Imágenes en Navarra del III Centenario de la canonización de Javier (IV)
Por Tierra Estella
El día 20 de septiembre de 1922, tras la estancia de tres días en Estella, la reliquia y el Cristo del Cangrejo viajaron a la ciudad de Viana, entonces perteneciente al obispado de Calahorra, cuyo obispo don Fidel García estuvo presente junto al Ayuntamiento con bandera y banda de música, que interpretó la Marcha Real a la entrada en la parroquia de Santa María. Por la tarde, se organizó una procesión que atravesó un gran arco triunfal, que inmortalizó la foto que presentamos, en el que se leía “Al hijo más grande de Navarra”. Junto al ayuntamiento de la ciudad estaban las representaciones de otros de los pueblos cercanos con sus banderas.
Al día siguiente, la comitiva se dirigió a Sangüesa. En el trayecto, el padre Astrain descubrió la reliquia y dio la bendición en Sansol y Torres. En Los Arcos, afirma el cronista que “no hubo otro remedio que detenerse”, ante un pueblo con la fe y la devoción al santo caldeadas. Predicó el jesuita natural de la localidad Víctor Murugarren, que enfervorizó a los asistentes, de modo que al escuchar las gentes que no había tiempo para la veneración de la reliquia, “no hubo ya nadie que no aspirase, por lo menos, a tocar con sus manos o rosarios el santo brazo; y así la procesión de despedida se convirtió en demostración anhelosa de cariño y en vivos deseos poderosamente expresados, de conseguir el momentáneo contacto con el santo ...”. Ignacio Baleztena, responsable de la Comisión en nombre de la Diputación iba abriendo paso a fuerza de brazos, mientras los portadores de la reliquia y del Crucifijo llegaron sudando y jadeando al automóvil pues “el pueblo estaba fuera de sí de placer y no ponía límite a sus anhelos”. Se prescindió de la bendición final porque “había que prescindir de todo y salir cuanto antes de aquel oleaje humano. Ya el padre Astrain, dentro del coche, comenzaba a meter en su estuche la preciada prenda, y todavía algunos brazos se introducían por las ventanas afanando por tocarla …. Por fin, a eso de las once, no serenada todavía la tempestad, pudo la comitiva salir de su radio, y alejarse, con pena de aquella tormenta piadosa … ¡con pena de no poder saciar el hambre de aquellas gentes tan fervorosas!
Desfile de la gran procesión por las calles de Sangüesa. Foto de la Crónica del Centenario
No estará de más recordar que la parroquia de Los Arcos cuenta con varias representaciones del santo copatrono navarro, incluso posee una capilla de su titularidad con un hermoso retablo barroco realizado por Juan Ángel Nagusia en 1741. Las raíces de la devoción javierista en aquella población eran muy profundas.
La siguiente parada tuvo como escenario el monasterio de Irache, en donde los escolapios dispensaron una solemne recepción de la reliquia bajo palio y canto del Te Deum. La relación habla de aquellas horas pasadas allí como de auténtico remanso de paz. En Oteiza se dispuso una brevísima parada ante gentes que lloraban por no poder venerar la reliquia. En Larraga esperaba todo el pueblo y hubo que condescender. El gentío era tal que se optó por impartir la bendición desde el balcón del Ayuntamiento, previa arenga del padre Miqueleiz.
Presidencia de la procesión de Sangüesa. Foto de la Crónica del Centenario
Hacia el castillo: por Ujué, Aibar y Sangüesa
San Martín de Unx y Ujué fueron los siguientes puntos de parada, para los habitantes de Lerga y Eslava hubo bendición. Desde Sada, más de cien vecinos salieron con velas dispuestas en un tablón a la carretera y se les dio a venerar la reliquia. Las mujeres de Gallipienzo salieron al camino y con tesón esperaron horas, haciéndose acreedoras de que la comitiva parase unos momentos.
La descripción de lo ocurrido en Aibar se debe a la pluma del mismísimo padre Antonio Astrain, el historiador de la Compañía. En unos párrafos de encendido verbo, escribe así: “Llegamos a Aibar a eso de las siete. Ya había anochecido. Todo el pueblo nos esperaba, y apenas nos acercamos, empezaron todos a cantar el himno del santo con entusiasmo cual no he visto en mi vida. El señor párroco, bajo palio, llevaba la reliquia. Siendo tan inmensa la procesión, era imposible que todos cantaran al unísono. Los ojos no podían ver todo, pero los oídos se aturdían con tal estruendo. Cuando estaba el canto cerca, sentíase allá lejos adelante; cuando bajaba lo de adelante, resonaban cantos allá atrás, sabe Dios donde …. En fin, todo el pueblo cantaba, o mejor, se desgañitaba, alabando a san Francisco Javier”. De nuevo, el padre Eustaquio Miqueleiz, natural de Ezcároz, célebre orador y misionero fue el encargado de arengar al pueblo en la parroquia de Aibar antes de impartir la bendición con la reliquia.
Los párrocos de Santa María y Santiago de Sangüesa con la reliquia del santo y el Cristo del cangrejo en el desfile procesional al salir del templo de San Salvador. Foto Uranga, publicada en Diario de Navarra 23 de septiembre de 1922
La ciudad de Sangüesa recibió a la reliquia aquella misma noche del día 21 de septiembre, con pompa, pero con sosiego y orden. Así se señala en los textos, como si se quisiera contraponer con estas dos últimas palabras al entusiasmo y exaltación de Aibar aquel mismo día. Desde el puente, se organizó la procesión que se acompañó del canto del himno junto a la banda municipal. Dentro de la iglesia se tributaron cultos a la reliquia y se señaló la circunstancia de haber pasado parte de su niñez en la ciudad. Desde Santa María se llevó el brazo a los Capuchinos, en donde permaneció hasta las cinco de la madrugada del día siguiente, 22 de septiembre, en que se organizó otra procesión para conducir la reliquia a San Salvador. Finalmente, la última procesión, a las nueve de la mañana, más lucida y con carácter más oficial fue la que se realizó masivamente junto a las autoridades municipales con la bandera al frente. Colgaduras y calles enramadas llamaron la atención, así como el texto que se veía en la casa que la tradición señalaba como residencia del niño Javier, en el que se leía: “Los vecinos de esta calle / donde viniste a estudiar, / ahora glorioso y santo, / te queremos adorar”. En el desfile procesional participó la escultura del santo conservada en la parroquia de Santa María, según recogen las crónicas de los rotativos y alguna fotografía. El párroco de Santa María portó el relicario y el de Santiago el Cristo del cangrejo. El recorrido fue por las calles Media Villa, Mayor, Plazas de Santa Catalina y Santiago, Estudios, Caballeros y Población para terminar en San Salvador, en donde celebró la misa solemne el obispo dimisionario de Oviedo, Francisco Baztán, que por estar fatigado no presidió la procesión. El panegírico corrió a cargo del mencionado jesuita Eustaquio Miqueleiz.
Por la tarde, continuó la veneración de la reliquia y su traslado a las casas de los inválidos. La despedida fue con una bendición en la Plaza del Prado, delante de un sencillo altar preparado ad hoc.
PARA SABER MÁS
EGUÍA RUIZ, C., Reliquias de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier. Su recorrido triunfal por España, Madrid, Blass, S. A. Tipográfica, 1924
Diario de Navarra, 23 de septiembre de 1922