En la imagen
Tan cerca y tan separados [Freepic]
La palabra polarización está de moda. No solo porque fue nombrada en 2023 en España como palabra del año, sino porque, además, 2024 es el super año electoral (unos 70 países en todo el mundo deberán votar), avivando la preocupación actual por movimientos sociales y efectos desestabilizadores de agentes internos y terceros países.
Aunque tiene diferentes acepciones, últimamente se usa para aludir a situaciones de crispación y confrontación, aunque no siempre es así.
Desde el punto de vista de la psicología social, en 1961, un psicólogo llamado Stoner descubrió que las personas, cuando se encontraban dentro de un grupo, tomaban decisiones más arriesgadas de lo que lo harían si estuvieran de forma individualizada[1]. Esta tendencia al riesgo contradecía la opinión generalizada de que la gente en grupo tiende a ser más conservadora y cauta tras un debate grupal. Posteriormente, Moscovici y Zavalloni (1969) aportaron que no era una tendencia al riesgo sino más bien una intensificación de las posturas iniciales de los individuos que ya predominaban en el grupo antes del debate. Esta aportación indicaba, además: que la mayor polarización se daba cuando el grupo debía comprometerse con una determinada posición; que una vez tomada una postura, los integrantes del grupo la hacían suya de forma individual, y que este comportamiento grupal podía aplicarse a tendencias de opinión o actitudes sociales, como las que observamos hoy en día en el ámbito social, político y cultural.
Las causas de la polarización grupal pueden deberse a dos principales razones: por un lado, la pertenencia a un grupo puede incentivar al individuo a querer mostrarse socialmente deseable hacia los demás con opiniones favorables o incluso superiores a la media predominante. Y por otro lado, el uso de la argumentación persuasiva, caracterizada por el uso acertado de argumentos a favor y en contra, que tienen que ser percibidos como coherentes con la opinión inicial y la lógica del grupo, y aportar aspectos novedosos, pues producen mayor impacto emocional y polarización en el grupo[2]. De esta manera, los individuos se conforman a las normas prototípicas del grupo con naturalidad, no solo porque intentan agradar a los otros miembros (dependencia normativa) sino porque también, en ocasiones, dependen de la información recibida a través de ese grupo de referencia (dependencia informativa), relacionada con medios de comunicación y prensa de la misma línea ideológica, redes familiares y de amigos que comparten noticias o ‘memes’ (chistes de origen político) o los propios líderes políticos afines.
Mientras que la polarización grupal se refiere únicamente a la intensificación de una postura ya observada inicialmente en el grupo antes del debate de sus miembros, la polarización política, en cambio, es un proceso social en el que dos o más grupos van generando una distancia política y social mayor entre ellos y alcanzando posiciones más extremas en el arco político, habitualmente diferenciados entre ideas conservadoras y progresistas o derecha e izquierda. La polarización tiene sus ventajas e inconvenientes: por un lado, la polarización anima a la población a tomar parte en los comicios democráticos y a adoptar una actitud activa frente a los asuntos políticos (Wagner, 2021)[3]. En cambio, otros autores señalan que la polarización grupal puede causar un deterioro democrático (McCoy et al, 2018), llevando a graves problemas sociales y de seguridad interior generando una idea de “nosotros frente a ellos”, como vemos en diferentes países[4]. Principalmente la polarización política genera dos consecuencias: la alineación partidista y una polarización afectiva donde se ama al propio grupo social y político (favoritismo endogrupal) y se odia o se siente al opuesto como enemigo o muy alejado, usando prejuicios, estereotipos o, en el peor de los casos, deshumanización (el individuo del grupo ajeno pasa a ser uno más de los extraños, sin rasgos ni identidad individuales, lo cual justifica acciones radicales contra él).
Existen varias razones psicológicas que nos hacen a todos susceptibles de caer en este juego[5]: proteger nuestro ego sintiéndonos parte de un grupo y aceptando sus normas de comportamiento frente a otros grupos, eliminar nuestra incertidumbre ante el presente y futuro social o personal apostando por soluciones simples y radicales o, simplemente, gestionar nuestras tensiones emocionales orientando, principalmente las emociones de preocupación, de ira o de burla hacia ciertos grupos sociales o políticos ajenos.
Por eso nos es difícil mantenernos ajenos a los procesos de polarización que nos llegan a través de los líderes que agitan banderas partidistas, con valores grupales, de clase social, de raza o de nación que excluyen a otros grupos o que usan frases o adjetivos que ridiculizan y estigmatizan al divergente. No es fácil conservar la objetividad cuando nuestro periódico o red social favoritos, donde la línea ideológica mayoritaria está marcada[6], nos dice qué información debemos tener y cómo la debemos interiorizar. Tampoco los ambientes sociales donde prima la similitud cultural e ideológica hacen a veces conveniente o posible el debate ideológico o la discrepancia moderada y la diversidad de opiniones.
Existen, sin embargo, algunas medidas que podemos intentar implementar para no caer en esta influencia grupal que vivimos:
√ La primera medida es la humildad intelectual, aceptando las tendencias de favoritismo a “los nuestros” que todos tenemos y del intento por auto justificarnos a toda costa.
√ La segunda es profundizar en los argumentos de cada parte ideológica, con información fidedigna, diversificada, de fuentes originales y evitando los estereotipos y lemas fáciles que van dirigidos a la parte irracional de nuestro cerebro.
√ Y la tercera, reducir el enfado y los sentimientos competitivos a posiciones más basadas en los individuos y en la normalidad de las relaciones intergrupales diarias que son mucho más normales que lo que algunos intentan transmitirnos.
* Luis Ángel Díaz Robredo es profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
[1] Stoner, J. A. F. (1961). A comparison of individual and group decisions involving risks. Tesis de maestría no publicada. MIT, Cambridge Mass.
[2] Vinokur, A., & Burstein, E. (1974). Effects of partially shared persuasive arguments on group-induced shifts: A group-problem-solving approach. Journal of Personality and Social Psychology, 29(3), 305–315. https://doi.org/10.1037/h0036010
[3] Wagner, M. (2021). Affective polarization in multiparty systems. Electoral Studies, 69, 1–13. https://doi.org/10.1016/j.electstud.2020.102199
[4] McCoy J, Rahman T, Somer M. (2018). Polarization and the Global Crisis of Democracy Common Patterns, Dynamics, and Pernicious Consequences for Democratic Polities. American Behavioral Scientist 62(1). 16-42.
[5] Jost, J. T., Baldassarri, D. S. & Druckman, J. N. (2022) Cognitive–motivational mechanisms of political polarization in social-communicative contexts. Nat. Rev. Psychol. 1, 560–576.
[6] Kubin, Emily & Sikorski, Christian. (2021). The role of (social) media in political polarization: a systematic review. Annals of the International Communication Association. 45. 1-19. 10.1080/23808985.2021.1976070.