Contribución de España a la defensa aérea integrada en Europa

Contribución de España a la defensa aérea integrada en Europa

ARTÍCULO

25 | 04 | 2025

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Como miembro activo de la OTAN y la UE, contribuye de manera fundamental a la estructura defensiva de ambas organizaciones

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F-18, del Ala 12, en la misión de policía aérea de la OTAN en Lituania [Ministerio de Defensa]

En un contexto en el que las amenazas evolucionan constantemente y las estrategias de defensa requieren una continua adaptación, resulta fundamental analizar cómo España contribuye a la seguridad aérea europea, y qué capacidades aporta a este esquema defensivo.

La seguridad aérea constituye uno de los pilares más importantes de la defensa colectiva europea, no solo debido al incesante avance tecnológico, sino también a raíz de la creciente amenaza que representa Rusia. Para afrontar estos desafíos tecnológicos y geopolíticos, la OTAN y la Unión Europea han llevado a cabo diversos proyectos para reforzar la seguridad aérea del continente y así garantizar cierta disuasión ante posibles agresores.

España, como miembro activo de ambas organizaciones, contribuye de manera fundamental a su estructura defensiva, participando en proyectos para fortalecer la defensa aérea, como el Sistema Integrado de Defensa Aérea y Contra Misiles de la OTAN, y en iniciativas en el marco de la UE como la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO). Más aún, se encuentra en el programa FCAS (Future Combat Air System), un proyecto multinacional en el que participan Francia, Alemania y España para el desarrollo de un sistema aéreo de combate de sexta generación.

Contexto y marco estratégico

Desde la fundación del Pacto de Varsovia en 1955, la posibilidad de un ataque del bloque soviético hizo de la seguridad aérea del continente una parte fundamental de los planes operativos y de contingencia de la OTAN. Sin embargo, tras el colapso de la Unión Soviética y cesar la inminencia de la amenaza, dicha defensa pasó a un plano secundario. Ahora, tras la anexión de Crimea en 2014 y la reciente guerra en Ucrania, la conciencia de la importancia de mantener una defensa aérea creíble para proteger de esta nueva amenaza rusa a todo el territorio de la Alianza ha experimentado una reactivación que se ha visto reflejada en el contexto de la alianza transatlántica mediante el diseño del Sistema de Defensa Aérea y de Misiles Integrada de la OTAN (NATO IAMD), que la Alianza ha ido fortaleciendo desde el comienzo de la guerra en Ucrania en línea con los cambios en su Concepto Estratégico, el documento que establece la base para la postura de disuasión y defensa de la OTAN.

Asimismo, en el marco de la Unión Europea se puede apreciar un avance en mejorar la defensa aérea con iniciativas como la PESCO con la Iniciativa Europea para la Estandarización del Combate Aéreo Colaborativo o, incluso, la iniciativa del Fondo Europeo de Defensa en 2016.

Considerando el momento actual, la cooperación entre las dos organizaciones es deseada, aunque la OTAN continúe manteniendo el principal componente de la seguridad aérea, y pese a que la UE continúe el desarrollo de su Política Exterior y de Seguridad Común para llegar, incluso, a la constitución de un ejército europeo. España, por tanto, como país miembro de ambas organizaciones, aporta capacidades a los diversos proyectos para asegurar una mayor eficiencia en el ámbito de la defensa europea.

España en la defensa aérea integrada de la OTAN

En primer lugar, España desempeña un rol importante en el Sistema Integrado de Defensa Aérea y Antimisiles de la OTAN (NATO IAMD), cuyo propósito es la protección del espacio aéreo de la Alianza, incorporando medidas como la vigilancia aérea continua y la defensa contra misiles balísticos con fines disuasorios, o para anular o reducir la eficacia de un ataque. Un mando unificado integra las diferentes capacidades de los países participantes.

En el caso de España, su implicación tiene lugar de dos maneras: mediante las infraestructuras estratégicas nacionales y a través de operaciones en el exterior. Una de las contribuciones más importantes en el primer caso es la que hace a través del Centro de Operaciones Combinadas (CAOC) localizado en la Base Aérea de Torrejón, en Madrid. El CAOC es uno de los principales centros de mando de la Alianza, y el principal encargado de la vigilancia del espacio aéreo en el sur del territorio OTAN. Asimismo, España contribuye con el Programa de Liderazgo Táctico (TLP) en la Base Aérea de Albacete, un centro de formación de las tripulaciones aliadas de aviones de caza.

En lo que se refiere a operaciones, España colabora de manera activa en la defensa de Europa mediante su participación en misiones ejecutadas en el flanco Este de la Alianza Atlántica en el marco de la operación ‘Persistent Effort’, establecida en 2017 para aglutinar diferentes esfuerzos de Defensa Aérea y Antimisiles emprendidos desde 2014 con carácter disuasorio en el este de Europa. En ese marco, España despliega, bajo control del CAOC, medios de forma rotatoria en dos operaciones principales: ‘Baltic Air Policing’, en las repúblicas bálticas, y ‘Enhanced Air Policing’, en Rumanía.

En la primera, la participación se sustancia en un destacamento aéreo con aviones F-18 o Eurofighter ‘Typhoon’ cuando le corresponde activarlos. Hasta julio de 2024, el EAS participó en la BAP con el Destacamento ‘Vilkas’ (Lituania) con 8 aeronaves F-18, 1 A-400 y 190 militares. En la segunda, hasta finales de marzo de 2025, participó con el Destacamento ‘Paznic’, compuesto de 150 miembros del EAS, 6 Eurofighter C.16, y 1 A-400 desplegados en la base aérea de Mihail Kogălniceanu, en Rumanía, además de con un radar en el Destacamento ‘Tigru’ en el mismo país.

Dos unidades de defensa aérea (UDAA) NASAMS desplegadas en Estonia y Letonia, y con una unidad ‘Patriot’ en Turquía completan la contribución española a este esfuerzo.

España y la defensa aérea en el marco de la Unión Europea

Por el Tratado de Ámsterdam de 1997, la Unión llegó al acuerdo de articular una política de defensa común. Más tarde, el artículo 42.2 del Tratado de la Unión Europea (TUE) estableció la posibilidad de desarrollar tal instrumento, siempre que el Consejo Europeo lo apruebe. Sin embargo, los estados, reticentes a entregar a la Unión un aspecto tan sensible de su soberanía nacional, han avanzado poco en la definición de esta política común.

En los últimos años, y especialmente en estos últimos meses, la Unión Europea ha incrementado sus esfuerzos para dotarse de una verdadera autonomía estratégica, incluso en el ámbito aéreo. En este sentido, la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), que entró en operación en 2017 para fomentar la cooperación entre los Estados miembro para el desarrollo de las capacidades de defensa, ha sido uno de los marcos en los que se han canalizado estos esfuerzos. Las contribuciones a la PESCO de los Estados Miembros son evaluadas por la Agencia Europea de Defensa; sus actuaciones deben ser autorizadas por el Consejo.

Dentro de la PESCO, España colabora en diferentes proyectos como la Iniciativa Europea para la Estandarización del Combate Aéreo Colaborativo (EICACS), en la que participan empresas españolas como, Airbus Defence and Space, GMV Aerospace and Defence SAU, Indra Sistemas SA o el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, entre otros, con el objetivo de estandarizar el combate aéreo colaborativo, asegurando la interoperabilidad de recursos diversos y facilitando la integración eficiente de los futuros sistemas de combate aéreos.

Adicionalmente, España es uno de los miembros del Fondo Europeo de Defensa, un programa para financiar proyectos de innovación militar. En el área de la cooperación aérea, dieciocho estados han firmado una carta de intenciones para reforzar la colaboración.  Según un comunicado de prensa de la Comisión Europea en 2025 habrá un presupuesto de unos 100 millones de euros para abordar “los retos futuros en los ámbitos del combate terrestre, el espacio, el combate aéreo y la resiliencia energética y la transición medioambiental”.

Future Combat System

Como una tercera forma de mostrar su compromiso con la defensa aérea de la OTAN, España participa en el programa Future Combat Air System (FCAS) de modernización del Ejército del Aire y del Espacio de España, desarrollado en colaboración con Francia y Alemania. Su objetivo principal no es solo la creación de un caza de sexta generación que reemplazará parte de la flota actual, sino también el desarrollo de una red de vehículos aéreos no tripulados (‘remote carriers’), que estarán integrados en tiempo real a través de una nube de combate (‘combat cloud’). Este sistema permitirá mejorar la conectividad y la eficiencia operativa de las fuerzas aéreas europeas.

Actualmente, el proyecto se encuentra en la fase 1B, en la que se están definiendo los requisitos técnicos y desarrollando los primeros prototipos. Se prevé que esté plenamente operativo en 2040. España, como uno de los países integrantes del proyecto, desempeña un papel fundamental en su desarrollo, lo que le permitirá adquirir una mejor posición, tanto a nivel operativo como industrial.

Como se ha mencionado anteriormente, en el ámbito militar, el FCAS supone la sustitución progresiva de los F-18 Hornet, lo que representará una mejora significativa en las capacidades de la Fuerza Aérea Española. Asimismo, en el plano industrial, el programa contribuye al fortalecimiento del sector aeroespacial y de defensa español, con empresas como Indra, Airbus España y GMV Aerospace liderando el desarrollo de tecnologías clave que, no sólo impulsarán la innovación tecnológica al más alto nivel, sino que también tendrán un impacto positivo en el empleo y en la competitividad del sector de defensa en España.

Implicaciones y desfíos

Lo anterior pone de manifiesto el alto grado de implicación de España en la defensa aérea europea, y evidencia el importante rol que juega en la seguridad aérea del continente, articulado fundamentalmente a través de compromiso con la OTAN y expandido por su participación en diversas iniciativas en el marco de la UE. La contribución española al NATO IAMD, su participación activa en operaciones multinacionales, y su implicación en programas como la PESCO y el FCAS refuerzan, tanto la defensa colectiva transatlántica como la autonomía estratégica europea.

El mayor desafío para España es el de mantener el equilibrio entre las dos organizaciones, para evitar solapar diferentes proyectos e intentar mantener una línea de cooperación en la que la UE, sin perder su autonomía, sirva para complementar los avances de la OTAN. Si logra este objetivo, España tiene una gran oportunidad de asumir un papel protagonista en la definición del futuro de la defensa europea, consolidando su papel de líder junto a potencias europeas como Francia o Alemania.