron. Con posterioridad, en 1898, la Sociedad Artístico-Fotográfica de Madrid fue traspasada por sus propietarios a Antonio Portela Paradela.
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Alfonso Ciarán
Fotógrafo que regentó en Madrid un conocido estudio (Quintana, nº 32) desde 1896 hasta los años 30 del siglo XX. Inicialmente se especializó en trabajos de cincografía y cromotipia, para posteriormente centrarse en el fotograbado. Para 1900 eran muchas las publicaciones de todo tipo que se ilustraban con sus trabajos de alta calidad.
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Hermanos [Francisco y Enrique] Laporta Valor (1850-1914 / 1842-1919)
Alicantinos formados como pintor y grabador, respectivamente, en la Real Academia de San Fernando de Madrid. Tras la estancia del primero en París, donde entró en contacto con el mundo de la fotografía, se asentaron en Alcoy en 1880. Allí se interesaron por la técnica del fotograbado, patentando un nuevo procedimiento que permitía obtener imágenes directas del natural, cuya comercialización se efectuó a través de la sociedad Laporta Hermanos (junto a su otro hermano Vicente) con domicilio en Madrid, desde donde atendieron los pedidos que les llegaban de toda España hasta 1914. Sus fotograbados colmaron las publicaciones ilustradas de entresiglos.
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Joseph Thomas y Bigas (1852-1910)
Fotograbador e impresor barcelonés, introdujo la técnica de la fototipia en España. En 1876 viajó a París, donde se formó en la técnica del fotograbado con Gillot. A su vuelta estableció “Casa Thomas” en la calle Mallorca, una de las imprentas más grandes de Europa de aquella época. El establecimiento funcionó durante más de medio siglo, dirigido por sus herederos hasta finales de la década de 1940 bajo el nombre “Hijos de J. Thomas”.
RELACIÓN DE IMÁGENES Y AUTORES
Ilustración |
Año |
Autoría |
Emilio Arrieta |
1877 |
Rico |
Pablo Sarasate |
1877 |
(s/i) |
Julián Gayarre |
1877 |
Badillo / Carretero |
Ricardo Alzugaray |
1878 |
Badillo / Capuz |
Hilarión Eslava |
1878 |
(s/i) |
Baños de Fitero |
1878 |
Nao/ Rico |
Pablo Sarasate |
1880 |
Badillo / Carretero (f) |
Prisión de doña Blanca de Navarra |
1880 |
Rosales / Penoso |
Domingo Moriones |
1881 |
Badillo |
Sepelio de Domingo Moriones |
1881 |
J.M. Gómez* |
Trabajos de defensa del cerro de San Cristóbal |
1881 |
Lagarde / Rico |
El príncipe de Viana |
1882 |
M. Carbonero / Rico |
Julián Gayarre |
1884 |
Chalot / Carretero |
El rey en Betelu. Habitación de S.M. |
1884 |
Comba / Carretero |
El rey en Betelu. Escenas varias |
1884 |
Comba / Rico |
S.M. el rey pasa revista a tres cuerpos del ejército del Norte |
1885 |
Padró / Balaca /Rico |
Joaquín María Guelbenzu |
1886 |
(s/i) |
Pamplona, visita de SS.MM. |
1887 |
Comba/ Rico |
Pamplona. Carroza de Marte triunfador |
1887 |
(f) |
Evaristo Churruca |
1888 |
Carretero |
Pamplona. Fundación de Pinaqui |
1890 |
R. de Ojeda(*) / Rico |
Julián Gayarre en traje de “El pescador de perlas” |
1890 |
S. H-F /Rico |
Proyecto de Mausoleo a Julián Gayarre |
1890 |
Sanchís (f*) / Rico |
Pamplona. Colocación de la primera piedra del Palacio de Justicia |
1890 |
Zubiri / Rico |
Javier Los Arcos y Miranda |
1891 |
Carretero |
Reparacea. Inauguración de las estaciones pecuaria y piscícola |
1891 |
Asarta / Rico |
El venerable Palafox. |
1892 |
Ibáñez (f*) / Rico |
Dr. Alejandro San Martín |
1892 |
Carretero |
Marcha del Baztán |
1892 |
Cusach /Rico |
Navarra. Monasterio de Irache |
1893 |
Rico |
Navarra. Castillo de Javier |
1895 |
Villafuerte (f*) / Capuz |
Navarra. Sala capitular de La Oliva |
1895 |
Pliego /Capuz |
Pablo Sarasate |
1896 |
Llaneces (f) / Capuz |
El orfeón pamplonés |
1897 |
Thomas |
D. Joaquín Osés y Rodríguez de Arellano |
1898 |
(f) |
Pamplona. El nuevo Palacio de Justicia |
1898 |
Roldán / Laporta |
Cirauqui. Puerta de San Román |
1899 |
Dublán / Ciarán |
Sangüesa. Portada de Santa María |
1899 |
Dublán / Ciarán |
Abreviaturas: (f) de fotografía; (s/i) sin identificar; (*) autor aficionado. |
RETRATOS
Aproximadamente un tercio de las litografías están dedicadas a eminentes navarros, conocidos a nivel nacional e incluso internacional. Pertenecen a ámbitos tan diferentes como la música, el ejército y la política, entre otros muchos.
Comenzando por la música, el primero de los grabados muestra la imagen del puentesino Emilio Arrieta (1821-1894), afamado compositor, productor teatral y director de la Escuela Nacional de Música, que jugó un papel muy relevante en el afianzamiento de la zarzuela como género propiamente hispánico. El retrato, de tres cuartos, aparece en la portada del nº 6 de 1877 y fue grabado por Bernardo Rico. En el interior se incorpora una biografía del compositor.
La Ilustración incorpora en el periodo estudiado dos imágenes del más insigne violinista Pablo Sarasate (1844-1908), cuya trayectoria es harto conocida por el imaginario popular navarro. El primero de ellos (1877, nº 21, p. 364), presenta un retrato de busto, autografiado con las iniciales del violinista, y sin indicios de su grabador. Se acompaña de una pequeña semblanza en el interior del número. Tres años después (1880, nº 10, p. 162), ya figura en la portada con la excusa de su inminente viaje al exterior tras triunfar en la capital. Se presenta de nuevo un retrato de busto, aunque de una factura más refinada que el anterior. La composición se inspiró en una fotografía y fue dibujada por Badillo y grabada por Carretero.
Tampoco extraña que aparezca en tres ocasiones el mejor tenor que ha salido de tierras navarras, Julián Gayarre (1844-1890). La composición, ejecutada por el tándem Badillo-Carretero, presenta su busto prácticamente de perfil, y el interior de la revista (1877, nº 38, p. 244.) incorpora una crónica de su última actuación en Madrid y una semblanza del artista. Años más tarde (1884, nº 11, p. 178) ya figura en la portada con un retrato de tres cuartos, ataviado como tenor, ejecutado por Carretero e inspirado en una fotografía de Chalot et cie. Se encuentra en el interior de la revista y se acompaña de una crónica del triunfo cosechado en el Teatro Italiano de París. La última referencia al tenor que nos atañe aparece a página completa en el interior de la revista (1890, nº 1, p. 8). El retrato es de cuerpo entero y fue grabado por Rico, que a su vez se inspiró en una fotografía de la Sociedad Artístico-Fotográfica de Madrid. Aparece ataviado como “el pescador de perlas”, última ópera que cantó en París en malas condiciones de salud. Se acompaña, a modo de homenaje, de un extenso panegírico.
Otro distinguido navarro relacionado con la música fue Hilarión Eslava (1807-1878), presbítero, compositor y musicólogo burladés que llegó a ostentar la maestría de la Capilla Real de Madrid, obteniendo por ello reconocimientos civiles de gran relevancia como la gran cruz de Isabel la Católica, la Orden de Carlos III o la gran cruz de la Orden Civil de María Victoria. El retrato, ubicado en el interior de la revista (1878, nº 38, p. 68), no tiene ninguna firma que identifique su autoría. Se acompaña de una extensísima necrológica, que cubre la práctica totalidad de su trayectoria vital, y se erige en una loa en el momento de su muerte.
La Ilustración también dedicó un espacio al eminente pianista y compositor pamplonés Juan María Guelbenzu (1819-1886). Sustituyo a Albéniz como primer organista de la Capilla Real de Madrid y obtuvo múltiples reconocimientos nacionales e internacionales. Integrante de la sección de Música de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Alfonso XII le concedió la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, y el rey de Portugal le nombró caballero de la Orden de Nuestra Señora de la Concepción de Villaviciosa. El retrato de busto aparece en el interior de la revista (1886, nº 2, p. 28) y se acompaña de una amplísima necrológica que aborda su trayectoria vital y profesional. Carece de acreditación de autoría.
La última referencia a Navarra en el ámbito musical es un retrato grupal de los integrantes del Orfeón Pamplonés (1897, nº 33, p. 372), realizado mediante la técnica del fotograbado por la Casa Thomas de Barcelona. Aparece en el interior de la revista y se acompaña de un extenso artículo que da cuenta del éxito cultivado por la asociación coral pamplonesa desde su refundación en 1890, y más concretamente de dos de sus conciertos efectuados en Madrid, los días 6 y 8 de junio de 1897, bajo la dirección de Remigio Múgica.
También hay referencias al mundo de la política nacional, comenzando por Ricardo Alzugaray y Yanguas (m. 1878), diputado a Cortes en varias ocasiones en el segundo tercio del siglo XIX, quien participó con intensidad en la vida parlamentaria en numerosas comisiones, sobre todo en la tocante a la realización del proyecto de ferrocarril de Pamplona a Francia. Recibió la Gran Cruz del Mérito Militar por sus servicios de guerra en 1870 y 1875. En el ocaso de su carrera política, buscó el acta en otras tierras siendo en 1876 elegido por el distrito de Lalín de Pontevedra y, en 1878, por el distrito de Alcoy. Fue durante esos años director general de Política y Administración, subsecretario de Gobernación y fiscal del Tribunal Supremo. El retrato, de busto, fue dibujado por Badillo y grabado por Capuz. Aparece en el interior de la revista (1878, nº 40, p. 260) y se acompaña de una necrológica del político navarro.
También aparece Javier Los Arcos y Miranda (1847-1905), político e ingeniero militar navarro nacido en Sangüesa. Tras participar activamente en la III Guerra Carlista mejorando las fortificaciones de Pamplona y Bilbao, acudió como diputado a Cortes por el Partido Conservador entre 1876 y 1893, cuando defendió los intereses navarros durante la Gamazada. Integrante de la Real Academia de las Ciencias desde 1890, también fue director general de Comunicaciones, de Establecimientos Penales y vocal de la Junta de Aranceles. El busto de perfil, publicado en el interior de la revista (1891, nº 33, p. 148), fue grabado por Carretero y se acompañó de un texto que alababa sus trabajos.
Otro destacado personaje, más militar que político, fue el teniente general Domingo Moriones y Murillo (1823-1881). Nacido en Leache, es una figura clave para entender el desarrollo de la III Guerra Carlista en su frente Norte, ya que en 1872 derrotó al pretendiente carlista en la famosa acción de Oroquieta, por lo que, al margen del ascenso, consiguió el marquesado homónimo. A partir de entonces fue escalando dentro del escalafón militar, ostentando la capitanía general de las Filipinas en sus últimos años de vida. La Ilustración Española y Americana ofreció dos grabados que ilustraron una amplísima necrológica que loaba a este particular héroe de la patria (1881, nº 2, p. 28). El primero de ellos es un retrato de busto, con la gran cruz de San Hemenegildo en el pecho, dibujado por Badillo y grabado por Carretero; el restante reproduce la escena de su entierro, en el cementerio de Ejea de los Caballeros, localidad de donde era natural su esposa y que lo convirtió en hijo adoptivo. La litografía se inspiró en un croquis remitido por J. Miguel Gómez, testigo presencial que parece firmar la composición.
Otro militar de relevancia fue Joaquín Osés y Rodríguez de Arellano (1841-c. 1911). Natural de Mendigorría, ingresó como cadete en el Regimiento de Borbón en 1857, y en 1868 era ya capitán, pasando dos años más tarde como voluntario a Cuba, donde prestó excelentes servicios que le valieron tres cruces Rojas y el ascenso a Comandante. De nuevo en la Península, fue secretario del Gobierno Militar de Orense y ascendió a coronel en 1890. Después fue jefe de las zonas militares de Cieza, Lora, Vergara y Lugo, hasta que en 1895 pidió de nuevo pasar a Cuba, donde por su valerosa conducta ascendió a general de brigada en 1898, siéndole concedida la gran cruz de San Hermenegildo en 1899. Se retiró en 1911, a los setenta años. El fotograbado del militar, sin referencias de autoría, se encuentra en el interior de la revista (1898, nº 9, p. 143), que ofrece una amplia biografía con motivo de su ascenso a general de brigada.
Ya fuera del ámbito militar la publicación también brinda una semblanza de Evaristo Churruca y Brunet (1841-1917). Nacido casi circunstancialmente en Izu, fue un importante ingeniero que completó su formación en Madrid, Murcia, Valencia, Puerto Rico, Estados Unidos y La Habana. De vuelta en la Península, se hizo cargo de la construcción del puerto exterior de Bilbao y de la canalización del río Nervión (1877-1904). Como reconocimiento a sus servicios, Alfonso XIII le nombró conde de Motrico, recibiendo además otras condecoraciones de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional, como la cruz de la Orden de Carlos III, la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y la Legión de Honor francesa. El grabado, realizado por Carretero, aparece en el interior de la revista (1888, nº 39, p. 228) y se acompaña de una extensa biografía que culmina con los trabajos que estaba realizando en el puerto de Bilbao.
Por último La Ilustración ofrece un retrato del ilustre doctor Alejandro San Martín (1847-1908). Nacido en Larrainzar, se formó en la Universidad Central de Madrid para más tarde ejercer como “médico de espuela” en Navarra. En 1874 obtuvo la cátedra de Terapéutica General en la Universidad de Cádiz y en 1882 la de Patología Quirúrgica en la Universidad Central de Madrid. Durante la epidemia del cólera en Valencia (1885), estudió la citada enfermedad y su tratamiento, lo que le catapultó a la Academia Nacional de Medicina en 1888. Ese mismo año comenzó su trayectoria política como senador hasta su muerte, que quedó interrumpida momentáneamente en 1906, durante el breve gobierno de Segismundo Moret, que lo nombró ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. En el interior de la revista aparece su busto ladeado, ejecutado por Carretero (1892, nº 26, p. 21). El artículo que lo acompaña da cuenta de un ciclo de conferencias impartidas en el Ateneo Madrid sobre las epidemias relacionadas con la conquista de América en su quinto centenario.
VISTAS
Siete de las litografías de la Ilustración en el periodo estudiado se corresponden con vistas de Navarra. Algunas de ellas ilustran circunstancialmente algún artículo, mientras que otras son por sí mismas la esencia de la publicación.
La primera de ellas muestra el exterior del Balneario de Fitero. Se encuentra en el interior de la revista (1878, nº 36, p. 82) y se acompaña de un artículo en el que se describe la renovación del establecimiento y los servicios que entonces ofrecía. Partiendo de un croquis de Aniceto Lagarde, preservado en una colección particular, fue dibujado por Nao y litografiado por Rico.
La siguiente muestra los trabajos de fortificación llevados a cabo por el cuerpo de ingenieros militares en el cerro de San Cristóbal para la construcción del fuerte de Alfonso XII. Publicada a página entera (1881, nº 15, p. 253) y acompañada de una breve descripción de los trabajos, fue grabada por Rico siguiendo un croquis remitido por Nemesio Lagarde.
También se conserva una litografía que muestra la fundición de Salvador Pinaqui, en su día situada extramuros de Pamplona, a las orillas del Arga. Se publicó en el interior de la revista (1890, nº 1, p. 5) con objeto de ilustrar la biografía de Julián Gayarre, puesto que en aquel establecimiento se ganaba la vida antes de destacar como tenor. La composición fue dibujada por el militar Ricardo de Ojeda y Perpiñán, colaborador habitual de la revista, y litografiada por Rico.
Otra litografía interesante apareció con ocasión de la colocación de la primera piedra del antiguo Palacio de Justicia de Navarra. Se publicó en una página interior (1890, nº 28, p. 53) y se acompañó de una extensísima crónica del acontecimiento en el que se dieron la mano las autoridades civiles y religiosas de la capital. El croquis de la composición fue remitido por el joven pintor Zubiri, mientras que la litografía corrió a cargo de Rico. En el apartado “Reproducciones” se estudian dos fotograbados que muestran el aspecto final del edificio.
La siguiente ilustración de interés ocupa una página entera de la publicación (1891, nº 30, p. 84) y presenta dos escenas relativas a la inauguración de las estaciones pecuaria y piscícola financiadas por la Diputación Foral en Oyeregui. En cada una de las escenas se dejan ver los monumentos más destacables de la localidad, declarados recientemente bienes de interés cultural: el palacio torreado de Reparacea y el puente medieval que sortea al río Bidasoa, situado frente al primero. Coronan la composición, dibujada por Asarta y grabada por Rico, las armas de Navarra. En el interior de la revista figura un artículo que detalla al por menor el acontecimiento.
También se conserva una litografía del Monasterio de Irache que forma parte de una composición en las páginas centrales de la revista (1893, nº 5, p. 80), probablemente grabada por Rico. Se publicó con objeto del fallecimiento de Margarita de Borbón y Parma, esposa del pretendiente Carlos VII, que fundó y dirigió en el vetusto edificio un hospital de campaña que atendió a los heridos de ambos bandos en la III Guerra Carlista. Ilustra una extensísima biografía que se erige en una detallada loa de la finada.
La última vista del periodo estudiado corresponde al Castillo de Javier y se encuentra en las páginas interiores de la revista (1895, nº 10, p. 160). Se publicó para ilustrar un artículo sobre el mismo, que a su vez era excusa para mostrar la reciente restauración efectuada por los duques de Villahermosa. Presenta un estado similar al actual, pero en aquel entonces todavía conservaba la primigenia capilla del santo, que sería sustituida en años posteriores por la iglesia actual. La litografía fue grabada por Capuz, tomando como referencia una fotografía del duque de Villahermosa, aficionado a dicha disciplina como queda patente en el artículo.
ASUNTOS REALES
Cinco de las composiciones estudiadas tienen como denominador común la realeza y su relación con Navarra y los navarros en el siglo XIX.
Dos litografías ilustran la estancia de Alfonso XIII en el Balneario de Betelu. La primera de ellas, dibujada por Comba y grabada por Carretero, ocupa la portada de un número de La Ilustración (1884, nº 29, p. 65). En ella se aprecia el despacho que se habilitó al monarca dentro del establecimiento termal, y se acompaña en el interior de una minuciosa descripción de los aposentos reales. En el mismo número y a página completa (p. 68) se presentan varias escenas a modo de collage, presididas por las armas de la villa de Betelu: una vista exterior de las instalaciones, la sala de hidroterapia, la ornamentación del salón de baile, y una escena del propio baile cerrado, ejecutado el 29 de julio. En este caso, el dibujo también fue realizado por Comba para ser posteriormente litografiado por Rico.
Si la actualidad informativa lo requería, se insertaban hojas independientes con grabados de particular interés. Cuando fallece Alfonso XII, la revista publica una serie de ocho litografías suplementarias a doble página, que ya habían sido publicadas con anterioridad, y que resumían los hechos más destacables de su reinado. Una de ellas (1885, nº 45, p. 323) muestra al joven monarca a caballo, acompañado del Estado Mayor, pasando revista a las tropas del ejército del Norte en Olite. La cuidada composición, con tintes teatrales, fue bosquejada por Padró, dibujada por Balaca y grabada por Rico. Como se ha mencionado, era la segunda vez que se publicaba, pues diez años antes ocupó dos páginas de La Ilustración (1875, nº 5, pp. 88-89), acompañándose en aquella ocasión de una leyenda que identificaba los personajes, las unidades y la orografía.
Las dos últimas dan cuenta de la visita de la familia real a Pamplona, compuesta por la reina viuda, María Cristina de Habsburgo, sus hijas y el futuro Alfonso XII, el 25 y el 26 de junio de 1887, procedente de San Sebastián. La publicación describe fielmente la efeméride y la acompaña de dos grabados de interés. El primero de ellos (1887, nº 37, p. 208), realizado por Comba y grabado por Rico, presenta, a página completa y a modo de collage, varias escenas: la decoración de la puerta de la Taconera, el arco del Ayuntamiento en la misma localización, el triunfo levantado en la calle Chapitela, la iluminación del Casino Militar y el Teatro Principal de la Plaza del Castillo, y, por último, el alcalde de la villa de Aézcoa, que llamó la atención por el tradicional atuendo que vestía: “la tradicional anguarina, ancha hopalanda de mangas perdidas, llevando al cuello la gola de lienzo llamada valona”. La composición se corona con el escudo de Navarra en la parte superior izquierda. La segunda litografía se publicó en el siguiente número de la revista (p. 232) y representa la carroza de Marte triunfador sobre arreos militares que desfiló el día 25 en la retreta militar: “ …formada por 1.200 infantes y 80 jinetes, que llevaban faroles de colores, marchando en el centro de la comitiva una magnífica y engalanada carroza tirada por doce caballos: pasó la retreta por el paseo de la Taconera y la Plaza del Castillo, y terminó, al toque de las bandas de trompetas, frente al palacio de la Diputación, en cuyo balcón central la presenciaba la reina”. Según la propia revista, el grabado, sin referencias de autoría, se realizó a partir de una fotografía, aunque no hay constancia de su autor.
REPRODUCCIONES
Por último, destacan diez grabados que reproducen fielmente, mediante la litografía o el fotograbado, obras de arte de tema navarro o pertenecientes al patrimonio y la historia de la comunidad foral.
Dos de ellas están relacionadas con la realeza de Navarra. La primera es una reproducción, realizada por el uruguayo Carlos Penoso, de un lienzo de Rosales que representaba la prisión de doña Blanca de Navarra por parte de su padre Juan II de Aragón en el castillo de Olite. Publicada a página completa (1880, nº 37, p. 208), se acompañó de una completa semblanza de la desventurada heredera. La segunda litografía apareció en la portada de La Ilustración (1882, nº 5, p. 81) y representa al hermano de la anterior: el príncipe don Carlos de Viana, según composición de Moreno Carbonero, que entonces contaba con tan solo veintiún años. Obtuvo una primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y hoy en día se puede visitar en el Museo del Prado. Bernardo Rico litografió la obra a partir de una fotografía. En la publicación se incorporó la siguiente valoración: “Lo mismo puede ser considerado como típico retrato, que como cuadro de Historia […]. Lo que más llama la atención del observador en el cuadro del señor Moreno Carbonero no es la figura principal, que más se parece al típico retrato (consagrado por el pincel de Rosales) de don Fernando V El Católico; es el fondo, los accesorios, los característicos objetos que destaca valientemente alrededor de aquella; es el tallado sitial, la severa librería, el infolio del atril, los rollos de viejo pergamino, el lebrel que duerme a los pies del meditabundo dueño”.
Otra reproducción, en este caso del proyecto de mausoleo a Julián Gayarre ejecutado por el afamado escultor Mariano Benlliure, se ubica en la portada de La Ilustración (1890, nº 39, p. 233). La composición fue litografiada por Rico y, como indica la revista, gracias “a la amabilidad del distinguido oficial de artillería, Sr. Sanchís, debemos la adquisición de la hermosa y limpia fotografía que ha servido para ejecutar nuestro grabado”. Se adjuntó una cuidada descripción de mausoleo y de sus dimensiones, iconografía y materiales. El monumento quedó definitivamente asentado en el cementerio de Roncal en 1901, tras ser galardonado en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1898) y en la Exposición Universal de París (1900), y a pesar de los deseos de la reina regente María Cristina, que anhelaba colocarlo frente al Teatro Real.
Para ilustrar un artículo sobre pintura y pintores militares, el mismo Rico litografíó a página completa (1892, nº 15, p. 247) un lienzo de Cusachs, propiedad del marqués del Baztán, titulado “Marcha sobre el Baztán”, incorporándose una descripción pormenorizada del mismo y una valoración sobre el trabajo del artista: “representa el desfile de las tropas liberales mandadas por el general Martínez de Campos, por estrechas veredas bordeadas de maleza y envueltas por jirones de niebla […]. Es, en suma, un cuadro muy bien compuesto y pintado: da perfecta idea del talento artístico de Cusach, de la soltura y seguridad con que maneja el pincel, de su dominio de la perspectiva y de su sentimiento del color”.
Ese mismo año (1892, nº 43, p. 357) se publicó un retrato del venerable Palafox, que ostentó el virreinato de la Nueva España y sendos obispados en México y España. Ilustraba un artículo sobre su trayectoria vital, titulado “Ligeras indicaciones sobre el venerable Palafox” de Florencio Jardiel, canónigo de Zaragoza. En una misma página se incorporaron tres litografías: dos correspondientes al Burgo de Osma, partiendo de fotografías directas “del Señor Ibáñez”, y otra, la que interesa para el presente estudio, que reproduce fielmente un retrato de aparato de don Juan de Palafox, que se conserva en Puebla de Los Ángeles. Las tres imágenes fueron litografiadas de nuevo por Rico.
Enrique Serrano Fatigati, polifacético y relevante autor madrileño que trabajó desde el último tercio del siglo XIX, publicó variados artículos en La Ilustración, algunos de los cuales se acompañaron de fotograbados de monumentos navarros. El primero de ellos, la sala capitular de La Oliva, ilustró la portada de la revista (1895, nº 1, p. 1) que contenía un estudio dedicado a los monasterios cistercienses españoles. Fue grabado por Capuz, basándose en una fotografía salida del taller de Pliego, que pertenecía a la colección de Fatigati. Años más tarde publicó otro artículo dedicado a las portadas de diversos templos españoles, ilustrado con dos fotograbados de puertas de iglesias navarras: el primero, que sirvió como cabecera de La Ilustración (1899, nº 46, p. 338), muestra el característico acceso polilobulado de la iglesia de San Román de Cirauqui; el segundo muestra la fachada de Santa María de Sangüesa como parte de un collage que ocupa dos páginas (pp. 344-345) identificándolo con el número “2”. Ambos fotograbados fueron realizados por Ciarán, basándose en fotografías de Dublán.
Con ocasión de un concierto celebrado en Madrid a beneficio de la Cruz Roja, que auxiliaba a los soldados heridos y enfermos que llegaban de Cuba en 1896, se publicó un retrato de Pablo Sarasate a página completa (1896, nº 13, p. 205), obtenido a partir de una fotografía de un lienzo que Llaneces dedicó a la Diputación Navarra en 1894. Representa al violinista de cuerpo entero, vestido de etiqueta, sobre la que destacan la banda, cruz y placa de la Orden de Isabel la Católica que le había sido concedida en 1886. Como bien da cuenta la revista: “el retrato de este gran artista es reproducción fotográfica de un cuadro del notable pintor don José Llaneces, honra también del arte español, y que reside en París, donde su acreditado pincel le permite vivir con holgura. Sarasate tiene en tanto aprecio su retrato hecho por Llaneces, que cuando le piden uno para publicarlo, da siempre la copia fotográfica”. Depositado hoy en el Ayuntamiento de Pamplona, forma parte de la exposición permanente dedicada al eminente violinista navarro.
Los últimos fotograbados corresponden a la inauguración del nuevo Palacio de Justicia de Navarra. Ocupan una página entera (1898, nº 38, p. 60) y representan el aspecto exterior, desde el actual Paseo Sarasate, y el salón de recepciones oficiales, en el interior del edificio. Se acompaña de un artículo en el que se explican detalladamente las vicisitudes de su costosa construcción desde la colocación de la primera piedra en 1890, estudiada en el apartado “vistas”. Los fotograbados, ejecutados por el taller de los hermanos Laporta, se basaron en fotografías originales de Roldán y Mena.
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