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Frentes en la guerra civil de Sudán, el 9 de noviembre de 2024. Áreas controladas por las Fuerzas Armadas de Sudán (rosa), las Fuerzas de Apoyo Rápido rebeldes (gris) y diversos grupos contrarios al Gobierno (otros colores) [ElijahPepe]
Mientras la atención de la opinión pública mundial se centra en las guerras de Ucrania y Gaza, Sudán vive inmerso en un nuevo conflicto interno que se desató en la madrugada del 15 de abril de 2023, hace más de un año y medio, sin que la sangrienta contienda parezca tener un final a corto plazo. Aunque ignorada por la mayor parte del mundo, la guerra civil de Sudán cuenta, no obstante, con intervención internacional: varios Estados proveen de apoyo militar a cada bando y se benefician del conflicto, anteponiendo sus intereses particulares a las pérdidas humanas y a la inestabilidad en la que se halla sumido el país africano.
El actor internacional al que, indudablemente, se le atribuye una mayor responsabilidad por alimentar el conflicto es a Emiratos Árabes Unidos (EAU). Los rebeldes de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) reciben armamento de EAU, a la vez que los emiratíes se benefician del oro sudanés que llega a Dubái por medio del contrabando ejercido por múltiples compañías, entre las que destaca Al Gunade. Si bien es cierto que tanto los rebeldes como las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) han empleado oro para comprar armas, son las Fuerzas de Apoyo Rápido las que ostentan el liderazgo en este negocio: tras la independencia de Sudán del Sur en 2011, Jartum perdió el acceso a sus reservas de petróleo, lo que provocó un incremento en la minería del oro. Las FAR tomaron el control de las productivas minas de Jebel Amir, y con ello de un significativo porcentaje de la producción de oro en Sudán que, gracias a ciertas conexiones con el Gobierno, exportan ilegalmente, principalmente a Emiratos Árabes Unidos.
La realidad es que, mientras que el conflicto en Sudán empeora, Emiratos Árabes Unidos continúa aprovechándose de sus proveedores de oro en el país —las FAR— a cambio de armas, drones y tratamiento médico. Esta actuación, según fuentes oficiales americanas, europeas y de varios países africanos, forma parte de una operación, aparentemente de ayuda humanitaria, que tiene lugar desde un hospital y un aeródromo, ambos ubicados en Chad, en la frontera con Sudán.
En junio de 2023, las autoridades de Uganda descubrieron rifles de asalto y munición en el interior de un avión originario de los Emiratos que volaba en ruta hacia Chad, supuestamente transportando bienes humanitarios, a pesar de lo cual Abu Dabi niega su implicación en el conflicto. Durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el 18 de junio de este año, el embajador de Sudán en la organización condenó a EAU por apoyar a los rebeldes militares, haciendo referencia a seis pasaportes emiratíes que fueron hallados en Jartum “en el corazón del campo de batalla” en una operación conjunta ejecutada por las FAR. Por su parte, el embajador emiratí calificó dichas acusaciones como “ridículas”, resaltando la labor humanitaria que su país está desempeñando en Sudán.
La guerra en Sudán ha propiciado asimismo una oportunidad para el Grupo Wagner, organización paramilitar rusa, de incrementar su presencia en Sudán. Si bien es cierto que antes del conflicto esta organización ya tenía un papel en la explotación de oro en Darfur, tras el estallido de la guerra aprovechó para enviar apoyo a las FAR desde Libia, la República Centroafricana y Chad, países con presencia de mercenarios y soldados a su servicio. La asistencia no solo se tradujo en el traslado de tropas, sino también de munición e incluso MANPADS (Sistemas de Defensa Antiaérea Portátiles). Es importante tener en cuenta, además, que el Grupo Wagner coopera con Emiratos Árabes en el contrabando de oro y goza de su apoyo financiero. Sin embargo, su apoyo a las FAS se ha visto reducido desde el fallecimiento del líder del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, a finales de agosto de 2023.
La posición de Moscú parece no seguir exactamente la misma dirección. Rusia pretende establecer una base naval en Puerto Sudán, actualmente controlado por las Fuerzas Armadas de Sudán. Por ello, en los últimos meses, Rusia parece haberse decantado más por el apoyo a Abdelfattah al Burhan, debido a una promesa relativa a dicho puerto: el 25 de mayo, Yasir al-Atta, miembro del Consejo Militar, declaró que éste estaba dispuesto a aprobar la construcción de un “centro de suministros logístico” en Puerto Sudán a cambio de un urgente aprovisionamiento de armas y munición por parte de Rusia. Sin embargo, esta no es la única finalidad: con este cambio estratégico, Moscú busca enfriar las relaciones del Consejo Militar de Transición con Ucrania, que ha estado proveyendo de drones a las FAS, así como dirigiendo operaciones contra mercenarios rusos en el territorio sudanés.
Los intereses internacionales en la guerra civil sudanesa no acaban aquí. Egipto ha proporcionado apoyo aéreo y drones a las FAS, aunque de forma muy limitada. Las tensiones entre El Cairo y Etiopía desde la construcción de la Gran Presa del Renacimiento etíope incrementaron notablemente, pues supone una amenaza para el suministro de agua de los egipcios. El Cairo pretende por ello incrementar su influencia y lograr que las FAS consoliden su soberanía en Sudán, cuya importancia geoestratégica para El Cairo frente a Addis Abeba es notable.
Estados Unidos, por su parte, busca que se establezca un régimen liberal en Sudán, para lo cual ha aumentado su presencia diplomática en el territorio. Así, John Godfrey se convirtió en 2022 en el primer embajador americano en Jartum en 25 años. Washington teme que el país se rija por fuerzas antioccidentales y es reacio al establecimiento de una base naval rusa en Sudán. Además, los americanos consideran que la prolongación del conflicto podría tener consecuencias en la seguridad del mar Rojo, así como facilitar la expansión del terrorismo desde Yemen y Somalia en un Sudán inestable. Para evitar esta situación, Washington se ha dedicado a imponer sanciones desde el inicio de la guerra a diversas compañías e individuos apoyando a uno u otro bando.
Como se ha podido observar, lo que a priori se presenta como un conflicto civil entre dos bandos militares, encierra un gran número de intereses internacionales muy diversos. El problema real surge cuando dichos intereses, mayormente económicos, geoestratégicos y geopolíticos, se ponen por encima de los costes humanitarios de la guerra. Según la ONU, cerca de la mitad de la población sudanesa, unos 25 millones de habitantes, necesitan ayuda humanitaria. El hambre amenaza al país y los desplazados forzosamente superan los 10 millones. Es evidente que países como Emiratos Árabes, que se presentan ante el mundo como neutrales e incluso proveedores de ayuda humanitaria, realmente apoyan el conflicto y alimentan la guerra proporcionando suministros a alguno de los bandos. Y es igual de evidente que la ONU y las potencias occidentales no lo tienen nada fácil para intervenir: Abu Dabi no solo niega cualquier implicación directa en el conflicto, sino que goza de una posición privilegiada como consecuencia de sus reservas de petróleo, su relevancia diplomática en la guerra Israel-Palestina y su importancia estratégica para contrarrestar a Irán.
Es necesario que los líderes de las distintas potencias mundiales sean conscientes de la catástrofe humanitaria que está teniendo lugar en el territorio sudanés, y que ello suscite un cambio de estrategia en su actuación. De lo contrario, es muy complicado que la guerra termine, pues la realidad está demostrando que la intervención internacional interesada en el conflicto no hace más que incrementar la violencia y avivar la llama de una contienda que cada día se lleva a más inocentes.