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La pieza del mes de diciembre de 2024

UNA GASOLINERA DISEÑADA POR VÍCTOR EUSA:
LA ESTACIÓN DE SERVICIO DE VICENTE MUNÁRRIZ EN LA AVENIDA DE GUIPÚZCOA DE PAMPLONA

Pablo Guijarro Salvador
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Víctor Eusa (1894-1990) es uno de los arquitectos navarros más destacados del siglo XX, acaso el que más, ya que a su estilo personal e innovador se suma el enorme volumen de su producción, en torno al millar de obras, casi todas localizadas en Navarra y, más concretamente, en Pamplona, hasta el punto de definir la imagen urbana de la capital. Sus más de cincuenta años de actividad creadora comprenden todo tipo de proyectos, desde iglesias y edificios de viviendas, hasta otros menos comunes como parques, hoteles, panteones, oficinas bancarias y, al menos, una gasolinera.

Las gasolineras, como nueva tipología arquitectónica, aparecieron en las décadas de 1920 y 1930, conforme aumentaba el parque automovilístico. Hasta entonces, el suministro de combustible se hacía a través de surtidores aislados vinculados a garajes, talleres y otros comercios. Las gasolineras contaban con varios surtidores y podían proporcionar servicios de taller, engrase y lavado para los vehículos, además de aseos, tienda y restauración para el conductor y sus acompañantes. En España, estas instalaciones más completas recibieron la denominación de “estaciones de servicio”.

Al no haber referencias arquitectónicas anteriores y estar vinculadas a un elemento tan representativo de la modernidad como el automóvil, las gasolineras sirvieron para ensayar soluciones novedosas que difícilmente habrían tenido cabida en proyectos de mayor empaque. Uno de los aspectos más llamativos en sus diseños era la cubierta, a modo de grandes marquesinas, ligeras y atrevidas, que protegían al conductor de las inclemencias meteorológicas. En un primer momento, el repertorio formal surgido de la imaginación de arquitectos e ingenieros dio lugar a variados ejemplares, distintos unos de otros, en diversos estilos, con el Racionalismo como el de mayor aceptación. Sin embargo, a partir de las décadas de 1950 y 1960, se tiende a la estandarización, con estaciones de servicio homogéneas en las que prima la facilidad de construcción y los grandes letreros anunciadores de la marca propietaria.

Cuando Vicente Munárriz abrió su estación de servicio en 1939, solo existían tres establecimientos similares en Pamplona, situados en la plaza general Mola –actual Merindades– (Unsáin), avenida Zaragoza cerca de los Paúles (Jesús Díaz Martínez) y en esta misma avenida a la salida de la ciudad (EDSSA), luego conocida como “La Milagrosa”. Además, se suministraba carburante mediante varios aparatos surtidores individuales en vía pública y en instalaciones particulares situadas en el interior de locales. En aquel momento circulaban por Navarra unos cinco mil vehículos: la última matrícula otorgada ese año fue la número 5 094.


Vista de la estación de servicio en 1965 (imagen publicitaria en tarjeta de control de cambio de aceite).

El promotor: Vicente Munárriz y Sanz de Arellano (1897-1981)

Vicente Munárriz llevaba años relacionado con el mundo del motor, cuando en 1938 solicitó licencia para una estación de servicio. Entonces poseía un garaje en la avenida San Ignacio, situado frente al cine Olimpia, donde llevaba la representación de varias marcas automovilísticas y de motocicletas. Allí actuaba como “agente revendedor de gas-oíl con aparato surtidor de propiedad particular en interior de local”, sobre todo para consumo de los autocares “Flecha Azul”. Esta sociedad nacida en 1929, en la que tenía una participación, fue pionera en Navarra en la comercialización de viajes turísticos en autobús de lujo con “cabina de toilette”. Ofertó excursiones, entre otros destinos, a Barcelona, a su Exposición Universal, y a Roma, con motivo del año santo de 1933. Poco después pasaría a explotar la línea regular de Pamplona a Zaragoza.

Munárriz estaba vinculado al carlismo y durante la guerra civil tuvo un destacado papel, con el rango de teniente del Requeté, en la estructura represiva de la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra. Esta Junta, entre cuyos miembros estaba Víctor Eusa, había sido creada a instancias del general Mola para relegar a los órganos políticos del tradicionalismo y se encargó de gestionar las unidades militares carlistas e implementar la labor de represión del Requeté. Fernando Mikelarena ha recogido testimonios sobre ciertos excesos con la vida y los bienes de algunas de las víctimas del brazo represor de la Junta. Munárriz participó además en importantes acontecimientos de la contienda, como la toma de Bilbao, tras la que se responsabilizó de la jefatura de los servicios de investigación, o el proceso de fusión de tradicionalistas y falangistas en partido único, durante el que intervino presionando a los representantes políticos del carlismo para asegurar su apoyo.

La apertura de la gasolinera coincidió con el inicio de un periodo de racionamiento del consumo de carburantes y de restricción de la circulación de vehículos a consecuencia de las dificultades para importar petróleo durante la guerra mundial. Esta situación pudo hacer que Munárriz perdiera interés en el negocio, pues lo vendió a la Compañía Comercial Distribuidora S.A. (Discosa) en 1946. Para entonces, su carácter emprendedor había puesto sus miras lejos de Pamplona: en el continente africano. En 1943 se había trasladado a la Guinea española, acompañado por dos de sus hermanos y varios pamploneses, entre ellos su amigo y copiloto de rallies Pascual Lizarraga. Según relata el hijo de Lizarraga, permanecieron allí cuatro años dedicados al negocio de la construcción, levantando alguno de los edificios gubernamentales en la colonia.

El siguiente destino de Munárriz sería Liberia, donde Vicente Munárriz Industrial Corporation desarrolló actividades en los sectores manufacturero (ladrillos y tejas, jabón, aceite de palma) y de la construcción. Las guías de la época señalan que también llevaba la representación de la línea marítima que unía la península y Fernando Poo con escala en Monrovia. Incluso llegó a proponer un proyecto de ciudad para setecientas familias, con iglesia y universidad, denominada “Tubmanville”, en honor del entonces presidente. Prueba de la consideración alcanzada entre las autoridades de aquel país fue su nombramiento en 1950 como cónsul de Liberia en Madrid, cargo que sus descendientes siguen desempeñando en la actualidad. Igualmente fue condecorado como oficial de la Orden de la Estrella de África. Por su parte, el gobierno español le concedió en 1963 la Encomienda al Mérito Civil, que le fue impuesta en la embajada en Monrovia. Este episodio pone de manifiesto las estrechas relaciones que Munárriz mantuvo con influyentes personalidades de las altas esferas del franquismo, que debieron de serle de utilidad en sus aventuras empresariales.


Proyecto de Víctor Eusa: alzado (Archivo Contemporáneo de Navarra).

Una gasolinera de estilo regionalista vasco

Las redes políticas del carlismo serían el punto de contacto entre Vicente Munárriz y Víctor Eusa, un arquitecto ya consagrado en 1938 que había sido capaz de introducir con éxito sus singulares formas entre la conservadora élite pamplonesa. Grandes edificaciones como la Casa de Misericordia, el colegio de Escolapios, el convento de Paúles, el Casino Eslava o el Seminario habían afianzado su predominio en el panorama arquitectónico de la capital. Aquel año ejercía de forma interina como arquitecto municipal, tras la depuración política de Serapio Esparza, puesto desde el que impulsó intervenciones urbanas como los parques de la Media Luna y la Taconera o el rediseño del Portal Nuevo.

La imagen del acceso a Pamplona desde San Sebastián quedaría conformada por el quehacer de Eusa, comenzando por la gasolinera, a la que seguían el Portal Nuevo (1939, terminado en 1950), la fachada de las Recoletas hacia la cuesta de la estación (1932) y el apeadero con aseos o “paraguas” de la Taconera (1938).

La estación de servicio ocupó un terreno de cuatro robadas y media situado en Trinitarios, junto a la fábrica de levaduras de Eugui Hermanos y Muruzábal, adquirido por 36 000 pesetas a Patrocinio Ruiz de Latorre (28 de enero de 1938). La superficie sería ampliada con una pequeña parcela propiedad de la Sociedad Eceiza y Murillo (26 de noviembre de 1938). La ubicación era inmejorable para coches y camiones, en pleno distrito fabril de la ciudad, “entre fábricas importantes de azúcar, alcohol, abonos químicos, curtidos, levaduras, tejería mecánica, jabones, estación del ferrocarril del Norte y almacenes próximos a ella”, y junto a la carretera hacia San Sebastián, Vitoria y Bilbao. Esta salida carecía de estación de servicio, a diferencia de las de Zaragoza y Francia, y los conductores solo contaban con dos aparatos surtidores situados en la calle Navas de Tolosa y en Berriozar.

La petición y posterior concesión de la licencia por Campsa y los planos de Eusa se fechan en marzo de 1938, en plena guerra civil. La construcción debió de comenzar en septiembre, a cargo de Huarte y Compañía, con un presupuesto de 230 000 pesetas, estando terminada para junio de 1939, puesto que el día 25 se firmaba el contrato para el suministro y venta de gasolina.

El conjunto presentaba una planta escalonada fruto de la intersección de dos partes: por un lado, la vivienda del propietario con la zona de repostaje y, por otro, la nave del garaje, que quedaba detrás y semioculta en sus proporciones. La primera se organizaba a su vez de dos niveles: la planta baja con la gasolinera y sus dependencias, y el primer piso para vivienda. La gasolinera quedó resuelta a modo de porche cubierto con cuatro surtidores, dos en el andén exterior, junto a las columnas de apoyo de la fachada, y otros dos junto al muro de cerramiento. De este modo, los vehículos contaban con dos pistas para el repostaje, una totalmente resguardada de las inclemencias meteorológicas y otra más despejada con tan solo un alero como protección. En el piso superior estaba el hogar de la familia Munárriz, que aprovechaba la planimetría para extender su superficie sobre el porche y la nave destinada a garaje. Esta nave, de gran longitud, tenía dos accesos: el de la derecha daba entrada a la estancia destinada a engrase; el de la izquierda daba paso a un amplio recinto donde se disponían espacios para el estacionamiento de vehículos, con un taller y un almacén al fondo.

El alzado principal se concibe para remarcar la zona de repostaje mediante el trazado de grandes arcos de medio punto rematados por un alero sostenido por jabalcones. En cambio, el garaje y la sala de engrase quedan diferenciados por sus accesos adintelados. En el primer piso se abren huecos de diferente tamaño, pero de una composición uniforme, que exhiben la continuidad del espacio destinado a vivienda. Por su parte, el remate a dos aguas se resuelve fragmentariamente en faldones de medida desigual que reflejan la compleja planimetría del conjunto. El resultado es una fachada en la que Eusa despliega una armónica combinación de formas y volúmenes que vienen a resaltar los diferentes usos del edificio.


Vista de la estación de servicio en 1953 (Archivo Contemporáneo de Navarra).

En una obra que carece de la fuerza expresiva de sus grandes proyectos; la seña de identidad es la original arquería de medio punto que enfatiza el área de repostaje. Se trata de dos enormes arcos de acceso, suficientes para ser utilizados por camiones, más otros dos en el andén, cada uno de una escala. Las dimensiones de estas aberturas permitían una buena iluminación del interior del porche y de las dependencias de la planta baja. Precisamente en los años treinta este tipo de arco fue cobrando un creciente protagonismo en la arquitectura de Eusa. Lo empleó para dar forma a huecos de muros: edificio de colonias de Fuenterrabía (1933); accesos cubiertos: parador Mendía de Alsasua (1935), sucursal de Caja de Ahorros de Navarra en Elizondo (1938); o porches en chalets: villa Adriana (1934), aquí también con arcos de diferente escala. El manejo del medio punto evolucionará hacia una concepción más clásica y monumental en el pórtico de acceso al cementerio de Pamplona (1940) y alcanzará su mayor belleza y perfección en el atrio del mausoleo de los italianos de Zaragoza (1940), compuesto por cuatro grandes arcos de granito a modo de severos y sólidos arcos de triunfo.

El otro aspecto distintivo de la fachada es el uso del estilo regionalista vasco, un planteamiento bastante conservador en relación a otras gasolineras. Se pueden observar elementos típicos de este estilo, como ladrillo en esquinas y enmarques de ventanas, entramados de madera vistos con plementería de ladrillo y jabalcones de madera para sostener el alero. El lenguaje regionalista presenta una gran sobriedad, sin piedra o balcones de madera, que sí animaban obras previas de Eusa. Hay que recordar que bajo este ropaje de arquitectura tradicional se emplearon hormigón armado y estructuras metálicas. Con todo, la pluralidad de materiales, la teja de los aleros, los enfoscados del muro y los propios surtidores aportaban cierto juego cromático que rompía la austeridad general del conjunto.

Sorprende que un artífice bien informado del panorama nacional e internacional a través de las revistas especializadas y que, como propietario de un automóvil, conocería las estaciones de servicio más modernas, no aprovechara la oportunidad que le ofrecía este encargo para experimentar y dotarlo de un aire cosmopolita. Eusa evitó los lenguajes racionalista y art decó cuya combinación era muy frecuente en las gasolineras y que él mismo había llegado a dominar con brillantez. Se puede imaginar la potencia visual de un proyecto suyo bajo estas premisas, que podría haber contado con una cubierta ligera y dinámica, una torre o una cuidada tipografía como reclamos del establecimiento, al igual que en los ejemplos más conocidos de aquella época.

Paradójicamente, Eusa recurrió a la tradición popular para una tipología arquitectónica entregada a la modernidad. Esta circunstancia pudo haber sido una imposición del promotor, pero también una elección meditada del arquitecto, que empleaba estas formas en sus construcciones no urbanas, como los chalecitos de la periferia de Pamplona o los hoteles y restaurantes de carretera. Además, esos años de su producción se caracterizan precisamente por obras de clara inspiración regionalista, como las colonias de Zudaire y Fuenterrabía (1933), villa Adriana (1934), parador Mendía (1935) o la Caja de Ahorros en Elizondo (1938). Por otra parte, alguna gasolinera cercana muy parecida podría haberle servido de inspiración, como la de Behobia (Luis Vallet, 1928), compuesta igualmente por una galería de arcos bajo un edificio de inspiración vasca. En todo caso, Eusa no se limitó a una mera imitación de los esquemas regionalistas, sino que aportó su toque genuino con la original arcada de la zona de repostaje.


Proyecto de ampliación de Víctor Eusa: alzado (Archivo Contemporáneo de Navarra).

La ampliación de 1957

Compañía Comercial Distribuidora S.A. (Discosa), constituida en 1945 en Barcelona, era una empresa dedicada a la explotación de estaciones de servicio. En 1946 adquirió la de Vicente Munárriz por 650 000 pesetas y también la de Jesús Díaz Martínez situada en la avenida Zaragoza. Sin embargo, la transferencia del negocio no sería autorizada por Campsa hasta 1954. Poco después se pondría en marcha la ampliación de las instalaciones, según proyecto de Víctor Eusa, cuyo objetivo era, por un lado, aumentar la capacidad de los tanques de 40 000 a 120 000 litros y, por otro, facilitar el repostaje incrementando el número de surtidores, que pasaron de cuatro a ocho. De este modo se respondía, respectivamente, a la creciente demanda de combustible y al considerable tamaño de los vehículos pesados, que maniobraban con dificultad en el porche cubierto.

En la ampliación, Eusa abandonó el planteamiento original de edificio compacto donde se agrupaban todos los servicios para pasar a separar la zona de repostaje. En la explanada situada junto a la construcción original se formaron tres amplias pistas, separadas entre sí por los surtidores emparejados. El arquitecto renunció a trazar una estructura de cubrición y este espacio quedó expuesto a las inclemencias del tiempo. Detrás erigió un pequeño pabellón para aseos, sala de espera y exposición y venta de piezas, con un alzado que hacía juego con el precedente.


Vista de la estación de servicio en 1958 (Archivo Contemporáneo de Navarra).

En efecto, se repite el esquema de arco y tejado a dos aguas no simétrico, pero en un diseño más limpio, desnudo de referencias ornamentales regionalistas. El inmenso arco de medio punto circunda una gran superficie acristalada en la que una fina carpintería metálica forma una abstracta decoración a base de cuadrados, repetida en el hueco apaisado que se abre a su lado. De este modo, se vuelven a combinar las tres formas fundamentales en un sutil juego geométrico. El resultado se puede considerar una interpretación sofisticada del primer proyecto y uno de los trabajos más interesantes del otoño creativo de Eusa.

En los años 50, según Muruzábal, también se materializaron las coloristas pinturas del porche, que mostraban la distancia de Pamplona con otras ciudades, simbolizadas por algún elemento distintivo. Su autor fue Leocadio Muro (1897-1987), docente en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona y especializado muralista, caracterizado por un estilo simpático y atrayente. De hecho, muchos pamploneses recuerdan la gasolinera más por estas pinturas decorativas que por su arquitectura.

Eusa todavía intervendría en dos proyectos menores: una pequeña construcción con cubierta de uralita para reparación de neumáticos (1970) y la inutilización de varios tanques e instalación de unos nuevos para aumentar la capacidad de almacenaje (1971). Ambos son una muestra del tipo de encargos que recibía en los años previos a su jubilación. En cambio, la marquesina de cubrición se confió a un ingeniero (1969), que levantó una estructura metálica sin pretensiones de difícil encaje con las demás edificaciones del conjunto.


Vista de la estación de servicio en 1969 (Archivo Contemporáneo de Navarra).

La estación de servicio, que fue una de las más completas de Pamplona, con bar y túnel de lavado, sería derribada entre 2012 y 2014 con motivo de la conversión en zona peatonal de la avenida de Guipúzcoa. El negocio, propiedad de Cepsa desde 1993, se trasladó a una parcela cercana. Así desapareció una de las gasolineras históricas más singulares de Navarra, representativa de la época de popularización del automóvil, donde Eusa empleó un lenguaje tradicional vasco al que otorgó carácter propio mediante la original arquería y la innovadora relectura de la ampliación posterior.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo Contemporáneo de Navarra. Autorizaciones de estaciones de servicio y surtidores. 422255/1.

Archivo Municipal de Pamplona. Licencias de construcción. 1938/2/101, 1938/3/143, 1957/4/87 y 1970/9/28.

Diario de Navarra.

LIZARRAGA LARRIÓN, L. J., El banco de los jardines. Recuerdos para la recapitulación de una vida, Pamplona, Sahats, 2015.

MIKELARENA PEÑA, F., Sin piedad. Limpieza política en Navarra, 1936: responsables, colaboradores y ejecutores, Arre, Pamiela, 2015.

MURUZÁBAL DEL SOLAR, J. M.ª, “Leocadio Muro Urriza”. Revista Pregón, Siglo XXI, 23 (2004).

RODRÍGUEZ ARIAS, A., La estación de servicios como campo de experimentación en la arquitectura española de Vanguardias (1927-1967). Tesis Doctoral. Universidade da Coruña, 2021.

TABUENCA GONZÁLEZ, F., La arquitectura de Víctor Eusa. Tesis Doctoral. E.T.S. Arquitectura (UPM), 2016.