Imágenes destacadas de Santa Águeda en Navarra
El culto a algunas mártires como santa Lucía o santa Águeda gozó de gran popularidad en tiempos pasados. Santa Águeda poseía, ante la mirada de la sociedad tradicional, todo cuanto una joven podía desear: posición, familia distinguida, belleza extraordinaria y fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el procónsul de Sicilia, Quintiano, “libidinoso, avaro e idólatra”, según las hagiografías de la santa, se aprovechó de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos para intentar poseerla. Sus propuestas fueron decididamente rechazadas por la joven virgen, por haberse comprometido con su esposo Jesucristo. El tirano no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una perversa mujer, que regentaba un prostíbulo con sus diez hijas, con la idea de que ésta la doblegase con las tentaciones del mundo. Sus malas artes se vieron contradichas por la virtud y la fidelidad a Cristo que testimonió la joven. Quintiano, entonces, dominado por la ira, la torturó cruelmente, hasta llegar a ordenar que le cortasen los pechos. Es famosa la respuesta que, en aquella ocasión, recibió de Águeda: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”. La santa fue consolada con una visión de san Pedro quien, milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin mereció la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania.
Pinturas murales de Olloqui con el ciclo de santa Águeda, por el círculo de Juan Oliver, segundo cuarto del siglo XIV. Foto C. Martínez Álava
En Navarra cuenta con dos parroquias (Idoate y Aizoain) y veintitrés ermitas. Este último dato es significativo dentro del número de ese tipo de santuarios dedicados a santas: santa Lucía cuenta con 54 ermitas, santa Bárbara, 45; María Magdalena, 24; santa Águeda, 23; y santa Catalina y santa Engracia, 22. Se le venera como especial abogada del mal de pecho y contra el fuego y en su fiesta han tenido gran importancia los toques de campanas, coros y cuestaciones.
Su fiesta se conmemora con solemnidad en algunas localidades como Legarda. Cáseda la celebra como patrona con campanas, procesión, cohetes, música y la participación del ayuntamiento en los actos religiosos.
Iconografía
De enorme expresividad es la escena de su martirio que ilustra el ejemplar de la biblia de Sancho el Fuerte, conservada en Augsburgo, obra de fines del siglo XII. En ese códice se dedican a la santa nada menos que seis pasajes, en tres páginas, lo que supone el mayor ciclo iconográfico de la mártir en el arte navarro. Como es sabido, las llamadas Biblias de Pamplona son dos códices realizados por Ferrando Petri de Funes y su taller, poco antes de 1200, cuyos ejemplares se conservan hoy en Amiens y en Augsburgo. Es en este último ejemplar en el que encontramos mayor énfasis en el santoral femenino, dando cabida a algunos de los más antiguos ciclos narrativos de algunas santas en Occidente. Al respecto, hay que recordar que el citado códice se debió realizar para la hermana de Sancho el Fuerte, doña Berenguela, mujer de Ricardo Corazón de León. La escena del martirio de santa Águeda también aparece en la portada románica de San Miguel de Estella.
Tabla de santa Águeda por Ramón de Oscáriz, c. 1570, procedente de Sarriguren, en el Museo de Navarra
Un ciclo, caracterizado por el narrativismo propio del gótico, se conserva en los frescos de la iglesia parroquial de Olloqui, relacionados con las pinturas de Ororbia, obras ambas de gran calidad, realizadas en el segundo cuarto del siglo XIV, en el círculo de Juan Oliver, el autor del mural del refectorio de la catedral de Pamplona, hoy en el Museo de Navarra. Cuatro escenas componen la singular obra estudiada por Carlos Martínez Álava y Javier Martínez de Aguirre. El conjunto resulta de gran importancia tanto por el ciclo, como por su autoría y por el mecenas de las mismas, el canónigo hospitalero de Pamplona Pedro de Olloqui entre 1331 y 1357. Se narran cuatro pasajes en sendos registros, en el superior lo relativo al martirio (la santa ante Quintiano, representado como un rey y con Afrodisia) y en el inferior el entierro y culto.
Otro pequeño ciclo de su vida encontramos en el retablo mayor de la parroquia de Aizoáin, obra de Martín de Elordi y Pedro Moret, que se tasó en 1597. Sin embargo, la calidad y energía de la escultura del retablo y particularmente de algunos de sus relieves sugiere a alguno de los grandes escultores del momento, de más altura que Elordi, que fue quien contrató el retablo, asociando más tarde al mencionado Pedro Moret. Como sabemos, era práctica usual subcontratar la escultura o buscar maestro hábil por parte de quien se había adjudicado la obra. Buena prueba es la denuncia de Juan de Bazcardo, en 1605, contra el mencionado Elordi porque había colaborado en la ejecución del retablo de Lerruz.
En el cuerpo principal del retablo de Aizoain, a ambos lados de la talla sedente de la santa, encontramos sendos relieves de la vida de santa Águeda. Uno narra el martirio con la santa semidesnuda y el verdugo agarrándole un pecho que se dispone a cortar con una gran tijera, parcialmente desaparecida. Si bien el relato resulta atroz, hay otros ejemplos del mismo en Navarra, como el de la parroquia de Mañeru, en donde la saña y fiereza se despliegan con las grandes tenazas del sádico ejecutor con las que se dispone a cortar los senos de la virgen Águeda. La otra escena del retablo de Aizoáin se centra en la visita de san Pedro, identificado por sus llaves, para curar a la santa, siguiendo de cerca la conversación entre ambos, narrada en la Leyenda Dorada, cuando Águeda no se deja curar por pudor, hasta que el príncipe de los apóstoles se identifica como tal.
Relieve del martirio de santa Águeda del retablo mayor de Aizoáin, realizado por Martín de Elordi y Pedro Moret y tasado en 1597. Foto J. A. Goñi. Diario de Navarra
Desde la época tardogótica y todo el siglo XVI y comienzos de la siguiente centuria, se le suele representar emparejada con otra mártir (Sangüesa, Cárcar …). En el retablo de los santos Juanes de Muruzábal, obra de comienzos del siglo XVI atribuida a Diego Polo por A. Aceldegui, se encuentra con santa Catalina. En una tabla del maestro de Gallipienzo, identificado por Pedro Echeverría como Pedro Sarasa, la vemos con santa Bárbara; en el retablo mayor de Burlada (Museo de Navarra), con la Magdalena y en el retablo mayor de Etayo con santa Úrsula. Su identificación es siempre fácil por portar los pechos, atributo de su martirio y la palma, que asegura el triunfo y la victoria.
Sus imágenes correspondientes al primer Renacimiento y al Romanismo son abundantísimas a lo largo de la geografía foral y se cuentan por más de un centenar. La escultura del Renacimiento cuenta con ejemplares tan bellos como los de Huarte-Araquil o Belascoain y la plástica romanista es riquísima en sus relieves e imágenes.
Por lo que a pintura respecta, hay que citar la tabla de la santa procedente de Sarriguren, que se conserva en el Museo de Navarra, obra de Ramón de Oscáriz (c. 1570), en la que figuran sendas escenas del martirio y la visita de san Pedro para curarle.
Santa Águeda en el retablo mayor del monasterio de Fitero, por Rolan Mois, 1590. Foto J. L. Larrión
Entre la pintura manierista, destacan por su calidad los ejemplos de Fitero y Cortes. En el primer caso, una sobresaliente tabla del retablo mayor del monasterio, obra contratada por Rolan Mois en 1590, da cuenta de la calidad de un maestro que había estado en Italia y conocía los modelos de aquellas tierras, así como la plasmación en estampas de Cornielis Cort y otros grabadores. La pintura de Cortes, pertenece a comienzos del siglo XVII, es obra de Juan de Lumbier y forma pareja con otra de las mismas características de santa Lucía. Los colores tornasolados y vivos, testimonian el modo de trabajar de aquel pintor, protagonista del manierismo en la Ribera de Navarra. También destacan una tabla de la parroquia de Milagro, realizada en 1619 por el pintor Celedón Pérez -quizás Celedonio Pérez del Castillo-, y un lienzo de mediados del siglo XVII, conservado en las Carmelitas de Araceli de Corella. Las tallas barrocas no son tan abundantes y, por lo general, no presentan gran calidad.