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La pieza del mes de junio de 2006

CARTEL ANUNCIADOR DE LA PRIMERA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA, ANDRÉS MARTÍNEZ DE LEÓN, 1959

Javier Azanza López
Ignacio J. Urricelqui Pacho
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Desde la década de 1920, la Casa de Misericordia viene gestionando las corridas de toros celebradas en Pamplona durante las fiestas de San Fermín. En 1959, y ante las dificultades surgidas a la hora de cuadrar presupuestos, dadas las exigencias de las figuras del toreo al negociar sus contratos, Sebastián San Martín, miembro de la Junta de la centenaria institución benéfica, decidió dar un giro radical y transformar el ciclo taurino de los Sanfermines. Esta decisión estuvo motivada por el deseo de otorgar el protagonismo de la feria no a los toreros, sino a las ganaderías más importantes del país, y que fueran ellas las que ofrecieran toros con peso y trapío, como reto para los toreros que quisieran enfrentarse y triunfar con ellos. Nacía así la primera edición de la Feria del Toro de Pamplona, la feria torista por excelencia de España, que ha permanecido activa desde entonces.

Desde el primer momento, la Comisión Taurina comprendió la necesidad de elaborar un cartel anunciador que sirviera para dar a conocer la Feria. Así, en sesión de 14 de abril de 1959, se decidía encomendar la elaboración de la escena de dicho cartel al artista sevillano Andrés Martínez de León, “gran pintor taurino”, eligiéndose para la edición de los carteles la empresa de artes gráficas Heraclio Fournier, de Vitoria.

Andrés Martínez de León nació en la localidad sevillana de Coria del Río en 1895. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla en la que ingresó en 1909, y comenzó dibujando en el periódico El Noticiero Sevillano. En 1931 fijó su residencia en Madrid, donde colaboró con sus ilustraciones en diversos periódicos y revistas como El Sol, La Voz, La Esfera y Blanco y Negro. Durante la Guerra Civil creó el personaje del “Miliciano Oselito”, que gozó de una enorme popularidad. Debido a sus simpatías hacia la República, el régimen de Franco lo condenó a muerte, pena que en 1941 le sería permutada por una condena de treinta años de prisión. En la cárcel siguió pintando para mantener a su familia y, gracias al popular fotógrafo Serrano, pudo vender en Sevilla sus dibujos. En la Navidad de 1945 salía de prisión gracias al indulto que se le concedió. 

Recuperada su libertad, comenzó a colaborar con El España, de Tánger, y comenzó entonces a emprender de forma más decidida sus trabajos al óleo. Como pintor, Andrés Martínez de León se especializó en escenas costumbristas y fundamentalmente en temas taurinos que trató con singular maestría, incorporándose al grupo de seguidores de la escuela creada por Roberto Domingo, del que forman también parte Antonio Casero y Ángel González Marcos. Celebró numerosas exposiciones en Sevilla y en Madrid, así como en distintas ciudades como Argentina, México y Colombia. También desarrolló una importante labor como ilustrador de publicaciones relacionadas con la tauromaquia, entre las que destacan las ilustraciones realizadas para el libro Juan Belmonte, matador de toros. Su vida y hazañas, escrito por Manuel Chaves Nogales. Hizo igualmente su incursión en el terreno del cartelismo y en el mundo del diseño publicitario, en el que conviene señalar la serie de escenas sobre la lidia y suertes de la tauromaquia que sirvieron para decorar las cajas de cerillas de Fosforera Española, así como una baraja de Heraclio Fournier, empresa vitoriana que guarda la colección de los cartones originales del artista; igualmente, deben mencionarse los diseños de etiquetas para diversas firmas de licores.

La obra de este artista se muestra extensísima en todo lo relacionado con la lidia. Cualquier lance acontecido en el ruedo, hasta los incidentes más menudos han sido recogidos por él. Su pintura se puede considerar heredera del impresionismo, técnica especialmente adaptable a la luminosidad y movimiento de lo taurino, que se exagera a base de grandes trazos y sueltos estoques de materia que dinamizan la escena pese al empleo de un empaste grueso que en ocasiones parece aplicado con espátula; la mancha sin contorno definido, la línea discontinua y entrecortada del dibujo, y los rebrillos del color, empleado casi siempre en una gama cálida que sugiere un sol nítido a veces contrastado con los morados y azules fríos de la sombra, persiguen ese mismo afán de movilidad general de la escena. El resultado es un conjunto de obras sin límite en los matices vibrantes de luz y color y en la captación del movimiento de las faenas en el ruedo, cargadas de una significación emocional de dinamismo y alegría festiva; más que una visión realista de la fiesta, es la visión que el público quiere ver en ella. El protagonista de la misma es el toro con su bravura, poderío y belleza, un toro de extraordinario trapío que se ajusta a las características morfológicas ideales del toro bravo con cabeza bien proporcionada, buena cornamenta, cuello corto, señalado morrillo, gran desarrollo del tercio anterior o profundidad del pecho y extremidades cortas. 


Cartel de la Primera Feria del Toro de Pamplona, Andrés Martínez de León, 1959

Cartel de la Primera Feria del Toro de Pamplona, Andrés Martínez de León, 1959


A estas premisas se acomoda el cartel de la Feria del Toro, encargado por la Comisión Taurina de la Casa de Misericordia de Pamplona en 1959 para anunciar la primera edición de la misma. En la escena, el toro aparece en movimiento en un ruedo resplandeciente por la luz del sol; el animal se convierte en protagonista absoluto de la composición, en la que no tienen cabida otros elementos de la fiesta como los tendidos o el público. Un toro jabonero capirote, bien armado de pitones, acaba de efectuar una salida de bravo y derrota ante las tablas del burladero tras el que acude a refugiarse el que parece un subalterno, a juzgar por la banda de plata de su vestimenta; en su precipitada huida ha lanzado el capote al ruedo, en tanto que el astado destroza con violencia el burladero y lanza la madera por los aires. Es el toro pletórico de energía y vitalidad que se convierte en metáfora de la recién estrenada Feria pamplonesa. El cartel elaborado a partir del óleo original y que fue editado por la casa vitoriana de Heraclio Fournier, se limita a incorporar una faldilla en la que aparecen los nombres y hierros de las ganaderías de la primera Feria del Toro de Pamplona. 

Finalmente dos de las ganaderías anunciadas, las de Carlos Núñez y Benítez Cubero, no tomaron parte en la Feria, siendo sustituidas por las de Álvaro Domecq y Hermanos Peralta. Curiosamente, Álvaro Domecq recibió el premio al toro más bravo; el galardón concedido no fue otro que el lienzo original presentado por Martínez de León y que sirvió para la elaboración del cartel. Dicha práctica –conceder el lienzo original como premio al toro más bravo de la Feria-, se mantendría hasta 1967, año en el que la Comisión Taurina decidió quedarse con los ejemplares originales con el fin de formar una pinacoteca. Surgía así una de las colecciones de pintura taurina más importantes de España.