La ansiedad ante Rusia

La ansiedad ante Rusia

RESEÑA

28 | 11 | 2022

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El libro pide contemplar la política exterior rusa con mayor comprensión, pero la guerra de Ucrania no ayuda a la tesis sostenida por el autor

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Portada del libro de Mark B. Smith ‘The Russian Anxiety and how the history can solve it’ (London: Penguin Books, 2020), 320 págs.

Rusia tiene su leyenda negra. El historiador Mark B. Smith, profesor de la Universidad de Cambridge, la analiza en un libro con un título sugerente, que podría traducirse como: La ansiedad ante Rusia y cómo la historia puede mitigarla. El libro, escrito en 2019 [la edición aquí utilizada es la rústica de Penguin de 2020], describe los sentimientos que Rusia despierta en los países occidentales desde el siglo XIX, fusión de miedo, indiferencia y desprecio, que se repiten y condicionan, en cierta medida, su futuro. Esa leyenda fomenta la rusofobia al simplificar la historia de Rusia a un ciclo de autoritarismos y reformas fallidas. La perspectiva ha sido promovida por los adversarios de Rusia e incluso –ocasionalmente– por las élites rusas en su propio beneficio. Para los españoles, esta teoría es familiar, popularizada por Roca Barea en sus estudios sobre imperios y leyenda negra.

Ante esa imagen de Rusia como país encerrado en un destino implacable y amenazante, Smith propone que el estudio de su historia demuestra, en primer lugar, la ausencia de un planteamiento imperialista en su política exterior, con lo que los países vecinos no tendrían motivo de temor. Así, el autor propone numerosos periodos en los que los gobernantes rusos han priorizado su actividad hacia la política interna. No es de extrañar que encuentre paralelismos en el devenir político-social de Rusia con los de los países occidentales coetáneos. Esa comparación, recurrente en el libro, es el fundamento que debe ayudar a relativizar la ansiedad que produce Rusia: su caso no es más que el resultado de la adaptación a Rusia de los elementos político-sociales de cada momento histórico, sin grandes diferencias con la situación de los países colindantes.

 Para su estudio, aunque el autor no utiliza expresamente el concepto de cultura estratégica, se apoya en algunos elementos que definen ésta, especialmente aquellos que examinan los sentimientos, el alma de los rusos. Para ello, utiliza a autores rusos de diversas épocas, relatos literarios de contenido histórico o costumbrista y lugares comunes que reafirman un pesimismo ineludible. Como muestra, el dicho de Chernomyrdin (“pretendíamos algo mejor pero las cosas terminaron como siempre”), o el dilema de Speransky (la dificultad de incorporar derechos ciudadanos en un sistema autocrático), reiterados en el texto a modo piedra de Sísifo de la que Rusia no puede librarse. El desconocimiento profundo de la historia de Rusia no sólo se atribuye a los países occidentales sino al pueblo ruso, con casos destacados en el estudio, como la magnitud de las purgas y asesinatos en masa de Stalin, la situación de la justicia, o el alcance de la servidumbre.

El lector se mantiene expectante hasta las conclusiones, a las que llega tras haber construido un ligero armazón histórico con el que interpretar el presente. En ellas, Smith plantea seis principios (o hipótesis) con los que presagiar un futuro más tranquilizador. Comienza por limitar la importancia del pasado como elemento determinante del futuro. Simultáneamente, selecciona aspectos de la historia rusa (como la evolución de su sistema judicial) que demuestran la singularidad del país y, por tanto, los límites de análisis comparativos reduccionistas.

También propone contemplar a Rusia como un país “normal”, dotado de una mezcla de aspiraciones, precauciones y sentimiento nacional, abierto al mundo y cimentado en un deseo por el respeto individual. Como ejemplo, vistos desde esa normalidad, los oligarcas no son más que la versión rusa de las élites influyentes, que en una u otra configuración, existen en todos los países.

La cuarta hipótesis formula que Rusia pertenece a Europa, pero sin adoptar una identidad occidental, la de los países que forman “the West”. La pertenencia a Europa no carece de altibajos, pero Smith los asimila a los del Reino Unido, cuya europeidad no se pone en duda.

Además, se insiste en la ausencia de razones para considerar todavía a Rusia un enemigo histórico. Para ello, se recurre de nuevo a la comparación entre países de rivalidad histórica, como Francia e Inglaterra, con más de “mil años de enfrentamiento” y ahora aliados, situación que extiende a Rusia. Además, se arguye que la mayor parte de las guerras en la que se ha envuelto Rusia han sido agresiones exteriores, sin una tendencia a la intervención extranjera, lo que le haría un actor más estable y fiable.  

Para los amantes de la historia y la cultura, el libro es un recorrido histórico en pinceladas temáticas, sin orden cronológico general, con lo que se recomienda un conocimiento previo de la historia de Rusia. Para los amantes de la geoestrategia, la aproximación histórico-político-cultural no se complementa con análisis de la evolución de los factores estratégicos, especialmente los riesgos a la seguridad, los intereses vitales y las fuentes de producción económica.

Además, la historia del país más grande del mundo podría reclamar una perspectiva más amplia, no sólo una comparación histórica con países occidentales. Incluso en las conclusiones se evidencia la ausencia de enfoques centrados en Asia Central y Oriental, el Pacífico y el Ártico. Un país tan extenso, complejo y rico, posee argumentos suficientes que requieren abrir el foco al este de los Urales.

Smith pretende justificar lo infundado de la leyenda negra rusa, usando su interpretación de la historia como base argumental, evitando caer en una especulación sin fundamento. El autor también analiza la postura del gran rival ruso del pasado siglo, EEUU, destaca la adecuada disección de la estrategia rusa en el telegrama de Kenan, y pone de manifiesto los errores de interpretación posteriores cometidos por el Departamento de Estado estadounidense. Pero la realidad es tozuda. Sólo tres años después de la publicación del libro, Rusia ha comenzado una nueva guerra de agresión, mostrando las carencias del estudio, de las que el autor advierte al comienzo. Al menos en ese aspecto, el libro ha sido anticipador.