La pieza del mes de agosto de 2024
UN TESTIMONIO HISTÓRICO DE EXCEPCIÓN: EL RETRATO DEL CORELLANO CAYO ESCUDERO EN TRAJE DE GOLILLA
Alejandro Aranda Ruiz
Arzobispado de Pamplona y Tudela
Patrimonio Cultura
Entre los múltiples tesoros que conforman la colección Arrese de Corella merece una especial consideración la pieza que ahora traemos a colación. Se trata de una pequeña fotografía, realizada en la técnica de papel a la albúmina, en la que aparece retratado un personaje de la élite corellana del siglo XIX: Cayo Escudero Marichalar (1827-1900).
Nacido en Corella el 22 de abril de 1827, fue bautizado pocas horas después de su alumbramiento en la parroquia de San Miguel. Siguiendo la costumbre de la época, se le impusieron los nombres de los santos del día: Cayo y Sotero. A ellos se añadieron los de Ruperto y Ramón, el primero posiblemente en honor de su abuela materna y madrina de bautismo, Ruperta San Clemente Montesa, de quien heredaría el título de señor del palacio de Eransus. Una vez obtenido el bachiller en Leyes en la Universidad Central de Madrid en 1849, su vida siempre estuvo ligada a la política como integrante del Partido Liberal Progresista y desde 1897 como miembro de la dirección del Partido Liberal navarro. En Corella fue elegido concejal en 1859, 1861 y 1863. También ocupó el cargo de primer teniente de alcalde al ser el escogido por el ayuntamiento constituido el 1 de enero de 1869. Poco más de un mes después, aparece en un pleno municipal como alcalde de Corella (10/2/1869). Hombre rico y bien relacionado –en 1871 formaba parte de los cincuenta mayores contribuyentes de Navarra–, llegó a ser senador del Reino por Navarra en múltiples ocasiones entre los años 1871-1872, 1881-1884 y 1886-1890. Murió en Corella en 1900.
A simple vista puede parecer cuando menos exagerado calificar de tesoro un simple retrato fotográfico de la segunda mitad del ochocientos. Sin embargo, el valor de esta fotografía radica no tanto en la excepcionalidad del soporte o técnica empleada, en la originalidad de la composición o en la personalidad del retratado, sino más bien en lo representado en ella: un regidor navarro ataviado con el tradicional traje concejil de golilla. Es cierto que existen numerosos testimonios documentales de cómo vestían los representantes municipales navarros hasta el siglo XIX. Incluso contamos con el dibujo de un regidor pamplonés de hacia 1817 conservado en el Archivo Municipal de la capital navarra y, lo que es aún mejor, con el impagable testimonio del óleo de Juan José Nieva (1823-1890) que, perteneciente también a la colección Arrese, representa al regidor corellano Inocencio Escudero. Esta albúmina, por tanto, se sumaría a esas dos representaciones gráficas, con la particularidad de ser hasta la fecha el único testimonio fotográfico que conocemos de un regidor en traje de golilla.
Retrato de Cayo Escudero, papel a la albúmina, década de 1860. Corella, colección Arrese.
Pues bien, la imagen muestra sobre un fondo neutro a Cayo Escudero que aparece sentado y levemente girado hacia la cámara. La elección de esta pose no es en absoluto arbitraria, ya que su posición sedente pretende proyectar la auctoritas inherente a su cargo concejil y a la alcurnia de su persona. A ello contribuye también una expresión facial adusta y grave, con los ojos clavados en el espectador al que parece dirigir una mirada inquisitiva desde la eternidad. El personaje viste un jubón de terciopelo negro con amplias mangas acuchilladas cuyas aberturas dejan traslucir el forro. Aprisiona la garganta el característico cuello de golilla que da nombre al conjunto del traje, formado por una estructura cuadrada de cartón, de esquinas redondeadas, forrada de encaje o telas encoladas. No se alcanza a ver el calzón corto, medias y zapatos con hebilla de plata que probablemente vestiría don Cayo y que sí se aprecian en el retrato pintado por Juan José Nieva más o menos por las mismas fechas en las que se realizó esta fotografía. Complementa el traje una capa, con cuyas vueltas cubre el retratado sus piernas. Llama la atención la hechura de esta última prenda, que parece sujeta únicamente a la espalda, tras la cual asoma un cuello rectangular rígido que recuerda al que presentan las togas judiciales y académicas o el ferraiolo y ferraioletto de los eclesiásticos. Por sus características, podría tratarse de un herreruelo o ferreruelo empleado por otras autoridades del Antiguo Régimen, como los oidores del Consejo Real de Navarra. Y es que el uso de la capa era consustancial a la golilla, dependiendo su forma y largura del carácter del personaje. Así, por un pleito de 1819 entre los médicos de Tudela y el Colegio de Abogados de Pamplona, sabemos que los abogados vestían la golilla con capa larga, sin espada y con vuelillos de encaje en las mangas, mientras que todo aquel que no era general, togado o abogado la vestía con capa corta y espada larga. En este sentido, cabe destacar la ausencia de la llamada “espada de golilla”, que también era obligada con el traje, hasta el punto de que algunos ayuntamientos llegaron a adquirirlas a su costa, como Cintruénigo en 1798 o Arguedas en 1800. Esta ausencia se puede explicar bien por la condición de abogado de Escudero, bien por haber caído en desuso en la época en la que se hizo la fotografía.
Juan José Nieva. Retrato de Inocencio Escudero, óleo sobre lienzo, mediados del siglo XIX. Corella, colección Arrese. Foto José Luis Larrión.
De igual modo que Inocencio Escudero, el retratado sostiene en su mano izquierda unos guantes blancos que hacen juego con los puños de encaje que rematan las mangas del jubón y que también usaban otros regidores navarros del XIX, como los de Pamplona. Ignoramos si estos puños blancos tenían la categoría de vuelillos, acerca de los cuales el secretario municipal de Pamplona informaba hacia 1830 que “antiguamente había mucha etiqueta en punto a usar vuelos, pero en el día todos los llevan”. Completan el vestuario de Cayo los dos signos de autoridad municipal por antonomasia en Navarra: la vara de mando y la venera. Respecto al primer atributo, este fue concedido a los regidores corellanos por las Cortes Generales de 1624 como elemento que sirviese para identificar a los concejales en el ejercicio de sus funciones, asegurando con ello el “mejor gobierno y administración de la justicia y autoridad de la mesma villa”. En consecuencia, Cayo sostiene entre sus manos una finísima vara, similar a la que también porta Inocencio en su retrato pintado. Del mismo modo, la concesión del título de ciudad a Corella en 1630 animó a sus representantes a adoptar en 1655 la insignia de la venera, a imitación de lo que ya hacían otras ciudades como Pamplona (1600), Tudela (1621), Estella (1621), Olite (1630) o Tafalla (1639), y a las que seguirían posteriormente otras localidades como Sangüesa (1628-1688), Cascante (1692), Los Arcos (1798), Valtierra (1798), Arguedas (1800), Puente la Reina (1802) o Mañeru (1819). No obstante, la venera que luce Escudero corresponde a uno de los ejemplares ochavados de plata dorada realizados en 1848 por el platero madrileño Mariano Roche y que vinieron a sustituir a sus precedentes de oro de 1655.
Por todo ello, esta fotografía es un excelente testimonio del aspecto que debían de mostrar los regidores navarros hasta bien entrado el siglo XIX. La golilla tiene sus orígenes en el reinado de Felipe IV, quien en 1623 la impuso por medio de una pragmática como alternativa a las costosas gorgueras de la nobleza. Lo que comenzó como una imposición, a la que se obligó el mismo rey, acabó siendo aceptado de muy buena gana por todos los súbditos de cualquier rango, incluidos los integrantes de las principales instituciones y organismos de la Monarquía. Los embajadores de la Majestad Católica pasearon este traje por las cortes de toda Europa, lo cual terminó por convertir la golilla en el traje nacional español. Su austeridad y la posición envarada que obligaba a adoptar a sus portadores contribuyeron a difundir y a consolidar en el extranjero la imagen de los españoles como gentes graves y de carácter chulesco. Como parte de la Monarquía Hispánica, Navarra no fue ninguna excepción y, de hecho, la golilla acabó siendo el “uniforme oficial” de numerosas corporaciones civiles, como los ayuntamientos de las cabezas de merindad, ciudades y villas del reino. Así pues, tanto los miembros de la Diputación del Reino como los regidores municipales tenían obligación de vestirla a su costa en toda ocasión en la que estuviesen ejerciendo sus cargos, ya fuese en sesiones capitulares o en funciones públicas. A pesar de su extraordinaria popularidad, los nuevos aires traídos por la dinastía borbónica a partir de 1700, sumados al espíritu ilustrado del Siglo de las Luces, hicieron que la nobleza comenzase a abandonar esta prenda en favor del llamado “traje militar”, “de corbata” o “de color”, que proyectaba mejor que un anodino traje negro su riqueza y posición. En consecuencia, desde el siglo XVIII la golilla, antes usada por gran parte de la población, quedó circunscrita a ciertos cargos de la administración, como los miembros de los reales consejos y tribunales y, por supuesto, los ayuntamientos. No obstante, estos últimos, integrados en buena parte por las élites locales, también comenzaron a relegar esta prenda incluso en las funciones públicas, como se ve en Pamplona, Tafalla o Cintruénigo. Las propias Cortes del reino llegaron a plantear en 1744 su sustitución en la asamblea por un traje militar negro. Este panorama provocó que finalmente fuesen las mismas Cortes quienes salvasen esta peculiar indumentaria al establecer en 1795 por ley que usasen “del mismo traje [de golilla] precisamente los alcaldes y regidores de todas las demás repúblicas del reino, que tienen asiento, voz y voto en las Cortes Generales, en todos aquellos actos públicos y de ceremonia a que concurre el ayuntamiento”. La ley de las Cortes de 1795 trajo consigo una revitalización en el uso de la golilla por parte de los consistorios navarros. A pesar de ello, el siglo XIX será el momento en el que se produzca el abandono definitivo de esta prenda, comenzando por la capital, que acordará sustituirla por el más cómodo y moderno frac en 1842.
Sin embargo, algunas localidades de Navarra, cuyas fuerzas vivas eran menos permeables a las novedades, continuaron empleando el traje de golilla durante buena parte del ochocientos, como es el caso de Tudela que, tras un abandono temporal de la prenda, acordó recuperarla en 1865 como traje de ceremonia. Lo mismo se aprecia en Corella, donde su ayuntamiento continuaba usando este taje todavía en 1864, según se comprueba en el acta que da fe de la inauguración de la Casa de Misericordia (15/8/1864). Por tanto, el retrato de Cayo Escudero constituye una prueba fehaciente de cómo el regimiento corellano, fiel a la tradición, conservaba esta prenda secular muy avanzado el siglo XIX.
Respecto a la autoría y cronología de la fotografía, existen varias posibilidades. Comenzando por el autor, no hay en la pieza ni firma ni sello que revele explícitamente su paternidad, por lo que caben dos hipótesis. Una primera posibilidad es que la imagen fuese tomada por el fotógrafo francés Leandro Desages, quien, según documenta María Jesús García Camón, en 1861 abrió en Pamplona un estudio de fotografía con Domingo Dublán. En agosto de 1864, Leandro fue comisionado por la Diputación Foral para retratar al rey Francisco de Asís, a su séquito y a los diputados provinciales con motivo de la estancia del monarca en los baños de Fitero. En aquella ocasión, el consorte de Isabel II también visitó Corella, donde fue recibido con gran pompa por parte de la corporación municipal a la que desde 1863 pertenecía Cayo Escudero en calidad de concejal. La presencia de Lesages en la zona pudo ser aprovechada por otras relevantes personalidades locales, como Escudero, quien con sus compañeros de corporación recibió al soberano en traje de golilla.
La segunda hipótesis es que la autoría de esta albúmina corresponda al corellano Nicolás Andueza Allué (1829-1900), documentado por Ricardo Fernández Gracia en Corella desde los inicios de la década de 1860 y quien pudo aprender su oficio del mencionado Leandro Desages, igual que otros fotógrafos navarros. Si fuese así, este retrato se sumaría a las dos fotografías documentadas por Fernández Gracia, a diferencia de las cuales no presenta ningún tipo de sello que permita corroborar lo que aquí proponemos.
Retrato de Cayo Escudero, reverso. Corella, colección Arrese.
Continuando por la cronología, una nota manuscrita en el dorso señala que el retrato corresponde al de “D. Cayo Escudero en traje de alcalde de Corella”. Ignoramos cuándo pudo ostentar el cargo de alcalde, ya que, como hemos visto, las actas municipales guardan silencio al respecto y únicamente citan al personaje en este cargo en un pleno de 1869, al poco de ser elegido teniente de alcalde. La ostensión de una vara en su mano nada nos dice al respecto, pues sabemos que, al menos hasta el siglo XIX, esta insignia no era privativa del alcalde, sino común a todos los regidores de Corella. No en vano, Inocencio Escudero, quien según Carlos Villanueva tampoco fue alcalde, también porta vara en su retrato, catalogado en su día por José Luis Arrese como “retrato de don Inocencio Escudero. En traje de alcalde de Corella”. Sea como fuere, si la fotografía muestra a don Cayo en su condición de alcalde o teniente de alcalde, 1869 sería el año más probable de realización de la instantánea. Si obviamos la nota manuscrita y ateniéndonos a lo contenido en las actas municipales consideramos que Escudero aparece como concejal, se podría ampliar el arco cronológico a toda la década de 1860. Sorprende, no obstante, que un liberal, heredero de aquellos ilustrados del siglo XVIII que tan duras críticas habían dirigido a la golilla, se retratase orgulloso vestido de esta guisa. Es muy posible que en ese campo más que las ideas políticas pesasen en él sus sentimientos de pertenencia e identidad a una comunidad social y política a la que estaba ligado el uso de la golilla.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
Archivo Municipal de Corella. Libro de actas 13, actas de los días 1/1/1859, 1/1/1861, 1/1/1863, 15/8/1864; libro de actas 14, actas de los días 1/1/1869, 10/2/1869.
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