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La pieza del mes de octubre de 2024

EL ESCUDO DEL GRAN MAESTRE DE LA ORDEN DE MALTA EN PAMPLONA, OBRA BARROCA DEL ESCULTOR PABLO DE AGUIRRE

Pedro Luis Echeverría Goñi
Universidad del País Vasco

El casco viejo de Pamplona conserva todavía un centenar de escudos pétreos, aunque han desaparecido otros cuarenta que había a comienzos del siglo XX, según estimación de J. J. Martinena. Debemos a este historiador su catalogación por calles, lo que facilita la consulta, consignando en su caso las sentencias de hidalguía de la segunda mitad del setecientos. Por lo tanto, nos hallamos ante un gran conjunto de piezas del Barroco y Rococó en un momento de esplendor que Caro Baroja denominó “la hora navarra” del XVIII. Son escasos los estudios sobre escudos de armas que incluyen documentación y análisis tipológico, dedicándose de forma específica al comentario heráldico e histórico de los linajes. Es el caso del objeto de este estudio, el temprano y aparatoso blasón que preside la casa de Martín de Redín y Cruzat, hoy Centro comunitario social y cultural (calle Mayor, 31). Por su orladura no tiene parangón en la ciudad más que con los de García-Herreros y Leoz (Mercaderes, 3) y Vidarte-Ardaiz-Zaro-Aróstegui (Plaza del Castillo, 2), ambos dieciochescos.


Escudo de Martín de Redín y Cruzat y lápida dedicatoria. Foto: A. Hueso.

Semblanza de Don Frey Martín de Redín y Cruzat

Este noble y militar navarro fue el miembro más destacado de la ilustre familia de su apellido que había apoyado al bando agramontés. Pese a ello, toda su carrera se desarrolla al servicio y con el apoyo de Felipe IV, conocido como el Rey Planeta. Además, su biografía está estrechamente vinculada a la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, de gran implantación en Navarra, de la que habían sido priores dos de sus tíos. Tras haber sido Gran Prior de los sanjuanistas de Navarra (1632-1652), el citado monarca le nombró en 1656 virrey de Sicilia, título que facilitaría su elección al año siguiente como Gran Maestre de la Orden.


J. F. Cars. Grabado de Martín de Redín (Abbé Vertot, Histoire des chevaliers hospitaliers de S. Jean de Jerusalem) CC0 1.0.

Ocupó cargos de nombramiento real, como los de maestre de campo en Navarra y Cataluña, comisario de fortificaciones y capitán general en Galicia. Destacó como promotor en el arte de la poliorcética, es decir, la construcción de fortalezas. Así sabemos que reforzó la parte superior del frente norte y el baluarte del Redín, erigido en 1540, en el recinto amurallado de Pamplona. Pero particularmente realizó obras defensivas en Malta, como las murallas de Mdina, uno de cuyos bastiones del frente terrestre, llamado de Redín, nos recuerda su incansable labor constructiva. Asimismo, patrocinó la fábrica en la costa de trece torres de vigilancia, comunicadas entre sí, para prevenir los ataques de la flota otomana.

El escudo. Génesis documental

Para conmemorar el nombramiento de Martín de Redin como Gran Maestre de la Orden el 18 de agosto de 1657 y su ratificación por el papa Alejandro VII, el ayuntamiento pamplonés encargó en 1659 al escultor Pablo de Aguirre la ejecución de un escudo pétreo con su leyenda conmemorativa. Realizado en Asiáin y colocado en el frontis de la casa principal de la calle Mayor, el escultor fallecería dos días después de haber dictado su testamento el 23 de septiembre de ese mismo año, no habiendo recibido más que 1 000 reales a cuenta y sin haber visto tasada su obra. Por ello, su viuda y heredera María de Orella entabló en 1660 un pleito ante la Corte contra el consistorio, reclamando su estimación y el pago. La tasación corrió a cargo en 1661 de Miguel de Labayen y el trasmerano Clemente de Quintana, escultores de Pamplona y Asiáin, nombrados por el regimiento y la viuda respectivamente, quienes fijaron su valor en 241 ducados y 7 reales. El segundo, natural de Isla, había trabajado en 1655 como oficial en el taller de Aguirre. La resistencia de los patronos a abonar esta cantidad se fundaba en que la obra no valía más de los 1 000 reales y el escultor se había dado por satisfecho. Además, según declaración de los ediles, el precio de las piedras, su corte y transporte a la casa-taller, así como el emplazamiento del escudo, una vez labrado, en la fachada, se pagaron con fondos municipales.


Firmas autógrafas del escultor Pablo de Aguirre, el arquitecto Francisco de Olmos II y el pintor Juan de las Heras II.

Por el escultor testificaron los arquitectos Francisco de Olmos y Pascual Ochoa de Olza y el pintor Juan de las Heras II, vecinos de Asiáin. Por ellos sabemos que fueron el regidor Martín Cruzat y el secretario Diego de Zudaire quienes, junto al pintor Juan de Bellostas, se desplazaron al pueblo para pagarle los 1 000 reales y que Aguirre no se dio por satisfecho con esa cantidad, yendo varias veces a Pamplona para pedir su tasación. Francisco de Olmos II afirma en su probanza “haber trabajado en las dichas piedras y armas este testigo muchos días”. Este longevo ensamblador (1606-1687) siguió el oficio de su padre del mismo nombre, quien, procedente de Lérida, había establecido su taller en Asiáin, según ha documentado J. Músquiz. Mejor formado que su progenitor, llegó a ser un prolífico autor de retablos clasicistas, colaborando como escultor en varios de ellos su amigo Pablo de Aguirre. Juan de las Heras II (c. 1615-1676), biografiado por Jimeno Jurío, fue miembro del taller familiar, llegando a ser veedor de obras de pintura del obispado de Pamplona, y pudo encargarse de la policromía de esta piedra armera.

Encontramos una excepcional descripción coetánea de este escudo en la declaración conjunta de los canteros de Pamplona, Juan de Areso, Domingo y Juan de Barrendegui, y Juan de Aurquía, realizada en 1661 a petición del regimiento local. En ella precisan que “las dichas armas son de piedra blanca y que tienen tres varas y media de altura, dos varas y media de ancho, y a los lados tienen dos leones y dos angelotes, dos corazas, el escudo y su corona, y a la parte de arriba de las dichas armas, en medio del frontispicio, un cetro bien trabajado como todas las demás armas expresadas y que tienen un letrero a la parte de abajo en una piedra, también muy bien labrado, con setecientas y diez y siete letras grandes”. El escudo con su encuadre mide c. 180 x 180 cm, y la lápida, 190 x 88 cm. Valoraron esta obra y la concienzuda labor de escultura y arquitectura realizada en 210 ducados, “por haber sido el trabajo que tuvo en labrarlas muy grande, y también se incluía en esta cantidad el letrero que, como queda dicho, está al pie de las dichas armas”. Pese a que esta estimación estaba por debajo del trabajo realizado, queda en ella implícito el reconocimiento de su calidad.


Inscripción conmemorativa. Detalles policromados. Foto: P. Echeverría.

La lápida conmemorativa con marco moldurado contiene un texto laudatorio en latín con quince renglones, que debió ser elaborado por el jesuita José Moret, gran latinista y primer cronista del Reino, como ha propuesto Martinena. Su transcripción y traducción figuran en Pampilona, urbs regia. Debemos recordar que el propio Martín de Redin le había encargado a Moret un libro propagandístico en latín con sus hazañas militares en el levantamiento del cerco francés de Fuenterrabía, impreso en Lyon en 1657. Conocemos también por Aranda Ruiz que, de manera excepcional, el ayuntamiento pamplonés celebró el éxito de uno de sus hijos más ilustres con diversos festejos, que incluyeron novillos y sendas fuentes de vino y agua que se dispusieron en las puertas de la ciudad.

Descripción técnica, estilística y heráldica

Desde el primer tercio del siglo XVI hasta fines del siglo XVIII aparecen menciones documentales al empleo de “piedra blanca y blanda” en portadas, escudos, estatuas y sepulcros, extraídas de canteras como las de Olza, Olcoz, Guenduláin o Muru-Astráin. Los canteros citados afirmaron en 1661 que “las dichas armas son de piedra blanca”, obtenida con toda probabilidad de la pedrera de caliza del Alto de Arrobia (de harrobi: cantera), en término de Olza. De aquí procedían los materiales empleados en los palacios de Olza, el escudo rococó del palacio de Sarasa, la portada del palacio del marqués de Aguayo y en los del marqués de Rozalejo de Pamplona y Subiza. Esta piedra sin mácula luce asimismo en el relieve de la Asunción y los ángeles del pórtico académico de la catedral de Pamplona y en el monumento a la Inmaculada del Rincón de la Aduana. Al igual que otros escudos pétreos, el del Gran Maestre estuvo policromado con sus colores heráldicos, conservando todavía el dorado de las letras capitales de la inscripción y una decoración de roleos en la parte inferior de la lápida. Está necesitado de una limpieza que elimine la suciedad acumulada y recupere el color o, al menos, la blancura original de esta piedra.


Escudo del Gran Maestre. Foto: P. Echeverría.

Sobre un alfeizar se alza el encuadre arquitectónico, con pilastras decoradas en su cajeamiento con hojas surmontadas que asientan y se rematan en ménsulas foliáceas. Sobre una cornisa volada vemos un frontón curvo partido en volutas, disponiéndose en medio un jarrón con frutos. Apoyados en volutas se representan como tenantes de las pilastras sendos leones rampantes que las abrazan con sus garras diestras, a las que se contraponen en la misma actitud las siniestras; giran sus cabezas de tres cuartos hacia el frente y muestran las colas levantadas. En heráldica, el león es imagen del buen militar, valeroso y noble, rasgos que caracterizaron a don Martín de Redín. Recordemos que el regimiento pamplonés, comitente de esta obra, lleva en su escudo un león pasante, símbolo de soberanía, autoridad y magnificencia, que fue una concesión de Carlos III el Noble a la ciudad con motivo de la Unión de los burgos.

El blasón está montado en una cartela correiforme con campo escamado en la parte inferior, característica del siglo XVII. Presenta corona por timbre con piedras romboidales y siete flores de lis. Cuenta con dos mascarones superior e inferior de cuya boca parten guirnaldas de frutos. Lo flanquean como tenantes dos ángeles agrutescados con las alas desplegadas. Las armas de Martín de Redín como Gran Maestre que se exhiben en este escudo cuartelado en cruz son cuatro cruces: 1 y 4 en campo de gules, cruz blanca de la Orden de Malta; 2 y 3, de azur, cruz cuartelada de oro y gules.

En la inscripción latina que exalta al ilustre caballero pamplonés, el padre Moret incluyó la siguiente frase: “La gran similitud que distingues entre la cruz de Redín y la de Malta era augurio de su principado. En este signo venció, en este signo vencerá” (según traducción de J. Ayesa y J. A. Goñi). En la retórica triunfal de la Contrarreforma se resalta aquí la presencia de la pieza heráldica de la cruz como arma común del linaje y de la Orden que llegó a presidir, concluyendo con la famosa frase de la Visión de Constantino que propició la victoria en la batalla de Puente Milvio sobre Majencio y la sustitución del imperio pagano por otro cristiano y universal.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Archivo General de Navarra. Procesos, 135341.

MARTINENA RUIZ, J. J., Escudos de armas en las calles de Pamplona, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 1997, p. 64. Escudo n.º 42.

ARANDA RUIZ, A., Pampilona, urbs regia. El ceremonial del Ayuntamiento de Pamplona desde el siglo XVII hasta nuestros días, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 2021, pp. 329-331, nota 1534.

FLORISTÁN “Martín de Redín”, en Diccionario Biográfico Español. Real Academia de la Historia.