Enterramientos, ofrendas y sufragios: Testimonios gráficos de una religiosidad perdida (II)
El encajonado de la parroquia pamplonesa de San Saturnino
El encajonado o plan de sepulturas de madera de San Cernin de Pamplona fue realizado en 1756 por Miguel Antonio Olasagarre y José Antonio Huici, dándolo por bueno Juan Antonio Andrés. Poco antes, en 1753, se hizo el de la parroquia de San Nicolás por el carpintero Francisco de Aguirre, según el modelo que acababa de hacer en la parroquia de San Lorenzo. El de San Nicolás se conserva, como también se conserva el de los Dominicos en Pamplona. Entre los encajonados de piedra destaca el del claustro de Los Arcos, ejecutado por el cantero vizcaíno Antonio de Barinaga con diseño del monje cisterciense fray Pascual Galbe en 1752. Pero el más sobresaliente fue el del claustro de la catedral pamplonesa, con 316 sepulturas, realizado en 1771 por los maestros de obras José Echeverría y Miguel Armendáriz, siguiendo el plan de Juan Miguel Goyeneta.
Centrándonos en el de San Saturnino, un plano del templo, conservado en el archivo parroquial y fechado en 1796, contiene la relación de todas las sepulturas numeradas por filas. Don Juan Albizu publicó, en su monografía de 1930, los poseedores de todas ellas, junto a unas reflexiones sobre una moda que se abría paso hace un siglo, la de flores y coronas, que critica al amparo de la legislación canónica y civil para los que no fuesen niños, citando la Novísima Recopilación de Navarra y otros textos jurídicos. Tras ello concluye: “pero, desgraciadamente, en esto como en muchas cosas, las leyes son cosa muerta y se abandonan costumbres piadosas y tradicionales por adoptar otras exóticas: los oficios litúrgicos y tiernas plegarias de la Iglesia cantadas por sus ministros; las misas; las devotas oraciones; los cirios de cera iluminando los sepulcros; las ofrendas para contribuir al sostenimiento del clero y sus ministros, todo eso lleva el sello tradicional y cristiano; pero las flores a granel, las coronas, los cinco minutos de silencio … eso trae la etiqueta de América y algo huele a paganismo”.
La sepultura podía ser con derecho exclusivo a una persona, extensivo o no a sus descendientes. Esto último quedaba en manos de la Obrería, especie de Junta Parroquial con amplísimos poderes. Los poseedores tenían obligación de llevar el día de Todos los Santos un robo de trigo y un hacha de cera, que tras estar allí aquella fiesta la del día siguiente de las Ánimas, quedaban para la parroquia. Algunas personas dejaban esa carga a sus herederos y su cumplimiento era obligatorio para continuar con el derecho a la sepultura. Otros preferían dotar la sepultura con 50 ducados y entonces era la Obrería la que corría con la colocación del trigo y el hacha, respetando la exclusividad. Las que ostentan la letra D en el plano indican que estaban dotadas y en las que figura DD, quiere decir que estaban doblemente dotadas.
Planta de la parroquia de San Saturnino de Pamplona con el encajonado numerado para identificar las sepulturas con un número correspondiente a las familias o personas y señalamiento de las mismas con una D o dos DD (dotadas y doblemente dotadas). 1796
Dos instantáneas en Ochagavía y Villanueva de Araquil
En 1924 el estudio fotográfico pamplonés de Roldán realizó un amplio reportaje para la Exposición sobre El Traje Regional e Histórico (Madrid, 1925), por encargo de la Comisión del Traje Regional de Navarra. Para la instantánea que presentamos posaron un grupo de mujeres ataviadas con el traje tradicional salacenco en la escalinata de la parroquia de Ochagavía, portando la ofrenda tradicional a los difuntos o luz de los muertos con una "argizaiola" sobre cesto de mimbre o "eskozaria". La primera, según Iribarren está formada por una una tabla rectangular y un mango para arrollar las madejas de cera que llevan las mujeres a la iglesia para alumbrar la fuesa o sepultura familiar durante los funerales, misas y aniversarios.
La foto de Villanueva de Araquil con sus vecinos y vecinas en la puerta de la iglesia ante un féretro, en el día de difuntos, se publicó en la revista La Avalancha, en noviembre de 1931. Fue realizada por Roldán con título de “Responso por los difuntos en el atrio de la iglesia”. Es una lástima que, a diferencia de otras fotografías de aquella publicación, no se explica el contenido de la misma. Sin duda, también obedece al mismo fin que las realizadas por el mismo fotógrafo para la mencionada exposición. Se aprecia la preparación de la instantánea con personas vestidas ad hoc, con la indumentaria tradicional y la absolución al catafalco, en este caso un simple féretro, en el día de difuntos, con el ceremonial prescrito por la iglesia para tal celebración.
Responso por los difuntos en el atrio de la parroquia de Villanueva de Araquil. Foto de José Roldán publicada en La Avalancha 7 de noviembre de 1931. Fototeca del Archivo Municipal de Pamplona