La pieza del mes de octubre de 2015
UNA OBRA DE FRANCISCO SÁNCHEZ MORENO EN LERÍN:
EL MONUMENTO DE SEMANA SANTA DE 1918
Alejandro Aranda Ruiz
Doctorando en Historia del Arte
No cabe duda que el monumento de Semana Santa es una de las expresiones más representativas del llamado arte efímero. Del latín monumentum, el monumento era una suerte de altar provisional adornado con magnificencia y esplendor donde se reservaba el Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo. Los fines de la reserva no era otros que el de posibilitar la comunión el Viernes Santo, en el que no había consagración, y el de exaltar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, cuya institución se conmemora el Jueves Santo. El arte y los artistas, especialmente desde el Barroco, contribuyeron al diseño y construcción de estos altares dando lugar a diversas tipologías: monumentos de perspectiva, construcciones turriformes, piramidales. El caso de Navarra no constituyó ninguna excepción a este respecto. Durante el siglo XVIII y hasta bien entrado el XIX los monumentos en perspectiva fueron especialmente populares en estas tierras. Estas construcciones contaban con una sucesión de arcos decrecientes que generaban en los ojos del espectador una sensación de profundidad. A esta tipología se adscribieron las trazas de José de Lesaca para el monumento de la parroquia de Lerín (1732) y los monumentos de la catedral de Pamplona (1743), Los Arcos (1763), Lodosa (1770), San Saturnino de Pamplona (1778), Miranda de Arga (1768) y Peralta (1781).
Contra todo lo que puede parecer, el ejemplo que aquí se trata no pertenece a los siglos del Barroco sino a una fecha tan tardía como 1918. Al igual que con otras obras de este mismo género, este monumento fue víctima del fuego a mediados del siglo XX. El deterioro, los cambios de moda y las consecuencias y malinterpretaciones de la reforma litúrgica del Vaticano II provocaron la desaparición de casi todos los antiguos monumentos. Una fotografía y una escueta referencia en el libro de la junta de fábrica de la parroquia han permitido su documentación. La fotografía ya había sido publicada en alguna ocasión, pero se desconocían la cronología exacta y el autor del monumento. El libro de fábrica revela que en 1918, siendo párroco don Pablo Ciriza, se entregaron 4.000 pesetas “a D. Francisco Sánchez por un monumento para semana santa”. Asimismo, 40 pesetas se destinaron a “D. Julián Sánchez por traerlo de Pamplona”, amén de otras 201,50 para un carpintero por los materiales para el armazón y su instalación en el presbiterio.
De este modo, el libro de fábrica indica que el monumento se hizo en la capital navarra por un pintor llamado Francisco Sánchez. Este artista no pudo ser otro que Francisco Sánchez Moreno afamado pintor de comienzos del siglo XX nacido en Lerín y afincado en Pamplona. Muy poco se conoce de la trayectoria profesional y personal de Francisco Sánchez. En lo que se refiere a su formación, es sabido que estudió con los escolapios de Alcañiz y que en 1891 comenzó sus estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona destacando rápidamente por sus buenas dotes. Allí recibió una formación clásica y académica donde el dibujo y la copia de modelos constituían la base fundamental del aprendizaje. Durante su fase de formación realizaría la colección de dibujos conservados en el Museo de Navarra y fechados entre 1891 y 1893 en los que el autor lerinés reprodujo motivos decorativos y paisajes con resonancias románticas. Según Martín Cruz, Sánchez Moreno dejó constancia en la escasa obra conservada del “buen dominio del dibujo, de la amplitud de arco que abarcan sus trabajos, desde el retrato, el paisaje o el bodegón a la pintura mural”. Los dibujos del Museo de Navarra y las características del monumento lerinés corroboran estas afirmaciones. Las descripciones de las pinturas que el artista realizó en 1915 para el cuartel de las fuerzas militares destinadas en Estella también aportan algo de luz sobre su estilo y características. Diario de Navarra afirmaba que Sánchez Moreno “si no estuviera ya bien acreditado por su gusto artístico, bastaría para ello el ver los magníficos tapices por él pintados representando escenas de la época de Flandes, así como los demás trabajos de pintura, todos ellos de irreprochable gusto y esmerada ejecución. Felicitamos, pues, al señor Sánchez, deseándole muchos trabajos, donde pueda lucir sus aficiones artísticas” (Diario de Navarra, 15/09/1915). Estos tapices pintados estaban situados en el salón de banderas del cuartel y en ellos se copiaban escenas que hacían alusión a los tercios de Flandes (Diario de Navarra, 13/09/1915). En definitiva, una pintura de gusto clásico y académico, bien ejecutada y muy apegada a los modelos de la tradición, modelos de los que el pintor bebió durante su formación.
Francisco Sánchez Moreno, c. 1910
En lo que a su vida personal y profesional se refiere, Francisco Sánchez estuvo casado con la tafallesa Margarita Cayuela Esparza con la que fue padre de tres hijos, uno de los cuales, Emilio Sánchez Cayuela “Gutxi”, siguió el oficio de su padre como pintor. Tras haber regentado con su socio Francisco Ibáñez una tienda de papeles pintados, pintura y decoración en la calle Zapatería, en 1915 Sánchez Moreno abrió en el número 12 de la calle Eslava su propia tienda bajo el nombre de “Casa F. Sánchez” deseándole la prensa local “muchas prosperidades en su nuevo establecimiento” (Diario de Navarra, 11/06/1915). Fue precisamente en ese local en donde tuvo su sede la “Navarra Artística”, tertulia que reunía a lo más granado de la sociedad, el arte, la cultura y la intelectualidad pamplonesa de aquellos años con personajes como el arquitecto Víctor Eusa, los artistas Inocencio García Asarta, Enrique Zubiri, Milán Mendía, Javier Ciga o Jesús Basiano. Asimismo, según recordaba su hijo Emilio Sánchez Cayuela, en esa tienda “había de todo, colores para pintores, lienzos, láminas, colecciones de postales artísticas, molduras, papeles pintados… siendo los proveedores extranjeros pues en esa época, salvo algo en Barcelona, poco había nacional”. Sin duda, muchas de estas láminas y postales sirvieron de modelo para los trabajos del artista lerinés.
Así pues, en lo que al monumento de Lerín atañe, este, al igual que sus predecesores barrocos, consistía en un gran telón pintado sostenido por un armazón de madera que año tras año se levantaba en el presbiterio de la parroquia. La máquina contaba con una abertura central desde la que se podía ver el altar mayor con el sagrario. Las telas y el armazón reproducían un gran templete de gusto borrominesco compuesto por un cuerpo central sostenido por cuatro columnas de capitel corintio sobre las que corría un potente entablamento. A ambos lados del cuerpo central se adosaban sendos templetes con cupulilla y columnas de corintias. El conjunto del monumento quedaba rematado por una cúpula de media naranja. La iconografía representada en la máquina estaba destinada a enfatizar y exaltar el misterio de la Eucaristía. Sobre el dintel de la puerta de acceso al sagrario se podía leer en latín Cum dilexisset suos in finem dilexit eos, es decir, como hubiese amado a los suyos los amó hasta el fin. Esta sentencia, tomada del fragmento del evangelio de San Juan que se leía en la misa del Jueves Santo, enfatizaba el carácter sacrificial de la Eucaristía. Sobre esta inscripción se situaba una reproducción de la conocida representación de la Última Cena que Leonardo da Vinci realizó entre 1495 y 1498 para el refectorio de Santa María delle Gracie de Milán. Asimismo, en el arranque de la cúpula se disponía un rompimiento de gloria con un ángel portando un cáliz en alusión al episodio vivido por Cristo en el Huerto de los Olivos tras la Última Cena. A ambos lados de la cúpula se identificaban las imágenes de Aaron como sumo sacerdote y Moisés con las tablas de la Ley. Los dos, prefiguras de la Eucaristía y exponentes del antiguo culto y la antigua ley superados por Cristo, sacerdote del nuevo culto y la nueva ley. Los motivos angélicos, tan vinculados al culto eucarístico, también encontraban su lugar en este monumento con representaciones de ángeles en el extremo de la galería de columnas de cada uno de los templetes laterales y en el remate de la cúpula.
Monumento de Semana Santa de Lerín, 1918
(Fotografía c. 1960)
Desde el punto de vista compositivo, la obra es un compendio de la tradición artística occidental con influencias que van desde el Renacimiento italiano (Última Cena) al Barroco romano (cúpula, órdenes arquitectónicos). Este monumento es una constatación de la formación académica y tradicional de su autor. Asimismo, su configuración remite directamente a los monumentos barrocos de perspectiva formados por telas de arquitecturas pintadas y confirma una vez más la supervivencia de formas y gustos propios del Antiguo Régimen en pleno siglo XX. El mantenimiento de la liturgia tridentina hasta los años 60 y el conservadurismo en las formas de religiosidad y gustos artísticos de la Navarra del momento explican un encargo semejante.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:
-ALEGRÍA GOÑI, C., “Pintores Contemporáneos I”, El Arte en Navarra 2. Renacimiento, Barroco y del Neoclasicismo al arte actual, Pamplona, Diario de Navarra, 1994, pp. 378-392.
-Archivo Parroquial de Lerín, Libro de cuentas de la Junta de Fábrica de la villa de Lerín, cuentas del año de 1918.
-ECHEVERRÍA GOÑI, P.L., “Los monumentos o «perspectivas» en la escenografía del siglo XVIII de las grandes villas de la Ribera estellesa”, Príncipe de Viana, nº 190, Pamplona, Príncipe de Viana, 1990, pp. 517-532.
-MARTÍN CRUZ, S., Emilio Sánchez Cayuela “Gutxi”, Pamplona, Caja Navarra, 2001.
-REDÍN ARMAÑANZAS, A.E. y MARTÍN CRUZ, S., Francisco Sánchez Moreno. Dibujos, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000.