El dibujo: creatividad y fundamento de las artes
Fundamento de todas las artes en el proceso creativo
La práctica del dibujo ha acompañado al ser humano desde los albores de la historia, antes incluso que la escritura. Ha sido un medio fundamental para el aprendizaje y para la expresión de ideas y pensamientos. Albert Einstein expresaba esa idea con esta frase: “Si no puedo dibujarlo es que no lo entiendo”.
El dibujo ha sido base e instrumento del proceso creativo en todas las artes, desde la arquitectura y las figurativas a las denominadas suntuarias. Ha formado parte principal en la génesis de la obra de arte y ha sido hasta nuestros tiempos cimiento de las Bellas Artes y fundamental en la formación de los artistas, habiendo contado, en algunos países, con academias para su aprendizaje. En la Edad Media muchos artesanos obtuvieron su promoción a la maestría cuando se dejaron de manchar las manos con la cal y lo hicieron con la tinta, por su dominio del dibujo.
Giorgio Vasari (1511-1574), célebre por sus biografías de artistas italianos, consideró al dibujo como “el padre de las tres artes: arquitectura, escultura y pintura”, asegurándole una connotación intelectual como proyección plástica de la idea. El virrey Palafox argumentaba, en la centuria siguiente, que el artista “primero hace la idea en la imaginación, después el dibujo y últimamente la imagen”.
Los dibujos pueden tener un sentido de obra definitiva o bien ser trabajos preparatorios para obras realizadas en otras técnicas y soportes. En esta segunda opción, sirvió secularmente como presentación para el cliente, como modelo para trabajar a mayor escala con diferentes soportes y técnicas.
Al realizar un encargo, con el acuerdo entre el comitente y el artista, éste procedía de inmediato a plasmar en un dibujo, traza o modelo su invención. Entre los medios que los artistas utilizaban para motivar su creatividad y dibujarla hay que anotar todo cuanto tenían al alcance de la vista, las fuentes escritas y las estampas grabadas. El maestro y suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, en su Arte de la Pintura (1649), lo expresaba así: “La invención procede del buen ingenio, y de haber visto mucho, y de la imitación, copia y variedad de muchas cosas, y de la noticia de la historia, y mediante la figura y movimiento de la significación de las pasiones, accidentes y afectos del ánimo”. La importancia del aprendizaje, las relaciones con artistas y mecenas y los viajes eran aspectos importantes en el desarrollo profesional de los maestros, en aras a ir almacenando en sus mentes fuentes visuales y culturales. Aquellos que poseían formación intelectual estaban mejor preparados para incluir en sus obras elementos simbólicos y alegóricos, que enriquecían pinturas, fachadas de edificios, retablos y portadas de libros. Alberti, en el siglo XV, proponía como modelo al pictor doctus versado en studia humanitatis y familiarizado con poetas, oradores y hombres letras, “pues de estos ingenios eruditos obtendrá no sólo óptimos ornamentos, sino que también irá en provecho de sus invenciones”.
Portada de la edición de 1602 del Teatro de los instrumentos y figuras matematicas y mecanicas... de Diego Besson. Biblioteca Universidad de Navarra. Foto M. Calonge
El fin del proceso creativo consistía, tradicionalmente, en obtener obras bellas que lograsen la captación, diálogo y empatía con quienes se acercasen a las mismas, insistiendo siempre en la constancia, el estudio y el trabajo, ya que, como señalaba Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
El testimonio de un gran creador: Bernini
El genial y polifacético Gian Lorenzo Bernini, en junio de 1665, durante su estancia en París, dejó su testimonio acerca de la invención -hoy diríamos creatividad- y el dibujo, relatado por Paul Fréart de Chantelou en su Diario del Viaje del Caballero Bernini a Francia. En su texto podemos leer estos párrafos que hablan por sí solos de las características del taller del artista y de la relación entre creación y el dibujo. Así, se relata: “Habiendo pasado después, de su habitación, donde estábamos entonces, a su galería, me dijo que en Roma tenía una en su casa, totalmente parecida, que es allí donde hace, paseándose, la mayor parte de sus composiciones; que él marca en la pared, con carbón, las ideas de las cosas a medida que le venían a la mente, que es lo que suelen hacer los espíritus vivos y de gran imaginación: amontonar sobre un mismo tema ideas e ideas. Que, les viene alguna, la dibujan, que les viene una segunda, la anotan también, luego una tercera y una cuarta, sin purgar ni perfeccionar ninguna, apegándose siempre a la última producción por un amor particular que se tiene por la novedad. Que lo que hay que hacer en tal ocasión para remediar ese defecto, es dejar descansar allí esas diferentes ideas, sin mirarlas durante un mes o dos. Después de ese tiempo, se está en disposición de elegir la que sea mejor; que si por casualidad corre prisa y aquel para quien se trabaja no da tanto tiempo, hay que recurrir a esas gafas que cambian de color los objetos, o aquellas otras que los hacen ver o más grandes o más pequeños, o mirarlos del revés. En fin, buscar por esos cambios de color, de tamaño y de situación, el remediar el engaño que nos hace el amor de la novedad, el cual impide casi siempre que pueda recaer la elección sobre la mejor idea”.
Lámina del libro de Andrea Pozzo, Perspectiva pictorum et architectorum editado en Roma, 1693-1700. Biblioteca Universidad de Navarra Foto M. Calonge
Para saber más
CHANTELOU, P. F., Diario del viaje del caballero Bernini a Francia, Madrid, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1986
Instrumentos para la creatividad. Utensilios de dibujo y de construcción siglos XVII al XX. Colección atelier Joaquín Lorda. Exposición virtual de la Biblitoteca de la Universidad de Navarra, mayo 2019.
La formación del artista de Leonardo a Picasso. Aproximación de la enseñanza y el aprendizaje de las Bellas Artes. Madrid, Real Academia de San Fernando. Calcografía Nacional, 1989