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Semblanza del profesor Albareda

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José María Albareda Herrera (Caspe, 1902-Madrid, 1966) fue hijo de farmacéutico y manifestó una precoz inclinación literaria y política, que encontraron un caldo de cultivo en el ambiente familiar. Su padre, además de farmacéutico, era promotor de mejoras agrícolas y de la instalación de pequeñas industrias en el medio rural, dirigente del sindicato católico agrícola y militante del incipiente movimiento demócrata cristiano.

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José María Albareda
Fuente: Real Academia Nacional de Farmacia

 

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Albareda en el colegio de su localidad natal (fila superior, segundo niño por la izquierda)
Fuente: José María Albareda y Herrera, farmacéutico aragonés. Colegio Oficial  de Farmacéuticos de Zaragoza, 2002

 

Inclinado a la investigación científica, José María deseaba cursar los estudios de Química, pero se plegó al criterio pragmático de su padre, y estudió Farmacia en Madrid. Licenciado en 1922, abordó entonces los estudios de Química en Zaragoza, donde obtuvo una plaza de profesor ayudante en 1926. Allí preparó su primera tesis doctoral, que defendió en Madrid en 1927. Por entonces, la llamada Universidad Central era el único centro en que era posible obtener el título de doctor.

Esta circunstancia tiene relación con la primera publicación de José María Albareda: Biología Política, de 1923. Era una defensa de la descentralización política y administrativa como forma de superar la resistencia al desarrollo que el precoz autor detectaba. Movido por ese interés, Albareda se adhirió a movimientos aragonesistas y al Partido Social Popular, el primer partido demócrata cristiano. Era también, coincidiendo con la tradición familiar, hombre de arraigadas creencias religiosas.

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Retrato de José María Albareda, tras obtener su doble licenciatura universitaria 
Fuente: José María Albareda y Herrera, farmacéutico aragonés

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El profesor Albareda como doctorando
Fuente: Bitácora de Pharmacopevs



 

Ya doctor, y licenciado en Químicas, se sintió atraído por la investigación. Las dificultades que encontró para conseguir un puesto que le permitiera dedicarse a ella le empujaron a presentarse a las oposiciones de catedrático de Instituto, que ganó en 1928. Ese mismo año solicitó una pensión para realizar ampliación de estudios en el extranjero.

El organismo que por entonces facilitaba esas ayudas era la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), pionera en la promoción estatal de la investigación. José María Albareda disfrutó su primera pensión en Bonn, Zurich —en su prestigioso Politécnico— y Könisberg entre 1928 y 1930. De esas estancias surgió su especialización en Química del suelo, tema doblemente querido para él por su interés por la investigación química y por los efectos prácticos que vislumbraba tras esos trabajos: deseaba modernizar el campo español.

De regreso preparó una segunda tesis doctoral en 1931. Al año siguiente volvió a marchar al extranjero para pasar dos años en laboratorios de investigación de Física y Química del suelo en el Reino Unido (Rothamsted Experimental Station). En el verano de 1934 realizó un viaje por otros centros de investigación del suelo del centro de Europa: Berlín, Leipzig, Dresde, Praga y Budapest. Acumuló así un importante bagaje en torno al estudio físico-biológico de los suelos, y se cargó de deseos de imitar lo que había visto.


Albareda jugando al tenis durante su estancia en el Reino Unido en 1934 
Fuente: José María Albareda y Herrera, farmacéutico aragonés

En 1935 consiguió un puesto docente en Madrid, donde los responsables de la investigación química se habían fijado en él para impulsar una línea de investigación en Química del suelo en la Universidad. En 1936 Albareda propuso a la JAE realizar otra estancia de investigación en centros de estudio de los Estados Unidos, en California, Arizona y Nuevo México, lugares con suelos áridos como los españoles. En julio de 1936 conoció que se le había concedido la beca pero, esa misma semana, la quiebra política del país hizo imposible seguir adelante con sus planes: estalló el conflicto que daría lugar a una guerra civil que cambió su vida.                                                         

Tras el levantamiento militar y la consiguiente revolución Albareda permaneció refugiado en Madrid, dedicado a la redacción de un libro sobre El suelo que había comenzado meses atrás. Allí conoció la noticia de que su padre y uno de sus hermanos habían sido asesinados en su pueblo natal por los exaltados izquierdistas que ejercían allí el poder. Comenzó a articular un proyecto de exilio: ganar Francia a través de los Pirineos. Lo hizo acompañando al fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá, al que había conocido recientemente en Madrid. Albareda se había incorporado al Opus Dei el 8 de septiembre de 1937.

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José María Albareda y Fernando Pinto Muñoz, fotógrafo del Instituto de Ciencias Agrarias, durante la visita a una plantación de claveles en la provincia de Barcelona
Fuente: AICA

Consiguió su propósito, y una vez depurado por las autoridades del bando franquista, fue asignado a un puesto en un instituto de Vitoria y en el incipiente Ministerio de Educación Nacional, y entró en contacto con José Ibáñez Martín, que en agosto de 1939 se convirtió en ministro de Educación. En varias conversaciones con él, trataron su idea de lo que debía ser la investigación científica, y de esos encuentros surgieron los primeros proyectos de la institución que tomaría el relevo de la JAE, lo que terminaría por llamarse, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), creado en 1939 y del que Albareda sería Secretario General. En 1940 obtuvo una cátedra en la Universidad Complutense de Madrid.

Su dedicación al CSIC marcó intensamente su vida: falleció en 1966 siendo su Secretario General. Para entonces el CSIC había crecido mucho, Albareda había publicado cuatro libros —entre ellos Consideraciones sobre la investigación científica— y más de doscientos artículos en revistas especializadas. Fue nombrado doctor honoris causa por las Universidades de Lovaina y Toulouse, y recibió honores académicos dentro y fuera de España. En 1959 fue ordenado sacerdote y al año siguiente dejó su cátedra de Madrid para ocupar el rectorado de la Universidad de Navarra. En todas esas etapas, nunca dejó de cultivar su estudio de los suelos, y formó la primera generación de especialistas españoles en la materia.

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José María Albareda, primer secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Fuente: Archivo General de la Universidad de Navarra

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El rector José María Albareda, durante la apertura de curso 1960-1961 
Fuente: Universidad de Navarra




 

 

Prof. Pablo Pérez López
Catedrático de Historia Contemporánea
Universidad de Navarra