Ricardo Fernández Gracia
San Francisco Javier Patrono de Navarra: fiesta, religiosidad e iconografía.
Pamplona, Gobierno de Navarra. Departamento de Cultura y Turismo.
Institución Príncipe de Viana, 2006, 312 p. : il. col.; 30 cms.
Distinto, diverso y diferente no significan lo mismo, aunque en el uso común se tomen como equivalentes. José Joaquín de Mora, en su Colección de sinónimos de la lengua castellana (1855), precisaba que «distinto es lo que no tiene identidad con otra cosa. Diverso lo que no es homogéneo con otra cosa; diferente lo que no tiene todas las cualidades, todos los accidentes y toda la forma de otra cosa. Lo distinto se refiere al ser (…) Lo diverso se refiere a la sustancia (…) Lo diferente se refiere a las circunstancias accidentales». Y lo apoyaba en tres ejemplos. Las personas de la Trinidad son distintas. El vegetal es diverso del animal. Los hombres son diferentes en estatura, color, etcétera. Este libro de Ricardo Fernández Gracia se presenta como reedición de otro anterior, pero tan ampliada y nueva en las características que resulta distinto. Fernández Gracia dio a la imprenta hace dos años San Francisco Javier en la memoria colectiva de Navarra: fiesta, religiosidad e iconografía en los siglos XVII-XVIII (Fundación Diario de Navarra). Era, pues, un trabajo limitado a la tierra natal del santo y a los dos siglos finales del Antiguo Régimen. En esta renovada salida el autor aumenta de manera muy notable los contenidos iconográficos y acarrea numerosas novedades sobre la religiosidad y el culto al paisano, hijo de linaje ilustre.
El profesor no incurre en exceso, sino más bien en discreta moderación cuando dice que el libro tiene por objeto «estudiar cómo se fue "construyendo" la figura de San Francisco Javier en la memoria histórica de Navarra como uno de los elementos de identidad, con peculiaridades propias, acordes con la cultura del Barroco, en un primer momento, y más en sintonía con otros valores en el contexto de los tiempos más recientes». Javier es orgulloso signo de identidad de Navarra no ya hacia dentro, sino fueramugas para los navarros en la diáspora.
Entre las novedades de este libro resultan interesantes los hitos javerianos en su país desde hace un siglo. Porque aunque parezca que el benjamín de los Jaso-Azpilcueta ha sido aquí referencia insoslayable ya antes de la canonización en 1622, este libro muestra el oscurecimiento de la figura durante décadas hasta la potente recuperación a finales del siglo XIX. Recuperación en la que juegan un papel importante las peregrinaciones y las obras en el propio castillo y pueblo de Javier.
El libro va dividido en una sucinta introducción biográfica -suficiente para explicar el atractivo del santo para la memoria y el imaginario colectivos- y cinco capítulos. Fernández Gracia cuenta, pero no le merecen especial atención, los dimes y diretes de hace cuatro siglos entre jesuitas y dominicos a cuenta del patronazgo celestial de Francisco o el obispo Fermín, porque, como dice con sorna, las versiones de un canónigo o de un profesor en el colegio de Javier -léase Goñi Gaztambide y Escalada- difieren. A este profesor de Arte le interesa más justificar el subtítulo del libro y explicar la fiesta, la religiosidad popular -gozos, sermones, más trece cofradías-, la expansión del nombre, la caracterización y atributos con que se ha presentado a Francisco. Porque a Javier lo encontramos como misionero, pero también abundantes ejemplos lo muestran transfigurado, con Ignacio de Loyola, protagonista de escenas ejemplares y milagrosas, destinatario de exvotos y copatrono del reino. La importancia social de las fiestas, la religiosidad, las diversiones y la iconografía en Navarra hace que los dos capítulos dedicados a esas materias ocupen más páginas que el resto del volumen.
El trabajo de Fernández Gracia aporta fuentes documentales de primera mano y tiene la virtud de no mostrar interés volcánico por el santo. A este fiterano, que no sé de dónde saca el tiempo, es muy posible que le cautive la figura de Javier, es más, estoy seguro de que le atrae, pero el lector no terminará el libro con la impresión de que el santo ha abducido al investigador y analista. No suele ocurrir así. El biógrafo o estudioso suele dar en incondicional. A favor o en contra, pero incondicional. Este profesor despliega el fasto e intención de las fiestas, pondera la fuerza adoctrinadora que las imágenes encerraban para una sociedad en muy alto porcentaje analfabeta, recoge coplas y tiras versificadas, describe y juzga al detalle estatuas, cuadros y estampas, pero no nos endilga un fervorín. Se agradece, hombre.
Aquí van recogidas aportaciones del autor a otras publicaciones javerianas de este año. Citaré algunas. "Religioso camarín y aula de milagros" -título que recuerda al P.Recondo- sobre la capilla de Javier, trabajo inserto en Sol, Apóstol, Peregrino, San Francisco Javier en su Centenario (Pamplona, 2006), haz de catorce artículos, desiguales de calado, coordinado por Ignacio Arellano, en el que éste analiza, como él sabe, la figura en Javier en el teatro del Siglo de Oro. Igualmente encontramos reutilizado el San Francisco Javier en las Artes. El poder de la imagen, que vio la luz en el catálogo de la exposición celebrada en Javier (San Francisco Javier patrono. Imágenes para el taumaturgo de ambos mundos, Pamplona, 2006). También ha echado mano el autor de "La promoción de las artes en Navarra durante el siglo XVIII. Hombres e instituciones, patronos y mecenas", texto con el que participó en el catálogo de la exposición sobre «Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros en la Monarquía hispánica del siglo XVIII», habida hace un año. En estos tres volúmenes conjuntos, los textos de Fernández Gracia son siempre los más extensos. Y, en fin, no ha podido prescindir de su libro Reges Navarrae. Imagines et gesta. Dibujos y grabados para las ediciones ilustradas de los Anales del Padre Moret en el Siglo de las Luces (Pamplona, 2002), que recoge una espléndida, elocuentemente anacrónica y rara serie de pruebas.
El rigor del texto no repugna a la generosa carga gráfica. Las ilustraciones a página entera son 56, el 18% del libro, y otras 114 cubren la mitad de las páginas restantes. Un libro bello, útil y duradero, trabajado a fondo y presentado con alta dignidad.
Fernando Pérez Ollo
A punta seca
Signo e imágenes de identidad
Diario de Navarra, Domingo 3 de diciembre de 2006