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La pieza del mes de octubre de 2010

ESTUCHE RELICARIO CON MONJA CORONADA
 

Ignacio Miguéliz Valcarlos
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

En el tesoro de Nuestra Señora del Sagrario de la catedral de Pamplona se conserva un estuche relicario labrado en plata en su color que contiene en su interior una delicada figurilla de cera que representa una religiosa. Se trata de una obra de pequeñas dimensiones (6,7 x 3 x 1,2 cm.), elaborada en talleres navarros a lo largo del siglo XVIII, en el que se combina al trabajo de un maestro platero en la realización del estuche, junto a la labor de artesanía conventual en la figura de la religiosa.

Nos encontramos ante una obra articulada en forma de caja mixtilínea que se adapta a la efigie que inscribe en su interior, lo que denota que fue realizada ex profeso para acoger a dicha imagen, y no una adaptación posterior de un estuche preexistente. Presenta doble vidriera, recorriendo su perfil una moldura recta que la divide en dos partes simétricas, cada una de ellas adornada con una cenefa triangular en zigzag, alternando los elementos de superficie lisa con otros con el interior rayado, situándose en los ejes una perinola, excepto en el superior, que se sitúa un asa al bies con reasa. En su interior cobija en la ventana del anverso la figura en cera de una monja coronada, con las manos unidas sobre el pecho, en actitud orante. Esta figurita esta vestida con túnica, tocas y velo, adornada por una rica policromía en tonos negros, rojos y blancos, ciñendo su cabeza una corona, alusiva quizás a las coronas de flores que las religiosas ceñían el día de sus entrada en comunidad y en su defunción. Tanto la corona como las cintas que sujetan el manto, así como los motivos ornamentales del mismo, de rica policromía roja, recuerdan en su sencillez a las famosas monjas coronadas de origen novohispano. Mientras que la ventana del reverso nos muestra la reliquia en sí, en este caso Pasti di reliquii, materia que tenía su origen en los cuerpos de los mártires hallados en las catacumbas romanas. Cuando se desconocía el nombre del mártir, el cuerpo de éste era exhumado ante la presencia de un vicario y expuesto a la veneración pública en una iglesia, tras lo cual sus osamentas se reducían a polvo y se entremezclaban con cera, formándose así la llamada pasta de reliquias, que posteriormente eran exportadas y empleadas para realizar diferentes tipos de relicarios, sobre todo en los conventos, donde tuvieron gran aceptación sobre todo en el ámbito de las clausuras
 

Estuche relicario con monja coronada. Anverso y reverso. Siglo XVIII. Pamplona. Catedral.

Estuche relicario con monja coronada. Anverso y reverso. Siglo XVIII. Pamplona. Catedral.


Este tipo de relicarios, claro exponente de la religiosidad popular y del arte conventual, eran realizados en clausura por las propias religiosas, a partir de moldes de escayola. El vaciado se realizaba en barro o en cera, y una vez extraído y retocado, daba lugar a múltiples posibilidades: efigies para colgar en el rosario, figuras para regalar a los visitantes, e incluso, como en este caso, se incluían en pequeños relicarios de plata para la devoción personal. Existen diferentes variantes de este tipo de relicarios, que por lo general inscribían en su interior aquellas imágenes de gran delicadeza, como pueden ser los que incorporan representaciones del Niño Jesús, alguna de ellas de mayor riqueza, como los denominados Niños filipinos, figuritas de marfil de procedencia filipina, tal y como su nombre indica, que bien se introducían en estuches realizados ex profeso para ellos, o bien se adaptaban a cajitas o joyeros ya realizados. Muchas de estas piezas salieron fuera de los claustros como presentes y regalos tanto a familiares como a benefactores de los conventos y monasterios donde eran realizados. Estas obras, cumplían la función de estuches de reliquias, con un carácter no sólo devocional, sino que también adquirieron rasgos de objetos suntuarios y de adorno personal, gracias a los ricos materiales en que estaban elaborados algunos de ellos, siendo también piezas de carácter taumatúrgico, en las que se buscaba protección divina, entremezclándose en ellas el sentido religioso con las supersticiones y creencias populares tan propias de los siglos del Antiguo Régimen.

Centro importante de elaboración de estas figuras en Navarra fue el convento de Carmelitas Descalzas de Araceli de Corella, una de las clausuras navarras con más tradición en la presencia y difusión de la religiosidad popular, donde se conserva un molde en yeso que presenta gran similitud con la figura de la monja inscrita en este relicario. Estas religiosas ya desde el mismo momento de su fundación, se destacaron por la realización de este tipo de imágenes, que utilizaban tanto para uso y consumo interno, como para cumplimentar con ellos a superiores, benefactores y familiares, llegando a su máxima expresión en la realización de capillas, relicarios y reducciones de altares a la manera de pequeños teatrinos. Y también encontramos figuras similares a ésta que aquí nos ocupa en otra clausura Navarra, las Agustinas Recoletas de Pamplona, cuyas religiosas todavía hoy conservan varios figurillas de este tipo, tanto barros como moldes de yeso, lo que nos indica lo extendida que estaba la tradición de elaborar este tipo de figuras en el ámbito de las clausuras, dentro de los parámetros de lo que podría denominarse como arte conventual. Entre las piezas conservadas en el cenobio pamplonés se encuentran una figura exenta de barro sin policromar ni tratar muy similar a la de la catedral de Pamplona, así como un escaparate con el tema del sepulcro de Cristo, en el que se inserta una de estas monjas. 
 

Molde de yeso de monja coronada. Siglo XVIII. Corella. 

Molde de yeso de monja coronada. Siglo XVIII. Corella. 
Convento de Carmelitas de Araceli.


Este estuche relicario es una de las más recientes incorporaciones al tesoro de la Virgen del Sagrario, ya que fue donado, junto a otras piezas, en noviembre del 2005 por los descendientes de la casa natal de Erratzu de sendos obispos navarros, don Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari (1712-1778), obispo de Pamplona, y don Miguel José de Irigoyen y Dolarea (1785-1852), que fuera obispo de Zamora y Calahorra – La Calzada. Tal y como hemos visto no es de extrañar la pertenencia de este tipo de piezas a un prelado, ya que constituían un preciado regalo por parte de las comunidades religiosas autoras de las mismas a diferentes personalidades con ellas relacionadas. Probablemente, y debido a la cronología de la misma, esta obra habría pertenecido en origen a Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari, quien rigió los destinos de la sede pamplonesa entre 1768 y 1778, habiendo ocupado con anterioridad el cargo de canónigo de la catedral de Jaén, puesto que permutó en 1747 por el priorato de Belate, una de las dignidades asociadas a los canónigos catedralicios de Pamplona.

Figura de barro de monja coronada. Siglo XVIII. Pamplona. 

Figura de barro de monja coronada. Siglo XVIII. Pamplona. 
Convento de Agustinas Recoletas.


BIBLIOGRAFÍA
- ARBETETA MIRA, L., La joyería española de Felipe II a Alfonso XIII, Madrid, Nerea, 1998.
- CEA GUTIÉRREZ, A., El tesoro de las reliquias. Colección de la Abadía Cisterciense de cañas, Logroño, Caja Rioja, 1999.
- MERLO JUÁREZ, E., “Reliquiae”, Santuarios de lo íntimo. Retratos en miniatura y relicarios. La colección del Museo Soumaya, México, Telmex, 2004.