La pieza del mes de noviembre de 2012
RETRATO FIRMADO POR FORTUNÉ VIAU DE UN COMERCIANTE NAVARRO (C. 1850)
Eduardo Morales Solchaga
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
En su primitiva ubicación se conserva un lienzo de bella factura que retrata a un hombre de negocios de la primera mitad siglo XIX, Pablo de Irazoqui. Sobre fondo prácticamente neutro se erige, ligeramente ladeada y mirando hacia el espectador, la efigie en busto del citado personaje, ya en edad adulta, que aparece ataviado con la indumentaria típica de aquellos años: levita de amplias solapas, chaleco negro, camisa blanca de cuello abierto y corbata negra de lazada.
Retrato de don Pablo de Irazoqui
Pablo Esteban de Irazoqui e Irazoqui fue primogénito del matrimonio veratarra conformado por Juan Francisco Irazoqui Sanjuanena y Josefa Antonia Irazoqui Pedrorena. Debió de nacer accidentalmente muy a finales del siglo XVIII en Castrojeriz, durante una visita familiar, pues su tío había casado allí en 1775, dando comienzo a otra rama familiar en la que no es preciso insistir. Pablo fue el mayor de cuatro hermanos: Juan José, José Esteban - presbítero - y Magdalena, que nunca llegó a casar.
Su ascenso económico vino probablemente del comercio, pues en los primeros años del XIX aparece referenciado como hombre de negocios en Bilbao, dedicado a las mercadurías, con las que consiguió una ingente fortuna. Allí casó con Nicolasa Regina Lapeira (1826), procedente de una familia acaudalada de la villa, a lo que quizás contribuyó el ser nombrado tres años antes heredero universal de su tío, Miguel Esteban de Irazoqui, fallecido en Lima, donde había aumentado su hacienda merced a una brillante carrera militar.
De todos modos, para 1831 se encontraba avecinado en Vera de Bidasoa, gestionando sus negocios por medio de agentes en Madrid y Bayona. Allí reedificó a partir de 1832 la casa familiar, cercana a la parroquial de San Esteban, no escatimando gasto alguno. Su mujer debió de fallecer en fechas cercanas, por lo que, en 1842 casó en segundas nupcias con María Benita Echenique Garmendia, natural de Urdax, con quien tuvo cuatro hijos: María (1843), Primitiva (1846), Antero (1849) e Irene (1850).
Falleció en 1854, tras una grave enfermedad que le había postrado desde el año anterior, quedando la casa y fortuna en manos de su mujer hasta la mayoría de edad de su primogénito. El testamento e inventario de bienes posterior dan fe de sus valores, religiosidad y caridad, así como también de su inmensa fortuna. Por lo que respecta a los inmuebles, destacan casi una decena de casas en Vera de Bidasoa y sus aledaños, así como también tierras de trabajo y helechales, de gran importancia para conformar abono de cultivo. En cuanto a sus activos, sin entrar en detalles, dejó a la familia entre metálico y depósitos más de 200.000 reales de vellón, así como también 80.000 francos en Bayona. De su importancia como comerciante habla por sí solo el hecho de que trabajase con agentes de entidad, como Ignacio García, en Bayona, y Ventura Cerrajería y Eladio Gallo, en Madrid.
Algunas de las mandas testamentarias dan cuenta de su humanidad, dejando 1.000 reales para su sirvienta, 2.000 para la restauración de la castigada parroquia de San Esteban de Vera, otros 2.000 para repartir entre los pobres del pueblo, 1.000 reales para la Casa de Misericordia de Bilbao y otros tantos para el Hospital de Pamplona. No escatimó en gastos para su funeral y misas subsiguientes, incluidas también las que se deberían cantar en memoria de su primera mujer, de la que guardaba un gran recuerdo. En el cementerio de la localidad erigió un considerable panteón en mármol, en forma de templete neoclásico, en cuyo frontón se deja ver un reloj de arena con alas, en alusión a la fugacidad de la vida.
Retrato de don Pablo de Irazoqui. Detalle
Por lo que respecta al autor de la composición, se trata de Fortuné Viau (1812 - 1889), pintor francés nacido en Chinon, cuya trayectoria vital se conoce puntualmente, merced a que se ha conservado su diario personal. Desde joven sintió fascinación por el dibujo, formándose inicialmente con el profesor Cléry, hijo del ayudante de cámara de Luis XVI, con quien paulatinamente se especializó en el género del retrato, alcanzando cierto grado de perfección. Tras no pocas dificultades, marchó a París, donde quedó fascinado por las grandes pinacotecas y se valió de ciertos subterfugios para lograr ser admitido en la escuela de Bellas Artes para continuar su formación pictórica.
A pesar de todo ello no obtuvo el éxito deseado y regresó a su ciudad natal en 1831, donde sus vecinos y familiares sí que quedaron impresionados con su incipiente obra, consiguiendo el mecenazgo del propio ayuntamiento, que costeó su formación posterior. A partir de la segunda mitad de dicha década, se convirtió en pintor y retratista itinerante, lo que le llevaría a residir en poblaciones tan dispares como Villeneuve-le-Roi, París, Argentan, la Rochelle, Burdeos, Agen, Toulouse, Mouy, Moulins, Montluçon, Saintes, Jonzac, Nortron y Périgueux, donde realizó gran cantidad de retratos, si bien también ejecutó pinturas de temática costumbrista, religiosa y paisajística. A partir de 1848 el diario no refleja ningún dato más relativo a su obra pictórica, si bien con seguridad siguió ejercitando su profesión. Quizás en alguna de aquellas localidades retrató a Pablo de Irazoqui, pues conocidos eran sus negocios en el país vecino, o bien lo haría en la propia Vera de Bidasoa, pues los actuales herederos del pintor tiene fundadas sospechas de que se desplazó por la frontera pirenaica. Sea como fuere, debió de ser ejecutado a mediados de siglo, en fechas cercanas a la muerte del retratado, acaecida, como se ha relatado, en 1854.
Al margen de todo ello y en el plano personal, perteneció a la francmasonería, lo que probablemente contribuyó a la ampliación de su clientela y movilidad. De hecho, entre sus cláusulas testamentarias, redactadas en Blois en 1873, deja claro que pretendía un enterramiento civil, y que en el ataúd le acompañasen sus ornamentos masónicos. Su condición de masón queda reflejada también en la firma del lienzo que aquí se estudia “F. VIAU*” en la que se incorpora el famoso tripunteado, en forma de triángulo equilátero, asociado a múltiples acepciones masónicas, y sin duda muestra del orgullo que sentía por pertenecer a la citada asociación.
Retrato de don Pablo de Irazoqui. Firma de Fortuné Viau
FUENTES:
-Archivo General de Navarra. Protocolos Notariales. Vera de Bidasoa.
-Archivo del Senado de Madrid. Expediente HIS-0231-01.
-Archivo Diocesano de Pamplona. Registros Sacramentales.
-Archivo Histórico - Eclesiástico de Vizcaya. Registros Sacramentales.
-Diario de Fortuné Viau (1808 - 1852) [inédito]