SJ_Titulo_SanJosemaria 1902-1936

San Josemaría Escrivá en 1902-1936

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Época de Barbastro y Logroño

Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Su familia entronca, por ambas ramas, con la tradición cultural y cristiana de España, así como con la personalidad y las tradiciones de Aragón. Sus padres fueron José Escrivá y Corzán y María de los Dolores Albás y Blanc. De ellos recibió un claro ejemplo de fe y de piedad. En Barbastro fue bautizado y allí completó su iniciación cristiana. Fue alumno del Colegio de los padres Escolapios de Barbastro, donde cursó la enseñanza primaria y comenzó los estudios de Bachillerato, que terminó en el Instituto Nacional de Logroño. A esta ciudad se había trasladado la familia en 1915.

José Escrivá y Dolores Albás tuvieron una primera hija, Carmen (nacida en 1899), a la que siguió Josemaría y luego otras tres hermanas. Los inicios de la década de 1910 fueron un periodo de prueba para la familia, al fallecer las tres hijas menores y sufrir un duro revés económico que provocó la marcha desde Aragón a la cercana Rioja. Todo ello dejó huella en Josemaría, pero no agrió su carácter.

Siguió siendo un joven espontáneo y abierto, que proseguía con aplicación sus estudios. Con 16 años, al contemplar las huellas dejadas por un carmelita descalzo al caminar por las calles nevadas de Logroño, en un día de un crudo invierno, sintió como un aldabonazo en su alma.

Comenzó entonces a sentir que Dios quería algo de él. Pero no sabía qué era. Así que decidió abandonar el proyecto de estudiar Arquitectura para hacerse sacerdote. Estaba persuadido de que así estaría disponible del todo para lo que Dios quisiera de él. Siguió un largo periodo de fe y de oración intensas. Repitió durante años: "¡Señor, que vea! ¡Señor, que sea! ¡Señora, que sea!". Eran unas jaculatorias que mostraban su vida de oración confiada y su firme determinación de hacer lo que Dios quisiera.

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Preguntas de interés

FUENTE: www.opusdei.es

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Zaragoza: ordenación sacerdotal

En 1918 inició los estudios eclesiásticos, como alumno externo del seminario de Logroño. A partir de 1920, como alumno interno, los prosiguió en Zaragoza. Allí residía en el seminario de san Francisco de Paula y acudía a las aulas del seminario conciliar, que tenía entonces el rango de Universidad Pontificia. El cardenal arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, percibió sus cualidades y le confirió en 1922 el cargo de Inspector en el seminario de san Francisco de Paula. Aquellos años de preparación sacerdotal cimentaron su formación teológica y espiritual, con la frecuente lectura de clásicos de la literatura espiritual y, sobre todo, con su oración personal. Más de una noche pasó largas horas ante el sagrario de la iglesia del seminario. Sus visitas a la Virgen del Pilar, tan unida a la piedad zaragozana, fueron prácticamente diarias.

Avanzados sus estudios teológicos obtuvo la oportuna autorización de sus superiores para comenzar en 1923 los estudios de Derecho en la Universidad de Zaragoza. Los cursó aprovechando los periodos de vacaciones estivales y el tiempo que sacaba tras cumplir sus ocupaciones pastorales. Estudió Derecho por deseo de su padre, años atrás, cuando le dio a conocer la decisión de hacerse sacerdote. La contemporaneidad entre los estudios eclesiásticos y los civiles, su presencia en las aulas de la facultad de Derecho y el trato con profesores y alumnos de ese centro docente, fueron circunstancias que enriquecieron su personalidad y le prepararon para la orientación que posteriormente daría a su vida y a su actividad.

Ordenado diácono el 20 de diciembre de 1924, recibió el presbiterado el 28 de marzo de 1925. Poco antes, en noviembre de 1924, había fallecido su padre. Su madre, su hermana Carmen y un hermano pequeño, Santiago, nacido en 1919, quedaron a su cargo y se trasladaron a Zaragoza. Josemaría inició su ministerio sacerdotal en la parroquia de Perdiguera (de la diócesis de Zaragoza), continuándolo luego en Zaragoza capital.

 

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Madrid: la fundación del Opus Dei

Al finalizar la licenciatura en Derecho, el deseo de obtener el Doctorado –algo reservado entonces en España a la Universidad de Madrid– le aconsejó trasladarse a la capital de España, junto con su familia. En la primavera de 1927 se instaló en Madrid. Allí desarrolló una incansable labor de atención a pobres y desvalidos de los barrios extremos, en especial a los incurables y moribundos de los hospitales de Madrid. Se hizo cargo de la capellanía del Patronato de Enfermos, labor asistencial de las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón. Dedicó muchas horas a preparar a miles de niños para la primera confesión y la primera comunión y a recorrer las barriadas populares de un Madrid en plena expansión, con los problemas sociales consiguientes, para atender a enfermos y moribundos. Fue profesor en una Academia universitaria, especializada en los estudios jurídicos, para ganar algo de dinero con el que sostener a su familia, que pasaba por una situación económica muy precaria. Su actividad y su oración, mortificación y penitencia perseverantes hicieron de aquellos años una verdadera "prehistoria" del Opus Dei. Es decir, un periodo de profundización espiritual que le preparaba para acoger lo que Dios se disponía a manifestarle.

El 2 de octubre de 1928, durante unos ejercicios espirituales, Dios le mostró con claridad lo que hasta ese momento había solo intuido. Nació así el Opus Dei, como realidad marcada a fuego en el alma de un joven sacerdote que dedicó a ese fin todas sus energías desde entonces. En un primer momento se preguntó si no existiría ya una institución que realizara los ideales que Dios le había mostrado. Aunque pronto percibió que no había nada similar a lo que Dios deseaba de él. Movido siempre por Dios, el 14 de febrero de 1930 comprendió que debía también extender entre las mujeres el apostolado del Opus Dei.

Se abría así en la Iglesia un nuevo camino, dirigido a promover, entre personas de todas las clases sociales, la búsqueda de la santidad y el ejercicio del apostolado, mediante la santificación del trabajo ordinario, en medio del mundo y sin cambiar de estado. Fue también en 1930 cuando un comentario de su confesor –"¿Cómo va esa obra de Dios?"– le movió a llamar así a la iniciativa apostólica que estaba promoviendo. La expresión "Obra de Dios" manifestaba, de una parte, su honda convicción de estar cumpliendo un deseo divino. Además, reflejaba muy bien su contenido: la vida ordinaria, el trabajo profesional hecho para Dios y para el servicio de todos los hombres, convertido por la oración y la entrega personales en obra de Dios, en Opus Dei.

El núcleo del mensaje de san Josemaría fue, sin duda, el anuncio de la llamada universal a la santidad al ejercer el trabajo profesional ordinario. Treinta años antes del Concilio Vaticano II, hablando de la plenitud de la vida cristiana, escribió: "Tienes obligación de santificarte. -Tú también. -¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: ‘Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto'" (Camino, n. 291). Muchas veces repitió que la llamada universal a la santidad en el propio trabajo implica recordar a todos y a cada uno de los cristianos que Jesucristo invita a seguirle a todos, estén donde estén, sea cuales sean sus cualidades. El fiel corriente ha de alcanzar la plenitud de vida cristiana en el lugar y condición que tiene en la sociedad, haciendo de su trabajo ordinario –a imitación de la vida oculta de Cristo– ocasión de santidad y de servicio a Dios y a sus hermanos. Desde el 2 de octubre de 1928, el fundador del Opus Dei difundió ese mensaje, que atrajo a su alrededor a un pequeño grupo de personas en los primeros momentos.

Mientras tanto, el contexto experimentaba cambios y tensiones. La situación económica familiar siguió siendo difícil. Cambiaron sus encargos pastorales: en 1931 dejó el Patronato de Enfermos y asumió la función, primero de capellán, y de rector desde 1934, del Patronato de Santa Isabel. En la sacristía de Santa Isabel, después de un oración personal especialmente viva, redactó una de sus primeras obras: unos comentarios a los misterios del Rosario, que publicó con algunos retoques en 1934, con el titulo de Santo Rosario. Desde 1930 iba anotando ideas de su oración personal y experiencias surgidas de su labor apostólica. Algunos de esos apuntes formaron en 1932 un colección de pensamientos o puntos de meditación que tituló Consideraciones espirituales, que constituyeron un apoyo eficaz para su apostolado y el de quienes le seguían. Revisados y completados, esos puntos de meditación dieron lugar a una de sus obras más conocidas: Camino. Desde su publicación en 1939, se ha traducido a numerosos idiomas y ha alcanzado una tirada de casi cinco millones de ejemplares.

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FUENTE: www.opusdei.es

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