El belén y don Julio Caro Baroja
Bien entrado el siglo pasado y cuando los belenes historicistas ganaban terreno a los populares y tradicionales, don Julio Caro Baroja dejó constancia en sus reflexiones y vivencias en torno a los conjuntos que había contemplado en su niñez, antes de que los talleres de Olot inundasen el mercado de figuras con sus modelos de raigambre historicista con paisajes y modelos orientalizantes, junto a las estudiadas perspectivas de numerosos dioramas.
Julio Caro Baroja (1914-1985) incluyó su texto sobre el tema en el libro de Memorias familiares, publicado por primera vez en 1972, evocando el mercado de la Plaza de la Santa Cruz de Madrid allá por los años veinte del siglo XX, con los puestos de casetas, maquetas para pesebres, figuras e instrumentos navideños. Distingue las procedencias de las figuras, con una mayoría de Murcia y otras finas de Granada, herederas de los barros andaluces decimonónicos, “desde las mas atarugadas y groseras, pintadas con colorines brillantes, a las más delicadas, había también diferencia de precio sensible”. Además de los personajes de los Evangelios, enumera a “la castañera, la mujer que hila con su gato aislado, el hornero, la vieja con la zambomba, el pastor solitario, o los grupos: la Sagrada Familia frente a la posada, el molinero, la Anunciación a los pastores, el hombre con su yunta. Toda la vieja sociedad campesina del Sur se podía encontrar representada en figuras y grupos, con independencia de la formación física o de acuerdo a un canon del Nacimiento navideño”. Reconoce que es en estos últimos tipos en donde se deleitaba: “Pero a mí, me interesaban más que las figuras centrales, que los Reyes magos o que Herodes con sus soldados (que recordaban a los “armaos” de las Procesiones de Semana Santa del Sur), los humildes personajes que en la sociedad meridional, católica de Italia, de España, de Provenza o de la Alemania del Sur, había imaginado que habían ido a rendir homenaje al niño-Dios, en un momento. Tampoco me interesaban porque creyera que eran humildes o pobres de espíritu, sino porque me divertía pensar en sus trabajos cotidianos, en sus yuntas, pozos, fuentes con cántaras y borriquilla con albardas o aguaderas, en los aparejos para hilar o efectuar otra tarea. Jugaba largas horas ajustando su vida. Mi tío Pío colaboraba en esto, dando interpretación a los personajes creados por los imagineros populares”.
Con esta vivencia personal termina el relato: “Se comprenderá, pues, la alegría e ilusión que tenía yo, a los nueve y diez años, cuando mi abuela y mi padre me daban una cantidad de pesetas en plata muy respetable según mi cuenta y acompañado y aun asesorado por la Julia iba calle Mayor arriba, a ver nacimientos, y llegaba al mercado de Santa Cruz, a completar, a ampliar mi colección de figuras. Los grupos eran lo que más me tentaban, y así llegué a tener muchos que me servían de juguete durante el invierno, aunque mi abuela solía querer que cerrara el ciclo, con arreglo a las fechas canónicas y que guardara las figurillas protocolariamente”.
El belén de su casa en Vera de Bidasoa, en Itzea, cuenta con un fondo pintado por él mismo, al que se refiere su sobrina Carmen Baroja, en su estudio de Julio Caro Baroja como pintor, con estas palabras: “mi tío … pintó un paisaje fantástico para el fondo, bastante poco israelita, pero muy de la Penibética, con tajo, arco, cascada y casas del sur, que enriqueció extraordinariamente la escenografía. Como la colección de figuritas fue creciendo, hubo que unir ya dos mesas y pintar otro fondo para la lejanía, crear una estructura de madera por detrás para mantenerlas en distinto nivel y conseguir la perspectiva y el efecto de lontananza. Ya con este nacimiento de ciertas dimensiones, nosotros organizábamos hasta bailes …. Esto a mi tío Julio le divertía mucho y disfrutaba de tanta festividad delante de su obra. Cuando nació mi hermano en el año 1969 mi madre decidió que no quería pasar frío en el campo en Navidad en Málaga y nos trasladamos a pasar las fiestas a Vera con el nacimiento a cuestas. Al principio se guardaba todos los años, pero allí ya se creó la estructura actual de seis planos y se incorporó como novedad la arquitectura que está hecha con cajas de cartón pintadas por mi tío ….. Digo que la afición al nacimiento acompañó siempre a mi tío, porque allí donde veía unas figuras bonitas, las compraba, daba retoques con los pinceles al fondo, arreglaba una casa, pegaba la pierna a un cordero, y así lo mantenía debidamente”.
Belén de don Julio Caro Baroja en Itzea. Foto C. Jusué
Las figuras que pueblan el conjunto son en su inmensa mayoría de talleres murcianos y andaluces, algunas están incluso repetidas. Muchas de ellas fueron regalo de las visitas que don Julio recibía en Itzea. Como en otros belenes tradicionales, allí encontramos danzantes y músicos, mesones, oficios propios de la sociedad tradicional y pre-industrial y, por supuesto, los protagonistas de excepción, pastores, zagalas, ganaderos y labradores en toda clase de faenas agrícolas. Frente a todos aquellos personajes de la vida cotidiana, únicamente llaman la atención por el fasto y la riqueza, las repetidas cabalgatas de los Reyes Magos.
PARA SABER MÁS
CARO JAUREGUIALZO, C., “El ingenio de Julio Caro Baroja como pintor: inventario de sus cuadros”, Cultura y patrimonio de los pueblos de España. Seminario conmemorativo del centenario de don Julio Caro Baroja, Madrid, Ministerio de Cultura, 2019, pp. 294-383
FERNÁNDEZ GRACIA, R., Belenes históricos en Navarra. Figuras para la memoria, Pamplona, Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, 2005
FERNÁNDEZ GRACIA, R., ¡A Belén pastores! Belenes históricos en Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra-Ayuntamiento de Pamplona, 2007