Un grabado de la desaparecida imagen de la Virgen de la Agua de Tarazona, por Mateo González (1769)
La iconografía de las imágenes marianas que, en tiempos pasados, gozaron de gran popularidad y devoción, dentro y fuera de los claustros españoles, tiene un referente obligado para su conocimiento en las estampas devocionales. Estas últimas son testigos de su evolución iconográfica, ya que aquellos iconos que hoy parecen objetos estáticos, no siempre se presentaron del mismo modo. Los gustos y las mentalidades optaron, frecuentemente, por alterar las formas sencillas y majestuosas de las venerables esculturas sedentes medievales, para convertirlas en vestideras y simular que estaban erguidas. Si se trataba de imágenes de vestir, su apariencia, adorno y tocado se ajustaban a los gustos del momento, así como a la visión de lo sagrado que tenían sus devotos. Las estampas, en muchos casos, no sólo nos informan de cómo aparecía la imagen, generalmente detrás de su cortinilla, sino que, en algunas ocasiones, nos dan a conocer retablos y hornacinas desaparecidos.
Si las imágenes no se han conservado o están en paradero desconocido, el grabado cobra aún mayor importancia, a fortiori, si la tirada fue tan corta o la difusión tan escasa que hace de alguno de ellos pieza única.
Éste último es el caso de una estampa calcográfica de la Virgen de la Agua, venerada en el convento de los Capuchinos de Tarazona. Rebeca Carretero, al estudiar aquel complejo, hoy desaparecido, en su monografía sobre la arquitectura conventual turiasonense, afirma que se desconoce la iconografía de Nuestra Señora de la Agua, agregando que debía ser una imagen de vestir. Apoya su argumento con el dato de una donación, en 1763, por parte del novicio fray Fidel de San Celoni (Rams y Rams), natural de la localidad barcelonesa de San Celoni. El religioso ofreció todos sus vestidos, armas y alhajas y bienes muebles, para el culto y adorno de la imagen. Ésta se trasladó, tras la desamortización, a la capilla de San Andrés de la catedral, colocándose sobre el sagrario. Actualmente, se encuentra en paradero desconocido.
La estampa de Mateo González
El grabado, que hemos podido examinar en una colección particular, está recortado por todos sus lados, coincidiendo los cortes con las huellas de la estampación. Sus medidas son 242 x 162 mm. Compositivamente, se adapta a la estética del Rococó, con una alta hornacina de medio punto, rodeada de molduras mixtilíneas con abundantes rocallas y guirnaldas de rosas y flores. En la parte inferior, junto a la firma de Mateo González y la fecha de la estampa, se despliega una larga inscripción que da a conocer las indulgencias concedidas por distintos prelados por rezar una Salve o un Ave María ante la imagen. Su contenido reza así: “Verda.º Ret.º de la Prodig.ma / Imag.n de la Virgen S.ma de la Agua q se venera / en el conv.to del S.to Noviciado de Capuchinos de la Ciu.d / de Tarazona. Los Ill.mos SS. Arzobispo de Zarag.a, y Obispos / de Tarazona, Huesca, Lerida, Barbastro, Jaca, Albarrac.n / y Teruel concecen 40 días de Indulgencia a los que / rezaren una Salve o Ave María delante de / esta Santa Imagen / Matheo Gonzalez sculp.t Cesar.ta 1769”
La parte superior de la composición se cierra con un medallón con la “M” de María y la media luna inmaculista, entre sendos ángeles con palmas. Un retórico cortinaje recogido a los lados aporta la teatralidad propia de este tipo de composiciones barrocas. La imagen es de vestir y presenta una actitud frontal, con las manos juntas, en actitud orante. Está coronada y asistida por la paloma del Paráclito. Viste con una túnica con forma de gran embudo y un manto, apenas perceptible por la parte de adelante, rodeado por una guirnalda de flores.
Grabado de la Virgen de la Agua de los Capuchinos de Tarazona, por Mateo González, 1769. Colección particular
En cuanto al grabador, Mateo González, afirma el conde la Viñaza que “dejó numerosísimos grabados, principalmente de imágenes de la Virgen, en los cuales ostentó un buril muy limpio, transparente y brillante, y un dibujo muy correcto: sólo pecó en lo amanerado de las cabezas, pues todas son semejantes”.
El artista y su obra, siempre creciendo, ha sido objeto de estudio en una monografía de Luis Roy sobre el grabado aragonés de los siglos XVIII y XIX. Mateo González Labrador nació en Daroca, en 1740. Falleció en la capital aragonesa en 1807. No se conocen datos sobre su formación artística, si bien su manejo exquisito del dibujo de raíces académicas, sugieren una influencia de los grandes maestros del momento, como Manuel Salvador Carmona o Fernando Selma. En su producción destacan retratos y estampas religiosas, así como numerosas ilustraciones de libros. Trabajó para la Real Sociedad Económica Aragonesa y para la ilustración de la obra del botánico Ignacio Jordán de Asso y otras instituciones aragonesas civiles y eclesiásticas. El mencionado Luis Roy afirma que nos encontramos ante “el grabador aragonés más prolífico, que abasteció en su tierra una buena demanda de estampas, y cuya fama traspasó los límites del antiguo reino de Aragón”.
La abundantísima obra de Mateo González, siempre abierta a engrosar su catálogo, se enriquece con la delicadísima estampa de la Virgen de la Agua del desaparecido convento de Capuchinos de Tarazona.
Para saber más
CARRETERO CALVO, R., Arte y arquitectura conventual en Tarazona en los siglos XVII y XVIII, Tarazona, Centro de Estudios Turiasonenses - Fundación Tarazona Monumental, 2012
ROY SINUSÍA, L., El arte del grabado en Zaragoza durante los siglos XVIII y XIX, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006
VIÑAZA, conde de la, Adiciones al diccionario histórico de los más ilustres profesores de bellas artes en España de don Juan Agustín Cean Bermúdez, (1894), vol. II, Madrid, Atlas, 1972