La pieza del mes de septiembre de 2009
UNA "ADORACIÓN DE LOS MAGOS" DE JACOBUS DI MARSELLA EN LA CATEDRAL DE PAMPLONA
Mª Gabriela Torres Olleta
Doctora en Historia
En la Catedral de Pamplona se conserva una pequeña colección de cobres pintados de calidad muy desigual, entre los que destaca esta Adoración de los Magos, firmada por Jacobus di Marsella y colgada en una pared de la Sala Capitular.
La obra, de pequeñas dimensiones (57,5 x 41 cm.), lleva un marco de madera oscurecida, con adornos de placas, que podrían ser de plata, ornamentación vegetal y cabezas de ángel en las esquinas y los centros.
En un espacio exterior de ruinas clásicas se sitúa la Virgen, vestida de azul y rosa, con el Niño sentado en sus rodillas, mientras San José, con aspecto de anciano de pelo y barba blanca, les contempla un poco retrasado. Delante del Niño Jesús los tres Reyes lo adoran; el más cercano ha dejado en el suelo la corona y el rico presente en señal de respeto. Los Magos están acompañados por un abundante séquito y al fondo se ven los camellos. En la epifanía también están presentes los ángeles. Dos hermosos mancebos detrás de la Virgen y varios angelitos vuelan alegres en la parte superior. La teatralidad de la escena queda subrayada por el cortinaje verde que cuelga en la parte izquierda.
Jacobus di Marsella, “Adoración de los Magos” (57,5 x 41 cm)
Catedral de Pamplona
El fresco original copiado en este cobre lo pintó Federico Zuccaro en 1564 por encargo de la familia Grimani para la iglesia de San Francesco della Vigne en Venecia. Sin embargo (como suele ser habitual), media un grabado entre el original y la copia. Es decir, la fuente gráfica directa no es el cuadro de Zuccaro, sino un grabado de Cornelis Cort de hacia 1571-1572. Zuccaro fue un pintor italiano y teórico del arte que trabajó también en España requerido por Feli-pe II para la decoración de El Escorial y Cort un artista holandés que vivió durante años en Roma y grabó gran parte de la obra de Zucca-ro y de otros pintores italianos.
Respecto al original de Zuccaro el grabado de Cort introduce variantes en los fondos y en el número de personajes. Añade algunos detalles, como la delicada copa con tapa, regalo del rey que está arrodillado en primer plano.
Jacobus de Marsella mantiene la composición igual que en el grabado e introduce a su vez nuevos cambios en los fondos, añadiendo numerosos personajes y ángeles que incluso parecen tomados de otros grabados del mismo Cornelis Cort. Podemos imaginarlo en su taller hojeando distintas estampas y eligiendo detalles de aquí y de allá para trasladarlos a su obra. Este pintor, aunque carece de originalidad, consigue en esta copia muy buenas calidades, especialmente en las figuras principales. Del blanco y negro del grabado pasa a una pintura colorista y brillante.
Cornelis Cort, “Adoración de los Magos” (1571-1572)
Detalle de los ángeles en la "Adoración de los Magos" de la catedral de Pamplona, y detalle del grabado del mismo tema de Cornelis Cort
Las pinturas en cobre surgieron en la Italia renacentista en un ambiente donde gustaba experimentar nuevos modos y técnicas. Enseguida los artistas flamencos desarrollaron un mercado de cobres pintados, paralelo al de Roma, que alcanzó dimensiones semi-industriales y que inundó con estos pequeños cuadros toda Europa y América. Los grandes centros de producción son los mismos que los de los grabados, Roma y Países Bajos y es verosímil suponer la relación entre las redes comerciales de exportación e incluso los empresarios de ambos. El pequeño formato y la dureza del material los hacía fácilmente transportables. En el reverso suelen llevar la firma del autor, del taller y las marcas de la ciudad exportadora que garantizaba al cliente la autenticidad. Eran obras de carácter doméstico, aptas para espacios recogidos y domicilios particulares. En el caso de las iglesias el lugar más adecuado, en el que hoy están las mejores colecciones, son las sacristías. En este sentido en la Catedral de Pamplona se cumple la norma.
El cobre en cuanto soporte para la pintura tiene una serie de cualidades muy apreciables. Las planchas de cobre se compraban ya pulidas y preparadas para el trabajo, con el consiguiente abaratamiento del proceso, de forma que era un soporte común en los talleres (no solo de “pintores artesanos” sino también en los de los grandes como Rembrandt, el Greco, Murillo...). Tiene la ventaja de no verse afectado por la humedad, ni por los insectos y no necesita una preparación tan compleja como las telas. Pero la cualidad más apreciada se refiere a los colores; al ser el cobre una superficie rígida y no absorbente la pigmentación resulta intensa con los colores saturados. Según la restauradora Cristina Morilla: Un intenso azul ultramar que defina un cielo raso, o el manto de un personaje en un lienzo, por ejemplo, tiene la mitad de intensidad que el mismo motivo pintado sobre una plancha de cobre.
Asimismo la plancha de cobre necesita muy poca cantidad de pintura para obtener los colores que el artista desee. Esta cualidad permite al pintor utilizar técnicas de miniaturista, y reflejar gran cantidad de detalles con un realismo preciosista.
Detalle de la Virgen con el Niño y San José
Como se puede comprobar en las ilustraciones, Jacobo de Marsella supo aprovechar estas posibilidades. Colores vivos, intensos azules, amarillos, rojos, dorados y delicadeza en los detalles, como en la puntilla que asoma por el cuello del vestido de la Virgen, el collar de perlas, etc.
Ni del autor, ni de la fecha, ni de las circunstancias por las que ha llegado a la Catedral podemos aportar datos. Sí plantear como hipótesis de trabajo para una ulterior investigación que se trate de un pintor de algún taller romano del siglo XVII y que llegase a la Catedral en el equipaje de un obispo o canónigo a la vuelta de un viaje a Roma.
BIBLIOGRAFÍA
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