La pieza del mes de enero de 2021
LA VISIÓN DEL MUNDO EN LA EDAD MEDIA. EL MAPPAMUNDI DEL BEATO NAVARRO
Carmen Jusué Simonena
UNED Pamplona
Menciona la profesora Sandra Sáenz-López, gran conocedora de la cartografía en la Edad Media, que al enfrentarnos a un mapa medieval debemos borrar la idea preconcebida de mapa, o al menos ser receptivo ante nuevas imágenes cartográficas que puedan ser antagónicas a nuestras definiciones modernas. Solo así podremos reconocer un mapa medieval y entender qué representa y cuál fue su utilidad. La primera acepción medieval de mapa es la de imagen. Según la definición que encontramos en el mappamundi de Ebstorf (hacia 1300), es “mappa dicitur forma. Inde mappamundi id est forma mundi” (mapa significa forma. Por lo tanto, un mappamundi es una forma del mundo).
La enorme riqueza visual y el sentido estético con el que se realizan las numerosas imágenes incorporadas en los mapas medievales, sigue diciendo Sáenz-López, justifican esta cartografía como una manifestación artística. Los mapas de la Edad Media no solo reproducen el mundo en cuanto a su acepción física, es decir, la Tierra, dado que los numerosos textos e ilustraciones que incorporan lo muestran desde una definición más amplia, que podíamos denominar ‘enciclopédica’, dado que integra también cuestiones científicas, históricas o religiosas.
En épocas anteriores al siglo XII, la geografía era ante todo simbólica; para los romanos, Galicia era el fin del mundo conocido y pensadores como Hugo de San Víctor afirmaban que el tiempo había comenzado en el Este –donde se situaba el Paraíso– y que el discurrir de la humanidad se desplazaba hacia el Oeste, donde se producirían los acontecimientos del final de los tiempos.
En las miniaturas que ilustraban las obras de Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable y, sobre todo, Beato de Liébana, el mappamundi ofrecía dos espacios claramente separados, tal y como menciona el profesor García de Cortázar: el de la tierra, circular y ordenado, y el de los mares, informe y caótico. Los mares eran para las gentes del momento espacios llenos de amenazas, en especial el océano Atlántico, un escenario de oscuridad y miedo, de islas que aparecían y desaparecían, de enormes y extraños animales, incluso, según la tradición irlandesa, el lugar del purgatorio.
Aparte de ese mar tenebroso, los espacios terrestres representados en los mapas de aquellos siglos mostraban una jerarquía simbólica. En el centro del mapamundi aparecían Roma o Jerusalén, signo de la importancia de esas dos ciudades, y a su alrededor Europa, separada de las tierras de Asia por el río Tanis y de las de África, por el Mediterráneo. Fuera de ese centro quedaban países imaginarios, como los de Gog y Magog. Seis siglos antes de Cristo, los había mencionado Ezequiel en sus profecías, y los europeos medievales suponían que estaban habitados por gentes bárbaras, feroces y criaturas monstruosas. Así eran los que se han llamado mapas en “T”, porque dos líneas que semejan esa letra mayúscula separaban las tres partes entonces conocidas del mundo: Europa, Asia y África. Juntamente con las citadas Jerusalén y Roma, es muy frecuente ver la señalización de Santiago de Compostela, como lugar que debió de resultar familiar a los autores de diversos mapas medievales.
Cuatro eran los ríos que emanaban de la fuente del Paraíso según la Biblia –Tigris, Éufrates, Fisón y Geón– y aunque no todos los mapas respetan el mismo número o identificación, estos son los más reiterados. Dichos ríos, según la concepción geográfica medieval, traspasaban la frontera del Paraíso y regaban el mundo. Mientras que no hubo dudas en la identificación del Tigris y del Éufrates, el reconocimiento de los ríos Fisón y Geón generó varias sugerencias, de tal manera que el Fisón se relacionó sobre todo con el Ganges, aunque también se sugirieron el Danubio y el Indo; y el Geón, mayoritariamente con el Nilo.
En cuanto a las criaturas monstruosas que figuran en los mapamundi, destacaban los esciápodos, también conocidos como monóscelos, criaturas mitológicas con una sola pierna y un solo pie sobredimensionados. Su nombre significa ‘sombrapié’ y es debido a su costumbre de elevar la pierna cual sombrilla y darse sombra. Escílax de Carianda habla de ellos en el siglo VI a. C., ubicándolos en la India, lugar en que también los sitúa, en el siglo I d. C., Plinio el Viejo en su Naturalis historia. Siglos después, con el advenimiento del cristianismo, la leyenda perdura de tal manera que san Agustín, en el siglo IV, ofrece una somera descripción de ellos: “Asimismo afirman que hay una nación en que no tienen más que una pierna y que no doblan la rodilla y son de admirable velocidad, a los cuales llaman sciopodas”.
Mapamundi del Salterio de la abadía de Westminster de 1265. Pequeño mapa de alrededor de 9,5 cm de alto, conservado actualmente en la British Library.
Los mapamundi hacen asimismo referencia a los países imaginarios de Gog y Magog, de tal manera que Magog es el nombre de una nación, tierra o reino situado en los extremos el mundo conocido, que aparece mencionado en conjunción con Gog, nombre de su gobernante, como “Gog y Magog”. Dicho país es citado originalmente en el Libro de Ezequiel; se trata de una tierra o región vinculada a naciones ubicadas al norte de Israel, lugar de origen de una invasión devastadora. En el Nuevo Testamento aparece en el Apocalipsis, de tal manera que Magog, junto a Gog, son naciones que se encuentran en los cuatro extremos de la tierra. A partir de estos textos, Magog, con su soberano Gog, se asocian a eventos catastróficos relacionados con el final del mundo, en los cuales representan a los enemigos arquetípicos del pueblo elegido.
Desde mediados del siglo XII, los europeos fueron mejorando su capacidad de distinguir entre realidad física y representación simbólica. A la vez, la ampliación del espacio recorrido por los viajeros permitió ajustar la cartografía a la geografía real. Ello se tradujo en el siglo XIII en obras como el mapamundi de Ebstorf, el mayor de los confeccionados en la Edad Media. El concepto de atlas visual –representación de historia, técnica, arte y otros aspectos en un trasfondo geográfico– es reciente, pero sin ser nombrados de esa manera, hace ya siglos que se elaboraron mapamundis que contenían mucha más información que la meramente geográfica y la exponían gráficamente. Dos buenos ejemplos son los llamados mapamundis Hereford y Ebstorf, que además son los mapas medievales más grandes del mundo.
Mapamundi de Hereford de 1285. Mide 132 x 162 cm, dibujado en una sola hoja de pergamino con tinta negra y algunos toques de rojo, verde, oro y azul. En él están representadas 420 ciudades, 15 eventos bíblicos, 33 animales y plantas, 32 personas, y cinco escenas de la mitología clásica.
Detalle del Mapamundi de Hereford. La península Ibérica, las Baleares y las Canarias están dibujadas en el borde de la parte inferior. Entre otros detalles destaca el templo de Santiago de Compostela. Archivo de Wikimedia Commons.
Los mapas de los Beatos
A finales del siglo VIII, Beato de Liébana compuso el Comentario al Apocalipsis en el monasterio de San Martín de Turieno. Aunque no nos ha llegado en su estado original, esta obra es conocida gracias a las numerosas copias hechas en los siglos posteriores y que la han encumbrado como una creación magna del arte medieval. Los Beatos –como se conocen todos ellos– son especialmente interesantes por sus expresivas ilustraciones; entre ellas destaca el mappamundi que muestra la evangelización de los apóstoles alrededor del mundo. Esta imagen, presente ya en el primer manuscrito, experimentó una interesante evolución a medida que el Comentario al Apocalipsis se fue copiando y editando entre los siglos X y XIII. La función principal del mapa no es la de representar cartográficamente el mundo, sino la de servir de ilustración a la diáspora de los apóstoles. Se conservan hoy catorce mappamundi, a los que se pueden sumar otras obras cartográficas derivadas o emparentadas con ellos.
Destacaremos algún ejemplar, como el mappamundi del manuscrito conservado en la catedral de Burgo de Osma, que no es solamente uno de los mapas más conocidos de la serie cartográfica de los Beatos, sino una de las ilustraciones artísticas de mayor interés para conocer la geografía religiosa altomedieval. Fue realizado posiblemente en Sahagún en 1086, y en él pueden observarse con bastante facilidad Jerusalén, la India, el paraíso terrenal, los Pirineos, Santiago de Compostela, la torre de Hércules, el Mediterráneo y la tierra desconocida bajo el mar Rojo, representada por seres de extraña apariencia.
En todos estos mapas el mundo presenta forma circular; el Paraíso Terrenal, localizado en Asia, en la parte superior del mapa, ilustrado con los cuatro ríos (Tigris, Éufrates, Geón y Fisón); Europa y África en la parte inferior, separadas por el mar Mediterráneo; y, por último, las cabezas de los doce apóstoles esparcidas por todo el mundo, aunque no siempre figuran en el lugar asignado en el texto, sino más bien donde fueron martirizados o donde se veneran sus restos. Por ejemplo, Santiago el Mayor aparece en Galicia (Gallecia) y no en España (Spania).
Mapamundi del Beato de Liébana del Burgo de Osma, 1086 (copia de 1203). Orientado con el Este en la parte superior, contiene imágenes de los doce apóstoles.
Mapa del Beato de Burgo de Osma de 1086. Detalle Hispania y Santiago
dentro de su templo.
El propósito de los mapas de los Beatos está aludido en el texto del propio Comentario al Apocalipsis: ilustrar la Missio apostolorum, es decir, la evangelización de los apóstoles a todas las naciones, siguiendo el mandato de Cristo. Así, por ejemplo, según Mateo (16, 15), tras su Resurrección Cristo se apareció a los apóstoles y les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. En el Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, en el texto que precede al mapa, asigna a cada uno de los apóstoles un lugar a evangelizar. El mapa representa, por lo tanto, la evangelización apostólica, y con esta finalidad se incluye en el Comentario al Apocalipsis.
El Beato de Navarra
Entre las diversas copias del Beato, destacaremos el denominado Beato de Navarra, también llamado Beato Gascón, un códice que, tanto por su escritura como por sus imágenes, ha sido considerado de origen español. Sabemos, gracias a las noticias que sobre él da el P. José Moret, que en el siglo XVII existía en la Biblioteca de la catedral de Pamplona un Beato, que desapareció en fecha desconocida. Casualmente en 1897, un manuscrito de las mismas características fue vendido a la Biblioteca Nacional de Francia. En un estudio posterior se descubrió que este Beato llevaba adosado en el interior de una de sus tapas un privilegio de Carlos III el Noble del 4 de mayo de 1389, lo que despeja la duda sobre su coincidencia con el Beato que existía en Pamplona. No tenemos noticias sobre cómo había llegado a la catedral de Pamplona.
Se desconoce su procedencia, dado que algunos expertos suponen su origen en algún monasterio de Navarra o el Pirineo Francés, mientras otros lo asocian al entorno de Silos, aunque por el tratamiento especial que se da en su mapamundi a la ciudad de Astorga, que es la única que se señala como inscrita en una rueda dentada, también se podría pensar que fue encargado, posiblemente, a un scriptorium leonés o castellano para una iglesia de esa diócesis.
En esa línea es muy interesante la opinión de las profesoras Elisa Ruiz García y Soledad de Silva y Verástegui, en su Libro de Estudio que acompaña al facsímil del Beato de Navarra editado por Millennium Liber, sobre la posibilidad de que haya sido creado en algún monasterio cisterciense, dado que parece que el Comentario al Apocalipsis fue un libro que interesó especialmente a esta orden, pues de los últimos ocho o diez Beatos tardíos, fechados a finales del siglo XII y comienzos del XIII, cinco de ellos están relacionados con monasterios cistercienses.
Por lo tanto, es una copia del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, fechada en el siglo XII, en el que tanto el texto como sus magníficas ilustraciones lo convierten en el último Beato que corresponde a la versión pictórica más antigua del códice original y también el último de la segunda versión textual, la considerada del año 784. Su tipo de letra, carolina de transición al gótico, de gran calidad, y sus múltiples miniaturas, cuyo estilo corresponde al románico pleno, confieren a este manuscrito gran interés.
La representación en una página doble (fol. 24v-25) del mapa del mundo o mappamundi es una de las ilustraciones expresamente importantes en el texto. Después de haber comentado los nombres de los apóstoles y las tierras que corresponde a cada uno evangelizar, el autor invoca la eficacia didáctica de la imagen. Este mapa, al igual que sus precedentes, refleja la antigua concepción isidoriana del mundo, en forma circular, rodeado por el océano; la tierra está dividida allí por mares y ríos en tres partes, a saber, los tres continentes entonces conocidos: Asia, Europa y África, según un diagrama que inscribe en el texto del orbe una T, la inicial de Terrarum.
Mapamundi del Beato de Navarra del siglo XII.
Mapamundi del Beato de Navarra del siglo XII, detalle de la zona de Europa.
Comparado con otros mapas, este mappamundi se caracteriza por su extravagante cosmografía, como ya ha observado el profesor Moralejo, quien ve en su testimonio una simple curiosidad. Sin embargo, el mapa del Beato navarro presenta una estrecha relación con el Beato de Osma, que lo antecede en un siglo, haciéndose eco de varias novedades introducidas por él. Una de las más originales es la representación del esciápodo, habitante de la tórrida tierra desconocida, situada en el hemisferio sur, que se ensombrece con su singular y gigantesco pie, pero que en el Beato navarro se situó fuera del lugar habitual.
En él, asimismo, están presentes otros motivos incluidos en los anteriores, como la representación de la imagen del sol, de edificios para figurar ciudades, la presencia del faro de Alejandría o la diseminación de las islas por todo el orbe oceánico; un rasgo añadido, que tiene su origen en tradiciones cosmográficas distintas a las del Comentario al Apocalipsis que, según el profesor Moralejo, es la personificación de los vientos que el Beato Navarro comparte con el mapa mural de San Pedro de Rocas (Esgos, Ourense), del siglo XII. Además, cuenta con otro elemento que llama la atención a diversos investigadores como es la importancia otorgada a Asturica entre los raros topónimos reconocibles, es decir, Astorga, representada con una gran rueda dentada, lo que pudiera ser una indicación del verdadero origen del manuscrito, dada su incierta procedencia.
En definitiva, tal y como apunta S. Moralejo, se trata de un mappamundi semejante, en ciertos aspectos, al que contienen otros Beatos, pero caracterizado por su disparatada cosmografía que reduce su testimonio a mera curiosidad. Sigue diferentes modelos anteriores pero sus copistas, que no debían de entender nada de geografía, reprodujeron sin criterio nombres y emplazamientos de manera caprichosa, por lo que se puede decir que, en cuanto a la ubicación de territorios y ciudades, nada está en su sitio.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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DE SILVA Y VERÁSTEGUI, S., “Los Beatos en La Rioja”, Príncipe de Viana, año 55, n.º 202, 1994, pp. 249-272.
GARCÍA DE CORTÁZAR, J. A., Los viajeros medievales, Historia hoy, Madrid, Santillana, 1996.
MORALEJO, S., “El mapa de la diáspora apostólica en San Pedro de Rocas: notas para su interpretación y filiación en la tradición cartográfica de los Beatos”, Compostellanum: revista de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, 31, n.º 3-4, 1986, pp. 315-340.
RUBIO TOVAR, J., “Viajes, mapas y literatura en la España medieval”, Viajes y viajeros en la España medieval, coord. José Luis Hernando, Pedro Luis Huerta; Miguel Ángel García Guinea (dir. congr.), 1989, pp. 9-36.
SAÉNZ-LÓPEZ PÉREZ, S., “La representación de Gog y Magog y la imagen del Anticristo en las cartas náuticas bajomedievales”, Archivo español de arte, t. 78, n.º 311, 2005, pp. 263-27.
SAÉNZ-LÓPEZ PÉREZ, S., El mundo en la Edad Media a través de sus mapas: ciencia, historia, religión, El románico y sus mundos originarios, Aguilar de Campoo, 2014.