Antigua alumna de la Universidad de Navarra, repasamos con ella su camino por el campus de Pamplona, sus primeros pasos en la Enfermería y su cambio al mundo de la Arqueología.
¿Qué recuerda de su paso por la Facultad de Enfermería?
De mi paso por la Escuela de Enfermería- así era antes de acceder al Grado-, tengo muchos recuerdos y la mayoría de ellos son muy gratificantes. Nuestra promoción -1981 a 1983- estaba formada por 200 alumnas. En aquel momento solo había mujeres que accedíamos a nuestra formación con muchas ganas de aprender. Vivimos muy intensamente los tres cursos, liadas entre las clases teóricas y las prácticas, muchas horas dedicadas a formarnos., con el fin de que al finalizar fuéramos capaces de trabajar en cualquier ámbito de la Enfermería.
Del profesorado tengo buenos recuerdos, de dos personas en particular. La primera Ana Irujo, mi profesora de Anatomía, una asignatura que se me hizo sumamente complicada, con tantos nombres y tantos detalles que debíamos asimilar. Sé que sin su apoyo y confianza no hubiera podido aprobarla, es curioso, porque ahora vivo gran parte de mi día a día rodeada de huesos. La segunda es Inmaculada Serrano, una de mis profesoras de Materno Infantil, de la que recibí gran apoyo cuando opté por formarme como matrona. No quiero olvidar a quien era capellán de la facultad, o al menos uno de ellos, D. Miguel Ángel Monge, quien me apoyó cuando quise acceder a la Escuela Oficial de Matronas de Santa Cristina en Madrid, donde él había trabajado previamente.
Como anécdotas, inolvidable el teatro que montamos bajo la dirección de Ljerka Brajnovic, Los extremeños se tocan. Yo solo era la apuntadora, la vena artística no la tengo muy desarrollada, pero disfrutamos mucho, compartimos muy buenos ratos y fuimos conscientes del buen rato que hicimos pasar al público, no solo cuando la representamos, sino cuando se emitía por el canal de TV de la CUN… inolvidable.
¿Qué significó para usted estudiar en la Universidad de Navarra?
Creo que no solo significó, sino que aún significa. El haberme formado como profesional, con el fundamento científico imprescindible para el ejercicio de la Enfermería y con la continua inquietud de seguir actualizada. Es fundamental saber que la Ciencia avanza, y la Evidencia Científica disponible es mutable.
¿Siempre tuvo claro que quería ser enfermera? ¿de dónde le viene la vocación?
Desde que recuerdo, cuando iba al Colegio de María Inmaculada, ya quería ser enfermera. Algo complicado porque yo no era una buena estudiante, ni mis capacidades me permitían aprobar sin estudiar muchas horas. Con más o menos perseverancia, y con muchas dificultades, conseguí superar un BUP de Ciencias puras. Tuve la suerte de que me admitieran en la Escuela de Enfermería, tras un examen previo, dado que en ese momento no era necesaria la Selectividad. Cuando empecé en la Escuela, tras el primer año que siempre es más complejo por el tipo de asignaturas generales que se imparten, cada día disfrutaba del aprendizaje, de las compañeras, de las enfermeras que nos formaban, de las muchas horas de prácticas y del contacto con aquellas personas a las que atendíamos.
Aprendí la importancia de cuidar y acompañar tanto a las personas que tenían patologías más o menos graves y a quienes estaban al final de su vida. Lo más complicado de gestionar, en esos años de formación, la muerte de niñas y niños, y las limitaciones para conseguir su recuperación. Además del acompañamiento de las familias ante estas pérdidas.