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La pieza del mes de febrero de 2024

DOS DIBUJOS PARA LOS RELICARIOS DE SAN EMETERIO Y
SAN CELEDONIO DEL PLATERO PEDRO ANTONIO SASA

Javier Munilla Antoñanzas
Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía
Universidad de Navarra

Tres fueron las exclaustraciones que sufrió el monasterio de San Salvador de Leire durante la primera mitad del siglo XIX y que afectaron de una u otra forma a las reliquias que hoy nos reúnen. La primera de ellas se ejecutó en tiempos del reinado de José Bonaparte a partir de la promulgación de un decreto de 1809, la segunda fue consecuencia de otro decreto de octubre de 1820 en el marco del Trienio Liberal, y la tercera es resultado de la tan conocida desamortización de 1836 ordenada por Juan Álvarez Mendizábal. Este texto se centrará en narrar el éxodo de dos reliquias de los mártires Emeterio y Celedonio del monasterio legerense, su llegada a la sede episcopal de Calahorra, su regreso al monasterio y la propuesta de ejecución de una pareja de relicarios para dichas reliquias. Todo ello, en el marco de la exclaustración de 1820 y la posterior restitución de la comunidad benedictina.

La llegada a Calahorra

El 25 de octubre de 1820, las Cortes promulgan un nuevo decreto-ley en cuyo artículo primero se dice que se “suprimen todos los monasterios de las órdenes monacales…” entre los que, por supuesto, se encuentra la comunidad benedictina del monasterio de Leire. En ese momento, los monjes tienen que abandonar apresuradamente el monasterio y se harán inventarios de los bienes y objetos de culto que allí se custodiaban. La administración de esos bienes será, a partir de entonces, responsabilidad de Joaquín Javier Uriz y Lasaga, obispo de Pamplona, que delegará su custodia en distintas instituciones religiosas. Entre todos estos bienes se encuentra una nutrida colección de reliquias de distintos santos que se veneraban en el monasterio, entre ellas las de san Emeterio y san Celedonio. Unos meses más tarde, en febrero de 1821, las reliquias de los mártires llegarían a manos de Pedro de Uriz, abad de las parroquias de Santiago y San Salvador de Sangüesa, localidad en la que se mantendrían hasta que el cabildo catedralicio de Calahorra las reclamase. Conocemos que durante los primeros meses de 1822, el cabildo calagurritano ya habría recibido noticia de la existencia de algunas reliquias de los mártires en la parroquial de Santiago de Sangüesa (Moral, 1967, pp. 142-143), momento a partir del cual el mencionado cabildo comienza en su empeño de hacerse con ellas. Para ello, pronto se pondrán en contacto con el obispo de Pamplona para que les proporcione información sobre su localización y características y para que interceda a favor de ellos para el traslado de las reliquias. El mitrado, a través de una carta de junio de 1822, responderá advirtiendo que las reliquias no tienen auténtica, pero que se informará del asunto y que hará lo que este en su mano para satisfacer las apetencias del cabildo calagurritano. Finalmente, y según reza un documento notarial, las reliquias llegarían a la catedral de Calahorra el día 12 de septiembre de ese mismo año, siendo entregadas por el comisionado del obispo para el asunto, Ignacio Rufino Fernández, canónigo de Pamplona, a los señores Domingo Garramiola y Francisco Corcuera. Para entonces, siguiendo el mismo documento, el obispo Uriz ya había firmado con fecha del día 6 de ese mismo mes la auténtica de las reliquias y plasmado su sello en la caja que las contenía para así justificar su legitimidad. Concretamente, las reliquias que llegan a Calahorra son “dos canillas una de cada uno de los dichos santos”, mientras que se mantienen otras reliquias en la iglesia de Santiago de Sangüesa. Asimismo, sabemos que las dos tibias de los santos Emeterio y Celedonio llegan a Calahorra “en un cajón cuadrado de madera cubierto con papel pintado y asegurado con dos cintas blancas”. Precisamente por esa excesiva sencillez del cajón en el que se guardaban las reliquias, el cabildo de Calahorra se plantea el encargo de un relicario de plata, como soporte más digno para albergar las reliquias y asimismo poderlas exponer para la devoción de los fieles. Sería el mencionado canónigo de la catedral navarra, Ignacio R. Fernández, el encargado de ayudar al cabildo calagurritano para la realización de este relicario.

Los dibujos para el relicario y Pedro Antonio Sasa


Diseño 1 para el relicario de los Mártires Emeterio y Celedonio. Pedro Antonio Sasa. 1821.

A causa de ello, a fecha de 7 de agosto de 1822, el mencionado canónigo envía una carta a Calahorra en la que le propone al cabildo dos opciones distintas para la ejecución del ornamento. La primera de ellas (fig. 1) consiste en realizar un relicario de las mismas características que el realizado por el platero pamplonés Pedro Antonio Sasa en 1821 para la catedral de Pamplona con la finalidad de acoger los restos de las santas vírgenes Nunilo y Alodia. Cabe señalar en este punto que el mismo platero ejecutó otro relicario con idénticas características para custodiar el brazo de san Veremundo (Fernández Gracia, 2020, pp. 52-53) y que los dos dos fueron costeados por el obispo Uriz. Ambos relicarios, de estilo academicista, serían de tipo ostensorio con base circular, muy alargado, con decoración de hojas lanceoladas y guirnaldas, rematando, todo ello, en una cruz (García Gainza y Heredia Moreno, 1978, p. 58).


Diseño 2 para el relicario de los Mártires Emeterio y Celedonio. Pedro Antonio Sasa. 1821.

La segunda opción, mucho más simple (fig. 2), se reduciría a una peana de unas características similares al soporte de la primera de la que partiría un tubo de cristal que albergaría las reliquias y que remataría, al igual que la anterior, en una cruz. La mencionada misiva rubricada por Ignacio R. Fernández iba acompañada de sendos dibujos de los mencionados diseños en cuyos márgenes aparecía, también, desglosado el montante que el cabildo calagurritano debía desembolsar en caso de que se decidiesen a contratar la obra. En la primera opción la cifra ascendía a los 1790 reales de vellón, total que se rebajaría hasta los 880 reales en el caso de que se hiciese sin dorar, según indica la carta. El segundo diseño, como señala el propio dibujo, costaría la mitad que el primero; es decir, 895 reales de vellón. Los dibujos de ambos diseños cuentan con unas medidas de 30,5 cm x 21 cm y están realizados sobre papel y a plumilla, habiéndose utilizado en su ejecución el compás y la mano alzada. Es necesario en este punto dedicar algunas palabras al referido autor de los dibujos. Pedro Antonio Sasa (1745-1831), natural de Logroño, pasó a residir en Pamplona, donde aprendió el oficio junto con Fernando Yabar para, posteriormente, casarse con su sobrina. Sobre él conocemos que se examinó en agosto y octubre de 1775, que fue un platero muy prolífico y que sus obras se extienden por todo el territorio del Antiguo Reyno (Fernández Gracia, 2020, p. 31). Volviendo al proyecto de ejecución de los relicarios que nos reúne, se debe señalar que, a la luz de la documentación analizada para la realización de este estudio y teniendo en cuenta los hechos que se sucedieron a partir de 1822, parece que el cabildo catedralicio de Calahorra nunca se decidió por ninguna de las dos opciones y que en consecuencia no se ejecutó ninguno de los proyectos; o al menos no se han conseguido evidencias documentales o materiales que demuestren lo contrario.

El regreso de las reliquias a Leire

Tras la llegada de los 100 000 hijos de San Luis acaba el Trienio Liberal, dando lugar a una nueva época de gobierno absolutista bajo la batuta del rey Fernando VII, que a través de distintos decretos intentará reinstaurar nuevamente los principios del Antiguo Régimen. En este marco, el 11 de junio se sanciona una Real Orden en virtud de la cual se reponen los conventos y monasterios clausurados tres años atrás. Tras este nuevo cambio político se devuelve la vida en comunidad al monasterio de Leire y comienza una ardua tarea de recuperación de las reliquias que tenían antes de la exclaustración. Por ello, poco tiempo después del regreso al monasterio legerense, el nuevo abad Manuel Zubiri procedió a ponerse en contacto con el obispo pamplonés para la recuperación del patrimonio perdido (Moral, 1967, p. 143). Con ello, el obispo Uriz enviará el 31 de marzo de 1824 una epístola dirigida al deán y cabildo de Calahorra pidiendo la devolución de las reliquias, a lo que responderán negativamente argumentando que el monasterio ya tiene otras reliquias de los mártires. Igualmente, y tras varias reuniones capitulares, el cabildo calagurritano enviará una carta al abad Zubiri el día 22 de abril señalando su posición contraria a la devolución de las reliquias. Como es evidente, esta respuesta no satisface a la comunidad de Leire y su abad escribe en mayo una nueva carta, que nunca tendrá respuesta, en la que insistirá a Calahorra, con un tono más serio, para que devuelvan las reliquias. En ella, Zubiri hace alusión a una bula de Clemente X (1590-1676) en la que se prohibía la extracción de cualquier reliquia del monasterio (Moral, 1967, p. 148).

Ante la falta de respuesta, el abad navarro decidió enviar en el mes de agosto una nueva carta al cabildo, pero esta vez sería entregada en mano por Julián Pagola, monje del monasterio, a quien el cabildo no tendría más opción que responder o ceder las reliquias. Llegado Pagola a Calahorra, los capitulares Francisco Corcuera y Romualdo Mendoza firman una misiva para M. Zubiri, en nombre del cabildo catedralicio, en la que se indica, de nuevo, la negativa a la devolución de las reliquias, reiterando los mismos argumentos que en las anteriores y señalando que consideran no contravenir la bula de Clemente X. Ante la falta de movimiento en sus posiciones del cabildo castellano, el abad legerense remite una nueva epístola con un tono más severo en septiembre de 1824, de la cual no recibirá respuesta. A consecuencia de ello, el 13 de octubre, Zubiri envía al prior del monasterio Antonio López de Bailo con una nueva carta y con la intención firme de recoger las reliquias, a lo que en una nueva carta entregada al prior, al igual que había ocurrido en el mes de agosto, se responde negativamente.

Debido a esta nueva oposición de devolver las reliquias y viendo que no queda otra solución, el abad de Leire recurrirá, al igual que lo había hecho durante los meses de febrero y marzo, al obispo de Pamplona para que interceda en el asunto y se ponga en contacto con el cabildo calagurritano para resolver el asunto. Así, el mencionado prelado enviará el 10 de noviembre una carta a Calahorra pidiendo la devolución a Leyre de los restos de los santos con la menor demora posible. Ante esta nueva petición del obispo, el cabildo catedralicio calagurritano se ve en la obligación de recular en sus posturas y finalmente devolverán las reliquias. Así, día 11 de diciembre volvería a Calahorra el prior legerense al que, ahora sí, le fueron entregadas las reliquias de manos de Pablo Leaniz y Pedro Nolasco, como así consta en un documento custodiado en el archivo catedralicio calagurritano. En él se indica claramente que a López de Bailo se le entrega la misma caja de madera que en 1822 había llegado a Calahorra; por lo que podemos concluir, como es lógico, que nunca se llegaron a ejecutar ninguna de las dos propuestas existentes para la realización de un nuevo relicario para custodiar y venerar las tibias de los santos Emeterio y Celedonio. Finalmente, las reliquias llegarían a San Salvador de Leire el 18 de diciembre, donde permanecerían hasta la nueva exclaustración que tuvo tras la desamortización de 1836, cuándo serían trasladadas a Sangüesa y Olite (Moral, 1967, pp. 152-153).

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo Catedralicio de Calahorra. Expedientes 822/1a; 822/1b: Reliquias de los santos, sacadas y devueltas al monasterio de Leyre. Queremos agradecer al canónigo archivero don Ángel Ortega su disposición para permitirnos consultar la documentación del archivo catedralicio de Calahorra

FERNÁNDEZ GRACIA, R., De escoplo, pincel y buril: la imagen de san Veremundo desde Irache, Dicastillo, Calle Mayor, 2020.

GARCÍA GAINZA, M.ª C. y HEREDIA MORENO, M.ª C., Orfebrería de la Catedral y del museo diocesano de Pamplona, Pamplona, EUNSA, 1978.

MORAL, T., “El monasterio de Leyre y las reliquias de los santos mártires de Calahorra”, Príncipe de Viana, 1967, pp. 106-107, 127-153.