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Esta residencia de fin de semana se encuentra situada en una de las colinas que bordean la localidad de Yaruquí.

Dadas las generosas dimensiones del terreno, fue posible extender el programa y resolver el edificio mediante una sola planta, permitiendo así reducir costos. El proyecto consiste en una barra, que actúa como eje, y un satélite. La barra, de 21 metros de longitud, distribuye linealmente el programa de usos de forma que todos los espacios quedan orientados a un amplio porche y hacia las vistas, quedando fusionados ámbito interior y exterior. La horizontalidad de la barra facilita asimismo la adaptación a las condiciones naturales del terreno. Por su parte, el satélite contiene una gran bodega y los aparcamientos cubiertos. La arquitectura tradicional de esta zona de los Andes quiteños se caracteriza por el uso de la tierra de las montañas como material constructivo: cruda para el tapial o los adobes, cocida para ladrillos o tejuelos. Así, el color de las edificaciones citas en el paisaje es idéntico al del suelo. A fin de mantener esa coherencia con el entorno, se escogió el ladrillo como material fundamental. En concreto, un ladrillo vaciado que facilitaba la solución de los diversos detalles. La estructura de la casa es metálica, prefabricada en taller y construida en obra. Las carpinterías son igualmente metálicas, con un sistema de puertas corredizas y plegables que permiten proteger la casa cuando se encuentra desocupada y que, simultáneamente, actúan como una gran persiana que cubre al porche del exceso de radiación solar o de viento en determinadas épocas del año. Se trata, en síntesis, de una vivienda de espíritu contemporáneo que se basa en recursos tradicionales y que, gracias a la optimización de los materiales, posibilita una construcción rápida, de bajo costo y sostenible.