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El edificio Castelli debe su fisonomía a la interpretación de una reciente normativa que propone para algunas calles «corredor» de este barrio de baja densidad una edificabilidad apenas superior pero sin límite de altura.

Sito en un pequeño lote en esquina de 11,60 x 16,50 metros, el volumen se conforma con los retiros obligatorios a los frentes y los proyectuales hacia el interior de la manzana, lo cual permitió obtener una cierta altura para aprovechar las vistas hacia la laguna Setúbal y el centro de la ciudad. La esbeltez de la pequeña torre introduce un nuevo tipo al repertorio arquitectónico del barrio, caracterizado por el predominio de viviendas individuales y algunos pequeños edificios de formato más bien horizontal. El desarrollo de las viviendas en vertical combina una planta baja con una casa de dos dormitorios y patio, tres plantas con apartamentos de un dormitorio y un dúplex en los últimos dos niveles, con una planta social y una privada que incluye un espacio multifuncional que fue posible adecuar gracias a la aparición del usuario concreto. Hacia el oeste, la fachada se cierra a fin de controlar el asoleamiento. Se ubica aquí la circulación vertical, con un ascensor cuyo volumen contiene el tanque de agua y una escalera expuesta como parte del espacio urbano. Las restantes tres orientaciones, con los balcones hacia el norte, permiten iluminar y ventilar eficientemente los interiores. Este edificio forma parte de una serie de proyectos basados en una investigación tipológica que busca responder, dentro de cierta lógica inmobiliaria, a nuevas formas de habitar. El objetivo de estos proyectos ha sido buscar combinaciones tipológicas con la variedad y la flexibilidad como objetivos. La impronta expresiva de estos edificios integra ciertas decisiones de sinceramiento constructivo con una volumetría atenta a la convivencia urbana.