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DOS ALEGORÍAS DE ESTÉTICA NAZARENA EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE NAVARRA. APORTACIONES A LA BIOGRAFÍA DE MARTÍN MIGUEL AZPARREN

Ignacio J. Urricelqui Pacho
Doctor en Historia del Arte

La realidad de la pintura en Navarra a mediados del siglo XIX sigue siendo a día de hoy una incógnita y su estado de la cuestión ha quedado reducido en buena medida al programa decorativo del Salón del Trono del Palacio de Navarra, iniciado en 1860 a raíz del anuncio de la visita de la reina Isabel II a Navarra y a las palabras que expresó el marqués de Castelfuerte reclamando que se encargase su realización a artistas foráneos “a no valernos de personas adocenadas, cuyos trabajos, poniendo a la Diputación en ridículo, revelasen la medianía de sus alcances”1. Como es sabido, el proyecto fue finalmente adjudicado a Maximiano Hijón, que se inspiró en la historia del Viejo Reino y contrató en 1864 a varios pintores para realizar una serie de escenas históricas y los retratos de los reyes de Navarra; en concreto, Alejandro Ferrant, Joaquín Espalter, Constancio López Coronas, Francisco Aznar y Francisco Mendoza2.

Sin embargo, cuando se contratan estos encargos, hacía algún tiempo que habían sido instaladas en el techo una serie de pinturas adjudicadas en 1861 a Martín Miguel Azparren, el único pintor navarro que participó en el proyecto decorativo y que, por consiguiente, se consideró capacitado para tomar parte en él. Su nombre ha quedado vinculado, como único mérito artístico conocido, a dicha decoración pictórica en la que representó a Navarra “simbolizada por una bella y robusta matrona que, fija la vista en el templo de la sabiduría y apoyada en sus ilustres armas y venerandos fueros, recibe con palmas al progreso”3. El estudio de fuentes documentales y hemerográficas, así como el hallazgo de dos pinturas en la colección del Museo de Navarra, revelan una personalidad artística singular en el contexto de la pintura en Navarra de mediados del siglo XIX y un entramado de relaciones con significadas personalidades tanto navarras, en la propia provincia y en Madrid, como del otro lado del Atlántico.

Martín Miguel Azparren (Eugui, 1818 – Bayona, 1867)

Martín Miguel Azparren nació en Eugui el 8 de mayo de 18184. Alumno de la Escuela de Dibujo de Pamplona5, en torno a 1839 emigró a México, obteniendo en 1841 la carta de seguridad6. Este dato resulta muy revelador ya que sitúa al pintor en el fenómeno de la migración a este país, formando parte de los muchos jóvenes españoles que se embarcaron en el segundo tercio del siglo XIX para “hacer la América”7. Este hecho relaciona a Azparren con un contexto totalmente diferente a su origen y lo vincula al renovador ambiente artístico en torno a la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Carlos de México. Gracias a la protección del empresario mexicano de origen vasco Anselmo Zurutuza Olarra (1801-1852)8, y no de la Diputación Foral de Bizkaia como se había sustentado hasta ahora9, pudo marchar a Roma, donde se le localiza en 1847 junto a la colonia de artistas españoles de la que formaban parte Manuel Arbós, Benito Soriano Murillo, José Fernández y Miguel Fluyxench, y escultores como Antonio Solá, informándose que “D. Miguel Azparren está ya muy adelantado y ha hecho muchos estudios en diferentes ciudades de Italia”10.

En 1852 se encuentra en París, desde donde escribe al diputado navarro Juan Pedro Aguirre informándole del envío de varias copias de pinturas del Museo del Louvre con destino a México y de dos alegorías dirigidas a su nombre, carta que luego comentaremos. Ya en esta misiva Azparren expresa su interés por encargarse de la decoración pictórica del salón del trono del palacio provincial, sobre lo que volvería en 185311 proponiendo un programa que, en esencia, sería el que finalmente se ejecutase. En 1856 se dirige al Ayuntamiento de Pamplona, al que ofrece un proyecto docente para la Escuela de Dibujo12, y dos años más tarde vuelve a dirigirse a la Diputación ofreciéndose de nuevo para realizar la decoración pictórica del Salón del Trono13. Si bien esta no le será adjudicada, sí se le contratará en 1861 para que realice las pinturas decorativas del techo por 30 000 reales vellón, que tendrá concluidas para febrero de 186214.

Para entonces y desde los años 50, Martín Miguel Azparren tiene instalado en Bayona un estudio de fotografía en la rue d’Espagne n.º 7115. Ya en 1852 enviaba sus pinturas desde París a Aguirre a través de Agustín Zaragüeta “de Bayona”. Si bien se especializó en retratos, que firmaba “M. M. Azparren peintre-photographe”, realizó otro tipo de fotografías, como la que publica en 1859 L’Illustration16 con un “Arc de triomphe élevé à Bayonne sur le passage de l’Empereur. D’après une photographie de M. Azparren”, o las cuatro fotografías que envía desde esta ciudad a la Diputación provincial de Navarra en noviembre de 1861 reproduciendo las principales figuras de su composición decorativa del salón del trono17. En 1862 aparece mencionado como fotógrafo instalado en Bayona18. Finalizados sus trabajos para la Diputación, aún intentará en 1862-1863 optar a la plaza de profesor de dibujo de la Escuela municipal de Pamplona aunque sin éxito19. En 1863 figura como administrador de la Société Artistique de Bayonne20 y en 1864 es mencionado en la Guide de l´étranger à Bayonne et aux environs21. Fue padrino de boda de su operador Emile Balossier22 y falleció en Bayona el 19 de junio de 1867, figurando en el acta de defunción como “peintre photographe”23.

Dos alegorías de estética nazarena en el Museo de Navarra

Los estudios dedicados al programa decorativo del Salón del Trono del Palacio de Navarra se limitan, en lo que respecta a Azparren, a mencionar su autoría y a describir las pinturas realizadas. Si bien ya hemos expresado anteriormente su filiación con la estética nazarena, deseamos ahondar algo en esta idea. Como es sabido, la corriente nazarena24 se desarrolló a partir de 1810 en Roma en torno a una serie de pintores alemanes allí asentados que, dando la espalda al ambiente artístico oficial, volvieron los ojos al pasado buscando devolver al arte su primigenio sentido purista, recuperando temas religiosos y alegóricos y técnicas como la pintura al fresco. Aunque inicialmente vedada a un círculo cerrado, la estética nazarena se difundiría por Europa durante el primer tercio del siglo XIX, expresándose en España en ámbitos concretos, madrileño y barcelonés, aunque también en algún foco periférico, como el País Vasco25. Significativamente, esta estética cobraría impulso en México, donde en 1843 se veía a pintores alemanes como Johann Friedrich Overbeck o Peter von Cornelius como paradigmas de una pintura moralmente adecuada a los intereses de la nación26 y donde a finales de la década cobraría impulso en torno a la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Carlos y la figura de Pelegrín Clavé, nombrado profesor de pintura en 184627. Este será el contexto en el que se forme Azparren, pasando a Roma gracias a la protección de Zurutuza28, y posteriormente en París, donde se le documenta en 1852.

Para conocer este contexto resulta fundamental la carta que el artista dirige al diputado navarro Juan Pedro Aguirre desde París con fecha 17 de agosto de 185229. En ella le informa del envío a Veracruz de “diez copias de cuadros que he hecho ejecutar en el museo del Louvre y dos originales míos destinados al Sr. Zurutuza”, así como del envío de dos cajas “a la consignación de Agustín Zaragüeta de Bayona”, una de las cuales “contiene dos cuadros en sus marcos” con destino a Aguirre representando una alegoría de la Caridad y otra al “Genio del Progreso por las Ciencias e Industrias”. Asimismo, informa del envío de una “media figura” como obsequio a José Yanguas, secretario de la Diputación provincial. Esta misiva, en la que Azparren confirma además su relación con Isidoro Adove, hombre de confianza de Zurutuza30, evidencia las relaciones del artista con políticos navarros, como los mencionados, a los que se suma Nazario Carriquiri31, a quien solicita se envíe la alegoría del Progreso “para que lo presente en la próxima Exposición y recomiende a alguno para que sea comprado, pues es cuadro que puede adaptarse muy bien a un establecimiento, administración o dirección de Caminos de fierro”, así como el marqués de Fontellas32, como veremos.


“Alegoría de la Justicia”. Atribuida a Martín Miguel Azparren, ca. 1850.
Museo de Navarra.

Ya Martinena Ruiz informó que la alegoría de la Caridad fue colocada en el salón de sesiones del palacio junto a otra que representaba la Justicia, y que debió de ser remitida antes33. Ambas son las que pertenecen actualmente a la colección del Museo de Navarra. La alegoría de la Justicia (CE000886), óleo sobre lienzo, de 245 cm x162 cm, se atribuye a Azparren y consideramos que dicha atribución es correcta (fig. 1). Por su parte, la alegoría de la Caridad, catalogada como “Virgen nutritia” (CE000909), óleo sobre lienzo, de 248 x 164 cm, y que va a ser sometida a un tratamiento de restauración, es obra indudable de Azparren y corresponde a la enviada en 1852 desde París (fig. 2). Ambas, aunque difieren algo en la ejecución, son interesantes ejemplos de la estética purista seguida por el artista navarro en esos años y que será confirmada en el Salón del Trono. Y no solo con Azparren, sino también con Joaquín Espalter, autor contratado para realizar alguna de las escenas históricas y retratos34

Azparren representa a la Justicia en un sentido hierático y frontal, como una matrona vestida con túnica blanca con ribetes dorados, cubierta por una capa roja y vuelto azul, sentada en un trono arquitectónico con pilastra de grutescos a ambos lados, capiteles corintios, arco con inscripción y cornisa recta. En el arco se lee el lema: “A cada cual lo suyo” que recuerda al jurista romano Domicio Ulpiano. La matrona aparece coronada y con la cabeza rodeada por un nimbo, sostiene en la diestra una balanza y en la izquierda, un libro abierto apoyado en el muslo, en cuya página par se lee “Sin mí no hay felicidad”, idea de concepción platónica35. Reposa los pies sobre la base de un recipiente circular de madera, el izquierdo además sobre un cilindro, y en el suelo, una espada. Este conjunto de aspecto escultórico se ubica en un mirador ante el que se extiende un paisaje con montañas a la izquierda y, a la derecha, un recinto amurallado que mira al mar. En base a los atributos empleados, se trata de una personificación combinada de la Justicia Humana y Divina, por el empleo de corona y espada, habituales en la primera, y por la presencia de un halo resplandeciente que rodea su cabeza, de acuerdo con las representaciones de la condición divina36.


“Alegoría de la Caridad” (detalle). Martín Miguel Azparren, 1852.
Museo de Navarra.

Respecto a la alegoría de la Caridad, es obra de mayor calidad compositiva y de ejecución que evidencia un progreso en la formación del artista. Siguiendo la propia descripción que hace Azparren en la carta que envía en 1852 al diputado Aguirre:

presenta la Caridad figurada por una matrona que da un pedazo de pan un anciano y de mamar a un niño, mientas otro se cubre con el manto. Esta pintura la he ejecutado conforme a la idea que me fue dada por el Sr. Marqués de Fontellas y celebraré que obtenga la aprobación de Vdes. Va destinada a esa Excma. Diputación provincial de la que hace V. parte y se lo recomiendo para que se sirva presentarlo a dicha Corporación con aquel interés que siempre me ha demostrado.

El conjunto, al que se añade a un niño de pie, a la derecha, queda enmarcado en una arquitectura de estilo renacentista, con bóveda de cañón con casetones, en cuyo tímpano se representa una escena de la Piedad.

Destaca en ambas pinturas el peso del dibujo y el empleo de un lenguaje clasicista, así como de colores primarios, y la relación de las figuras con el marco arquitectónico, de inspiración renacentista. Debe destacarse el tratamiento físico de las figuras, en particular el rostro de la Caridad, verdadero retrato alegórico de delicados matices. Las referencias iconográficas de ambas pinturas parten del renacimiento florentino, con Piero del Pollaiuolo y sus siete virtudes de la Galería de los Uffizi, entre ellas la Justicia, en el sentido de integrar la figura femenina en un trono arquitectónico, si bien la figura de Azparren resulta extremadamente hierática, no así la Caridad, más gestual y dinámica por su relación con las figuras que la acompañan. Cabe recordar que Azparren trataría el tema de la Justicia, junto con las otras virtudes cardinales (Templanza, Prudencia y Fortaleza) en su programa decorativo del salón del trono del Palacio provincial.

Sirva este breve estudio para ofrecer una inédita biografía del pintor y fotógrafo navarro Martín Miguel Azparren y contextualizarlo en el ambiente artístico de mediados del siglo XIX tanto en Navarra como, fuera de ella, en México, Roma, París y Bayona, revelándose sus inquietudes por asentarse profesionalmente en su tierra natal y las dificultades encontradas para ello, y su adscripción a la estética nazarena.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

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REFERENCIAS

El autor desea agradecer a Gerardo Manuel Medina Reyes y a María del Carmen Reyna y Pérez su asesoramiento sobre migrantes españoles a México en el siglo XIX.

1 Cit. Martinena Ruiz, 1985, p. 82.

Sobre este conjunto, además de Martinena Ruiz, 1985; Del Burgo, 1968; Muniain Ederra, 1996, pp. 307-330; Urricelqui Pacho, 2017; Fernández Gracia, 2022, pp. 181-192. Para una visión del programa en el contexto de la pintura de historia, Reyero Hermosilla, 1987, pp. 70-72.

Salón Regio 1887, pp. 7-8; Madrazo, 1886, p. 383.

Archivo Diocesano de Pamplona. Libro de bautizados de la iglesia parroquial de San Gil Abad de Eugui. CJ 740-6, fol. 101 v.

Redín Armañanzas, 1998, p. 341.

Ruiz de Gordejuela Urquijo, 2012, p. 85.

7 Sobre este tema, además de Ruiz de Gordejuela Urquijo, Medina Reyes, 2024, pp. 193-225.

Reyna y Pérez y Krammer, 2009, pp. 85-92; Reyna y Pérez, 2019; Medina Reyes, 2020

Moreno Ruiz de Eguino, 1992, pp. 58, 61, 68, 69. Consultadas las correspondientes Actas de la Diputación de Vizcaya, no hemos localizado noticia alguna de esta pensión.

10 J. P. “Variedades. Artistas españoles en Roma”, El Clamor Público, 17 de diciembre de 1847.

11 Martinena Ruiz, 1985, p. 69.

12 Redín Armañanzas, 1998, pp. 341-342.

13 Martinena Ruiz, 1985, p. 77.

14 Ibid., pp. 84, 87, 92.

15 Voignier, 1993, p. 17.

16 L’Illustration, 1-10-1859, p. 253

17 Martinena Ruiz, 1985, p. 90.

18 Annuaire-almanach du commerce, le l´industrie, de la magistrature et de l´administration. París, Chez Firmin Didot Frères, Fils et Cª, 1862: 2206, mencionado como fotógrafo instalado en Bayona.

19 Redín Armañanzas, 1998, p. 342.

20 Livret explicatif des ouvrages de Peinture, Sculpture, Dessin, Gravure, etc. admis à L´Exposition de la Société Artistique de Bayonne. Deuxième Exposition 1863. Bayonne, Salon de l’Exposition, 1863, pp. IX, X.

21 Guide de l’étranger à Bayonne et aux environs. Bayonne, Imp. de Veuve Lamaignère, 1864, p. 75.

22 https://www.portraitsepia.fr/photographes/balossier/

23 Archives Pyrénées Atlantiques. Bayonne. Actes de décès 1858-1868, fol. 755.

24 Urricelqui Pacho, 2017, pp. 134-135.

25 Lertxundi Galiana, 2002, pp. 389-397.

26 Noticioso de ambos mundos, “Filosofía de las artes”, El Museo mexicano o miscelánea pintoresca de amenidades curiosas e instructivas, t. I. México D. F. Ignacio Cumplido, 1843, pp. 111-112.

27 Hernández-Durán, 2015, pp. 131-132.

28 Para los artistas pensionados en Roma en este contexto, Brook, 2020, pp. 105-160.

29 Archivo Real y General de Navarra. CJ 25838. 2450/6. Carta de M. M. Azparren a Juan Pedro Aguirre, París, 17 de agosto de 1852.

30 De origen francés, fue administrador de las empresas de Zurutuza y heredó los bienes de Zurutuza a su muerte en 1852, Reyna y Pérez y Krammer, 2009, pp. 87, 91.

31 Nazario Carriquiri (1805-1884) fue político y empresario navarro, así como destacado coleccionista. Para esta faceta, Martínez Plaza, 2018, pp. 329-330

32 Fernando Vélaz de Medrano Álava, II marqués de Fontellas, era entonces diputado foral.

33 Martinena Ruiz, 1985, p. 64.

34 Coll i Mirabent, 1996, pp. 3-8.

35 Pérez Ruiz, 1984, pp. 257-296.

36 Ripa, 2007.