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Calle de Cuba [GregMontani]
Hace diez años, la perspectiva que abría el acuerdo con la Administración Obama de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos supuso un salto del 5% para el PIB de isla (2015). Desde entonces, sin embargo, la marcha atrás de Washington en diversas medidas y sobre todo la indecisión de La Habana sobre cómo gestionar el postcastrismo (Fidel murió en 2016 y Raúl dejó su último cargo oficial en 2021) han situado a Cuba en una espiral de contracción que las recetas propias no hacen más que acelerar. La ‘economía de guerra’ invocada por el presidente Miguel Díaz-Canel trata de reeditar la épica de un país que logró sobrevivir a la caída de la URSS, pero hoy la crisis es más grave pues parte de una situación comparativamente peor.
El Gobierno cubano admitió el pasado mes de noviembre que en 2024 la isla vivió otro año de recesión y evitó cualquier optimismo para 2025. El ministro de Economía, Joaquín Alonso Vázquez, no quiso aportar una cifra, pero reconoció que la evolución del año que terminaba había sido negativa, dando la razón a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la ONU, que había hecho una previsión de caída del PIB cubano del -0,5%, luego elevada al -1%. No obstante, el descenso puede haber sido mayor: la propia CEPAL habló inicialmente de un -1% para 2023 y luego el Gobierno lo elevó al -1,9%. Para 2025, la Cepal habla de un decrecimiento del -0,1%, pero es posible que también se quede corta. De ser así, en los últimos diez años, pues, el tamaño de la economía cubana se habrá encogido cuatro veces, en combinación con otros ejercicios de apenas crecimiento.
Desde ese piso de una economía ya muy deteriorada, todo nuevo empeoramiento no hace más que agravar la espiral descendente y acentuar el colapso. En el anterior ‘periodo especial’ sufrido por la isla, con el fin de la URSS y el cese de todas las ayudas que recibía de Moscú, el PIB de Cuba cayó más de un tercio en cuatro años. Ahora la caída del PIB no es tan pronunciada, pero solo porque se parte de una situación comparativamente peor que la de entonces.
Si hasta ahora se venía comparando la presente crisis con aquel momento de gran penuria de comienzos de la década de 1990, la realidad ya la sobrepasado, y los expertos hablan de la peor crisis en la historia de Cuba independiente. Así, Javier Corrales, profesor de Ciencia Política, advierte que Cuba está en su peor crisis desde que se independizó de España a raíz de la guerra de 1898. “La economía de Cuba está en medio de su mayor colapso, quizá desde su independencia en 1902“, afirma. No es solo el PIB: en los últimos diez años la isla ha sufrido escasez de productos de consumo básico, alta inflación, descenso de las inversiones, empeoramiento de las cosechas, repetición de apagones eléctricos (la capacidad de generación eléctrica cayó un 25% entre 2018 y 2022), mientras que “la pobreza y la desigualdad están más altas que nunca”, enumera Corrales.
De esta situación extrema se han hecho eco los medios internacionales. También ‘The New York Times’ ha concluido que Cuba está “en su peor crisis” desde que Fidel Castro tomó el poder hace 66 años, el 1 de enero de 1959. Entre otros aspectos, refiere que el turismo ha caído casi un 50% desde 2017, que un millón de personas se han marchado en los últimos cuatro años y que desde la emergencia de Covid la mortalidad infantil ha subido, en un país que se preciaba de altos estándares sanitarios. Por lo demás, los apagones generales –tres desde el verano, además de numerosos cortes parciales de luz, pero igualmente de largas horas– hablan de un colapso al que se ve difícil remedio mientras el régimen no se atreva a profundas reformas.
Inflación y pobreza
El Gobierno ha ido tomando algunas medidas, pero tan insuficientes como han sido las aperturas económicas intentadas desde 2011, una vez Raúl Castro se convirtió en primer mandatario. Entonces pudo culparse a las reticencias que presentaba un Fidel retirado, pero tras la muerte de este y algunos otros viejos jerarcas, los planes de Díaz Canel siguen quedándose cortos. Es lo que ha ocurrido con el Programa de Estabilización Macroeconómica (PEM) que el Gobierno se propuso aplicar en 2024, que preveía implementar medidas urgentes para desacelerar la inflación, generar ingresos en divisas para el país, fortalecer a la empresa estatal socialista y el proceso de bancarización.
Aunque la inflación ha caído respecto a la cifra del 77,3% con que cerró 2021, sigue siendo alta: 2022 terminó con un 39,1% y 2023 con un 38,7%, según datos de la Cepal, que a principios de 2024 estimó que este último año podría concluir con una inflación interanual entorno al 25%, si bien decisiones posteriores sobre subida de precios probablemente desviaron al alza esa previsión.
Así, el Gobierno decidió eliminar el subsidio a la gasolina que había mantenido desde 1959, de forma que a partir del 1 de febrero el precio del combustible aumentó más del 500%. El litro de gasolina regular pasó de 25 pesos cubanos (0,20 centavos de dólar) a 132 (1,10 dólares); las autoridades también dispusieron que los turistas extranjeros comenzarán a pagar el combustible en divisas. Asimismo, se incrementó un 25% la tarifa eléctrica a aquellos con un consumo por encima de los 500 kWh (cifra que, aunque muy superior al consumo ciudadano promedio, también contribuye a un ambiente inflacionario). Para mitigar la tendencia inflacionaria, el Gobierno aprobó en 2024 una reducción del 50% de los aranceles para la importación de insumos y materias primas destinadas a producción.
Esto ha sido afrontado por una población que, a pesar de tener salarios en aumento —a mediados de 2024 el Gobierno aprobó alzas salariales para operarios y trabajadores de servicios de la salud y personal docente de la educación—, cada vez alcanza a comprar menos. Si ya datos de 2023, del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, indicaban que la pobreza extrema había subido 13 puntos en un año y se había situado en el 88%, en 2024 la situación se había agravado aún más. Esos informes indican que siete de cada 10 cubanos han dejado de desayunar, almorzar o cenar debido a la falta de dinero o la escasez de alimentos. En marzo de 2024, el Gobierno cubano solicitó por primera vez ayuda al Programa Mundial de Alimentos de la ONU para la distribución de leche a menores de 7 años; el programa ya asistió a 760.000 personas el año anterior.
Déficit y deuda
La Cepal calcula que el déficit fiscal en 2022 y en 2023 fue del 13% del PIB, y nada hace prever que haya habido una especial corrección en 2024, teniendo en cuenta el mal comportamiento del sector externo y del turismo registrado.
En espera de cerrar los datos del último año, la Cepal ha estimado que en diciembre de 2023 el comercio internacional de bienes había caído un 11% respecto a diciembre del ejercicio anterior, especialmente afectado por la disminución de las exportaciones de níquel y sus derivados (-32%), cuando el Gobierno había puesto una gran esperanza en la pronunciada alza de precios que este mineral había tenido previamente. También influyeron las menores ventas exteriores de líquidos alcohólicos (-28%) y de azúcar (-82%). Precisamente, la importante reducción de las zafras los últimos años, con los peores resultados desde finales del siglo XIX, evidencia la crisis sin precedentes que vive la isla.
Las compras en el exterior, por otra parte, también cayeron en 2023, sobre todo las destinadas a la adquisición de combustibles, que descendieron un 31%, lo que ha tenido su impacto en los problemas de generación eléctrica.
Todo ello ha aumentado la presión sobre el endeudamiento del estado. De acuerdo con la Cepal, “esta situación se ha agravado en los últimos tres años ante la caída de la recaudación fiscal, producto de la disminución de los niveles de actividad, así como el mantenimiento de gastos asociados a servicios públicos vitales”. A pesar de que el país no ha pagado la deuda externa desde 2019, ha logrado renegociar nuevos plazos para realizar los pagos hasta 2027, pero la cifra estará gravada por el recargo de intereses moratorios.
Falta de divisas
Toda esta crisis económica a ha reducido la oferta de divisas «por lo que la escasez es creciente, con impacto notables sobre la actividad productiva y la capacidad del sector público para cumplir con sus compromisos externos”, según recoge la Cepal.
En Cuba el régimen cambiario es dual. Por un lado, existe un tipo de cambio oficial para las operaciones del sector estatal, que está fijo en 24 pesos cubanos (CUP) por dólar. Por otro lado, el cambio oficial para el sector privado y los hogares es de 120 CUP por dólar. Bajo el mismo operan las personas naturales, mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) privadas, cooperativas no agropecuarias, trabajadores por cuenta propia, agricultores individuales y demás.
En el caso del sector estatal, el acceso está determinado por las necesidades de la planificación económica. Mientras que en el sector privado el acceso de las personas naturales está limitado a una cuantía fija diaria de 100 dólares por persona. No obstante, al no pertenecer al estado directamente en realidad no tienen acceso a la compra de divisas.
El proceso de ‘dolarización de facto’ ha ganado aún más alcance en los distintos sectores, derivando en cada vez una mayor sustitución de la moneda nacional. Ésto se ha reflejado en la depreciación continua del peso cubano en espacios cambiarios informales además de la inconvertibilidad de la moneda nacional.
‘Economía de guerra’
En su admisión de la gravedad de la crisis, el Gobierno cubano ha hablado de ‘economía de guerra’, amparando así la adopción de políticas de austeridad, donde el Estado redirige recursos escasos a sectores considerados prioritarios, en detrimento del consumo civil.
En declaraciones a la prensa, Ricardo Torres, ex investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana considera que el término “se pretende instalar en la opinión pública para justificar los ajustes inevitables que tiene que introducir el Gobierno”. Por su parte, Omar Everleny Pérez Villanueva, exdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana, destaca el error de las políticas gubernamentales, como el control administrativo de los precios de algunos productos que venden las Mipymes, que constituye “un sinsentido total”, porque “se conocen los resultados: aumento de la escasez, contrabando, mercado informal, y un largo etcétera”.
El Gobierno aprovecha la expresión de ‘economía de guerra’ para presentar la crisis como resultado del ataque de Estados Unidos mediante un embargo de décadas, que el indebidamente régimen cataloga como ‘bloqueo’. Sin explicar cómo llega a esos cálculos, La Habana asegura que esa política estadounidense tuvo un coste para Cuba en 2023 de unos 4.867 millones de dólares, lo cual provocó un impacto negativo equivalente al 19,2% del PIB de la isla y al 55,8% de sus exportaciones.