La pieza del mes de noviembre de 2021
“RECUERDO DE LAS FIESTAS DEL ÁRBOL Y DEL PÁJARO” (PAMPLONA, 1925)
Javier Itúrbide Díaz
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Las fiestas del árbol y del pájaro
La Fiesta del Árbol se celebró por primera vez en Madrid en 1896 y tres años más tarde en Barcelona. A partir de esas fechas se extendió por los municipios españoles. Adquirió rango oficial a raíz del real decreto publicado en 1904 que instituía esta conmemoración, y se hizo obligatoria al cabo de once años, con la publicación del Real Decreto de 5 de enero de 1915 que disponía su celebración en todos los municipios. Para garantizar su cumplimiento, deberían incluir en los presupuestos anuales una partida destinada a esta festividad, con la advertencia de que “los gobernadores no aprobarán ningún presupuesto municipal sin que en él figure partida, por pequeña que sea, destinada al fin indicado”.
En cuanto a la Fiesta del Pájaro, comenzó a tener cierta relevancia a partir del año 1902, cuando España suscribió, junto con once países europeos, el Convenio Internacional para la Protección de las Aves Útiles a la Agricultura.
En aplicación de todo ello, el Ayuntamiento de Pamplona unió en 1925 las dos celebraciones en una jornada dedicada a las “Fiestas del Árbol y del Pájaro”.
La fiesta y la bolsa de la merienda
Por este motivo, el ayuntamiento había programado para el viernes 20 de marzo de 1925 la fiesta del árbol y del pájaro en la que se plantarían árboles y se colocarían nidos en la Taconera, Vuelta del Castillo y Ciudadela. Los protagonistas serían los niños de las “escuelas y de los colegios privados” de la ciudad, a los que acompañarían sus profesores. Las bandas de música de “La Pamplonesa” y del Regimiento de “América” darían un aire festivo a las actividades; por su parte, las autoridades de la provincia y de la ciudad realzarían la festividad con su presencia.
Pero el día salió con lluvia, viento y frío, lo que obligó a modificar el programa: por la mañana se plantaron apresuradamente algunos árboles y los participantes quedaron convocados a las tres de la tarde en el moderno edificio de las escuelas municipales de la plaza de San Francisco, en vez de en la Taconera donde se había previsto inicialmente. Aquí los niños esperaban la llegada de las autoridades, que pocos minutos antes habían salido de la casa consistorial en comitiva para recorrer solemnemente las calles Mayor y Eslava. Participaban el teniente de alcalde, en representación de la primera autoridad municipal, los gobernadores civil y militar, los diputados forales, así como representantes de la judicatura, Cámara de Comercio e Industria, cabildo catedralicio y obispado.
Presidió el acto el gobernador civil, Modesto Jiménez de Bentrosa. Tomó en primer lugar la palabra el inspector de Enseñanza Primaria, Eladio García, que animó a los niños a respetar los árboles y los pájaros; le siguió el teniente de alcalde, quien subrayó la presencia de las autoridades, a las que agradeció su apoyo a la empresa de inculcar el espíritu cívico en los ciudadanos del mañana.
A continuación, los asistentes, apoyados por “La Pamplonesa”, entonaron el himno del Día del Árbol. Seguidamente los niños, de uno en uno, se acercaron a la presidencia para recoger “un saquete con una espléndida merienda”, como al día siguiente la calificó El Pueblo Navarro; consistía en un bocadillo de chorizo, una tableta de chocolate –donación de la fábrica pamplonesa Subiza–, una naranja y caramelos. Además, en la bolsa había “dos libritos que contienen ideas bellas encaminadas a inculcar en vuestras inteligencias el respeto al árbol y a los pájaros”, según el inspector de Enseñanza Primaria había adelantado a los escolares.
Al día siguiente los periódicos locales daban cuenta del acto y el Diario de Navarra y La Voz de Navarra publicaban la foto de los niños con sus bolsas. El Pensamiento Navarro estaba mudo desde el 1 de febrero, cuando había sido suspendido por la censura militar –recordemos que transcurría el segundo año de la dictadura de Primo de Rivera–.
Fotografía de la jornada publicada en Diario de Navarra.
Los “libritos” del ayuntamiento
Los folletos que los niños encontraron en la bolsa de la merienda se titulaban “El árbol y los pájaros” y “Juanito y Perico”. Estaban impresos en papel satinado de cierta calidad, de color sepia suave, y a dos tintas: en azul iba el texto y en sepia, las ilustraciones, los titulillos y los pies de página. La portada la ocupaban un guerrero medieval y lo que podía considerarse el título: “Pamplona. Por el árbol y el pájaro”; mientras que en la contraportada figuraban la imprenta, “Talleres Tipográficos La Acción Social”; el editor, el Ayuntamiento de Pamplona con el escudo de la ciudad; y el texto, “Recuerdo de las Fiestas del Árbol y del Pájaro. Año 1925”.
Portada y contraportada de los “libritos” editados por el ayuntamiento en 1925.
El tamaño era pequeño –12 centímetros–, a la manera de los cuentos de la Editorial Calleja que por aquellas fechas triunfaban en el mercado de la literatura infantil. Se da la circunstancia de que en aquellos años su director era Salvador Bartolozzi, padre de Francis Bartolozzi (1908-2004), que casó con Pedro Lozano Sotés (1907-1985), ambos renombrados pintores afincados en Pamplona desde los años cuarenta del siglo XX.
El cuento de “Juanito y Perico” tenía 19 páginas impresas con ilustraciones que se habían realizado para completar el relato. La publicación se enriquecía con una cubierta de papel coloreado, que imitaba un tejido floreado, en la que se había pegado una etiqueta dentada con el título del cuento y el nombre del autor.
Por su parte, el de “El árbol y los pájaros”, de solo diez páginas, presentaba las mismas características técnicas y reproducía la portada y contraportada del librito de “Juanito y Perico”; sin embargo, el texto carecía de ilustraciones, aunque incluía los escudos de España, Navarra y Pamplona a medida que aparecían mencionadas. En ambos casos la encuadernación era con una grapa.
“Juanito y Perico”
Juanito y Perico son huérfanos; primero de padre, que había sido leñador, y después de madre, que murió despedazada por un lobo un mal día de invierno en el que recogía leña para calentar la casa.
Tras la tragedia, Juanito es acogido como “servidor” por una familia del pueblo. Observa que los pájaros devoran insectos y que de esta manera protegen las cosechas y, por este motivo, se afana en plantar árboles para darles cobijo. Pronto sus convecinos le imitan, animados por su ejemplo. Como consecuencia, se produce en el pueblo “una riqueza incalculable, pues la madera es cosa que siempre vale mucho dinero”.
Un día Juanito recoge un pajarito cuyo nido había sido destruido y que, a pesar de sus cuidados, muere en sus manos. Lo entierra cerca de la sepultura de su madre y al momento crece “un magnífico y frondoso roble” cuyas ramas se llenan de nidos. No acaba aquí el prodigio, pues del tronco sale “una bellísima joven ataviada con un vestido blanco de brillantes y perlas” que desde hace “varios centenares de años” permanece en ese estado hechizada por una bruja enemiga de su padre. Es la princesa Alondrina –evidentemente, su nombre hace referencia a la alondra–, hija única del rey Robus –aquí la referencia es al roble– y, por tanto, heredera de la corona. La princesa lleva al joven al castillo de su padre, situado a “millones de kilómetros”, se casa con él y viven felices “entre pájaros y flores”.
En cambio, el destino de Perico es trágico: influido por una mala compañía se convierte en un “chico travieso”, que falta a la escuela y se dedica a “romper plantas de árboles”, coger nidos, apedrear perros, amén de no rezar “por el alma de su madre devorada por un lobo”. Juanito pierde su rastro hasta que un día un petirrojo le cuenta que su hermano y su depravado amigo, que seguían tronchando árboles y destruyendo nidos, han acabado devorados por los lobos.
Para el autor, y posiblemente para los niños, las reiteradas referencias a la ferocidad de los lobos no se inspirarían en los cuentos tradicionales, sino en un acontecimiento cercano: hacía poco más de un año –el 10 de diciembre de 1923– había sido noticia la muerte en Urbasa del lobo “Aldabidia”, que durante catorce años había sembrado el pánico en esta sierra y en la de Andía. Más concretamente, en los días previos a su caza por tres vecinos de Artaza, había acabado con un potro y diez ovejas. León Aramburu, el pastor que dio fin a su vida, se paseó por los pueblos de las Améscoas con su enorme presa –pesaba 50 kilos– y posando ante el fotógrafo.
El autor del cuento
Firmaba el relato Arako, un seudónimo que traducido del vascuence vendría a significar “El de marras”, que correspondía a Cándido Testaut Macaya (1885-1956). Era redactor del Diario de Navarra, en el que desde 1909 publicaba los domingos una popular sección titulada “Dialogando”. En sus escritos abordaba temas de actualidad con el lenguaje –real y supuesto– que por aquellos años empleaban los aldeanos de la cuenca de Pamplona, que entremezclaban palabras y construcciones vascas y castellanas hasta el punto de que en ocasiones resultaban ininteligibles.
Se considera que su prosa tiene el valor de recoger la transición lingüística del euskera al castellano que el habla popular experimentó en la comarca de Pamplona particularmente en la primera mitad del siglo XX. Tenía ocasión de conocer ese lenguaje oral en gran parte por su presencia frecuente en los pueblos de la zona, donde practicaba su enorme afición a la caza y la pesca. Se publicaron dos antologías de sus artículos tituladas Dialogando, una fechada en 1947 y la otra ampliada en 2003.
Conviene apuntar que en el cuento de “Juanito y Perico” el vocabulario y la sintaxis se ciñen al castellano.
El prólogo y su autor
El cuento de Arako estaba precedido de un prólogo, “El árbol y sus beneficios”, que ocupaba la página dos y firmaba el escritor y notario Julio Senador Gómez. Nacido en 1872 en un pueblo de Valladolid en el seno de una familia de labradores, hubiera querido ser ingeniero de montes, pero estudió Derecho y aprobó las oposiciones de notaría. Tras desempeñar su cargo en varias poblaciones castellanas, se había instalado en Pamplona, donde falleció en 1962.
Integrado en la corriente regeneracionista, a la manera de Joaquín Costa, era un renombrado autor de diversos libros y artículos en prensa. Como Costa, daba prioridad a la educación de los niños en un país donde el analfabetismo todavía era abrumador.
Gómez se extendió en enumerar en el prólogo los “beneficios” del árbol, que da sombra en verano, leña en invierno, abrigo al pájaro que limpia los sembrados, abono con sus hojas para el campo, protección del viento y del rayo, atrae la lluvia y aleja el pedrisco. Además, le otorga un significado simbólico: “Mis raíces son el apoyo de la libertad. Mis ramas, el dosel de la justicia”. Terminaba con la petición que el árbol formula al niño: “Pórtate ahora como ciudadano de un país civilizado y no me hieras ni persigas a las aves que en mí buscan refugio”.
Las ilustraciones y su autor
El cuento de “Juanito y Perico” se ameniza con ilustraciones preparadas para esta edición. Aparecen en nueve de las diecinueve páginas impresas. Tres van a toda página y las restantes se insertan en el texto, aunque a considerable tamaño.
La portada, como se ha adelantado, está ocupada por un guerrero que sostiene una lanza con banderola en la que aparece el título, y una adarga ilustrada con un árbol y un pájaro (p. 1). La siguiente ilustración reproduce el pueblo de los niños mediante la visión idílica de un caserío y la torre de una iglesia que asoma detrás (p. 4). A continuación se muestra el retrato de Perico, despeinado y con un cigarrillo en la boca (p. 7). Después aparece Juanito, guapo y bien peinado (p. 11).
La página 14 se dedica completa a la figura de la princesa Alondrina, representada de medio cuerpo, con un peinado sofisticado adornado con dos broches; el fondo lo ocupan círculos con adornos geométricos y vegetales que podrían relacionarse con el modernismo, en auge por aquellos años. En otra página, el rey Robus luce un casco con enorme penacho, al igual que el guerrero de la portada, y un vestido adornado con círculos semejantes a los que figuran en el retrato de Alondrina (p. 15). La tercera ilustración a toda página muestra el castillo del rey Robus, protegido por un puente levadizo y una puerta amurallada ante la que hace guardia un lancero (p. 16). Seguidamente se reproduce una moneda con las efigies de Juanito, en primer término, y Alondrina; ambos lucen coronas reales “por la gracia de Dios” (p. 18). La contraportada, como ya se ha dicho, repite el lema de la portada: “Por el árbol y el pájaro” y está parcialmente ocupada por un gran árbol y por un pájaro con un gusano en el pico (p. 19).
Las ilustraciones están realizadas con oficio, a una tinta, con sombreado a base de líneas paralelas, como era frecuente en los dibujantes de la época. Se han preparado como complemento del texto y con la expresividad necesaria para captar el interés de los lectores infantiles. Al pie siempre aparece el nombre de su autor “José J. Montoro Sagasti” y el año de su ejecución en números romanos: “MCMXXV.
José Joaquín Montoro Sagasti había nacido en Pamplona en 1898, estudió en los jesuitas de Tudela, se licenció en Derecho en la Universidad de Madrid y cursó Filosofía y Letras en Salamanca, aunque no terminó la carrera. Con 22 años abrió despacho de abogado en Pamplona y Tudela, y poco después dirigió la Comisión Permanente de los pueblos particionistas de las Bardenas Reales de Navarra.
Fue un hombre polifacético que, al margen de su profesión, colaboró durante más de treinta años, con los seudónimos Kaskote y Perroganan, en las publicaciones periódicas de Tudela; ilustró obras de diversos géneros –arqueología, historia, literatura–; editó sus dictámenes jurídicos con esmero tipográfico; diseñó buena parte de los escudos que adornan la tudelana plaza de los Fueros; y en Tudela, donde residía, destacó como contertulio tan erudito como ingenioso. Gil Gómez, que ha bosquejado su biografía, lo considera “un hombre fabuloso”. Falleció en Pamplona en 1976, a los 78 años.
Cabe precisar que en los años veinte del siglo pasado, cuando el fotograbado todavía no había arraigado en la prensa pamplonesa, eran relativamente numerosos los dibujantes de calidad. En el Diario de Navarra, por ejemplo, destacaban los rotundos retratos a lápiz de los concertistas y conferenciantes que visitaban la capital navarra que firmaba R. Tejedor; Salas era el autor de caricaturas esquemáticas, a la manera del célebre Bagaria; y Garayoa dibujaba pelotaris realizados con soltura y sentido del movimiento. Por otra parte, Pedro Lozano colaboraba en La Voz de Navarra con ilustraciones a varias columnas sin relación con las noticias publicadas en la página; en cuanto a Muro Urriza, diseñaba decorativas portadas, y Ciga brillaba como cartelista.
El librito “El árbol y los pájaros”
Este folleto inculcaba a los niños el respeto a los árboles a causa de sus benéficos efectos en el campo y en las personas. Con este propósito se aducían ejemplos de buenas prácticas en Navarra, España, Alemania y Francia, al tiempo que se hacían alusiones a lugares familiares como la Vuelta del Castillo y el río Al Revés. También se enaltecía a los pájaros porque protegen las cosechas de los insectos.
En esta ocasión el mensaje era directo, con datos positivos, aunque puede que poco sugestivos para los pequeños lectores, y en consecuencia no había resquicio para la fabulación, como sucedía en el cuento “Juanito y Perico”.
El autor de este folleto era un técnico: el pamplonés Pablo Archanco Zubiri (1892-1962), ingeniero agrícola, ayudante del Servicio Agrícola Provincial y profesor de la Escuela de Peritos Agrícolas de Villava.
Por otro lado, era nacionalista vasco y seguramente por este motivo el periódico La Voz de Navarra (1923-1939), de ideología afín, publicó íntegramente su escrito en páginas interiores, aunque sin indicar que procedía de una publicación municipal. Además, al día siguiente de su celebración daba en la primera página la crónica de las Fiestas del Árbol y del Pájaro.
Años después, Archanco fue miembro fundador de Acción Nacionalista Vasca (ANV) y al inicio de la Guerra Civil fue detenido en Pamplona. Consiguió pasar a Francia y en 1938 se exilió con su familia en Argentina, donde falleció.
En aquel país colaboró en diversas publicaciones nacionalistas, especialmente en la revista oficial de ANV, de periodicidad mensual, Tierra Vasca. Aquí su nombre y apellidos aparecen, desde el primer número, publicado en Buenos Aires el 1 de julio de 1956, en artículos sobre temas forales e históricos.
Recapitulación
Durante dos siglos las imprentas tan solo se habían ocupado de los niños para facilitarles unas modestas impresiones, con tosca tipografía y mal papel, por supuesto a una tinta, destinadas al aprendizaje en la escuela de las primeras letras, de nociones de matemáticas y, ante todo, de la doctrina cristiana. Eran las populares “cartillas” o “doctrinas”, que se imprimían año tras año con grandes tiradas ya que la venta estaba asegurada por la demanda de los escolares. De hecho, la primera imprenta instalada en Navarra en el siglo XVI, la que Miguel de Eguía puso en funcionamiento en Estella, imprimió cartillas que se vendían dentro y fuera del reino.
Desde mediados del siglo XVII, su venta estaba monopolizada por el Hospital Nuestra Señora de Gracia de la capital navarra, que, gracias a estos impresos escolares y otros, siempre de gran tirada y fuerte demanda, recababa recursos para su funcionamiento.
Habrá que esperar al siglo XIX para que de las cartillas se pase a la edición de modestos manuales de geografía, historia y urbanidad. Todavía son libros fundamentalmente didácticos, sobrios por no decir áridos, aspectos que los hacían poco atractivos para los lectores infantiles.
Los dos “libritos” publicados al comienzo del siglo XX, de cuya existencia se ha dado noticia en los párrafos precedentes, suponen un cambio en las ediciones navarras dirigidas al público infantil. Sin duda, siguiendo la pauta de publicaciones nacionales de éxito, ofrecen un formato y tipografía sugestivos, diversidad de tintas e ilustraciones concebidas para apoyar el texto y estimular la imaginación del lector. En este caso tenían la particularidad de que eran gratuitos, ya que el ayuntamiento los había editado para fomentar en los niños el cuidado de los árboles y los pájaros.
Frente al texto informativo de Archanco, que por su contenido y tono adolecería de atractivo para los niños, se encuentra el relato de Arako, con pasajes escalofriantes, donde el bien y el mal están nítidamente definidos y los protagonistas reciben, el bueno de Juanito un premio prodigioso, y el malo de Perico un castigo espeluznante.
En cuanto al mensaje dirigido a los niños sobre la protección de los árboles y de los pájaros, es fundamentalmente utilitario, persigue sacar beneficios materiales e inmediatos: unos dan frutos y los otros protegen las cosechas. Los conceptos más amplios y altruistas de Naturaleza, Medio Ambiente o Ecología tardarán décadas en configurarse y arraigar en la sociedad.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
ARAKO (seudónimo de C. Testaut), Juanito y Perico, Pamplona, Ayuntamiento, 1925. Disponible en Biblioteca Navarra Digital (BINADI).
ARCHANCO, P., El árbol y los pájaros, Pamplona, Ayuntamiento, 1925. Ejemplar en la Biblioteca de Navarra.
CRESPO GALLEGO, H., Recuerdos, datos […] dedicados a la Fiesta del Árbol y de los Pájaros, Madrid, Imprenta Municipal, 1925. Disponible en Biblioteca Digital. Memoriademadrid.
GIL GÓMEZ, L., Otra galería de tudelanos notables, Pamplona, Diputación Foral, 1978. (Temas de Cultura Popular, 326).
Tierra Vasca. Buenos Aires, 1956-1975. Periodicidad mensual. Disponible en Uranzandi digital 1.