Embajadores: El arte de la co-operación

Embajadores: El arte de la co-operación

08 | 05 | 2024

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Por la colaboración diplomática y contra el aislamiento de los países: el estado que va por su cuenta saca a relucir lo peor de sí mismo

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Portada del libro de Robert Cooper ‘The Ambassadors. Thinking about Diplomacy from Richelieu to Modern Times’ (London: Weidenfeld & Nicholson, 2021) 563 págs.

Los diplomáticos son personas que resuelven problemas mediante la negociación y la cooperación. Al formular esta definición, Robert Cooper, diplomático británico, hoy asesor en la Unión Europea, escribe “co-operation”; aunque es también una opción inglesa para esa palabra, la inclusión del guion remarca aquello que justamente desea subrayar el autor: la iniciativa de las partes, en una actuación intensa en busca de los puntos comunes que permitan un acuerdo. Cooper presenta su libro como un relato acerca de “trozos de papel que salvaron vidas”. Así, se detiene en la negociación de los tratados que permitieron terminar guerras y cerrar otras crisis internacionales, desde las negociaciones sobre el orden europeo que siguieron a la caída de Napoleón o las que pusieron en marcha el Plan Marshall y la Declaración Schuman a las que acabaron propiciando la caída del Muro de Berlín. Y es un relato de las negociaciones a partir de sus principales protagonistas; en un momento dado, Cooper los llama “héroes”: personas no siempre virtuosas pero que movidos por una razón de estado (ahí entran tanto Maquiavelo, Richelieu y Talleyrand, como los más ejemplares Kennan, Monnet y Adenauer, entre otros) aportaron ideas y esfuerzo para la resolución de conflictos.

‘The Ambassadors’ incluye la letra pequeña de muchas negociaciones, en ocasiones en forma de ‘thriller’: nos sitúa en el palacio o el hotel donde tienen lugar y nos va dando la información que cada vez manejan las partes. A veces hacia el final de los capítulos hace algunas consideraciones generales, aunque sin querer extraer lecciones, pues el lector ya capta dónde estuvieron los errores o los aciertos de los distintos negociadores en cada proceso. Solo en el último capítulo se va de lo concreto a lo universal.

En esas conclusiones, Cooper se maravilla de que el artículo 5 de la OTAN, más vago en la formulación de la mutua defensa que tantos tratados previos acordados entre dos o más naciones a lo largo de los siglos, haya sido sin embargo mucho más efectivo. Considera que se debe a aspectos organizativos o formales del tratado (multilateralidad, sin fecha límite, no limitado a una amenaza específica, creador de instituciones que permiten un permanente contacto), a la realidad democrática de los países y al “indispensable” liderazgo de Estados Unidos.

Europeísta confeso, defiende la conveniencia de la UE con la observación de Adenauer, referida a la puesta alemana por la construcción europea, de que estar solo saca a relucir lo peor de los países. En este contexto, afirma que el Brexit -sobre el que versa un epílogo del libro– se debió al deterioro de la democracia británica, que cuenta con mecanismos perjudiciales, como el sistema electoral y la falta de adecuación de la Cámara de los Lores.

Cooper es especialmente contrario a ese aislamiento por el que en ocasiones los países optan. “Primero hubo paz mediante el imperio; luego paz –o más bien límites a la guerra– mediante el equilibrio; después hubo paz mediante la separación” [de bloques], “el orden liberal trae paz mediante la cooperación: un sistema de consentimiento y consenso que ofrece libertad y paz”, escribe. Y añade: “El orden multilateral cambia todo. Un estado por su cuenta está aislado. Con dos estados, la relación será transaccional –el arte del trato– o puede haber una conspiración contra un tercero. Tres es el número mágico. Cuando tres o más estados se reúnen, hay transparencia y muy probablemente reglas, escritas o no. Al menos habrá reglas de procedimiento”.

El arte de la diplomacia, según destaca Cooper, supone una actitud de moderación (‘restraint’) que a su vez presupone un profundo conocimiento del país con el que se negocia. “Tienes que conocer la otra parte. Requiere gente que entienda su lengua, su historia y su cultura, que suponga sus ambiciones y sus aprensiones”, advierte. Y eso es lo que el autor aprecia en la lista de diplomáticos –la mayor parte, ministros de Exteriores de sus países, pero también algunos jefes de gobierno y embajadores– de la que se ocupa, en la que además de los ya mencionados destacan también Ernest Bevin, George Marshall, Dean Acheson, Henry Kissinger, Willy Brandt, Helmut Kohl... Diplomacia de las grandes potencias, pero igualmente, como botón de muestra de su importancia también para las pequeñas, de países como Dinamarca y Finlandia, que históricamente no lo han tenido nada fácil junto a Alemania y a Rusia, respectivamente.