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Portada del libro de Fidel Sendagorta ‘Estrategias de poder. China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad’ (Madrid: Deusto, 2020), 176 pág.
Tras la pandemia, los cambios de poder simplemente se han acelerado, pero ya eran tendencias preexistentes. Fidel Sendagorta, diplomático español que ha servido en embajadas en diversos lugares del mundo y ha ocupado hasta hace poco la Dirección General de Política Exterior y Seguridad, analiza de manera concisa la relación de Estados Unidos y Europa con China, la creciente potencia mundial.
Al contrario que otros desplazamientos del poder entre potencias ocurridos en el pasado, China ha conseguido posicionarse en un mundo globalizado de una manera muy inteligente, empezando por un gran crecimiento de su economía, cuyo enorme tamaño ha adquirido una importante proyección internacional, lo que a su vez ha llevado también a una destacable influencia política. De acuerdo con su historia, China no busca exportar su modelo, como en el pasado hizo la Unión Soviética o sigue intentando Estados Unidos, sino que tiene una visión exterior de sus vecinos como vasallos o tributarios, al margen del sistema político por el que se rijan. La Guerra Fría consistía en una lucha entre dos superpoderes que buscaban esparcir sus ideologías, mientras que en esta situación China no llega a ese extremo, puesto que tiene un modelo capitalista y está abierta a negocios con países extranjeros. En las últimas décadas se ha dedicado a expandir su influencia económica, comercial y estratégica por la región y por el resto del mundo.
Una ilustración de la situación es lo que se viene denominando la ‘Trampa de Tucídides’, definida ampliamente como la tendencia hacia la guerra cuando una potencia emergente amenaza a la posición dominante de una establecida. En este caso se aplica a la rivalidad entre EEUU y China, quienes se han embarcado en una lucha que altera el reparto de poder global vigente las últimas décadas. China está desarrollando sus proyectos ‘Made in China 2025’, en donde el objetivo es dar un salto en la calidad de la producción de manufacturas, y la Nueva Ruta de la Seda, que pretende crear una extensa red de infraestructuras; con ambas iniciativas busca aumentar su influencia geopolítica. La Administración Trump apuntó al problema del abultado déficit comercial que EEUU tiene con China, y se propuso ‘devolver’ empleos al país para recuperar su posición como base de producción y comercial. Ambos países han entrado en lo que Sendagorta presenta como un periodo en el que Washington y Pekín deben afrontar la interdependencia entre diversos sectores de los dos países: rechazan la posibilidad de estar en una posición de vulnerabilidad de uno con el otro, especialmente en el sector tecnológico, y priorizan su seguridad respectiva.
En esta línea, desconectar los sectores es el enfoque que se ha adoptado: China desarrollando sus propios sistemas tecnológicos, y EEUU intentando impedir la expansión de estos en los países occidentales. El crecimiento tecnológico de China en inteligencia artificial o el 5G ha sido motivo de preocupación por parte de EEUU, que se ha focalizado en querer excluir a Huawei de las redes de 5G que se están creando en países de su entorno. Washington desconfía del uso político que China puede dar a su tecnología presente en otros países, a la vez que, en su presión sobre estos, toma decisiones políticas disfrazadas de aparentes razones tecnológicas. El resultado es que ha habido una significante pérdida de mercado por parte de Pekín en Estados Unidos, Japón, Australia, Vietnam e India; sin embargo, la tecnología china ha seguido extendiéndose en Asia, África, América Latina y algunos países europeos. Europa todavía se encuentra en una posición de indecisión, ante la fuerte campaña que EEUU realiza en diversas capitales de la UE para excluir a empresas chinas de las redes 5G.
Con respecto a la relación de Europa y China, los europeos se encuentran en una posición complicada, ya que tienen que evaluar cómo moverse en el pulso establecido entre Washington y Pekín. Además, la fuerte apuesta comercial e inversora que hizo la UE en China comienza a verse cuestionada por el incumplimiento de una reciprocidad del que los chinos se han aprovechado. Si en 2016, Federica Magherini presentó un documento de la estrategia de la Unión Europea en donde se buscaba reciprocidad en lazos y cooperación con China, hoy la UE dibuja una estrategia de mayor competición. La inversión de Europa en China, de la que es el principal socio comercial, llegó a crecer hasta un pico de 35.000 millones de euros en 2016, pero la cifra disminuyó a 17.300 millones de euros en 2018. Los países europeos más vulnerables a una mayor influencia estratégica de China son los ubicados en los Balcanes, pues al no pertenecer a la UE ni tener un claro calendario de adhesión quedan más a expensas de Pekín. Esto ocurre de modo especial en el caso de Serbia, en donde China ha financiado importantes proyectos de infraestructura. Sendagorta cree que la integración europea está en riesgo por ese aumento de la influencia China, quien tiene como objetivo convertirse en un líder tecnológico y de cuyos desarrollos técnicos acabarán dependiendo muchos países.
Otro asunto que aborda Sendagorta es el movimiento en el escenario del Asia-Pacífico. Uno de los factores más importantes para la economía de China es su acceso a petróleo y gas. El conflicto del Mar de China Meridional se debe a la cantidad de ricos recursos naturales y al control sobre las rutas de navegación desde el estrecho de Malaca hasta las costas chinas. Pekín reclama su soberanía siguiendo su ‘línea de los nueve trazos’, que le daría carta libre al domino sobre el 80% de ese mar, frente a la soberanía histórica de otros países ribereños y lo establecido por la Convención sobre el Derecho del Mar con relación a las 200 millas náuticas de zona económica exclusiva de cada territorio. También ha habido conflictos sobre el principio de “una sola China” que vincula a Pekín con Taiwán, isla a la que EEUU presta su apoyo. Para lidiar con la preeminencia de China y moderar su proyección hegemónica, se ha formado el Quad, un foro constituido por EEUU, Japón, Australia e India para intentar frenar la expansión china, al tiempo que organizaciones regionales como la ASEAN buscan entablar unas relaciones multilaterales.
Podríamos concluir que, en esta situación, Estados Unidos y Europa tienen en China a un competidor estratégico muy potente y necesitan encontrar un punto de equilibrio entre cooperación y competición con Pekín. Nos encontramos en una situación en la que Estados Unidos se siente amenazado por una potencia emergente, mientras China busca ser líder mundial y Europa se halla en medio, en la duda sobre qué caminos seguir. Se trata de un conflicto sobre todo de tecnología e innovación, que ya venía de antes y ha sido acelerado en el periodo pospandemia. El libro de Sandagorta es una foto rápida (no llega a doscientas páginas) y a la vez completa del momento que atraviesa el mundo.