“Ayer pisándolo todo, hoy pisado de todos”. Una reflexión en clave de vanitas sobre la vocación al sacerdocio de Palafox
El obispo-virrey, hoy beato, Juan de Palafox en sus Confesiones o Vida Interior aporta un sinnúmero de hechos y circunstancias de su vida, pero calla fechas y nombres en la mayor parte de los casos. Los editores de sus Opera Omnia, en 1762, los carmelitas descalzos, alumbraron algunos de los sucesos narrados con datos precisos, pero a día de hoy, la mencionada obra aún está pendiente de una edición anotada en la que se vayan identificando e ilustrando con personas y contextos concretos.
En los capítulos XII, XIII, XIV y XV del citado libro explica los motivos que le llevaron a abrazar el estado clerical y ordenarse como sacerdote en 1629. En el duodécimo alude a cómo se fue ablandando su persona, inclinándose hacia lo bueno, a la concesión de la renta eclesiástica (tesorería Tarazona) con lo que “le fue poniendo Dios en el corazón que se ordenase”. Asimismo, se refiere a la enfermedad de su hermana Lucrecia y al fallecimiento al mismo tiempo de “dos grandes hombres (cada uno en su género) en aquella gran Corte donde él servía, (el uno grande letrado y orador y el otro gran presidente y señor y poderoso y rico y regalado) le puso Dios presentes estos dos hombres a la consideración frecuentemente, diciendo: ¿Quieres fama de orador, de docto, de sabio, de entendido? Mira aquel orador tendido sobre un paño de bayeta con su estudio hecho pasto de gusanos, que en eso has de parar con tu fama y opinión. ¿Quieres poder, presidencias, riquezas, grandezas, gustos, regalos? Mira aquel presidente poderoso, rico, grande, regalado en un féretro rodeado de hachas que lo llevan a enterrar y a ser compañero de la corrupción, del asco y de los gusanos. Esto es lo mas que puedes conseguir con tus deseos. Mira en qué paran los deseos humanos, ambiciosos y mundanos”.
Se trata de sendas escenificaciones de verdaderas vanitas, tan frecuentes en la literatura y en la pintura española del Seiscientos, cuando se desarrolla como un género propio del Barroco, con altísimo valor simbólico, que reflexiona sobre la futilidad del mundo y el conocimiento humano. En base a la cita bíblica Vanitas Vanitatum et omnia vanitas (“Vanidad de vanidades y todo vanidad” Eclesiastés, 1, 2), su mensaje es la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte, animando a la adopción de un sombrío punto de vista sobre el mundo.
Don Juan Manuel de Mendoza, marqués de Montesclaros, virrey de Nueva España y Perú, fallecido en 1628. Castillo de Chapultepec. México
Las vanidades en los sermones, en los grabados, en las pinturas y en los textos escritos denuncian la relatividad del conocimiento y la vanidad del género humano sujeto al paso del tiempo, a la muerte. En las vanidades, los objetos representados son todos símbolos de la fragilidad y la brevedad de la vida, de que el tiempo pasa, de la muerte. Entre todos estos objetos simbólicos, el cráneo humano, símbolo de la muerte, es uno de los más corrientes. Se encuentra este memento mori (acuérdate de que vas a morir) entre los símbolos de las actividades humanas: saber, ciencia, riqueza, placeres, belleza... Otros símbolos que suelen encontrarse en las vanidades son: fruta pasada, que simboliza la decadencia como envejecimiento; las burbujas, que simbolizan la brevedad de la vida y lo repentino de la muerte; el humo, los relojes, y los instrumentos musicales, símbolos todos ellos de la naturaleza efímera de la vida.
Por lo que respecta a la reflexión sobre la vanidad y caducidad de lo terreno en el texto palafoxiano, la identificación de ambos personajes citados, la propusimos hace unos años, en nuestra monografía sobre aspectos del personaje publicada en 2011. Al notable descrito como “gran presidente y señor y poderoso y rico y regalado” hemos de identificar con don Juan Manuel de Mendoza y Luna, III marqués de Montesclaros (1571-1628), que pertenecía a la poderosa familia de los Mendoza, cuya cabeza era el duque del Infantado. Fue virrey de la Nueva España y el Perú, convirtiéndose en el primer ex-virrey de las Indias que era nombrado consejero de estado. Cuando contaba con 51 años falleció, en unos momentos en que su experiencia en el gobierno de los reinos de Indias y su evidente talento le auguraban una larga e influyente carrera ministerial, que se vio truncada prematuramente por su repentina muerte en 1628. Formó parte del denominado "bando de Olivares" y fue presidente del Consejo de Hacienda de 1623 a 1626.
Respecto al otro personaje nominado en los párrafos de Palafox, al que califica de “gran letrado y orador”, propusimos a don Francisco de la Cueva y Silva, que defendió el misterio de la Inmaculada Concepción en sus escritos y con la oratoria, amén de ser un gran escritor amigo de Lope de Vega y jurista de altos vuelos. El hecho de haber fallecido, también en 1628, hace que seguramente sea a él a quien se refiere Palafox.
En relación con lo perecedero, no podemos dejar de citar un prólogo de una obra inédita de Palafox, en la que recogió los epitafios funerarios de las iglesias de Nápoles, aprovechando su estancia en la ciudad cuando acompañaba a la hermana de Felipe IV para contraer matrimonio con el rey de Hungría. Allí escribió y dedicó al conde-duque este párrafo: “Ayer pisándolo todo, hoy pisado de todos, siendo pasto de los gusanos. ¿Dónde está la honra, la autoridad y la riqueza de aquéllos a los que adoraba el mundo? Acabó con el poder el poder de las coronas imperiales, las reales, las tiaras; todo lo que es menos que esto, rodando va por el mundo con el curso de los días y las horas y momentos, y todo acaba en la sepultura”. Estas líneas están en plena sintonía con lo que otros célebres de nuestro siglo, como el famoso sevillano Miguel de Mañara, escribieran en sus libros.
Retrato de don Francisco de la Cueva (†1628), por Juan van der Hamen en la Real Academia de San Fernando
Para saber más
CATALÁN MENÉNDEZ PIDAL, D., “Francisco de la Cueva y Silva y los orígenes el Teatro Nacional”, Nueva Revista de Filología Hispánica III (1949), pp. 130-140
FERNÁNDEZ GRACIA, R., Palafox y Navarra et alia studia, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2011, pp. 179-222
FERNÁNDEZ GRACIA, R., “Una corte itinerante por tierras europeas 1629-1631. De Madrid a Viena con la infanta doña María, bajo la mirada de don Juan de Palafox”, Visiones de un imperio en fiesta (dirs. V. MÍNGUEZ e I. RODRÍGUEZ MOYA), Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2016, pp. 309-338
PALAFOX Y MENDOZA, J., Vida Interior, En Obras Completas, vol. I, Madrid, Gabriel Ramírez, 1762, pp. 37-41
VALDIVIESO, E., Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro, Madrid, Fundación Instituto de Empresa, 2002