sacerdocio-hombre de gobierno

Servir y acompañar: el estilo de liderazgo de Josemaría Escrivá

Texto

Consciente de ser el Fundador y de estar a la cabeza de una Obra de Dios, organizó la labor de gobierno a nivel mundial, regional y local, con unas características que hicieran posible vivir la fidelidad al espíritu que tenía que transmitir a todas las generaciones: la llamada universal a la santidad de todo hombre y mujer, vivida con la conciencia de ser hijos de Dios en Cristo; y santificando el trabajo, la tarea de cada día.

En concreto, estos fueron los puntos centrales de su visión sobre el gobierno del Opus Dei : (1) que fuera siempre una acción de servicio: servicio a todas las almas, servicio a la Iglesia; (2) que fuera colegial, nunca de una sola persona; (3) que respetara la libertad de todos; (4) y que se llevara a cabo con un profundo sentido sobrenatural.

Estas características las dejó muy claramente señaladas en la entrevista recogida en Conversaciones con Mons. Escrivá (n. 35a): “En Roma tiene su domicilio el Consejo General, independiente para cada Sección, de hombres o de mujeres; y en cada país hay un organismo análogo, presidido por el Consiliario del Opus Dei en esa nación. No piense en una organización potente, capilarmente extendida hasta el último rincón. Figúrese más bien una organización desorganizada, porque la labor de los directores del Opus Dei se encamina principalmente a hacer que a todos los socios llegue el espíritu genuino del Evangelio –espíritu de caridad, de convivencia, de comprensión, absolutamente ajeno al fanatismo–, a través de una sólida y oportuna formación teológica y apostólica. Después, cada uno obra con completa libertad personal y, formando autónomamente su propia conciencia, procura buscar la perfección cristiana y cristianizar su ambiente, santificando su propio trabajo, intelectual o manual, en cualquier circunstancia de su vida y en su propio hogar”. 

Y así proseguía: “Por otra parte, la dirección de la Obra es siempre colegial. Detestamos la tiranía, especialmente en este gobierno exclusivamente espiritual del Opus Dei. Amamos la pluralidad: lo contrario no podría conducir más que a la ineficacia, a no hacer ni dejar hacer, a no mejorar”.

Escribió a sus hijos que el gobierno en la Obra, en todos sus niveles, ha de ser siempre colegial. “El Siervo de Dios siempre contaba con el parecer de las personas que tenían obligación y el derecho de dar su opinión en un asunto. En más de una ocasión nos devolvió expedientes que, por error, habíamos pasado a despacho sólo con la firma de dos Directores –en lugar de los tres previstos–, diciéndonos que no le pusiéramos en la tentación de ser un tirano” (Artículos del Postulador, Roma, 1979, 693).

Y subrayó que “en el Opus Dei no caben los tiranos y que la aptitud tiránica proviene de un corazón lleno de sí mismo. Atajad, por tanto, allí en vuestro corazón, lo que veáis que es una tendencia al mando falto de templanza y moderación. Examinad el modo en que ejercitáis vuestro deber de servir, mirad que no se introduzca en vuestro espíritu el afán desconsiderado de tratar, como propietarios, los asuntos de gobierno y de formación” (Artículos del Postulador, 692).  

Y, de manera particular a quienes hacían cabeza en el gobierno colegial, les indicaba que hablasen los últimos, en el ejercicio del gobierno colegial, para no limitar la libertad de los demás.

Fue siempre muy delicado al mandar. Y al enseñarnos a mandar, si se presentaba el caso y nos correspondía hacerlo, nos decía: “En la Obra no conseguiremos que vuestros hermanos obedezcan, si no es por favor: a tiros, no lograremos nada” (Artículos del Postulador, 693).

Pedía las cosas por favor; rogaba que le perdonásemos si tenía que recordarnos algo que retrasábamos en entregarle. Si tenía que pedir varias cosas seguidas se disculpaba. El día 31 de enero de 1969 me encargó un trabajo y me preguntó si podía llevarlo a cabo. Le dije que sí, que lo haría con mucho gusto: “te lo pregunto –me comentó-, porque para la obediencia, yo tengo que contar contigo”.

Este servicio de gobernar sólo puede llevarse a cabo con verdadera visión sobrenatural al estudiar los asuntos pensando en la situación concreta, en las dificultades del ambiente, etc., de las personas interesadas en el asunto de que se trata: “Gobernar es, en primer término, poner los medios sobrenaturales; pero además de poner todos los medios sobrenaturales, gobernar es poner también todos los medios humanos, sobrenaturalizados”(Artículos del Postulador, 691).

Como pauta para el gobierno del Opus Dei estableció que el Consejo General se limitase a dirigir en líneas fundamentales el apostolado de la Obra en todo el mundo, dejando un amplísimo margen de iniciativa a los directores de cada país. Afirmaba que los gobiernos regionales gozan de autonomía prácticamente total (...). Se les podía sugerir o aconsejar, pero no imponer nada, en un asunto en el que la Comisión regional debía decidir libremente” (Artículos del Postulador, 696).

Igualmente, “recordaba a los Directores que han de redactar los escritos con claridad, de manera que se entiendan bien, sin dar lugar a diversas interpretaciones (...). Y les recordaba, además, que debían tomar las decisiones en presencia de Dios, sintiéndose responsables del progreso espiritual de los miembros dela Obra” (Artículos del Postulador, 707).

“Educó –con su ejemplo, su palabra y sus escritos- a sus hijos que ocupaban cargos de dirección en el Opus Dei de manera que no ambicionaran los cargos, sino que tuvieran ansias de servir; y que consideraran que su trabajo era una labor de almas y que, por consiguiente, lo más importante era que ellos fueran santos, rezadores, porque nadie puede dar lo que no tiene –insistía-, y con el gobierno en el Opus Dei se pretende sólo ayudar a los demás para que sean santos” (Artículos del Postulador, 698).

A la pregunta de Enrico Zuppi y Antonino Fugardi, de L’Osservatore della Domenica, sobre cómo está organizado el Opus Dei, entre otros detalles, responde (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 63): “Alguna vez, ante el asombro de alguno, he llegado a decir que el Opus Dei, en ese sentido, es una organización desorganizada. La mayoría de los socios –la casi totalidad- viven por cuenta, en el lugar donde vivirían si no fueran del Opus Dei: en su casa, con su familia, en el sitio en el que desarrollan su trabajo”.

“Así, todos viven su propia vida, con las consecuentes relaciones y obligaciones, y acuden a la Obra para recibir ayuda espiritual. Esto exige una cierta estructura, pero siempre muy reducida: se ponen los medios oportunos para que sea la estrictamente indispensable”.

“Existe en cada país un gobierno regional, siempre de carácter colegial, presidido por un Consiliario; y un gobierno central –formado por profesionales de muy diversa nacionalidad- con sede en Roma. El Opus Dei está estructurado en dos Secciones, una para varones y otra para mujeres, que son absolutamente independientes, (...) unidas solamente en la persona del Presidente General”.

 “Espero que haya quedado claro qué quiere decir organización desorganizada: que se da primacía al espíritu sobre la organización, que la vida de los socios no se encorseta en consignas, planes y reuniones. Cada uno está suelto, unido a los demás por un común espíritu y un común deseo de santidad y de apostolado, y procura santificar su propia vida ordinaria”.

 

Ernesto Juliá, escritor y sacerdote de la Prelatura del Opus Dei