La pieza del mes de octubre de 2019
DOS PIEZAS ARGÉNTEAS DE LA COFRADÍA DE SAN ELOY DE LOS PLATEROS EN LA IGLESIA DE SAN SATURNINO DE PAMPLONA
Eduardo Morales Solchaga
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Es preciso esperar a la desaparición de la Casa de Evreux en Navarra para asistir a una eclosión corporativa sin precedentes en la capital. En esa segunda mitad del siglo XV, la quiebra del poder Real alentó los particularismos gremiales, con una potente participación municipal. Las cofradías de oficio experimentaron una notable expansión, convirtiéndose en auténticas agrupaciones profesionales, con ciertos avances en la forma de organización del trabajo. El siglo XVI se mostró más propicio para la consolidación y fundación de nuevas corporaciones de oficio, una vez ejecutada de facto la incorporación a la Corona de Castilla, tras los intentos fallidos de reconquista por parte de la Casa de Foix. Aparte de fundaciones de nueva planta, también fueron reformadas algunas ordenanzas antiguas que atañían a otras hermandades.
En este contexto, se tiene constancia de la existencia de una cofradía de plateros pamploneses bajo la advocación de san Eloy desde finales de la Baja Edad Media, si bien su organización canónica se estableció en 1554. La mayor parte de los obradores se encontraban en la antigua vecindad de San Cernin y es por ello que establecieron su sede religiosa en la parroquia de San Saturnino de Pamplona, situada en el corazón del citado burgo. Allí contaron con un altar propio, que se encontraba adosado en el pilar del lado de la epístola de la capilla mayor, barroquizado por el retablista Juan Barón de Guerendiáin, donde celebraban tanto los funerales por los hermanos difuntos como las funciones religiosas ordinarias bajo la dirección del capellán de la hermandad: nacimiento y muerte del patrón (25 de junio y 1 de diciembre), Corpus Christi y Nuestra Señora del Camino.
Durante el siglo XIX la relación entre la parroquia y la hermandad de San Eloy fue languideciendo, en un proceso paralelo al de la disolución del gremio, acaecida en 1838. Tanto es así que en 1886, por iniciativa del vicario general don Felipe Tarancón, que quería devolver el templo a sus líneas primitivas, el retablo anteriormente descrito fue desmantelado. Desde entonces solo unos pocos vestigios rememoran una relación de más de tres siglos entre parroquia y confraternidad: la imagen romanista del santo que presidía el retablo, hoy en día ubicada en la sacristía, y dos piezas de orfebrería producidas en el seno de la hermandad, que a continuación se estudian y que desde los años 90 se exhiben en el museo de la obrería de San Saturnino.
La primera de ellas es el relicario de San Eloy, del que solo se conserva el viril (12.5 cm). Gracias a la documentación preservada en el archivo de la hermandad, se conocen las circunstancias de su creación. Es la pieza que realizó en el momento de su examen de maestría Luis de Haudris (Odri), artífice francés residente en la ciudad, que contrajo matrimonio con Francisca de Ciga, viuda del maestro platero José Montalvo. El 11 de junio de 1722 presentó la pieza a la hermandad, conforme a la traza que había realizado previamente (había desechado labrar una jarra o un cáliz), conservada hoy en libro de examinantes que se custodia en el Archivo Municipal de Pamplona. Con ello consiguió el título de maestro y la facultad de ejercer el oficio en todo el reino, entrando a formar parte de la hermandad tras el pago de 24 reales en razón del entrático, 176 en concepto de limosna, y otros 256 en sustitución de la colación que se acostumbraba a dar a los cofrades.
Traza de relicario. Luis de Odri (1722). AMP.
La traza, primera certificada por Esteban de Gayarre como secretario de la hermandad, muestra un relicario que sigue la extendida morfología de sol ovalado. Cuenta con base lobulada, astil con gollete cilíndrico, nudo de pera dividido en dos, una moldura cóncava, una media esfera, y un cuerpo troncocónico que la une al viril. El astil alterna franjas lisas con espacios decorados, cuya ornamentación se compone de hojas lanceoladas y estrías sobre picado de lustre. El sol presenta viril ovalado, rodeado por una gloria compuesta de ráfagas rectas que alternan con parejas de ces aveneradas, que incluyen cabezas de ángeles, y remata con una cruz.
Si se observan tanto la traza como la pieza conservada, se aprecian notables diferencias en su ejecución, algo más sencilla. Solo se conserva el viril, aunque puede ser que su pie esté aprovechado en el relicario de Santa Bárbara, custodiado en la misma colección. Con todo, a la hora de reducir la pieza, Odri suprimió las cabezas de ángeles a las que anteriormente se ha hecho referencia. En el anverso, protegido por un cristal biselado, se encuentra pintada sobre hoja de lata la efigie de san Eloy, sin ningún atributo que identifique su labor como orfebre, revestido de pontifical; en el reverso, bajo otra protección similar, se encuentra el vestigio óseo del santo, acompañado de la siguiente inscripción: S[ancti] Eligii Epi[scopi] C[onfessoris]. En cuanto al marcaje, el sol no posee punzón alguno, por lo que es más que probable que esta se encontrase en el pie. Si tomamos como referencia el del relicario de Santa Bárbara, cuenta solamente con marca de localidad, lo que concuerda claramente con la hipótesis de que era el original del relicario que aquí se comenta, ya que al tratarse de una pieza de examen es poco probable que se estampase marca de autor, pues esta se adquiría una vez superada la prueba.
Relicario de San Eloy. Anverso. Parroquia de San Saturnino (1722).
El hecho de que se conserve una pieza de examen, que después solía venderse a peso o reducirse, resulta excepcional y viene determinado con un acontecimiento paralelo a su ejecución: la llegada a Pamplona de una reliquia de San Eloy de manos del secretario del Tribunal Eclesiástico del Obispado de Pamplona, Juan Fermín de Villanueva, tras su estancia en Roma en 1721. Ese mismo año se le abonaron 82 reales por dicho cometido, al igual que se enviaron 24 reales y 24 maravedíes al comisionado Francisco de Párraga, para certificar las indulgencias concedidas por Clemente XI el 30 de julio, tres plenarias y otras muchas parciales, en el Tribunal de la Santa Cruzada.
La hermandad decidió celebrar un hecho tan destacado el día de san Eloy de 1722, dos semanas después de la presentación de la pieza, aprovechándose del trabajo de Luis de Odri y abonándole 396 reales por las 44 onzas de plata que había empleado en el relicario, que fue modificado levemente, invirtiéndose 2 reales en rebiselar los vidrios del viril. También se emplearon 44 reales y medio en un cajoncillo con su “ferro y clavazón”, para contener la reliquia del santo patrón.
Los gastos en cera se triplicaron, superando los 265 reales, ya que se iluminó durante todo el día el altar mayor, aderezado por el carpintero de la parroquial. La celebración, acompañada en todo momento del cabildo de San Saturnino, consistió en misa mayor, tedeum y encierro (del Santísimo). El citado Juan Fermín de Villanueva sufragó con su pecunia parte de los 9 ducados entregados al colector Simón de Eugui en concepto de la música de las celebraciones. Por su parte, el sermón corrió a cargo del padre lector Yoldi, que recibió 64 reales en dos plazos.
En adelante, la reliquia, custodiada por las autoridades gremiales, presidió las celebraciones anuales del santo, ofreciéndose a adorar a los cofrades por parte del capellán de la hermandad. En ocasiones especiales, era portada al domicilio de algún hermano enfermo, que mediante la intercesión del santo esperaba su curación, como en el caso del platero pamplonés Antonio de Navaz en 1779. Todavía en 1815, tras la Guerra de la Independencia, permanecía en manos de la hermandad, junto con el ajuar destinado a engalanar al santo patrón, configurado por mitra, báculo y pectoral. Con la disolución del gremio, pasó a engrosar los fondos del tesoro de San Saturnino.
Relicario de San Eloy. Reverso. Parroquia de San Saturnino (1722).
Por lo que respecta a la trayectoria del examinante, Luis de Odri murió cinco años después de ser examinado, en 1727. Al margen del relicario de San Eloy, solo se ha preservado un copón de su autoría en tierras guipuzcoanas, en la iglesia de Arama.
La otra pieza conservada en dicho fondo en la que es preciso detenerse es un cáliz de plata sobredorada con una inscripción que recorre su base y acredita su procedencia: DADIVA DE LA HERMANDAD DE PLATEROS DE PAMPNA A N.RA S.A DEL CAMINO. AGOSTO 24 de 1776. Posee base circular de perfil troncocónico, astil con nudo periforme y copa acampanada que diferencia subcopa. La decoración, a base de rocalla y follaje, envuelve la pieza, mientras que en la base se disponen temas cristológicos figurados (Cordero, pelícano y sepulcro), que alternan con parejas de cabezas de angelotes.
Cáliz de San Saturnino (1776).
Lamentablemente, salvo la inscripción, nada se conoce sobre él, ya que existe un vacío documental en el último libro de cuentas de la hermandad de San Eloy que afecta a los 100 folios que recogen los balances de entre 1771 y 1788. Tampoco posee marca alguna, ni de autoría, ni de localidad, quizás por tratarse de una donación excepcional, en cuerpo de comunidad.
De todos modos, observando lo acontecido a otras cofradías de la capital, se conoce que la obrería de la parroquia de San Saturnino las convocó para la inauguración de la capilla de la Virgen del Camino el 25 de agosto de 1776. Según describe la crónica, cuando fue colocada la imagen en la nueva capilla, la hermandad de San Eloy asistió detrás del abanderado, junto a los demás gremios de la ciudad. Al día siguiente también participaron en la procesión, con orden “de no parar en ningún lugar sino solo entrar en la iglesia de San Cernin por la puerta principal, rendir la bandera a Nuestra Señora, y salir por la puerta pequeña de debajo del coro”.
Cáliz de San Saturnino (1776). Decoración de la base.
El hecho de que la cofradía de San Eloy contribuyera al ajuar de la capilla con el cáliz no resulta insólito, ya que otras asociaciones similares también aportaron interesantes donativos: la de comerciantes de Santa Bárbara regaló un juego de sacras y vinajeras de plata, el gremio de pelaires hizo lo propio con una casulla blanca, y la hermandad de sastres obsequió un palio a la obrería.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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