La pieza del mes de agosto de 2023
UN PROYECTO DE CURRO INZA: LA RESIDENCIA DE NIÑOS Y MUCHACHOS PARA LA CASA DE MISERICORDIA DE PAMPLONA (1975)
Pablo Guijarro Salvador
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
La Casa de Misericordia de Pamplona todavía acogía en la década de 1970 a un buen número de niños y adolescentes de ambos sexos. Su presencia provenía de finales del siglo XVIII, cuando el hospicio para pobres –fundado por la ciudad en 1706– se vio obligado a admitir a los huérfanos del Seminario de la Doctrina Cristiana, cuyo edificio fue convertido en hospital durante la guerra contra la Convención. Para la formación de estos niños, la Meca contaba con una escuela pública, abierta en 1856, y varios talleres.
Los niños acogidos a comienzos de los setenta procedían en su mayoría de la Inclusa o de familias humildes que no podían hacerse cargo de ellos. En esos años, con el impulso del psicólogo Ramón Loitegui, se desarrolló una nueva orientación en el modo de atenderlos que buscaba su “desinstitucionalización”, esto es, su reintegración en la vida de la comunidad. Por esta razón, a partir de 1972 dejaron de asistir a la escuela propia de la Casa y pasaron a hacerlo en las escuelas de los barrios, donde podían hacer nuevos amigos y no se sentían segregados. Otro objetivo fue proporcionarles en su día a día un ambiente lo más parecido al familiar, con la creación de pequeños grupos bajo la tutela y atención individualizada de un educador, en lugar de los masificados dormitorios comunes donde vivían.
La oportunidad para materializar esta segunda idea llegó en 1975, con motivo de la transformación de los viejos pabellones del edificio de Víctor Eusa –inaugurado en 1932– para acondicionar habitaciones individuales para los ancianos. Entonces fue cuando se decidió trasladar a los niños a una residencia de nueva planta.
El concurso de anteproyectos: en busca de un edificio singular
La construcción de una residencia para los niños en el solar propiedad de la Casa situado junto a la calle Esquíroz se venía barajando desde principios de los setenta. Tomás Arrarás, el arquitecto propio de la Meca, elaboró algunos estudios, bocetos y croquis, y hasta llegó a desplazarse junto al psicólogo y al director a Oviedo, Logroño y Vizcaya para conocer centros similares. Sin embargo, finalmente se optó por la convocatoria de un concurso de anteproyectos, un procedimiento defendido por los arquitectos miembros de la Junta, Fernando Redón y Fernando Nagore, al ser el mejor modo de “conseguir muchas y diferentes ideas”, servir “de publicidad para la Casa” y para “sensibilizar a la ciudad cara al problema de los niños”, pero, sobre todo, para propiciar “una solución más singular que no se parezca en nada al resto de la Casa”. Así pues, se pretendía que tanto el concurso como el edificio sirvieran de propaganda de la labor que se hacía con los niños, en un momento en que la Meca apelaba a la generosidad de la sociedad pamplonesa para financiar las costosas obras de reforma que había emprendido.
Las bases del concurso se acordaron el 26 de marzo de 1975 y días después se publicaron en la prensa. En ellas se remarcaba que la finalidad de la nueva residencia era “evitar en lo posible el carácter institucional” de la atención a los niños, creando pequeños núcleos de convivencia, separados del contacto directo permanente con los ancianos e integrados en la vida del barrio circundante. El edificio tendría que contar con unas 20 a 25 viviendas con capacidad para ocho a diez niños con su educadora. Incorporado o independiente de él, se dispondría un salón de usos múltiples con un mínimo de 800 localidades, que también serviría para uso del barrio. En el terreno que quedara libre se acondicionaría una zona deportiva, igualmente abierta a los vecinos del barrio.
El concurso quedó restringido a los arquitectos con residencia colegial en Navarra, se establecieron tres premios y se fijó el 30 de junio como plazo de presentación. Sabemos que al menos 18 participantes acudieron a la reunión previa convocada para formular consultas. El jurado estuvo compuesto por tres miembros de la Comisión de Obras de la Casa de Misericordia, Fernando Nagore, Fernando Redón y Manuel Ronchel; su vicepresidente, Miguel Javier Urmeneta; y su director, Ignacio Cía. También se incluyeron un arquitecto nombrado por el Colegio Vasco Navarro y otro elegido por los concursantes.
Francisco de Inza. Proyecto de residencia de niños y muchachos para la Casa de Misericordia de Pamplona. Planta general de situación (Archivo Contemporáneo de Navarra)
El ganador del primer premio fue Francisco de Inza Campos, con el anteproyecto bajo el lema “San Marciano”, del que se valoró que iba más allá de los méritos fijados en el concurso, por “la gran cantidad de imaginación derrochada” y “las grandes posibilidades de cara a un futuro”. En efecto, además del edificio residencial que luego centraría el desarrollo del proyecto, en el anteproyecto se contemplaba la construcción, en sucesivas fases, de un salón de usos múltiples en el frontón existente, un polideportivo y hasta una pista de hielo.
Curro Inza (1929-1976): arquitecto y maestro
Curro Inza –tal y como se le conocía– era un arquitecto al que se ha encuadrado en la Escuela de Madrid y la corriente organicista de la década de los sesenta. El rumbo hacia una arquitectura integrada con la naturaleza, en detrimento del modelo racionalista, tendría su punto de partida en el pabellón de España para la Exposición Universal de Bruselas, obra de Corrales y Vázquez Molezún en 1958, justo un año antes de que Inza concluyera sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid. En la promoción de 1959 le acompañaron figuras de la talla de Fernando Higueras, Luis Peña Ganchegui o Heliodoro Dols, con quien colaboraría en varios proyectos.
La trayectoria arquitectónica de Curro Inza ha sido estudiada e interpretada por Ángel Verdasco en una tesis doctoral (2013) que ha supuesto la catalogación y posterior publicación de su archivo personal inédito. Fue un personaje polifacético, a la vez arquitecto, pintor, profesor universitario, articulista y editor. Su arquitectura es muy original, donde se conjugan múltiples influencias fruto de su profundo conocimiento del panorama nacional e internacional. Esto se comprueba al analizar los contenidos y sus escritos en la revista Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Madrid, de la que fue secretario de redacción entre 1960 y 1973. En ella llevó a cabo una labor de difusión, tanto de sus compañeros de generación como de la arquitectura extranjera, que supuso una apertura a la modernidad con gran repercusión e influencia sobre la profesión.
Aunque se le haya adscrito a una de las corrientes generales de la arquitectura, en realidad Inza no estuvo condicionado por las modas ni dispuesto a la imitación para lograr más éxito. En su lugar, optó por un estilo muy personal y atrevido, en el que integró soluciones imprevisibles y no convencionales, producto de su fantasía creadora, a las que denominaba significativamente “anomalías”. Era un entusiasta de la arquitectura popular y dirigió su atención a los métodos constructivos tradicionales y los materiales más humildes, como la madera, la teja y el ladrillo, que llegó a manejar con virtuosismo. Tenía una concepción artesanal de la construcción, de modo que a pie de obra iba introduciendo continuas modificaciones a sus proyectos. El detallismo en la ejecución se extendía a la decoración interior, diseñando o eligiendo los muebles y hasta pintando murales. Este propósito de obra total hasta los más mínimos acabados tendrá su seña de identidad en las barandillas de las escaleras, muy funcionales, siempre diferentes y con un diseño casi escultórico. En el proyecto de la Misericordia veremos aplicadas algunas de las notas características de su obra, como el diálogo con el paisaje circundante, la composición mediante la técnica del “collage” o la introducción de elementos insólitos.
Los trabajos más conocidos de su carrera son la reforma del sótano del Café Gijón (1962), un restaurante forrado por completo de madera en el que se cuidan al detalle los enlaces de los materiales; la fábrica de embutidos El Acueducto en Segovia (1963-1966 y posterior ampliación), una grandiosa mole de ladrillo evocadora de la arquitectura y el paisaje castellanos; y los locales de Tapicerías Gancedo, para los que diseñó un ingenioso mueble expositor de telas que aún hoy sigue en uso.
Francisco de Inza. Edificio San Juan en c/ Monasterio de la Oliva, 9 de Pamplona
Tras su traslado a Pamplona en 1968, llevó a cabo una variada producción arquitectónica en Navarra: la fábrica de Mapsa en Orkoien (1970) –en buena parte desaparecida–, una vivienda en Lodosa para la familia Esparza (1973), una vivienda unifamiliar en Celigüeta para Goysa (1975), la fábrica de Pinturas Vasco Navarras–PIVANA en Noáin (1975), el edificio San Juan en Pamplona promovido por Félix Andía (1975) y el anteproyecto de ampliación del colegio Miravalles en Huarte, que sería llevado a cabo por Luis Tabuenca, continuador del Estudio Inza a su muerte. Otro de sus trabajos fue la antigua sede del Colegio de Arquitectos Vasco Navarro en la calle Yanguas y Miranda, toda una prueba de su reputación viniendo el encargo de sus compañeros de profesión. A todo esto hay que sumar un par de obras menores y varios proyectos que no se materializaron, como el de la residencia para la Casa de Misericordia, así como su colaboración en la redacción del Plan especial de ordenación urbanística del valle de Belagua (1973), invitado por su amigo Fernando Redón.
Curro Inza se estableció en Pamplona al aceptar el ofrecimiento de la Universidad de Navarra para formar parte del claustro de la Escuela de Arquitectura, decisión en la que influyó su amistad con Heliodoro Dols y César Ortiz Echagüe. Primero impartió la asignatura de Proyectos y después la de Elementos de Composición. Su vitalidad y alegría, el trato cordial con los alumnos y sus dotes para la enseñanza dejaron una huella imborrable entre quienes asistieron a sus clases, hasta el punto de que su faceta docente ha llegado a eclipsar en cierta manera la de arquitecto. Animaba a los alumnos a ejercer su libertad creadora y a arriesgar, en lugar de dejarse llevar por fórmulas fáciles y repetitivas. Uno de los recursos empleados para ello era plantear como tema obras para clientes imposibles, de modo que no quedara otro remedio que hacer uso de la imaginación.
La enseñanza tenía continuidad en su estudio, abierto a finales de 1974 en los bajos de la torre Erroz, donde trabajaba y convivía con gran familiaridad con sus antiguos alumnos, como si fuera el maestro con sus aprendices en un antiguo taller gremial. Allí les mostraba en la práctica cómo se hacía un proyecto, cómo se pasaban las ideas al papel y del papel a la obra para que durante la construcción no surgieran problemas. También había lugar para largas discusiones sobre arquitectura en un ambiente de cordialidad que podía terminar con una cena en el piso familiar, en la misma torre Erroz. En el estudio se gestó precisamente la residencia para la Misericordia, siguiendo un sistema de trabajo por el cual Inza planteaba ideas, esquemas y croquis, que luego eran trabajados y discutidos entre todos hasta que la genialidad creativa del maestro indicaba una solución que a ninguno se le había ocurrido. Con él, en el aula o en el estudio, aprendieron a amar el oficio y sacar provecho de su talento nombres de la proyección, entre otros, de Juan Carlos Arnuncio, José Ignacio Linazasoro, Alberto Ustárroz, Manuel Íñiguez, Luis Tena, José María Errea, Leopoldo Gil Cornet, Manuel Blasco o Luis Tabuenca. Este último continuaría por unos años el estudio Inza, haciéndose cargo de los proyectos que quedaron pendientes y manteniendo la actitud docente de su iniciador.
La propuesta de Curro Inza para la residencia juvenil
El desarrollo del proyecto se centró en el edificio residencial y la zona deportiva, dejando para fases posteriores la transformación del frontón en salón de usos múltiples para 800 personas, el polideportivo y la pista de hielo. Son un total 61 planos con su correspondiente memoria, fechados en septiembre de 1975. Para este estudio se ha consultado la copia que acompaña una solicitud de subvención dirigida al Ministerio de la Vivienda, depositada en el Archivo Contemporáneo de Navarra. Curro Inza emplearía en este trabajo algunas de las características clave de su producción arquitectónica.
Francisco de Inza. Proyecto de residencia de niños y muchachos para la Casa de Misericordia de Pamplona. Alzados norte y oeste (Archivo Contemporáneo de Navarra)
La primera es la adaptación al paisaje circundante, ya sea rural o urbano, sin producir rupturas bruscas. En este caso se trata de un vasto edificio de planta baja y ocho alturas en forma de paralelepípedo, que se integra visual y volumétricamente con el barrio de Iturrama. La construcción más cercana son las torres de Huarte, de sus amigos Fernando Redón y Javier Guibert, a las que se asemeja con su alzado seriado de ventanas, de una severidad racionalista que solo queda rota por la efectista disposición del club en los últimos pisos y por las cajas de las escaleras. La residencia se sitúa en eje con las construcciones previas (frontón y pabellones), pero no dialoga con la arquitectura de Víctor Eusa. De hecho, la Junta de la Misericordia deseaba un edificio que no se pareciera a lo existente y una de las condiciones del concurso exigía que lo proyectado estuviese separado físicamente de la residencia de ancianos.
Francisco de Inza. Proyecto de residencia de niños y muchachos para la Casa de Misericordia de Pamplona. Alzados sur y este (Archivo Contemporáneo de Navarra)
Otra característica de Inza es la utilización del “collage” como fórmula compositiva, por la cual fragmentos arquitectónicos diversos acaban formando una unidad coherente. En ello se ha señalado la influencia de James Stirling y la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Leicester (1959-63), publicados en la revista Arquitectura. Aquí se superponen un patio cubierto con arquería al exterior en la planta baja, las veintinueve viviendas para los muchachos –en las cinco primeras plantas los pequeños y en las tres restantes los mayores– y el club en el remate. Este club ocupa la superficie equivalente a una de las viviendas y se dispone en las plantas sexta, séptima y octava. En él se desarrollaría la vida comunitaria y lúdica de los residentes con salas de estudio, juegos y televisión, talleres para manualidades y fotografía, un bar y una pequeña zona de bancadas al aire libre para hacer representaciones. Todas estas dependencias se organizaban al interior en torno a un tobogán helicoidal, que unía el piso más alto con el más bajo. Inza quiso reflejar exteriormente la singularidad de esta parte del edificio configurándola en voladizo y cambiando el material: chapa galvanizada en la fachada y plomo en la cubierta, en lugar de ladrillo y teja, respectivamente. Además, el área de representaciones al aire libre genera una hendidura vertical que rompe la continuidad de la fachada y la cubierta.
La imaginación y la fantasía son facultades que caracterizaron la trayectoria de Curro Inza, el cual no dudaba en introducir, con enorme riesgo, elementos que resultaban inesperados y desconcertantes a quien los contemplaba. Es algo que se ha relacionado con el citado Stirling e incluso con Gaudí, cuya obra conocía bien por haber cursado sus primeros años de la carrera en Barcelona. En el presente proyecto incorpora el mencionado tobogán e inventa una “jaula” para juegos en la cubierta, con acceso desde el club, que se cierra con barrotes metálicos como si fuera la jaula de un pájaro.
Francisco de Inza. Proyecto de residencia de niños y muchachos para la Casa de Misericordia de Pamplona. Jaula para juegos en la cubierta (Archivo Contemporáneo de Navarra)
Hay que subrayar asimismo que era un apasionado del mundo infantil, el cual conocía muy bien por ser padre de diez hijos. En la revista Arquitectura dejó claro que al proyectar edificios educativos había que tener muy en cuenta lo que los niños –sus verdaderos usuarios– querían de él. Así podemos entender el tobogán y la jaula, pero también la zona deportiva desarrollada en la superficie libre del solar, para cuya composición las bases del concurso dejaban total libertad. En ella distribuyó una pista de patinaje y bicicletas, unas cuadras para animales domésticos, un merendero y cabañas y areneros para jugar. Esta zona deportiva estaría abierta a los demás niños del barrio y el alquiler de bicicletas y ponis permitiría conseguir algunos ingresos económicos. Aunque una de las pretensiones de la nueva residencia era la separación física de niños y ancianos, se consideró positivo que estos pudieran observar los juegos, para lo que se dispuso una terraza sobre las cabañas y la salita de alquiler de bicicletas.
El abandono del proyecto
La calidad del anteproyecto de Curro Inza generó un gran entusiasmo la Casa de Misericordia –“hay que hacerlo cueste lo que cueste”, afirmaba el director–, que pronto se tornó en preocupación por la dificultad para financiarlo. La residencia se valoraba en torno a 50 o 60 millones de pesetas, el proyecto completo en 100 y la Meca ya había gastado en la reforma de los pabellones de ancianos unos 70. Para octubre de 1975, las comisiones Asistencial y de Educación de la Junta ya juzgaban el edificio “lujoso” y de una capacidad excesiva –224 niños–, cuando entonces solo tenían a su cargo 82 –55 niños y 27 niñas–. En consecuencia, plantearon reducirlo a trece viviendas con un presupuesto que no superase los 20 millones. El día 25 de ese mes representantes de la Casa se reunieron con el arquitecto para proponerle la revisión del proyecto.
Entretanto, se iban a abrir los nuevos pabellones para los ancianos, lo que obligaba a trasladar a los niños. Se adquirieron varios pisos en el barrio de San Juan, donde trabajarían ocho hijas de la Caridad que la Orden había comprometido para ocuparse de la futura residencia. Cada monja cuidaría un piso, ayudada por una interina para las faenas domésticas y un educador para atender a los niños al volver de clase. La solución provisional, puesta marcha en enero de 1977, acabó siendo la definitiva. Estos pisos funcionaron muy bien, tanto en la vida de hogar como en la integración de los chicos en la vida del barrio y los colegios, por lo que el proyecto de residencia dejó de mencionarse en las actas. Para entonces, había tenido lugar la repentina muerte de Curro Inza, el 30 de julio de 1976.
En la actualidad se pretende levantar en el mismo solar un complejo residencial y comercial con hotel, residencia de estudiantes y centro comercial. Si el proyecto de Curro Inza se hubiera llevado a cabo, Pamplona contaría con un edificio icónico en su paisaje urbano. Los niños y niñas de la Misericordia fueron la motivación para trazar otro de sus sorprendentes trabajos, que a nadie dejaba indiferente. La carrera profesional de Inza fue breve, con Navarra como escenario de alguna de sus obras más interesantes. Tal vez su salida de Madrid haya hecho que, casi cincuenta años después de su muerte, no tenga la consideración que merece. Quienes conocieron su espíritu libre, saben que no actuaba por reconocimiento, sino por convicción. Su legado es su compromiso y su pasión por la arquitectura, que se refleja en su obra, en su labor de divulgación en la revista Arquitectura y, sobre todo, en su docencia en la Universidad de Navarra y en su estudio, donde aprendieron a “ser” arquitectos una fecunda generación de profesionales que ha desempeñado un papel muy destacado en el panorama regional y nacional de las últimas décadas.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
* Agradezco los testimonios de Luis Tabuenca, arquitecto continuador del Estudio Inza, y de Camino Oslé, miembro de la Junta de la Casa de Misericordia.
Archivo de la Casa de Misericordia de Pamplona. Libros de actas n.º 42 y 43.
Archivo Contemporáneo de Navarra / Vivienda / 635670. Residencia de niños y muchachos para la Casa de Misericordia de Pamplona.
Diario de Navarra: “Casa de Misericordia de Pamplona. Concurso de anteproyectos para nuevas edificaciones y servicios asistenciales de niños”, 30/03/1975, p. 28; y “La Casa de Misericordia falla el concurso sobre el nuevo edificio de los chicos”, 27/07/1975, p. 28.
Arnuncio, J. C., "El estudio Inza de Pamplona", en El arquitecto Curro Inza, Madrid, 1978, pp. 135-142.
Blasco, M. y Tabuenca, L., "La labor docente de Curro Inza", en El arquitecto Curro Inza, Madrid, 1978, pp. 147-157.
Guijarro García, J.L, La asistencia sociosanitaria en la Casa de Misericordia durante el siglo XX. Trabajo de investigación inédito. 2022.
Oslé Guerendiáin, C., La Casa de Misericordia de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000.
Tena Núñez, L., "Memoria de Curro Inza", en Arquitectura. Revista del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), nº 318 (1999), pp. 48-51.
Verdasco Novalvos, A., La arquitectura de Curro Inza. Una aproximación crítica y proyectual. Tesis doctoral. E.T.S. Arquitectura (UPM). 2013. El autor ha publicado en diferentes artículos varios de los aspectos tratados esta tesis.
Verdasco Novalvos, A., El archivo de Curro Inza, Madrid, Mairea libros, 2016.