Presentación
Afirma Julio Valdeón que la historia de un pueblo es de todos sus habitantes y constituye el mejor soporte para saber hacia dónde se camina. Si ese pasado se vincula a testimonios materiales, a la arquitectura, las artes figurativas, en definitiva a los bienes culturales, la conciencia colectiva será mucho más fuerte. Perder las referencias del pasado equivale a borrar el camino y favorecer la desorientación.
La contemplación y el estudio de los bienes culturales que conforman nuestro patrimonio, nos encamina siempre a un fondo -lo sustantivo- y a unas formas, que constituyen lo adjetivo. Ambos, fondo y forma, están unidos entre sí, de manera sólida, y nos conducen a la sociedad en la que se gestaron. Por tanto, el contexto resulta fundamental y condición sine que non para adentrarnos en el conocimiento.
En la sociedad de siglos pasados, con altísimos porcentajes de analfabetos, las imágenes y la palabra sustituían a los textos escritos como medios de difusión cultural. Incluso, algunas parcelas de significación artística y literaria quedaban reservadas para minorías cultas, en un fenómeno de “discriminación semántica”.
Existían y aún existen hoy distintos niveles de lectura de la obra artística, tanto para contentar a masas, como para hacerlo con las minorías más elitistas y refinadas. En el teatro también concurrían citas y referencias eruditas inaccesibles a la comprensión de los no letrados. Junto a una trama argumental inmediata, narrativa y “lineal”, convivían subtramas y elementos simbólicos, que actuaban como complemento retórico que sólo podían ser entendidos por personas doctas. Algo parecido ocurre en muchas composiciones artísticas, particularmente cuando el mecenas, mentor o artista poseían unos recursos literarios y cultos.
Por una parte, el público mayoritario gozaba de todo aquello que impresionaba vivamente a sus sentidos, mientras que una minoría cultivada, -tras las apariencias de realidad- buscaba proporción, mensajes ocultos o cifrados en base a unos códigos de lectura simbólica. Todo un mundo de signos de difícil interpretación convertía las portadas de libros, las medallas conmemorativas y algunas pinturas en auténticos ejercicios o juegos de ingenio y agudeza.
Mirar, ver y leer a través del patrimonio puede ser un ejercicio provechoso a la hora de realizar lecturas en clave cultural de numerosos conjuntos del pasado. Diversos textos señalan, desde hace siglos, la diferencia entre el acto de “mirar” y de “ver”, atribuyéndose a la masa de la población la incapacidad para pasar de un estadio a otro, al entender la percepción de las obras como un verdadero acto intelectual que exigía capacidad de juicio y discernimiento, que estaba vedado a la mayor parte del público. Una última fase en la comprensión era la de “leer”. Lope de Vega, al tratar de un episodio bíblico, afirmaba: “En una imagen leo esta historia” y el padre Sigüenza, al referirse a un cuadro de El Bosco, aseveraba: “Yo confieso que leo más en esta tabla… que en otros libros en muchos días”. El reto para el estudioso y el ciudadano, deseoso de aprender, sigue consistiendo hoy, en realizar análisis y lecturas verosímiles de imágenes producidas en contextos tan distintos al actual y con unos códigos de interpretación tan alejados de nuestro tiempo.
Serán objeto de este blog lo referente a la construcción de las imágenes y su caracterización iconográfica mediante atributos colectivos o personales, fotografías con historia e historias con fotografía, diversos objetos de la vida cotidiana, obras cultas y populares y dibujos.
Iniciamos esta aventura digital, con el convencimiento de que el conocimiento ayudará a valorar más nuestro patrimonio cultural, siempre con la intención de una contemplación sosegada del mismo, por su carácter condensador e integrador. Lo primero porque historia, técnicas, iconografía, uso y función y estética se funden en monumentos y objetos. Lo segundo porque, cuando se gestó todo aquel acervo, convivían la arquitectura, las artes figurativas y suntuarias, de modo armónico, junto al pensamiento, la literatura, la música, la liturgia y el protocolo.