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Don Juan de Palafox y Mendoza. Un apellido en clave de acróstico


Foto /Retrato de Palafox en las Carmelitas de Ayacucho con elementos simbólicos copiados del grabado del personaje realizado por Pedro Villafranca en 1665

Hace unos años, en el contexto de un Congreso sobre La Emblemática en el Siglo de Oro, expusimos una hipótesis sobre el uso y significado que hace Palafox del apellido Mendoza. En posteriores publicaciones lo expusimos y justificamos. Desde el fallecimiento de su padre el 25 de febrero de 1625, lo utilizó ordinariamente.

Don Juan de Palafox, en su condición de hijo ilegítimo -gravísima desventaja en aquel siglo XVII- se tradujo, como en otros casos similares, en una obsesión por la lealtad para con su familia y su padre en particular. También, desde la óptica del conde-duque, que lo captó y aupó en las tareas de gobierno, convenían aquel tipo de subordinados, carentes de un lugar seguro en la sociedad y afectados por las circunstancias de sus nacimientos y, por tanto, dependientes del favor real para el ascenso en sus carreras.

Hasta mediada la década de los veinte, había rubricado sus documentos como Juan de Palafox o Juan de Palafox y Rebolledo, pues este último apellido familiar del padre era inseparable del linaje de los Palafox. Para Cristina de Arteaga, el apellido Mendoza, de sólidas resonancias nobiliarias, constituía una carta de presentación para sus relaciones en tierras castellanas y lo llevaba su tatarabuela, siendo estas dos razones las que le habrían llevado a introducir tal novedad. A ello hemos de agregar los deseos del propio monarca y de Olivares, puestos de manifiesto en numerosas ocasiones, en el sentido de que la familia de los Palafox se castellanizase, para lo que llegaron al propio palacio real sus hermanos pequeños Francisco y Lucrecia.

Juan de Palafox en un bordado un firmado por Cayetanus Pasi, siguiendo la composición del grabado de Franz Regis Goetz, c. 1770. Colección particular

Juan de Palafox en un bordado un firmado por Cayetanus Pasi, siguiendo la composición del grabado de Franz Regis Goetz, c. 1770. Colección particular

Intentando averiguar algo más en las circunstancias espacio-temporales, en que don Juan de Palafox añade el Mendoza a su nombre, observamos que coincide con los inicios de su vida pública (Cortes de Monzón-Calatayud,1625), con la muerte de su padre (27 de febrero de 1625), con sus visitas a Zaragoza y la llegada de su madre natural Ana de Casanate (entonces Ana de la Madre de Dios) a la capital aragonesa para fundar el convento de Santa Teresa (1624). En definitiva, cuando apareció ante la sociedad y necesitaba de un segundo apellido con el que dar respuesta a tantas y tantas preguntas e interrogantes sobre su madre, ya que era de dominio público que era hijo natural del marqués de Ariza, se decidió por el apellido Mendoza.

El ocultamiento del nombre de su madre lo hizo en documentos públicos y privados. Entre los primeros citemos su Vida Interior o autobiografía, en donde señala que “entró religiosa y fue prelada diversas veces y fundadora en aquella santa y áspera recolección y vivió y murió con singular ejemplo, espíritu y penitencia”. Entre los de carácter privado, recordemos la súplica al papa en 1635 en aras a no declarar el nombre de su madre si era necesario para realizar cualquier expediente, conservado en el Archivo Vaticano. De su contenido, entresacamos estas frases, en donde afirma que vivía y era “prelada en cierto monasterio de monjas, que goza universalmente de óptima fama y de autoridad … y si se declarase el nombre de la sobredicha, a ella se le seguiría peligro de la vida e infamia notoria, lo mismo que a su nobilísima casa y también al convento, y verosímilmente se suscitarían enemistades capitales y rivalidades entre las dos casas de padre y madre en el reino de Aragón, de donde son oriundos”.

Su justificación en un acróstico está en perfecta sintonía con la cultura simbólica del Barroco y con el refinamiento y educación refinada que había recibido en Alcalá y Salamanca. Por lo demás, muchos de sus comportamientos en la sociedad son del típico hombre barroco: se quita la sotana episcopal y la muda y la sustituye por otra negra al salir del territorio de su diócesis; coge la calavera en el púlpito, dispone la apertura de su corazón para introducir en él una piadosa lámina, aconseja a su familia la adquisición del patronato de la parroquia de Ariza, llora y hace llorar al auditorio.... etc). Sabemos, asimismo, que gustó muchísimo del empleo de metáforas y otras figuras literarias y que los libros de su biblioteca particular estaban profundamente subrayados y anotados de su puño y letra. Añadamos que, de acuerdo con los gustos de la época, cultivó la afición a las justas, torneos y academias poéticas, a la vez que hacía juegos de palabras, como la que refiere su biógrafo, al tratar de su humildad: “A este propósito solía decir que no hallaba anagrama tan cabal y ajustado en ambas lenguas, latina y castellana, como lo eran estos corpus, porcus, cuerpo y puerco, y que en el cuerpo humano donde estaba prisionada y cautiva el alma racional, se encerraban cuantos ascos e inmundicias podían significarse.......”.

Para el onomástico de Mendoça propusimos una lectura en forma de un acróstico que es legible tanto desde el inicio de la palabra como desde el final hacia el comienzo, y que desarrollado diría: Ana Cesaraugustae Ordinis Discalceatorum Nomen Est Matris; o bien, Matris Est Nomen Discalceatorum Ordinis Çesaraugustae Ana; que traducido dice “El nombre de nuestra madre es Ana de la orden de los descalzos, de Zaragoza”. Al respecto, hemos de recordar cómo los acrósticos fueron utilizados para diversos fines en todos los tiempos, resultando uno de los recursos más importantes para agudizar la imaginación y el ingenio. En algunas ocasiones la complejidad que rodea a esas composiciones es grande, sobre todo, cuando se mezcla con otros procedimientos de ingenio.

Con el citado recurso, Juan de Palafox, reconocía a su madre, Ana de la Madre de Dios (Casanate y Espés, Tarazona, 1570 - Zaragoza, 1638)), religiosa carmelita descalza. La hipotética Lucrecia de Mendoza, a la que la leyenda llegó a hacer inclusive marquesa de Mendoza, nunca existió.

Todavía podemos ir más allá en los contenidos de auténtico jeroglífico de la hipotética Lucrecia de Mendoza, en este caso en el nombre de su madre, puesto también en clave. Sabemos que, en el Sumario del expediente de Beatificación, se recoge la noticia de que, en cierta ocasión, habiéndole preguntado un confidente del obispo que cuál era el nombre de su madre, respondió el prelado que doña Lucrecia de Mendoza. Y de nuevo nos preguntamos ¿por qué el nombre de Lucrecia, cuando sabemos que no existió dama que respondiese al nombre real de Lucrecia de Mendoza? La respuesta la debemos de buscar, de nuevo, en lecturas que van más allá de un nombre, en este caso el propio mito de Lucrecia. Palafox utilizó, al verse interrogado, quizás intempestivamente o insistentemente, con un nombre supuesto y de doble lectura, en definitiva, con una respuesta en clave. Si Lucrecia en la antigüedad había puesto fin a sus días tras el atentado que contra su castidad hizo el rey Tarquinio, su madre -Ana de Casanate-, como católica de la época de la Contrarreforma que cree en el valor de la penitencia y del perdón de los pecados, iba a purgar y hacer la penitencia continuada en una de las ramas más austeras de las órdenes reformadas, trocando este mundo por otro dentro del claustro y clausura de la descalcez carmelitana, tal y como afirma Palafox en el texto antes citado, extraído de sus Confesiones  o  Vida Interior.

Para saber más

ARTEAGA Y FALGUERA, C., Una mitra sobre dos mundos. La del Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza, Sevilla, Gráficas Salesianas, 1985
FERNÁNDEZ GRACIA, R., “Alegoría y Emblemática en torno al retrato de don Juan de Palafox”, La Emblemática en el Siglo de Oro, Madrid, Akal, 2000, pp. 163-187
FERNÁNDEZ GRACIA, R., Nacimiento e infancia del Venerable del Venerable Palafox, 2ª edición corregida y aumentada, Pamplona, Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero, 2000
FERNÁNDEZ GRACIA, R., “Desde las celosías del Carmelo: la madre de Palafox”, En sintonía con Santa Teresa. Juan de Palafox y los Carmelitas Descalzos en 12 estudios, Pamplona, Gobierno de Navarra-Comité Nacional del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa-Ayuntamiento de Fitero, 2014, pp. 45-79

ISRAEL, J. I., Razas, clases sociales y vida política en el México colonial 1610-1670, México, Fondo de Cultura Económica, 1996
PALAFOX Y MENDOZA, J., Vida Interior, En Obras Completas, Vol. I, Madrid, Gabriel Ramírez, 1762